Los dirigentes de la sociedad actual afirman que estamos en un sistema donde se da la igualdad de oportunidades, dónde todos podemos aspirar a las mismas metas, sin que la posesión de más o menos dinero sea una ventaja o un inconveniente cara a la obtención de las mismas, de esos sueños que todos tenemos. Esta creencia, muy extendida, es falsa. Tristemente lo que uno sea o no sea en esta vida está muy condicionado por su origen, por la clase social en que haya nacido, por el dinero que los padres puedan gastarse en darle una educación que le capacite para abordar en el futuro, con garantías de éxito la labor de alcanzar sus sueños. Es cierto que hoy existe una igualdad formal, a nadie se le prohibe por ejemplo ser cirujano o ingeniero, mas no es menos cierto que existe una desigualdad real, y que un niño de Vallecas, por ejemplo, que estudia en un colegio público mal dotado, conflictivo y con profesorado desmotivado, y cuyos padres, albañil y asistenta, a pesar de reventar en el trabajo, no pueden pagarle buenas academias de ingles o de informática, tiene menos posibilidades, si es que tiene alguna, de ser ingeniero o cirujano, que un niño de Mirasierra, que estudia en un colegio de renombre, y cuyos padres, abogado y arquitecta, sin trabajar más que un albañil o una asistenta, le pueden pagar buenas academias de todo tipo para darle una formación que le permita el día de mañana ser si quiere ingeniero o cirujano. Mientras el chaval de Vallecas no tendrá suficiente con querer, tendrá que contar con que se le permita hacerlo, conque pueda sufragarse los estudios, y no solo el bachiller y la carrera, sino toda esa formación complementaria (idiomas, conocimientos informáticos, masters etc.) que es imposible adquirir en los centros públicos, que por tanto solo se puede adquirir con dinero y sin la cual apenas sirve de nada terminar una carrera, pues hoy cuándo "sobran" licenciados universitarios, las posibilidades de acceder a un empleo las determinan no la carrera, sino la formación complementaria que cada individuo haya podido darse.
Para ser más claros utilizaremos una metáfora identificando la vida con una carrera de 100 metros valla, siendo el nacimiento la salida y las metas de cada uno la llegada. A nadie se la impide participar en la carrera, todos los individuos de la sociedad son libres de tomar parte en ella, y todos tendrán que esforzarse para llegar a la meta, pero ocurre que no todos los corredores deberán hacerlo en el mismo grado para llegar al final, y que muchos la mayoría, por mucho que se esfuercen nunca alcanzarán sus sueños y tendrán que conformarse por pasar por la vida frustrados, realizando un trabajo que no les gusta y dónde son explotados, y ello simplemente porque han nacido entre los humildes, entre los que inician la carrera de la vida en el metro cero y deben saltar obstáculos casi insalvables para alcanzar sus sueños, mientras que otros, unos pocos, los nacidos en las clases adineradas, alcanzarán sus sueños con solo proponérselo, pues dadas las ventajas que les da el dinero, mejor formación, influencias, contactos personales etc., inician la carera de la vida en el metro 50 y deben saltar obstáculos diminutos para alcanzar sus sueños, así que si quieren podrán, mientras que a los humildes no les bastará con querer, además tendrán que contar con que contar con poco dinero no les impida alcanzar sus la meta, alcanzar sus sueños.
Es cierto que existen casos de gentes humildes que han alcanzado grandes objetivos solo con su esfuerzo y capacidad, pero esto son excepciones, no reglas del sistema, casos raros a los que los poderosos no dejan de dar propaganda con el fin de convencer a los humildes de que verdaderamente existe una igualdad de oportunidades, de que si se esfuerzan podrán llegar dónde quieran. Esta falacia solo busca enmascarar la verdad, la que vivimos, la verdad de una sociedad de clases dónde nuestra posición social, nuestro futuro y el de nuestros hijos, están prácticamente determinados por la cantidad de dinero de que dispongamos, siendo las posibilidades reales de romper esta cruda realidad prácticamente inexistentes, o como mucho al alcance de unos pocos superdotados capaces de llegar a la meta de la carrera de que antes hablábamos a pesar de partir de cero, de correr descalzos y de tener que trepar mas que saltar los obstáculos. Lo que no es pintoresco, lo que no es una excepción sino una regla casi matemática es que nosotros, que hemos estudiado y estudiamos en colegios, institutos y universidades públicas, estamos, por mucho que estudiemos, en una situación de clara inferioridad y discriminación, cara a obtener nuestros sueños, o simplemente cara a conseguir un trabajo, que los niños de las clases acomodadas, pues ¿cuantos de nosotros pueden pagarse buenas academias de idiomas o informática?, ¿cuántos podrán pagarse un master al terminar la carrera?. La respuesta a estas preguntas es sencilla, de entre nosotros, muy pocos o ninguno, de manera que careciendo de esta formación complementaria, que hoy es imprescindible para obtar a un buen puesto de trabajo, tendremos que conformarnos con los trabajos que no ocupen los niños bien, gracias a sus títulos, idiomas y masters, obtenidos a golpe de billetera y no solo de esfuerzo. Vemos con ello que todo el esfuerzo, nuestro y de nuestros padres, por lograr una educación, habrá sido al final casi del todo baldío, nunca podremos aspira a los mismos trabajos que los hijos de los ricos, y si lo que buscábamos era un sueño de realización personal, casi mejor ni pensar en el futuro, el actual sistema educativo rompe cualquier perspectiva de realización personal que no sea la de obtener un título con diploma acreditativo que quede bien colgado en el comedor de casa.
La situación es muy difícil para los que no pertenecemos a las clases adineradas, siendo prácticamente insoportable si además de no ser rico se es mujer, pues esto significa estar sometido a una doble discriminación; por un lado de clase, por otro de sexo. Así las mujeres humildes no solo habrán de conformarse con los puestos de trabajo que no ocupen los ricos, sino que además en el trabajo, deberán sufrir la humillación de cobrar menos que sus compañeros varones que desempeñan iguales funciones, de ser peor tratadas, y en no pocas ocasiones de padecer un denigrante acoso sexual por parte de sus jefes o de falsos compañeros contagiados de valores machistas y burgueses que hacen de la mujer poco mas que una propiedad del hombre, destinada a satisfacer su apetito sexual, y a contribuir a la economía familiar, bien a través de trabajo asalariado, bien a través de trabajo doméstico, y en la mayoría de las ocasiones a través de la realización de los dos.
Esta situación de discriminación por razones de clase y de sexo tiene que terminar, si es que de verdad queremos una sociedad justa e igualitaria. Muchos de vosotros seguro que cada día pensáis que es preciso que las cosas cambien, que es preciso construir una nueva sociedad donde todos los hombres y mujeres sean realmente iguales, puedan acceder a los mismos niveles de bienestar, y donde todos podamos realizarnos como personas, no como simples consumidores, a través del desarrollo intelectual, social y humano. En la JCM pensamos como vosotros. Es hora de que las cosas cambien. No tenemos recetas mágicas para que esto suceda, pero si la certeza de que el camino se hace al andar, y de que hay que trabajar desde hoy para hacer posible el cambio de mañana. Por ello os ofrecemos el modesto ámbito de nuestra organización, como foro donde compartir ideas, proyectos de transformación y trabajo social etc., para ver si somos capaces de sacar adelante algo tangible, acorde con esas ideas de justicia que cada día golpean nuestra conciencia de hombres y mujeres que sufren con el sufrimiento de los demás, abriendo de paso la senda hacia una sociedad futura donde los que nunca han vencido, pero tampoco han sido derrotados, pues solo pierde quien no lucha, puedan de una vez por todas aspirar al triunfo, a ver como el dolor ya no es una constante en el mundo y sus sueños pueden ser alcanzados sin que en esta labor influyan como determinantes mas factores que su esfuerzo y su voluntad.