TORIBIO DE MOGROVEJO: UN ABOGADO PARA TODAS LAS GENERACIONES
De todos los Abogados que vivieron y murieron en los últimos 400 años, ninguno habrá dejado huellas tan profundas como positivas; ni el mensaje siempre actual, obediente a la verdad, de Toribio Alfonso de Mogrovejo. Nacido en Valladolid (1538), estudió Derecho en la Universidad de Salamanca. Habiendo forjado en las Cortes españolas una brillante carrera como Abogado y Magistrado, es propuesto para suceder al primer Arzobispo de Lima. Benedicto XVI recalca que si las muchas dificultades del Arzobispado de Lima, hubieran podido provocar el desánimo en un hombre de temple normal, para Toribio serían el crisol de su alma apostólica, de héroe.
A los 40 años de edad, deja su familia, su profesión, patria y comodidades para ir en busca de la Verdad y servirla hasta el final -en un país ignorado y misterioso allende los mares. En esta tarea lo encontró la muerte, 28 años después, en un recóndito valle del Ande peruano, Saña Grande, en marzo de 1606.
La conmemoración de estos 4 siglos fue singular ocasión para la visita a la UCSM del Dr. José Antonio Benito Rodríguez, graduado en las Universidades de Salamanca y Valladolid que llegó a Arequipa y a Candarave por los años 1980 como voluntario universitario y ahora Historiador experto en Santo Toribio y destacado profesor de la Universidad Católica Sedes Sapientiae. Su encuentro con los futuros abogados de la UCSM les reavivó la vocación por la justicia y la Verdad. Como lo recordó el Dr. Benito, el amor de Santo Toribio por la Verdad se pone de manifiesto en su respeto imbatible a la persona y a la defensa de su dignidad; especialmente de los humildes. Y aún en los detalles, como su esfuerzo por crear cátedras de Quechua, por predicar y hablar en su lengua nativa a los peruanos encomendados a su cuidado pastoral. En sus 25 años como Arzobispo de Lima, había consumido 17 años y 40 mil km de peregrinaciones (el equivalente a 40 caminatas entre Lima y Arequipa); a pie o a lomo de bestia, visitando cada comunidad indígena y a cada Cura de su gigantesca diócesis. Había asumido la reforma del clero, la organización misional; erección de parroquias, corrección de las costumbres de los conquistadores. En todo siguió la disciplina dura de la Verdad; la palabra que no busca aplausos ni se somete a la dictadura de la opinión común, ni a las amenazas ni a los chantajes locales o del exterior. Esta actitud, como es comprensible, lo hizo víctima del acoso judicial, de las calumnias y denuncias infundadas, que llegaron hasta el Papa; de la maledicencia (que no ha cesado aún) de incomprensión, afrentas y humillaciones.
Sin doblegarse, se entregó a la edificación y consolidación de la Iglesia peruana, con gran humildad, espíritu de sacrificio, comunión y colaboración. Con admirable dominio del Derecho, dejó un legado de normas jurídicas que tuvieron vigencia durante más de 3 siglos. Organizó y dirigió 3 concilios y diez sínodos. Fue justamente en el III Concilio Provincial de Lima (1582 – 1583), que produjo el llamado Catecismo Trilingüe de Santo Toribio, (Aymara, Castellano y Quechua) -un instrumento muy eficaz para la instrucción en la fe, para la unidad y para el respeto a la dignidad de la persona. También fundó el Seminario Conciliar de Lima, que sigue funcionando hasta hoy.
Como lo ha recalcado Benedicto XVI, Santo Toribio de Mogrovejo supo conquistar un reino para Cristo entre los naturales de un país que tanta gloria tenía que dar a Dios.
“El antiguo doctor en Leyes se convertía en un catequista sencillo que se ganaba a los grupos, poniéndoles bajo la dirección de un sacerdote; los agrupaba en torno de una iglesia, les acostumbraba a una vida sedentaria y laboriosa. Algún tiempo después volvía para ver la obra que Dios había iniciado por sus manos; alentaba a los nuevos cristianos y les administraba el sacramento de la Confirmación. Son en número inverosímil de millares los indígenas que confirmó en aquellas andanzas y misiones apostólicas.” (Benedicto XVI).
En el Auditorio William Morris S.M. de la UCSM abundaron las reminiscencias de los grandes arequipeños que siguieron los pasos de Santo Toribio en el Arzobispado de Lima: Emilio Dávalos Lissón, pronto a ser beatificado; Juan Gualberto Guevara, Juan Landázuri.
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