EUTANASIA
Y DERECHOS HUMANOS
Además de
las (supuestamente) contundentes normas legales sobre los irrenunciables derechos
humanos, derecho a la vida, a la integridad, a la salud, etc. ¿es necesario
establecer más normas que protejan al que es incapaz de defender sus derechos?
¿Establecer una presunción legal a favor de la vida del paciente?
La vida y la amenaza de eutanasia (muerte “por
piedad” o “muerte dulce”) que pende sobre Terri Schindler de Schiavo, de 39 años
de edad, ofrecen algunas lecciones para quienes discuten sobre las bondades de
la eutanasia y, también, ¿por qué no?, para aquellos que contemplan el patético
predicamento en que se hallan, desde hace tres años y medio, quienes solicitan que
el Poder Judicial autorice que se deje de suministrar alimentación intravenosa
a Terri. El drama comienza el día de 1990 en que Terri, que ya llevaba 5 años de casada, colapsó debido a lo
que los médicos creen fue un desbalance de potasio
que privó de oxígeno a su cerebro por varios minutos.
Para los
cínicos, la lección sería que hay que asegurarse de quién sería la persona que
tenga que tomar decisiones acerca de tu propia vida y de tu muerte. Para Terri,
esa persona resulta ser su esposo Michael Schiavo.
Éste último ya ha obtenido US$1.3 millones por asumir
la responsabilidad del tratamiento de su esposa; aunque ha tenido que ser
demandado judicialmente para que preste el tratamiento rutinario de un proceso
infeccioso que aqueja a Terri.
Michael Schiavo ahora tiene un nuevo hijo -- y otro en camino-- con otra
mujer, aunque continúa casado con Terri y
sigue ejerciendo el control de los recursos para el tratamiento; y sobre la suerte y bienes de su esposa.
Bob y Mary Schindler, padres de Terri, impugnan el permiso para que se desactive y remueva
el tubo a través del cual, Terri ha estado recibiendo
alimento por vía intravenosa durante los últimos 13 años. Este permiso es, en la práctica, una sentencia de muerte: privada de
alimentación, Terri
no sobrevivirá más de dos semanas.
Para
quienes padecen alguna discapacidad, deficiencia o enfermedad severas, esta
lección de eutanasia puede ser escalofriante: Hay que asegurarse que uno podrá probar
que desea vivir (y que tiene derecho a la vida) aún si las cosas se ponen
difíciles o si los cuidados de la salud se ponen caros o incómodos.
Como dice
el Dr. Christopher Ferrara, de la Asociación de Abogados Católicos en este
proceso judicial: “Los Schindler están a punto de
perder a su hija porque alguien se ha aburrido de poner una cuchara de gelatina
en su boca. Esto es insano.”
Para los
estudiantes de Derecho y de Ciencias de la Salud --las ciencias diseñadas para el cuidado y
preservación de la vida y la salud— la lección puede ser la reflexión de cuán
lejos han ido las cosas desde que los padres de Karen Ann
Quinlan ganaron su batalla judicial en 1976 para
retirar a su hija del respirador artificial en que se hallaba después de haber sido
declarada “en persistente estado vegetativo.” La privación total de alimento
nunca fue propuesta en el caso de Karen Ann Quinlan… y ella empezó a respirar naturalmente cuando se le
retiró el respirador. Murió diez años más tarde en una casa de reposo de New Jersey. En el caso de Terri Schiavo no hay consenso en
el gremio médico para declarar que ella esté en estado vegetativo persistente.
“En los
últimos 13 años, Terri ha hablado, reído y llorado
con nosotros; y aún ha tratado de dejar su silla” dicen sus padres, “Las
acusaciones sobre su estado vegetativo o de coma son una mentira.”
Tal vez, la
lección más descorazonadora de este drama es cuán poca influencia tienen las
enseñanzas de la ética en las decisiones que están conduciendo a Terri a la muerte; y en general, en las tesis y discusiones
acerca de la eutanasia.
El
Arzobispo de Atlanta llama la atención sobre “las divergencias irreconciliables
existentes entre los padres y hermanos de Terri
quienes exigen que continúe el tratamiento médico, por un lado; y, en el bando
contrario, el esposo y jueces que se empecinan en lo que nosotros consideramos
un fin prematuro y apresurado de la vida de esta infortunada mujer.”