HB DEBE PAGAR POR ESTO
Pedro J. Ramírez. Director del diario EL
MUNDO
El único milagro que cabe ya es el de la
ciencia. La policía no ha podido evitar ste asesinato a cámara
lenta que ETA ha disfraado sádicamente de secuestro. La pasiva
complacencia de la dirección de HB con ese ultimátum imposible
de atender ha sido la rúbrica de la sentencia de muerte dictada
contra Miguel Angel Blanco.
Ni la inolvidable manifestación de Bilbao, ni los llamamientos
del Papa, los obispos vascos, Amnistía Internacional o la madre
del preso de Alcalá-Meco podían conmover la conciencia de la
cúpula de la banda o del comando secuestrador. El precedente de Ortega
Lara era aterradoramente expresivo: NO iban a ser las palabras de
súplica las que nos devolvieran vivo a este pobre chico.
Creo que hay que poner con toda claridad otras cartas sobre la mesa. Se trata de advertir que una vez consumada esta vileza, todos cuantos hemos clamado de una u otra manera por la vida del concejal del PP estamos dispuestos a juramentarnos para que sus verdugos paguen un precio inmenso en todos os frentes.
Y no me refiero solamente a los autores materiales, dos o tres individuos del mismo coeficiente mental o moral de los carceleros de Mondragón, que antes o después serán detenidos. Hablo también y sobre todo de los cómplices intelectuales en grado de cooperación necesaria, de esa pandilla de miserables que formando parte le la dirección de Herri Batasuna y habiendo tenidlo en sus manos la posibilidad de detener la ejecución de un inocente, no sólo no han movido un dedo por salvarle, sino que tras crear el clima propicio para el crimen, afilan ya los cuchillos para ensañarse en el cadáver con las puñaladas de sus justificaciones.
Reproducimos hoy sus rostros y lo vamos hacer más veces. Ellos son la cara y ojos de ETA, de acuerdo con una división del trabajo que sólo era aceptable en la medida en que generaba una dialéctica y unas tensiones sinceras entre los partidarios de defender su causa radical a través de las instituciones y los pistoleros profesionales. Puesto que acabamos de tener la última prueba palpable de que esa separación se ha convertido en una farsa, de que los que discursean y amenazan son ya meras clonaciones de quienes aprietan el gatillo, no queda más remedio que tratarles de otra manera.
Hace una década Herri Batasuna daba
conferencias de prensa en Madrid, trataba de obtener votos para
el parlamento europeo en toda España haciendo alarde de un
especial talento en el grafismo de campaña y se integraba en el
Grupo Arco Iris de la Cámara de Estrasburgo junto a los
ecologistas y otras inofensivas minorías. Cuando se produjo el
bestial atentado de Hipercor Txema Montero lo criticó sin
ambages y el entonces director de Egin se alineó con su postura.
Fue la constatación de esa capacidad de desmarque del sector
más nacionalista o txominiano del MLNV lo que propició las
conversaciones de Argel y algunas de sus
secuelas, entre voluntaristas y disparatadas, como la llamada
Operación Azkoiti.
Desde entonces todo ha evolucionado a peor. Bajo la férula de los jemeres rojos de KAS, tanto en HB como en la propia ETA se ha producido la sistemática purga de cuantos contemplaban la posibilidad de poner fin a la lucha armada mediante una negociación realista. La capacidad política de los Esnaola, Montero o Zabaleta ha sido reemplazada por la estulticia de unos jóvenes replicantes que han hecho de sus desalmadas tragaderas la más siniestra plataforma de autopromocion. Siempre hemos abogado por una solución del problema vasco basada en la integración del independentismo más maximalista e intransigente en nuestro sistema de convivencia democrática. Por eso apoyamos el diálogo auspiciado por Vera, respaldamos la política de reinserción de Belloch y hemos reclamado más determinación y brío en la correcta estrategia de acercamiento selectivo de presos emprendida por Mayor Oreja. No se trata ahora de cambiar de convicciones, pero sí de constatar que el acelerado involucionismo del entorno proetarra, la degradación hasta niveles grotescamente primarios de la inteligencia política de las direcciones de ETA y HB, bloquea cualquier posibilidad por esa vía.
¿Nos toca entonces aceptar con pasividad y fatalismo la teoría del empate infinito sobre la que estos Pol Pot de bolsillo sestean en sus herriko tabernas? El cuerpo exánime de Miguel Angel Blanco nos hace inasumible, aunque sólo sea por decencia generacional, tal inhibición. Sólo queda, pues, rendimos a la desagradable evidencia de que, siendo la integración imposible y la convivencia con quien chorrea sangre inocente un baldón insoportable, no tenemos otra salida que aplicar una drástica política de exclusión en la que nadie del PNV o EA se atreva a dejar de participar, creando una leprosería virtual, blindada con el cordón sanitario de la más férrea fortaleza moral, en cuyo interior permanezcan aislados los ciento y pico mil enfermos capaces de callar y otorgar ante un crimen de tan lesa humanidad.
No se trata de ilegalizar HB, sino de hacerles la vida todo lo incómoda que sea posible a sus militantes y sobre todo a sus gerifaltes. Sin recurrir ni al GAL ni a la pena de muerte, pero reformando las leyes que haga falta para endurecer la sanción penal de sus conductas y sobre todo aplicando las vigentes con tan extrema dureza como sea técnicamente posible. Tendremos una primera oportunidad cuando se produzca, tras el verano, el juicio contra la Mesa Nacional de HB por colaboración con banda armada. A nada que exista el más mínimo resquicio para aplicarles ese tipo delictivo -y el instructor de la causa ya lo ha estimado así- la sociedad entera debe animar a los jueces del Supremo a mostrarse implacables y enviar a prisión durante el mayor tiempo legalmente establecido a esta caterva de individuos sin entrañas.
Cuando a Al Capone le juzgaron por delito
fiscal, el juez y todos los miembros del jurado fueron
conscientes de que tenían ante sí al sanguinario gángster que
durante años había aterrorizado a la sociedad. Le condenaron
por lo que pudieron demostrar que hizo, pero también por lo que
sabían que había hecho. Que tengan claro los veinticuatro
miembros de la Mesa Nacional de HB que cada vez que les tengamos
delante no podremos dejar de contemplar la imagen simbólica de
los cobardes asesinos que arrojaron ayer el cuerpo agonizante de
Miguel Angel Blanco junto a unos matorrales en Lasarte. Ellos
deben pagar por él.