LA
POLÍTICA Y LOS DERECHOS |
Como
decía Juan Pablo II, la política, como obra colectiva, debe
ser la acción económica, social, legislativa, administrativa
y cultural destinada a promover orgánica e institucionalmente el
bien común del pueblo. Es el ambiente en el que debe cultivarse
la solidaridad y la justicia y, por lo tanto, nadie debería renunciar
a participar en la acción política. El bien común,
abarca el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales
los hombres, las familias y asociaciones pueden lograr con mayor plenitud
y facilidad su propia perfección. El criterio básico de
la política debe ser la consecución del bien común,
como bien de cada uno de los peruanos –nacidos o por nacer. Ahora
bien, ejercer la política es un derecho y también un deber
de todo ciudadano y grupo; y debe ajustarse a cada situación y
vocación particular. Un proceso electoral debe generar una satisfactoria
y fraterna convivencia social y política; anhelante de justicia
y solidaridad. "Todos somos responsables de todos" -decía
Juan Pablo II. Esta responsabilidad no se limita sólo al voto;
se extiende también a la participación y a la vigilancia
de la gestión de los elegidos y nombrados a cargos públicos. |
El
proceso electoral en ciernes encuentra a un país aquejado por agudas
diferencias sociales, económicas y culturales, por el cinismo en
la política de población, la pobreza, el desempleo, la corrupción,
la desconfianza en las instituciones, arteros ataques al Derecho a la
Vida, a la familia y al matrimonio (v.g. la píldora del día
siguiente), etc. Se nota, además, que hay un claro esfuerzo por
escamotear el derecho del ciudadano a conocer la verdad; y de dar a conocer
sus necesidades y anhelos. Allí están las cortinas de humo,
la construcción de falsos ídolos y paradigmas lamentables
que hacen ilusorio el respeto de los niveles de participación correspondientes. |
Ya
es un lugar común que pocos se atreven a contradecir: “la
política sólo sirve para enriquecer a unos cuantos, a costa
de los incautos”, etc. Como resultado, las iniciativas y la participación
ciudadana van perdiendo consistencia, y se abre paso al recurso a métodos
punibles. Se hace ostensible la falta de comunicación entre la
clase política y los ciudadanos comunes, lo que hace que los centros
de decisión y los de poder se concentren en ciertas personas y
grupos. |
Pero,
es necesario liberar la política de esas cadenas y del escepticismo
en relación con el manejo de la cosa pública; y considerarla
en su verdadera dimensión. Para el ejercicio correcto de las facultades
que reconoce el Estado de Derecho, es imposible soslayar que el Evangelio
ha contribuido de manera significativa, junto con otros elementos autóctonos,
a configurar la vida del Perú, dándole identidad, fuerza
y esperanza, iluminando la historia y la cultura del país. La fe
cristiana proporciona un profundo conocimiento del hombre y de la humanidad.
Aporta sólidas y básicas orientaciones éticas y espirituales
para discernir, junto con todas las personas de buena voluntad, lo más
justo y verdadero para conseguir el bien común. Sin embargo, no
pretende ofrecer instrumentos de análisis, estrategias o soluciones
técnicas. |
Esa
es la razón por la que allí está, quebrando lanzas
contra la desinformación, en el nivel que le es propio, la labor
evangelizadora de la Iglesia Católica. Ella destaca la primacía
de la dignidad de la persona humana, por la cual toda sociedad e institución,
la política, el Derecho y el Estado están primero al servicio
de la persona. "La Iglesia, por razón de su misión
y de su competencia, no se confunde en modo alguno con la comunidad política
ni está ligada a sistema político alguno. Pero ella es signo
y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana"
(Juan Pablo II, Ecclesia in America, 27). "La Iglesia aprecia el
sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación
de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados
la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien
la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica" (Centesimus
Annus, 46). En la Política, también le toca ser "sal
de la tierra y luz del mundo". |