Antes de ocuparse de los violadores, es necesario señalar quiénes son sus instigadores, es decir, quiénes preparan el caldo de cultivo que incentiva el surgimiento incontenible de “monstruos” que vejan a menores de edad. ¿Quiénes promueven el sexo seguro, fácil e irresponsable?. Hay instituciones públicas y privadas que practican la vasectomía o la ligadura de trompas u otras formas de mutilación humana irreversible no obstante que estos hechos son repudiados y sancionados en los arts. 05 y 06 del Código Civil y 121 y 129 del Código Penal. Y no tienen reparos en hacer apología e intensa publicidad de estos delitos. ¡ Y los cometen en público, frente a cámaras de TV, haciendo escarnio de sus víctimas!. ¡ Y por sus actividades nefastas perciben honorarios, sueldos del Estado, formidable dinero de ONGs!. Los nazis y el Ku Klux Klan también promovieron estas y otras prácticas igualmente sórdidas en su afán de acabar con lo que ellos llamaron “razas inferiores”. Pero trataron de ocultar estas atrocidades porque eran conscientes de lo horrendo de sus crímenes; no obstante lo cual, muchos nazis fueron descubiertos y penados hasta con la horca y la cadena perpetua. Eso fue 50 años atrás.
Hoy en día, en el Perú, los apologistas de la cultura de la muerte también buscan la destrucción de las razas nativas so pretexto de la miseria e ignorancia en que viven; pero en lugar de llamar “delito” a esta monstruosa actividad genocida, le han puesto el nombre de “planificación familiar”, “campañas de salud” y “cooperación cívica”, “educación” sexual, “puestos de salud”, etc. Es posible que los responsables del avance de ese holocausto quieran otro eufemismo para confundir a la opinión pública o para evadir el castigo de la historia (porque es evidente que tienen mucho poder y nadie los va a juzgar política, civil ni penalmente). En ese caso pueden llamarlo Epivalotanasia. Esta palabra es usada por el Dr. Paul Byrne, eminente Pediatra que rechaza los términos “eugenesia” o “eutanasia” cuando una persona nonata o nacida es asesinada o mutilada intencionalmente. Es que “eutanasia”, semánticamente, es una “muerte buena” o “muerte dulce”, un homicidio por conmiseración. Para él, la única buena muerte es la muerte natural. Cuando la cultura de la muerte utiliza del eufemismo “planificación familiar” o cuando denomina eutanasia al “suicidio asistido” el Dr. Byrne se enfurece. Prefiere la denominación epivalotanasia.
A falta de otro término genérico también podemos aplicarlo a las mil formas de homicidio que propugna la cultura de la muerte: las aniquilaciones en un sólo acto o las que matan a pausas: a las que matan o mutilan a un sujeto o a muchos; a recién concebidos, a no- natos o ya nacidos; a los que aniquilan o mutilan a “voluntarios” individuales o a lo que componen inmensos segmentos sociales deprimidos o no. A los que provocan cánceres y aniquilan el producto de la concepción con píldoras o “T” de cobre o DIU o con educación sexual deformante que crea el ambiente propicio para la generación de monstruos.
Hay epivalotanasia cuando un abortero desmembra un feto y extrae el cadáver de ese niño y lo llama “terminación del embarazo”. Epivalotanasia significa muerte impuesta. No hay nada natural en estos actos terribles de “paternidad responsable”. Alguien ha decidido que es conveniente que otro ser humano muera o que no nazca y realiza todos los actos y se agencia todos los recursos para asegurarse que esa persona sea aniquilada; no importa que ello signifique asesinarla. La política nazi es tan repugnante porque Hitler cultivó la epivalotanasia en las cámaras de gas y hornos crematorios.
El
sistema penal peruano no define la epivalotanasia; pero, con otros nombres
la castiga en algunos casos y las aprueba en otras. Todo el país
repudia a los terroristas y a los monstruos porque sus crímenes
tipifican epivalotanasia (muerte impuesta). Y si un delincuente pobre practica
epivalotanasia se va a prisión. Pero si lo hace una entidad pública
o privada con suficiente poder político y/o económico, la
epivalotanasia se convierte automáticamente en algo laudable; y
los responsables de dichas instituciones se jactan de anunciar estos crímenes
con gran boato y ¡hasta se valen de tontos útiles notables!.
Innumerables
niños son aniquilados cada día; muchos miles de compatriotas
pagan para que profesionales o no profesionales de la salud cometan
epivalotanasia. Muchos otros consiguen gratuitamente de parte del Estado
o de las ONGs, los medios para cometerla. Si este genocidio pasa desapercibido
para nuestro sistema penal, el juicio de la historia será inexorable
para con aquellos que perciben beneficios por cometer o por permitir que
se practique la epivalotanasia; y con los que la promueven. El dinero
que se ganan de esa forma es tan tenebroso como las 30 monedas que pagaron
a Judas. ¡Es también oro manchado con sangre!. La historia
será también inmisericorde con los apáticos; con las
autoridades patéticamente ciegas, sordas y mudas frente al
genocidio; y con los doctores, políticos y profesores que han heredado
las prácticas y las maldiciones de los nazis y del Ku Klux
Klan.