Un modelo en la política

 

Es a Patricia Diaz Cano y a Renato Bocchio (Derecho Constitucional II. UCSM. 2003) a quienes, se debe agradecer la introducción de UTOPÍA, la actualísima y utópica obra de santo Tomás Moro, y al propio autor  en la sustancia de la formación jurídico- política. De la vida, obra y martirio de santo Tomás Moro brotó el mensaje de la inalienable dignidad de la conciencia, «el núcleo más secreto y el sagrario del hombre», de la primacía de la verdad sobre el poder. Ejemplo de coherencia moral, Juan Pablo El Magno lo declaró patrono de los gobernantes y los políticos, como fuente de inspiración para una política que tenga como fin supremo el servicio a la persona.

 

Nacido en Londres en 1478, Tomás Moro, estudió Derecho en Oxford y Londres. Son célebres su amistad con Erasmo Desiderio de Rótterdam y otros protagonistas de la cultura renacentista; y su asidua práctica ascética (que siempre mantuvo en secreto). Se casó en 1505 con Juana Colt y tuvo cuatro hijos. A su casa acudían muchos jóvenes en busca de la verdad o de la propia vocación y de la «lectio divina».

 

Se empeñó en promover la justicia e impedir el influjo nocivo de quien busca los propios intereses en detrimento  del bien común; y puso su actividad pública al servicio de la dignidad de la persona como miembro del Parlamento, del Consejo de la Corona y representante diplomático. En 1523 llegó a ser presidente de la Cámara de los Comunes. En un momento de crisis nacional, el rey lo nombró canciller del Reino, en 1529. En 1532, al rechazar el proyecto autocrático de Enrique VIII, presentó su dimisión. Tomás Moro se había negado a prestar el juramento que se le pedía, porque ello hubiera supuesto la aceptación del despotismo. En respuesta, el Rey lo encarceló y lo hizo someter a tormento psicológico. Condenado por el tribunal, fue decapitado. Pío XI lo canonizó en 1935, con ocasión del IV centenario de su martirio.

 

Su vida enseña que el gobierno debe ser un ejercicio de virtudes. La proclamación de santo Tomás Moro enfatiza la necesidad de modelos políticos creíbles, que muestren el camino de la verdad en el s. XXI, cuando se multiplican los desafíos y las responsabilidades derivados de fenómenos económicos, conquistas científicas y de  promesas de una nueva sociedad propuestos a una opinión pública desorientada; y la urgencia de opciones claras en favor de la familia, de los jóvenes y de los marginados.

 

Juan Pablo El Magno resalta la armonía entre la fe y las obras la unidad de vida de los fieles laicos;  y  esa armonía entre lo natural y lo sobrenatural son tal vez el elemento que mejor define la personalidad de Tomás Moro. Él vivió su intensa vida pública con sencilla humildad, caracterizada por su coherencia, fe y su célebre buen humor, incluso ante la muerte.

 

Éste es el horizonte al que le llevó su pasión por la verdad. Como ya lo dijo Juan Pablo II: El  hombre no se puede separar de Dios; ni la política de la moral. «El hombre es criatura de Dios, y por esto los derechos humanos tienen su origen en Él, se basan en el designio de la creación y se enmarcan en el plan de la Redención».

 

Y fue precisamente en la defensa de los derechos de la conciencia donde el ejemplo de Tomás Moro brilla con intensa luz. La historia de santo Tomás Moro ilustra la verdad fundamental de la ética política. En efecto, la defensa de la libertad de la Iglesia es, al mismo tiempo, defensa de la libertad de la persona frente al poder político, en nombre de la primacía de la conciencia,. En esto reside el principio fundamental de todo orden civil; de acuerdo con la naturaleza del hombre. A nombre de Derecho Constitucional II, Gracias Patricia. Gracias, Renato, por la presentación.

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