1944 -
1984 - 2004
Era abril – mayo de 1944 cuando George Orwell regaló al mundo su
estremecedora novela “1984” en la que dibuja con pelos y señales sus visiones
de lo que serían el Estado y la sociedad
en 1984; y para que, 60 años después, en el 2004, puedan ser evaluados tales
desarrollos por los estudiosos del
Derecho Constitucional de la UCSM. Uno de éstos, Jesús Coa,
resume así este portento: “... ‘1984’ es
una obra apocalíptica que narra las adversidades que tienen que afrontar los
habitantes de una nación ubicada en Oceanía que, tras el aparente triunfo de
las ideas totalitarias de Big Brother
--El Gran Hermano--, sobreviven en las
ruinas de una civilización controlada por pantallas gigantes que invaden su
privacidad”
Winston Smith, el
protagonista, es un intelectual, miembro
destacado del partido de gobierno en un Estado muy semejante al Ogro
Filantrópico, el amo sin alma, que inspira a Octavio Paz. La imagen de Big Brother domina ampliamente
cada ambiente público y privado, cada momento de la vida cotidiana de todos los
ciudadanos. Es avasallador el influjo de la TV omnipresente que trasmite
propaganda subliminal y propaganda abierta en forma continua y que todos están
obligados a seguir con fervor. ¡Nadie se atrevería a apagar la pantalla!
La ideología del partido se denomina
INGSOC. Su meta es acabar con los sentimientos e impulsos naturales que forman
parte del concepto de familia. La sociedad está férreamente dividida en dos
clases sociales: la elite que es la burocracia del partido gobernante y el
resto (85%) llamado “los proles”. Para 1984, los conceptos de Estado y poder
han evolucionado de tal forma que los miembros del partido viven bajo constante
supervigilancia electrónica en un ambiente de presidio infestado de ratas.
¿Quién querría correr el riesgo de
desviarse de la ideología oficial? ¿Podría alguien alucinar con pensar
libremente? –Pues Winston Smith.
El intelectual post moderno comienza a sentir un incipiente interés por
sobreponerse al fanatismo oficial y, tal vez, de encontrar sentido a su vida.
Craso error: “La libertad de pensamiento es algo que está prohibido porque pone
en grave peligro los intereses del Estado y, más aún, ‘todo lo conseguido’ por Big Brother”, acota el estudioso.
Como fruto de sus reflexiones, Winston empieza a rebelarse contra la ideología del
partido, llegando al cometer el delito de enamorarse de la c. Julia y convivir
con ella, infringiendo con estos horribles crímenes el principio de doctrina oficial que era el amor
dirigido exclusivamente hacia Big Brother.
“El amor al poder deforma toda acción del
hombre, hasta el punto que sólo le importa el fin –que es el obtener el poder
absoluto-- y se convierte en un ser con ideología
finalista, que descarta la calidad de los medios para lograrlo;” según apreciación de Yamila
Osorio Delgado.
Mientras un profeta denuncia las
iniquidades de INGSOC, la manipulación mediática y los alardes de patriotismo y
suplica “Abran los ojos”, las huestes del Partido lo acallan al grito de
“¡Traidor!, ¡Traidor!”
Finalmente, Jesús Coa sentencia que “...
en una sociedad donde todo lo que importa es el Estado, las injusticias estarán
a pedir de boca. Y en un Estado en el que la consigna es el individualismo, la
anarquía reinará por completo.”
Genial o no genial, Orwell nos presenta
en 1944 una Internet y una carne sintética que son risibles en el 2004. Pero,
en todo lo demás, su clarividencia es para dejar sin aliento al más anarquista
y al más mercantilista de los estatistas.