MERLY ATACHAGUA SALCEDO

“Cuando sea grande me encantaría ser bombera para rescatar a muchos niños en peligro”. Ella es la Niña Coraje, la Niña Heroína que todo el Perú celebra como emblema del 50 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos. Ella salvó  de morir a sus dos pequeños hermanos menores en un incendio que destruyó su casa en un cerro de Lima. “No me importa que todo se haya quemado, lo más importante es que estamos con vida”, dice Merly.

Pero no todos están en aptitud de entenderla. “Cuántos hay de los que tienen oídos y no quieren oír!”. Y muchos de ellos se jactan de ser defensores de los Derechos Humanos! Algún iluso habría fantaseado que "La persona humana es sujeto de derecho desde su nacimiento. La vida humana comienza con la concepción..."(Art. 1 del Código Civil). La creciente brecha entre la moral católica y los movedizos patrones éticos de la sociedad occidental ha hecho casi imposible presentar como "razonable" la moralidad católica sobre el derecho a la vida de los que no pueden defenderse. Se observa que la ética católica ahora aparece ante muchos como un ente absurdo y remoto, "como una suerte de meteorito que está en oposición no sólo a los hábitos concretos de vida sino también contrario al pensamiento que subyace en esos hábitos".

Así de complicado les resulta entender que el derecho a la vida y a la integridad física son derechos humanos que también corresponden a los niños y a los que están por nacer. Más aún a estos, que no pueden defenderse, que a los adultos.

El iluso habría proclamado henchido de emoción que "El derecho a la vida, a la integridad física, a la libertad, al honor y demás inherentes a la persona humana son irrenunciables y no pueden ser objeto de cesión. Su ejercicio no puede sufrir limitación voluntaria..."(Art. 5 del Código Civil). Pero nadie le hizo caso. Los letrados y filisteos continuaron su intensa actividad de abierta o hipócrita promoción de la cultura de la muerte; las campañas propias o las de agencias del poderoso imperio internacional del aborto, y el aborto fármaco- inducido, la ligadura de trompas, la oclusión tubaria bilateral, la anticoncepción quirúrgica voluntaria (AQV), y mil otros atentados contra el derecho a la vida y a la integridad física. ¡Cuántos activistas pro- Derechos Humanos se volvieron sordos cuando los ilusos irredentos de siempre les clamaron a voces que "Los actos de disposición del propio cuerpo están prohibidos cuando ocasionen una disminución permanente de la integridad física o cuando de alguna manera sean contrarios al orden público o a las buenas costumbres." (Art. 6 del Código Civil).

Sin embargo, a regañadientes, tal vez, la opinión pública --que se inclina hacia el relativismo ético y la permisividad-- tendrá que reconocer que el mundo necesita, con urgencia, de las Merly Atachagua que salvan la vida de sus hermanos, aún poniendo en riesgo la propia; a pesar de los criterios que personalmente se pueda tener con referencia a su credo, a su situación económica o social, o a su edad.

La historia contemporánea nos demuestra las trágicas consecuencias del rechazo o la ignorancia de los valores fundamentales. En el siglo XX, los ataques contra la tradicional posición judeo- cristiana de la vida humana, su santidad y sus derechos fueron justificados en nombre de ideologías como el nazismo, o en nombre del "progreso científico", o del ?desarrollo económico?, o de nuevas posiciones socio- políticas criminales como el llamado "derecho al aborto", a la "anticoncepción quirúrgica voluntaria" (AQV). A menudo, el pretexto o la motivación inicial  --típicamente, la eliminación de la pobreza o el sufrimiento-- no podría parecer más razonable. No obstante, una vez que se condona la mutilación del cuerpo humano o la supresión de la vida de un inocente, aún en casos limitados, la integridad física y las vidas de otras personas corren peligro inminente.

Hoy en día, los líderes católicos reciben persistente crítica por su supuesta falta de compasión por no perdonar violaciones de lo que ellos consideran el Derecho Natural. No obstante, la creciente aceptación de las prácticas de la cultura de la muerte y el hedonismo confirma las tempranas advertencias de la Iglesia en el sentido de que la legalización del aborto corroería, en todos los niveles, el valor acordado a la vida humana. Tampoco es de extrañar, pues, el desenfado y la gran publicidad con que entes privados y públicos (supuestos defensores de los Derechos Humanos) se ufanan de sus campañas de AQV a pesar que el Código Penal considera lesiones graves "las que mutilan un miembro u órgano principal del cuerpo o lo hacen impropio para su función. .." (art. 1211). Pero aún hay esperanza. Mientras haya una sola Merly que esté dispuesta a enfrentar todo riesgo por defender la vida de sus hermanitos.
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