Nahuel Moreno

ACTUALIZACION DEL PROGRAMA DE TRANSICION

Edición electrónica: Secretariado Centroamericano, Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo. Julio, 2001
Tomado de Ediciones Antídoto, Buenos Aires, 1990


Introducción

Actualidad del Programa de Transición


stas tesis no repiten los análisis y las tareas formulados en el Programa de Transición, documento fundacional de la Cuarta Internacional. No es que consideremos que dicho documento está perimido o superado por la historia, sino exactamente lo contrario. La etapa que vivimos se caracteriza por dos hechos fundamentales: la crisis definitiva del imperialismo y de la burocracia stalinista de los estados obreros, y el reingreso en la escena histórica del proletariado de los países más industrializados, como protagonista fundamental del proceso. En tales circunstancias, el Programa de Transición y su eje central la construcción de la Cuarta Internacional en todos los países del mundo para derrotar a los aparatos burocráticos contrarrevolucionarios, superar la crisis de dirección revolucionaria y llevar a término la revolución socialista mundial —son más actuales que nunca.

Sin embargo, para superar la crisis de dirección es preciso responder a los nuevos problemas planteados por el colosal ascenso revolucionario de posguerra, que el Programa de Transición no previó ni dilucidó.

El más importante de estos nuevos problemas de la postguerra es la existencia de los nuevos estados obreros, surgidos gracias a que la movilización de las masas obligó a las direcciones pequeñoburguesas burocráticas, contrarrevolucionarias, a romper con la burguesía, expropiarla y tomar el poder. En otras palabras, la variante que Trotsky califica de altamente improbable es la única que se ha producido hasta el momento.

Pero al señalar este nuevo fenómeno, debemos agregar que nuestro programa sigue más vigente que nunca. En efecto, si esta variante se generalizara a todos los países del mundo, se plantearía con carácter imprescindible la necesidad de realizar la revolución política contra estas direcciones pequeñoburguesas y burocráticas y, por consiguiente, también la de construir los partidos y la Internacional trotskistas. Si estas direcciones burocráticas siguen en el poder, la única alternativa para la humanidad será la revolución o el holocausto nuclear.

Planteamos esto como hipótesis teórica para hacer una demostración por el absurdo, ya que de ninguna manera creemos que las direcciones burocráticas, totalmente al servicio de la contrarrevolución imperialista, lleguen a expropiar a la burguesía en el mundo entero.

En otro orden, el mismo Trotsky señaló que en el Programa de Transición había dos lagunas, dos problemas que, conscientemente, no se abordaron: la situación económica y los problemas y tareas que se plantearían después de la conquista del poder. En estas tesis tratamos de llenar ambas lagunas.

En cuanto a la primera, señalamos que la economía mundial es una totalidad dominada por el imperialismo; que la economía de los estados obreros está supeditada a la misma y que no existen dos economías. También demostramos cómo se confirma y enriquece uno de los postulados esenciales del programa — las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer —ya que el boom de la economía imperialista desarrolla las fuerzas destructivas y somete a la inmensa mayoría de la humanidad a la miseria y la superexplotación crecientes.

Sobre la segunda, afirmamos que en la etapa de transición del capitalismo al socialismo, que se inicia con la expropiación de la burguesía, las necesidades de la movilización de las masas plantean varias consignas nuevas y la extensión de otras viejas, que adquieren mayor peso. Es así como esa lacra de la burocracia stalinista que es la guerra entre estados obreros o la invasión de unos por otros, hace surgir con perentoriedad una consigna fundamental que sólo podemos levantar nosotros: la de Federación de los estados obreros existentes . Al mismo tiempo, está planteada la defensa de un estado obrero invadido por otro, sobre todo cuando se trata de uno pequeño que resulta víctima de los afanes chovinistas gran–rusos o chinos.

Otros problemas que abordamos son: el nuevo peso que han adquirido las consignas democráticas y la lucha por la Asamblea Constituyente; la guerra de guerrillas; el carácter de las revoluciones de postguerra; como se han generalizado en esta etapa las revoluciones “de febrero” que llegan incluso a expropiar a la burguesía y cómo la lógica interna de este fenómeno confirma a la revolución permanente.

Es decir, nuestras tesis pretenden confirmar el Programa de Transición y su método, enriquecido por los nuevos fenómenos que se produjeron a posteriori de su redacción. Queremos demostrar cómo sus análisis y postulados fundamentales son ratificados en este final del siglo veinte, en el cual presenciamos el ascenso revolucionario más grande que haya conocido la humanidad.


TESIS I

Las bases de fundación de la Cuarta Internacional han sido confirmadas por la historia


uestra Internacional fue fundada en 1938 en base a una serie de análisis y principios generales que le dieron sustentación. Estas bases fundamentales sobre las cuales se construyó la Cuarta Internacional han sido completamente corroboradas por la experiencia de más de cien años de lucha obrera, y concretamente por los últimos cuarenta años de luchas del proletariado y de los pueblos coloniales. Esquemáticamente, estos principios fueron los siguientes:

Primero : que las fuerzas productivas de la humanidad habían dejado de crecer bajo el imperialismo y que, como consecuencia de ello, todo desarrollo técnico no mejoraba el nivel de vida de las masas sino que, por el contrario, provocaba miseria creciente y nuevas guerras. Las fuerzas productivas, por otra parte, habían entrado en contradicción no sólo con la propiedad privada capitalista e imperialista sino también con la existencia de los estados nacionales.

Segundo : que, debido a estas contradicciones, se abriría una época histórica de guerras, crisis y revoluciones. Al decir época histórica nos referimos a un siglo más o menos.

Tercero : que la lucha de clases y la revolución pasaban a tener un carácter mundial. Esto significaba, concretamente, que entrábamos en la época más revolucionaria de la historia, en la que todos los fenómenos había que juzgarlos desde el punto de vista de la revolución y la contrarrevolución mundial y no desde el punto de vista de los estados o cualquier otro fenómeno estructural o superestructural.

Cuarto : que la crisis de la humanidad es consecuencia de la crisis de dirección del proletariado. Dicho de otra manera, que mientras el proletariado no solucionara la crisis de dirección, la humanidad iría de crisis en crisis, cada una de las cuales sería más aguda que la anterior.

Quinto : que la crisis de dirección del proletariado mundial no es un fenómeno abstracto sino consecuencia de que las direcciones reconocidas del movimiento obrero y de masas, entre ellas la socialdemocracia y principalmente el stalinismo, se pasaron a favor del orden burgués imperialista. Todas las direcciones burocráticas o pequeñoburguesas (nacionalistas, izquierdistas, socialdemócratas y stalinistas) sirven históricamente —en forma directa o indirecta— a la contrarrevolución imperialista.

Sexto : que esta traición de las direcciones se debe a causes sociales: la burocratización de las organizaciones obreras —entre ellas la URSS— y la formación de una aristocracia obrera. La burocracia obrera y la pequeña burguesía dirigente y sus partidos, por ser un sector privilegiado, son irrecuperables para la revolución. De ahí que el stalinismo sea el sector hegemónico de los aparatos contrarrevolucionarios, ya que monopoliza el control del principal estado obrero, fuente de privilegios sin límite.

Séptimo : que la ideología o teoría de todas estas corrientes pequeñoburguesas y burocráticas —principalmente del stalinismo— es la del socialismo en un solo país y la coexistencia pacífica con el imperialismo. Son la teoría, ideología y programa más nefastos para el proletariado mundial.

Octavo : que la única teoría y programa que se oponen consecuentemente a la teoría stalinista y socialdemócrata del socialismo en un solo país y de coexistencia pacífica o colaboración con el imperialismo es la teoría de la revolución permanente, en su segunda formulación como teoría de la revolución socialista internacional, de la movilización permanente de la clase obrera y sus aliados para tomar el poder, instaurar una dictadura revolucionaria para derrotar al imperialismo en el mundo, destruir revolucionariamente los estados nacionales e implantar la federación de repúblicas socialistas soviéticas del mundo para empezar a construir el socialismo.

Noveno : que la expropiación de la burguesía y los terratenientes nacionales es una cuestión táctica para la dictadura revolucionaria del proletariado. Su gran objetivo estratégico es desarrollar la revolución socialista en la región y en el mundo y liquidar las fronteras nacionales para imponer el socialismo en todo el orbe.

Décimo : que la principal tarea para superar la crisis de dirección del proletariado pasa por construir partidos trotskistas de masas y el partido mundial de la revolución socialista, la Cuarta Internacional, en todos los países del mundo. Estos partidos trotskistas de masas sólo podrán ser construidos si llevan a cabo una lucha implacable en el seno del movimiento de masas contra todas las direcciones burocráticas y pequeñoburguesas, independientemente de que estas direcciones dirijan coyunturalmente algunas luchas progresivas o revolucionarias, obligadas por la presión del movimiento de masas, y aunque lleguen, incluso, a romper con la burguesía y a instaurar un gobierno obrero y campesino.

Decimoprimero : que nada demuestra mejor el carácter contrarrevolucionario del stalinismo que su papel como gobierno bonapartista en la propia URSS. Este gobierno lleva inevitablemente a la URSS a una crisis creciente de carácter económico, social, político y cultural. La burocracia con su régimen socava día a día al primer estado obrero de la historia, degenerándolo progresivamente. Sólo una revolución política contra la burocracia, dirigida por un partido trotskista, podrá superar esta crisis histórica del estado obrero, que se encuentra en un agudo proceso degenerativo. Esta revolución política tiene como objetivo volver a imponer una dictadura revolucionaria del proletariado siguiendo el modelo de Lenin y Trotsky.

Decimosegundo : que la revolución política que se impone hacer en la URSS contra la casta burocrática en el poder es parte de la lucha mundial por barrer de la dirección del movimiento de masas a todos los partidos stalinistas, socialdemócratas y pequeñoburgueses que lo dirigen.

Decimotercero : todos los puntos anteriores se concretaron en la letra y el método del Programa de Transición . Es el programa para movilizar al proletariado hacia la toma del poder y la implantación de la dictadura revolucionaria del proletariado y desarrollar la movilización permanente de los trabajadores del mundo para construir, al compás de la movilización, la única dirección revolucionaria que puede tener este proceso, los partidos trotskistas y la Cuarta Internacional.


TESIS II

Un siglo de lucha del proletariado mundial: grandes triunfos y conquistas; crisis de dirección y decadencia de la humanidad


ntes de los años ’80 del siglo pasado el proletariado sólo apareció en la escena histórica en forma esporádica, en momentos cruciales como la revolución de 1848 y en la organización de la Primera Internacional, que culminó con la Comuna de París. Pero es apenas durante las tres últimas décadas del siglo XIX que el proletariado con sus aliados, los pueblos v sectores oprimidos, pasa a ocupar el lugar de principal protagonista del proceso histórico. Sólo a partir de ese momento sus luchas adquieren un carácter continuado y sistemático. Durante el presente siglo no ha dejado de luchar ni por un minuto contra los explotadores, específicamente contra el capitalismo y el imperialismo. Gracias a sus luchas, el proletariado y los trabajadores lograron conquistas mínimas fundamentales como las grandes organizaciones sindicales, los partidos obreros, los derechos sociales y, a partir de la Revolución de Octubre, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, conquistas revolucionarias como la expropiación de la burguesía en numerosos países a los que transformaron en estados obreros.

A su vez, los aliados del proletariado —los pueblos atrasados, las nacionalidades oprimidas, los campesinos, las razas y sectores oprimidos— lograron también grandes conquistas. Por ejemplo, casi todas las colonias de los viejos imperios han obtenido su independencia política; los campesinos de muchos países atrasados consiguieron una mayor participación en la tenencia de la tierra; el pueblo vietnamita hizo sufrir su primera derrota militar al imperialismo norteamericano; las, mujeres obtuvieron el derecho al voto, al aborto y al divorcio; en muchos países y en aquellos en los que se expropió a la burguesía también se expropió de raíz a los terratenientes; los negros de Estados Unidos avanzaron considerablemente en su lucha contra la discriminación, etcétera.

Esta lucha de más de un siglo de la clase obrera mundial contra el imperialismo está dividida en dos épocas claramente delimitadas por la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. Hasta la Primera Guerra Mundial el proletariado logró conquista tras conquista, pero dentro del régimen capitalista e imperialista, sin cuestionarlo y sin plantearse la toma revolucionaria del poder. Es la época reformista. A partir del año 1914 y de la Revolución Rusa, se abre la época que hay vivimos, de crisis y decadencia crónica del imperialismo y el capitalismo y de enfrentamiento de la revolución con la contrarrevolución mundial. Es la época de la revolución socialista internacional.

A pesar de estas grandes conquistas del movimiento obrero y popular, en estos cien años la humanidad y los trabajadores del mundo entero ven aumentar la miseria, las guerras, la posibilidad de un holocausto nuclear, incluso en los países que se reclaman del socialismo, es decir los estados obreros burocratizados. Esto es consecuencia de que el imperialismo —a pesar del siglo de lucha contra él— sigue dominando la economía mundial, y este dominio es fuente creciente de miseria, de represión, de guerras y sufrimientos inauditos para los trabajadores. La existencia de los estados obreros, de las colosales organizaciones sindicales y de los grandes partidos obreros no ha significado ninguna solución para esos terribles flagelos, sino por el contrario, su agudización, su agravamiento, como lo demuestran varios hechos contemporáneos: que los planes de explotación y miseria que llevan a cabo el imperialismo y los gobiernos de los estados obreros son apoyados por las direcciones de los grandes partidos obreros y de los sindicatos; que la humanidad ha sufrido dos guerras mundiales e infinidad de guerras locales; que vivimos bajo la amenaza presente de una nueva guerra nuclear que liquidaría toda expresión viviente en el planeta; que la invasión a Hungría y Checoslovaquia, como hay día Afganistán, por la URSS, como la de Camboya por Vietnam y la de éste por China, demuestran que la existencia de los actuales estados obreros no es una garantía contra la guerra sino que, por el contrario, acrecienta su peligro.

Este fenómeno altamente contradictorio —que el logro de grandes conquistas debidas a la heroicidad y fuerza de las luchas obreras y de los oprimidos hayan agravado la crisis de la humanidad— tiene una solo explicación: la crisis de dirección del proletariado mundial, que ha hecho que éste no haya podido hasta ahora derrotar al imperialismo, a pesar que podría haberlo hecho desde hace décadas. Esta crisis es con secuencia de que todas las organizaciones reconocidas del movimiento obrero —sindicatos, partidos y estados— son controladas sin excepción hoy día por la burocracia y otras direcciones contrarrevolucionarias al servicio directo o indirecto del imperialismo, principalmente la burocracia stalinista de la URSS.

La crisis de dirección del proletariado mundial, dicho de otra forma, la traición de las direcciones burocráticas reconocidas del movimiento obrero y de masas, son el factor decisivo de las derrotas históricas que se producen, de que todo triunfo o conquista sea congelado, frenado, y de que no haya sido derrotado el imperialismo.

Los grandes partidos obreros, los sindicatos y los estados obreros han quedado distorsionados en la camisa de fuerza de la burocracia: todos ellos son burocráticos, ninguno revolucionario. Todas las direcciones reconocidas sirven a la contrarrevolución.

Hay una diferencia en lo que a los aparatos contrarrevolucionarios se refiere: el aparato formado por las direcciones oficiales socialdemócratas sigue cumpliendo su papel contrarrevolucionario, y en la primera postguerra cumplió el papel decisivo; pero para frenar y entregar revoluciones el stalinismo no tiene e parangón. Es un producto de la época revolucionaria, el más gigantesco aparato burocrático contrarrevolucionario que ha conocido la historia. Estamos hablando de utilidad contrarrevolucionaria y no de aptitudes. Nadie es más agente de la burguesía que una dirección socialdemócrata pero su utilidad frente a un ascenso revolucionario para esa misma burguesía es mucho menor que la del stalinismo a escala mundial.

Debido a las direcciones socialdemócratas, las conquistas del proletariado bajo la época reformista terminaron en una derrota histórica: la guerra imperialista y la crisis de la Segunda Internacional. Gracias a los socialdemócratas, la revolución socialista europea quedó circunscripta a la URSS y fue derrotada en Italia, Hungría y, lo más importante, en Alemania. Posteriormente, el stalinismo ocupa su lugar de primera línea como agente contrarrevolucionario en las filas obreras y a él se deben las derrotas posteriores.

La época revolucionaria se divide, entonces, en tres etapas claramente delimitadas:

La primera: desde 1917 a 1923, en la que triunfa la Revolución de Octubre en Rusia como consecuencia de la existencia de un partido marxista revolucionario, se funda la Tercera Internacional y estalla la revolución europea.

La segunda: desde 1923 a 1943 aproximadamente, que se abre a partir de la derrota de la revolución europea, inaugura veinte años de derrotas ininterrumpidas, lleva al surgimiento y triunfo del stalinismo en el seno de la URSS y de la Tercera Internacional, que ayuda con su política a los triunfos fascistas de Chiang Kai–shek, Hitler, Franco y a la segunda guerra imperialista mundial.

La tercera: es esta postguerra, en donde nos encontramos con el más grande ascenso revolucionario conocido, que consigue expropiar a la burguesía en China y en la tercera parte de la humanidad. Pero ahora, debido a que el stalinismo sigue siendo la dirección predominante, relativamente fortalecido por la derrota militar del nazismo, los estados obreros que surgen son estados obreros burocratizados y el capitalismo puede recobrarse en Europa.

Resumiendo, los dos elementos determinantes de todos los fenómenos contemporáneos, las causas última y primera, las que determinan con sus distintas combinaciones todos los fenómenos, son el ascenso revolucionario de las luchas de la clase obrera y de los pueblos atrasados por un lado, y la crisis de dirección revolucionaria por el otro. Esto último confirma por sí la validez de la Cuarta Internacional.

A partir de la primera guerra imperialista, al iniciarse la época de crisis definitiva del imperialismo y el capitalismo, la época de la revolución socialista, cambian las relaciones causales de los acontecimientos históricos. En relación con las grandes épocas históricas y el desarrollo normal de las sociedades, el marxismo ha sostenido que el hilo rojo que explica todos los fenómenos son los procesos económicos. Pero en una época revolucionaria y de crisis, esta ley general tiene una refracción particular que invierte las relaciones causales, transformando el más subjetivo de los factores —la dirección revolucionaria— en la causa fundamental de todos los otros fenómenos, incluso los económicos. Hasta la Primera Guerra Mundial el proceso económico tenía un carácter predominante y en cambio no tenían mayor importancia los factores subjetivos. La misma lucha de la clase obrera era reformista porque no atentaba contra el proceso de acumulación capitalista, contra el desarrollo económico capitalista, contra sus leyes, sino a lo sumo significaba una ligera variación al proceso. Por eso fue una época reformista. Pero a partir de la Primera Guerra Mundial ya no es así. Los procesos económicos dejan de ser los determinantes; y el factor subjetivo —la dirección— se convierte en el fundamental. No olvidemos que esto es así porque toda la época está determinada por la lucha revolucionaria de las masas.

La existencia de Marx y Engels en el siglo XIX no fue un factor objetivo en el desenlace de ningún proceso histórico. Su existencia no pudo garantizar el triunfo ni evitar las derrotas de la revolución proletaria en el año 1848 ni en la Comuna de París. En cambio la existencia de Lenin y Trotsky y del Partido Bolchevique pudieron garantizar el triunfo de la Revolución de Octubre, mientras que en Alemania la inexistencia de un partido bolchevique y de un Lenin y un Trotsky hizo que no se pudiera garantizar el triunfo de la revolución socialista. De la misma manera, la existencia de direcciones contrarrevolucionarias burocráticas al frente de los grandes partidos socialistas permitió el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Una consecuencia histórica fundamental de esta inversión en la línea causal de los acontecimientos históricos se va a reflejar en la dialéctica de triunfos y derrotas del proletariado mundial.

La izquierda socialdemócrata, confiada en el proceso lineal y evolutivo, al comprobar retrocesos y derrotas de éste como consecuencia de la inmadurez del proletariado o de la traición de sus direcciones, formuló una ley marxista, dialéctica, en una bella frase: el camino del proletariado está plagado de derrotas que llevan al triunfo. Señalaban así la dialéctica de derrotas y triunfos, su transformación de unas en otros. Pero la Primera Guerra Mundial, al hacer aparecer con toda crudeza el nuevo factor determinan del proceso histórico —la crisis de dirección revolucionaria del proletariado mundial— estableció una dialéctica invertida de las relaciones entre los triunfos y las derrotas que vale para toda la época que se abre con la Primera Guerra Mundial, y es más actual que nunca F~ ~a podemos formular de la siguiente manera: mientras el proletariado no supere su crisis de dirección revolucionaria no podrá derrotar al imperialismo mundial y todas sus luchas, como consecuencia de ello, estarán plagadas de triunfos que nos llevarán inevitablemente a derrotas catastróficas. Nada lo demuestra mejor que el boom económico de esta postguerra: su verdadera causa es la traición del stalinismo, que llamó a los obreros occidentales a trabajar más que nunca para el imperialismo.

Mientras los aparatos sigan controlando al movimiento de masas, todo triunfo revolucionario se transforma inevitablemente en derrota. Esto se debe a la relación de los aparatos burocráticos con la movilización permanente de los trabajadores. Toda dirección burocrática saca su fuerza del apoyo directo o indirecto que tiene de los explotadores para que frene la movilización permanente de los trabajadores. Por otra parte, esta movilización es una amenaza mortal para la propia burocracia. De ahí que toda conquista que la burocracia se ve obligada a encabezar es administrada por ésta para frenar la movilización revolucionaria, para detenerla en esa conquista, en ese punto del proceso. Pero en esta época revolucionaria todo avance que no es seguido de otro avance significa un retroceso. De ahí que la burocracia con su política de freno por un lado, de defensa de sus privilegios frente a las masas por otro, está obligada a luchar contra la movilización permanente de los trabajadores, a transformar sus triunfos en una derrota de la revolución permanente.


TESIS III

La época reformista, de organización de los grandes partidos socialistas y de crisis de la Segunda Internacional


asta la Primera Guerra Mundial el imperialismo desplegó, antes de entrar en su crisis definitiva, las máximas posibilidades de desarrollo capitalista en todos los rincones del orbe, principalmente en los países adelantados. Hubo, al igual que en esta postguerra, un fabuloso boom económico. Gracias a la colonización capitalista de los países atrasados del mundo, las distintas naciones capitalistas avanzadas se transformaron en potencias imperialistas en rápido crecimiento sin chocar entre sí. Son cincuenta años aproximadamente (de 1870 a 1914) de impetuoso desarrollo capitalista, con cortas interrupciones, crisis cíclicas que se superaban rápidamente. (Aunque tenemos que precisar que en verdad este desarrollo comenzó cuando terminaba el siglo pasado, porque anteriormente había habido una etapa de depresión capitalista.) Todo esto explica que, salvo las guerras coloniales, la ruso–japonesa y los violentos procesos de colonización de los países atrasados, no haya habido mayores sobresaltos en la política internacional. Mientras duró el botín de los países atrasados, no hubo mayores problemas entre las potencias imperialistas.

Los trabajadores no dejaron por un solo día de luchar frontalmente contra el capitalismo y el imperialismo. Gracias a esas heroicas luchas, la clase obrera de los países adelantados logró colosales conquistas democráticas y mínimas —las ocho horas de trabajo y el voto, entre otras— así como el surgimiento de poderosas organizaciones sindicales y políticas.

Es verdad, también, que estas conquistas le fueron arrancadas al imperialismo cuando se enriquecía gracias a la explotación de los países atrasados, lo que le permitía concederlas sin poner en peligro su propia existencia. Es por eso que esta primera etapa de la lucha del proletariado mundial contra el imperialismo adquiere, salvo excepciones, un carácter reformista, no revolucionario, de acumulación cuantitativa de triunfos y conquistas al propio interior del capitalismo, al cual no cuestiona ni se plantea arrebatarle el poder. Nada de esto significa que la burguesía por su propia cuenta hiciera concesiones. Por el contrario, cada avance del proletariado fue producto de una lucha encarnizada contra ella.

El desarrollo aparentemente pacífico y progresivo del capitalismo bajo la primera época del imperialismo muestra su verdadero carácter cuando estalla la Primera Guerra Mundial. Allí quedan al descubierto las agudas contradicciones entre el desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la camisa de fuerza de la propiedad privada capitalista e imperialista por un lado, y las fronteras nacionales por el otro. Y no sólo éstas, sino todas las contradicciones capitalistas (la feroz competencia entre los monopolios, la anarquía de la producción) que salen a la luz del día con la guerra —de la cual, en realidad, son causa—. Todas estas contradicciones aparentemente se habían amortiguado como consecuencia del surgimiento de los monopolios y de la colonización de los países atrasados por el capital financiero; pero el estallido mismo de la guerra demostró que no era así, sino que, por el contrario, estas contradicciones se habían desarrollado y agudizado. Cuando ya no hubo más países atrasados para repartirse, los bandidos imperialistas se enfrentaron en la Primera Guerra Mundial para dirimir quién dominaría el mundo colonial y capitalista. Esta pavorosa conflagración fue la nueva expresión de la crisis capitalista, que hasta ese entonces se había manifestado sólo en forma de crisis cíclicas. La competencia capitalista dejó de expresarse como quiebra de algunas empresas para hacerlo a través de la destrucción de países enteros. La crisis del orden capitalista mundial fue pagada por el proletariado con su propio holocausto. Los cincuenta años de triunfos, de acumulación de conquistas, de la noche a la mañana se transformaron en la primera grave derrota histórica de la clase obrera. Porque la Primera Guerra Mundial fue eso: una terrible derrota histórica de la clase obrera mundial.

Esta derrota se debió a que la Segunda Internacional, con sus partidos nacionales, se habían pasado totalmente al lado del orden burgués. Las direcciones de los partidos socialistas lograron convencer a la clase obrera de sus países de que corriera a las trincheras para hacerse matar en favor de sus propios explotadores nacionales. La acumulación cuantitativa de conquistas había transformado poco a poco a las direcciones sindicales y políticas de la clase obrera en poderosísimas instituciones toleradas por el régimen imperialista, lo que transformó a esas direcciones en reformistas y burocráticas, en agentes del capitalismo nacional en las filas obreras. Al mismo tiempo, la existencia del imperialismo con sus sobreganancias había permitido estratificar a la clase obrera y crear sectores de obreros privilegiados, la aristocracia obrera, que apoyaba a las direcciones del movimiento obrero y, a través de ellas, a su propia burguesía nacional. Como consecuencia de esto, nunca la Segunda Internacional había sido una verdadera internacional, sino una federación de partidos. Este carácter federativo de la Segunda Internacional iba directamente en contra del carácter imperialista de la época. La Segunda Internacional jamás fue un partido mundial y mucho menos un enemigo mortal del imperialismo. La inexistencia de una internacional revolucionaria, antiimperialista y anticapitalista consecuente, y de partidos nacionales también revolucionarios, es lo que permitió al capitalismo llevar a un primer baño de sangre a los trabajadores y a la humanidad.

Pero los cincuenta años de ascenso, luchas y triunfos de la clase obrera no sólo tuvieron esos catastróficos resultados para el movimiento obrero; también generaron su opuesto: en lucha contra el reformismo de las direcciones oficiales de los partidos socialistas y de los sindicatos, en lucha contra la burocracia reformista, se había ido formando a escala internacional una izquierda revolucionaria antirreformista, antiburocrática, marxista, sindicalista y anarquista. Esta izquierda revolucionaria adquirió características regionales o nacionales pero jamás se elevó, ni había condiciones para ello, a una tendencia organizada internacionalmente. Pero de cualquier forma fue parte fundamental y la otra cara del ascenso sostenido del proletariado.

La expresión más alta de esta corriente de izquierda revolucionaria del movimiento obrero fue el Partido Bolchevique ruso. Fue el resultado nacional de esa izquierda revolucionaria antiburocrática y antirreformista internacional, pero al mismo tiempo cualitativamente diferente. Fue el único partido marxista revolucionario con influencia de masas que surgió en esos cincuenta años de lucha ininterrumpida del movimiento obrero y, por otra parte, fue un nuevo tipo de partido marxista, el único organizado para dirigir la revolución.

En oposición al bolchevismo, la izquierda marxista revolucionaria de la Segunda Internacional —en general también la izquierda revolucionaria no marxista— adquirió un carácter propagandístico, sindicalista o intelectual desorganizado, que no logró ni se propuso construir partidos revolucionarios altamente centralizados y tajantemente separados del ala burocrática reformista. Por otra parte, esta corriente era en general espontaneista; creía que las masas con sus acciones revolucionarias iban a solucionar por su propia cuenta el problema de la dirección revolucionaria.

El Partido Bolchevique es un caso único y su existencia y desarrollo obedecieron a una combinación excepcional de circunstancias. La primera tuvo que ver con la propia situación de Rusia: bajo el régimen zarista no hubo márgenes para una política reformista ya que el régimen autocrático no los daba. Era una etapa revolucionaria, no reformista, ya que lo que estaba planteado con un carácter perentorio era hacer la revolución contra el zar. Esta necesidad imperiosa caía en manos de un joven proletariado industrial, altamente concentrado, parte del proletariado europeo desde el punto de vista político el ideológico. Por otra parte, la dirección política de ese proletariado era parte también de las corrientes existentes dentro del proletariado europeo; es así como hubo tendencias anarquistas y marxistas y, dentro de estas últimas, revisionistas y marxistas primero, oportunistas y revolucionarias después (los mencheviques y los bolcheviques). La combinación de todos estos factores llevó a la construcción por los bolcheviques de un partido independiente de los reformistas mencheviques y con características únicas en el espectro marxista y revolucionario: altamente centralizado, con revolucionarios profesionales, única forma de responder a la urgente necesidad histórica de dirigir la revolución obrera contra el zar. Rusia era el país de Europa donde estaba planteado con carácter inmediato y urgente el problema del poder, de voltear al gobierno existente e imponer otro gobierno, es decir de hacer una revolución democrática. Esta combinación de circunstancias hace que surja un tipo de partido marxista nuevo que se construye para hacer la revolución y para tomar el poder.


TESIS IV

La excepcionalidad de la Revolución de Octubre y la Tercera Internacional


asados sesenta y tres años desde su triunfo, debemos reconocer que la Revolución de Octubre ha sido excepción en lo que va del siglo, que no ha habido otra con sus características. No sólo entre los triunfantes, sino ni siquiera entre los derrotados ha habido un proceso revolucionario parecido. La Revolución de Octubre es hasta la fecha una excepción. Lo mismo su resultado: la Tercera Internacional. Para precisar las razones que lo han hecho así, no sólo tenemos que estudiar la excepcionalidad de la Revolución de Octubre, sino la de la Revolución de Febrero en su íntima ligazón con aquélla, como así también la hipótesis del gobierno obrero y campesino que fue planteado por los bolcheviques entre febrero y octubre, y que no se dio en ese momento pero sí reiteradamente en esta postguerra.

La excepcionalidad de la Revolución de Octubre está dada, hasta la fecha, por la existencia de un partido como el Bolchevique. Sin la existencia de este partido y de la izquierda revolucionaria del proletariado mundial no hubiera habido triunfo de la Revolución de Octubre y su más importante logro: la fundación de la Tercera Internacional. Es necesario subrayar que la Revolución Rusa, en un sentido, abre una nueva época de la humanidad, la época de la revolución socialista mundial; pero al mismo tiempo cierra otra época. Es la combinación del fin de una época y el comienzo de otra. El factor determinante de la Revolución de Octubre, el partido Leninista, es resultado de la época anterior de cincuenta años de ascenso y triunfos del proletariado mundial. Sin esa época no se puede comprender el surgimiento del Partido Bolchevique. Concretamente, al proletariado mundial y al partido ruso les llevó cincuenta años estructurar el Partido Bolchevique, que terminó de estructurarse sólidamente apenas en el año 1917, y que aparece como un partido claramente diferenciado apenas a partir de 1902.

Pero sin una Revolución de Octubre y sin un Partido Bolchevique no se hubiera podido fundar la Tercera Internacional, ni impulsar como tarea esencial y más importante de la revolución, como lo plantearon los bolcheviques, el desarrollo de la revolución socialista europea e internacional. Gracias a la lucha de la izquierda revolucionaria antes y durante la primera guerra imperialista, la Tercera Internacional, guiada por Lenin y Trotsky, comenzó a superar la crisis de dirección del proletariado. Es el primer intento desde la existencia del imperialismo, de fundar una internacional centralizada y revolucionaria, es decir un partido mundial para dirigir la revolución socialista internacional.

Pero ni la fundación de la Tercera Internacional, ni el colosal ascenso del proletariado europeo, pudieron automáticamente crear verdaderos partidos bolcheviques nacionales; sólo pudieron dar las bases. La experiencia histórica demostró, una vez más, que construir un partido bolchevique jamás puede ser un producto automático de circunstancias objetivas, por más favorables que sean. El pasado propagandístico, intelectual o sindical, de la vieja izquierda revolucionaria, así como la falta de una organización férrea e independiente de las corrientes marxistas revolucionarias existentes en el seno de la Segunda Internacional —su existencia dentro del reformismo como oposición a las direcciones burocráticas— tuvo un peso subjetivo decisivo para impedir la rápida formación de esos partidos bolcheviques nacionales. Fue así como la inexistencia de partidos bolcheviques nacionales y la imposibilidad de construirlos sobre la marcha se combinó con la traición socialdemócrata para que la burguesía pudiera superar la primera oleada de la revolución socialista de postguerra en Alemania, Italia, Hungría y en toda Europa. Este fracaso de la primera oleada revolucionaria de postguerra, más el agotamiento del proletariado ruso y la derrota del proletariado alemán a manos de la socialdemocracia, provocó el comienzo de la burocratización de la URSS y de la Tercera Internacional. Y esta burocratización de la URSS y de la Tercera Internacional se va a transformar en el factor político decisivo de los veinte años que siguen a esta primera gran derrota del ascenso revolucionario de postguerra.

El surgimiento de una época revolucionaria hace que lo que era la reacción imperialista o la reacción generalizada, como decía Lenin de la etapa anterior, evolutiva y reformista, del capitalismo, se transforme ahora en contrarrevolución. El imperialismo cambia los métodos reaccionarios de la etapa anterior por métodos de guerra civil directamente contrarrevolucionarios.

El triunfo de la dirección stalinista burocrática dentro de la URSS y del Partido Comunista ruso es la mera expresión del avance contrarrevolucionario en el seno del primer estado obrero y de la Tercera Internacional. A su vez, el stalinismo va a ser factor decisivo para que estos triunfos contrarrevolucionarios continúen y abrir así los veinte años más trágicos de este siglo de luchas del proletariado y de los trabajadores del mundo entero. Veinte años sólo de derrotas para los trabajadores y de triunfos de la contrarrevolución.


TESIS V

Veinte años de derrotas provocadas por el stalinismo


os veinte años de triunfos contrarrevolucionarios y de derrotas del proletariado mundial se abren con el triunfo de Mussolini en Italia y del stalinismo en la URSS a partir del año 1923, poco antes de morir Lenin. De estos dos triunfos contrarrevolucionarios, el que va a ser determinante, el que va a tener una importancia histórica decisivo va a ser el de la burocracia stalinista sobre el proletariado de la URSS. Esto va a facilitar y posibilitar los otros triunfos contrarrevolucionarios. La fuerza del proletariado ruso y de la Revolución de Octubre fue tan gigantesca que para que el triunfo contrarrevolucionario del stalinismo se consolidara fueron necesarias varias etapas. Comenzó con un proceso reaccionario para culminar directamente en una contrarrevolución política, como los procesos de Moscú. Como consecuencia de esto, una casta parasitaria y privilegiada se adueña del gobierno, que adquiere un claro carácter bonapartista contrarrevolucionario, que emplea métodos de guerra civil, como toda contrarrevolución, que extermina a todas las corrientes de la vanguardia obrera, del Partido Comunista soviético, y a los marxistas revolucionarios independientes. Contra quien más se ensaña este gobierno bonapartista contrarrevolucionario de Stalin es contra el trotskismo, único heredero consecuente de las tradiciones revolucionarias del bolchevismo.

Este proceso de burocratización se dio no sólo en la URSS, en el estado obrero, sino en toda la Tercera Internacional y en todos los partidos comunistas del mundo. Debido a este triunfo del stalinismo en el seno de la clase obrera, se pudo dar la derrota de ésta a manos de Chiang Kai–shek, y posteriormente de Hitler y de Franco, cada uno de los cuales facilitaba los otros triunfos contrarrevolucionarios, porque consolidaba el aparato stalinista dentro a la URSS y de la Tercera Internacional, lo que agravaba cada vez más la crisis de dirección del proletariado mundial. Debido a esta crisis el proletariado no pudo combatir con éxito la crisis económica del año 1929, que significó llegar a los máximos niveles de miseria conocidos por los trabajadores. Como otra con secuencia de la crisis de dirección, esta miseria creciente de los trabajadores también se manifestó en la URSS.

Toda esta cadena de derrotas históricas culmina con dos colosales derrotas del proletariado mundial combinadas en un solo proceso: la Segunda Guerra Mundial. En esta guerra se combinan una guerra interimperialista con la primera guerra contrarrevolucionaria de este siglo, que es la que lleva a cabo la Alemania nazi contra la URSS. Se trata de dos guerras de características sociales diametralmente opuestas: una, la guerra interimperialista del Eje contra los aliados; y otra, la guerra del nazismo contra la URSS. Al comienzo de la Revolución de Octubre, la guerra civil se combinó con la intervención de las potencies aliadas; pero no fue una guerra en toda la regla la que llevó a cabo el imperialismo contra la URSS naciente debido a la crisis del mismo. La invasión nazi de la URSS significó una guerra contrarrevolucionaria en toda la línea.

Durante toda esta etapa de derrotas no se detiene por un solo instante la lucha de clases más encarnizada. Es la época del fascismo, pero también del enfrentamiento a él. La guerra civil contra Chiang Kai–shek y Franco, como la del trotskismo contra el stalinismo, son las expresiones más elocuentes, en distintos sectores de la lucha de clases, de que ésta era más aguda que nunca y de que, a pesar de los triunfos contrarrevolucionarios, la época continuaba siendo la de la revolución socialista y de la contrarrevolución internacional.

Durante toda esta etapa las más grandes batallas del proletariado mundial son defensivas. De estas dos batallas defensivas las más importantes son las que llevó a cabo el pueblo trabajador de la URSS contra la invasión nazi y, a nivel de la superestructura, la de los trotskistas para salvar la herencia marxista revolucionaria.


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