Pasadas las fiestas patrias con su inigualable sol primaveral; la alegría del Jardín, de Festidanza; el corso, los cuyes chactados, hay que alistar el pasaporte arequipeño y volver al destierro el mismo 15 de agosto. ¿Qué es lo que nos espera en Lima?. Heridos, contusos, prisioneros, casas y calles tomadas y por tomar, así como múltiples frentes abiertos son el panorama diario de los partes de guerra que se emite por TV. No hay duda que la “caja boba” ha nacido para la controversia. Pudiendo ser un maravilloso instrumento educativo, de información y sano entretenimiento, la TV se jacta de destruir lo poco de valor que aún quedase en Lima. La cruzada moralista y represiva que acomete el Municipio contra los miles de jóvenes que son usuarios de centros de estudios, centros de diversión (informales; chichas y de los otros), hoteles, hostales; así como contra quienes ejercen informalmente el negocio de la educación o el de la diversión, en todos sus matices. Eso es lo primero que se advierte al llegar a Lima.
El argumento de la cruzada es que su uso intensivo pone en peligro los viejos edificios del llamado centro histórico de Lima. La cruzada, a pesar del bullicio que la rodea, compromete sólo a un pequeño porcentaje. El resto de limeños está fieramente sumergido en discusiones filosóficas sobre la inmortalidad de los pavos, las gallinas y los monos y/o en la inmundicia (telenovelas o “erotismo a mansalva, como las llama “La República”) que llega desde las cloacas de Brasil, Méjico o Caracas vía la TV.
¿Qué dicen los limeños acerca de la provincia de Lima?. “La Municipalidad ha iniciado una publicitada campaña por la recuperación del centro histórico de Lima. El anuncio se realiza al estilo de una campaña militar. Pero pocos sospechan que lo que esta publicitada guerra se disputa no es un pedazo de ciudad, ni unas cuantas calles, ni la recuperación de la imagen utópica y romántica de una ciudad que fue siempre pobre y mal cuidada. Tras la cruzada moralista y represiva está el legítimo deseo del Dr. Andrade de incrementar su capital político con miras a las elecciones presidenciales del año 2000”. (Lucía Uceda).
Don Manuel Torrado, presidente de Datum, observador más objetivo, ha llegado a la siguiente conclusión: “Mientras más desarrollado es un país menos TV ve su población. Es lógico que esto sea así, porque en una gran ciudad hay más centros de diversión, lo que nos llevaría a decir que el consumo de TV es un indicador de ocio”. No es, pues, extraño que en Lima, el 21% de los televidentes desperdicie más de seis horas diarias sentados frente al TV. Son los llamados teleadictos o “consumidores pesados”. Algo lejos de esta falange se halla la de consumidores light o ligeros que ven la TV menos de tres horas al día y que hacen el 28.1 del total de consumidores. El resto, los consumidores medios, que hacen el 50.9% del total, malgastan el tiempo y sus vidas a razón de 25 y 44 horas a la semana, sometidos al lavado cerebral televisivo. Y estamos hablando de televidentes físicamente sanos, con capacidad para la producción intelectual o material.
Pero lo realmente increíble es la tabla de prioridades y preferencias
de los limeños. La lista de mimados de la TV está encabezada
por un bodrio que se llama Risas y chicha, que en cualquier otro
país sería considerado un insulto al sentido del humor; al
buen uso del idioma, de la imaginación, de la creatividad (para
no referirnos al aspecto educativo que a los limeños los tiene sin
cuidado). Sin ningún rubor, el presidente de Datum, acepta que,
además de Risas y chicha, los limeños tienen preferencia
por las telenovelas. Y a manera de disculpa afirma que “... es un fenómeno
de homogeneización de los sexos que se viene dando a nivel mundial...”.