Recordando a Najdorf
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Para todos
aquellos que hemos tenido la ocasión de conocer personalmente a
Don Miguel Najdorf y
de jugar contra él, los recuerdos nos permanecerán
inborrables
eternamente. Para muchos de nosotros Don Miguel sigue siendo
nuestro ídolo como
si el tiempo no hubiese pasado y su desaparición física
no fuese real.
Mucho más allá de
su gigantesca dimensión ajedrecística, su brillante
personalidad cosechó
la admiración de quienes le rodearon.
En estas notas
tengo el inmenso gusto de presentarles a mis amigos
lectores al notable
periodista venezolano, Ing.Luis Matos ("Jaque Matos").
Un verdadero
"insider" en el mundo del ajedrez que semanalmente
(generalmente los
dias martes) en el prestigioso "Diario El Universal" de
Caracas, (Venezuela)
deleita a los aficionados del juego ciencia con sus
interesantes y muy
amenas crónicas.
Estas pueden también
leerse en "El Universal Digital"
(http://universal.eud.com),
en la rúbrica "Jaque Matos". ¡No se las pierdan!
Recientemente de
manera fascinante Luis Matos me contaba en uno de
nuestros diálogos a
través del correo electrónico, sus experiencias y
recuerdos con Don
Miguel Najdorf.
Con enorme placer y
con su autorización se las ofrezco ahora a ustedes en
la forma de un
artículo.
UN GENIO EN
CARACAS
por Luis Matos
jaquemat@telcel.net.ve
Sucedió hace casi
medio siglo y aún estoy impresionado. Era su primera
visita a Venezuela.
No sé si podrán
imaginar a Caracas en 1952: no del todo colonial, pero
apenas asomándose al
verdadero siglo XX. Con nuestro gobierno militar
(rigurosidad
latinoamericana de entonces), muy escasas edificaciones de
más de un piso que
ya amenazaban nuestra herencia colonial; sin Metro, ni
autopistas. Y con
mucha rigidez, seriedad, corbata, las damas primero, los
valses, los poemas
acompañados de guitarra, los discos de Gardel
intercalados con los
merengues criollos y las guarachas caribeñas, pero
aún asomaba la
mantilla ..... ¡Sí... no exagero...!!!
Entonces, nuestro
todavía atrasado ajedrez, era un esbozo de pocos
practicantes, muy
selectos eso sí. Yo, a mis 15 años, era el único menor
de edad venezolano
introducido al juego-ciencia. El "wunder kid", como
cariñosa e
inmerecidamente me llamaban los inmigrantes europeos que
componían la parte
fuerte de nuestros torneos.
Entonces llegó el
Gran maestro de la memoria, del "record" mundial, del
tablero en la mente,
el que jugaba sin ver ... ¡algo increíble..!!.
Nos ofreció Don
Miguel dos sesiones simultáneas con 40 partidas "viendo
las piezas" más
otras cuatro a ciegas. En la primera de las mesas, donde
Najdorf jugaba sin
ver, las negras eran conducidas por el Embajador de
Argentina en
Venezuela. Lamentablemente no conservo su nombre. Fué un
hombre fuerte y
jovial que hizo aquí una pasantía diplomática antes de
regresar a Buenos
Aires para continuar su carrera ascendente.
Como les digo, yo
era el único joven y uno de los de menor nivel entre
varios con fuerza de
Maestro. Sólo estaba allí por una deferencia del
Presidente de la
Federación; el mismo que, ayudado por los "libros de
Grau", me
ayudaba con los principios posicionales. Era entonces, y aún lo
soy, un estudioso de
la teoría de las aperturas.
Don Miguel hizo
P4R en la mesa uno (de las que no jugaba a ciegas), P4D en
la mesa dos (y
utilizo ahora, muy a propósito, la escritura normal en
nuestro idioma por
aquella época: la descriptiva...!! ), P4AD en la tres y
CR3A en la cuatro.
Nuevamente "peón rey" en la cinco, "peón
dama" en la
sexta, y siguió
repitiendo el ciclo en forma armónica. Me erguí, tenso y
emocionado, cuando el
GM llegó a mi mesa donde, sin ver quien era yo por
supuesto, me hizo
P4D. Me consideraba entonces un experto en la Defensa
Ortodoxa. Me sabía
de memoria todas las variantes que "El Gambito de Dama"
de Gedeon Stahlberg
(Edición Sopena Argentina, adquirido por mi en la
única Librería en
Caracas que vendía textos ajedrecísticos en esa época)
contenía sobre sus
ya clásicas secuencias.
Algunos, haciendo
gala de memoria ante los numerosos visitantes,
respondían al
"maestro" sin darle tiempo a que avanzara a la
siguiente
mesa. ¡Grave error!
Najdorf soltaba la respuesta de inmediato y, por la
cara de los
conductores de las negras, era fácil adivinar que la ventaja
de las Blancas
acababa de incrementarse.
No quise acelerar,
ni hacer más de un movimiento cuando estaba enfrente
mío. El
"maestro", en su vuelta al gran patio del Club
Venezuela, con las
mesas bajo el amplio
techo y mirando al jardín de altos árboles, hacía
delirar la audiencia
cuando, haciendo gala de esas extraordinarias
neuronas que Dios le
deparó, verificaba las posiciones de las partidas a
ciegas, y repetía
todas sus jugadas en voz alta.
Todos aplaudían
mientras yo, ferviente devoto del libro, seguía fielmente
su variante
principal. Entramos en la línea de Rubinstein, con su 12 ---
P4R y todo para
romper el centro.
Najdorf me cambió
el peón, y yo no retomé de inmediato a pesar de lo
evidente. Anoté con
calma su jugada y lo volví a esperar. Cambiamos
caballos y jugó 15
P4AR. Retiré la dama a tres alfil y, cuando esperaba su
"peón
cinco", me avanzó el del rey en, al menos para mí, una
¡novedad
teórica.!!.
Perdí,
logicamente, y me quedé a disfrutar el resto de la noche,
incluyendo su
ofrecimiento de tablas al Embajador a pesar de llevar
ventaja material.
Aún me emociono cuando recuerdo con claridad aquella voz
en alto: "Mesa
uno a ciegas: Torre siete dama y propongo tablas" Y luego,
como hablando consigo
mismo pero, hoy lo entiendo, para que todos
escucháramos:
"Hay peón de más, pero el final es complejo".
"¡Acepto
volando!" respondió riendo Su Excelencia. Al concluir la
sesión
corrí a casa, por
las estrechas calles que aún veían a algún coche de
caballos, y busqué
ansioso el texto de Stahlberg junto a aquellos otros
escasos tomos que
iniciaron mi biblioteca. ¡Y la encontré!. Gedeon lo
señalaba con
claridad; mi error había sido 18... DxA. ¡Tenía que tomar con
peón! Casi que
volteo a reclamarle a Grau. En su Tratado General de
Ajedrez (Tomo III,
Conformaciones de peones) me decía que dos bloques era
mejor que tres. Pero
Gedeon era exacto y tenía que detener el avance del
peón alfil. Me
aprendí la continuación y la memoricé de inmediato. ¡Tenía
un plan!.
La segunda jornada
con el genio era dos días después. Era corta esta
primera visita a
nuestro "Valle" (a 800 metros sobre el mar con un clima
que no es tan
tropical a pesar del meridiano). Quizás le gustó porque,
años después, nos
visitó nuevamente e incluso una tercera ocasión cuando
se residenció varios
meses y hasta prestó sus servicios, no ajedrecistas,
en una de las mejores
"Aseguradoras" del país.
Me preparé
concienzudamente para la revancha. Y llegue tempranito para
sentarme en el sitio
justo. Calculé con exactitud (tablero = 4 * n + 2 era
con P4D) como si
Najdorf tuviese que repetirlo?!. Me senté y el GM lo hizo
nuevamente; llegó
hasta mi mesa y avanzó su peón dama dos casillas. Casi
me veo, sin canas,
varios kilos menos, nada de arrugas, pero vestido de
caballero y con la
corbata de mi papá, mientras me restregaba las manos de
contento.
Y entré en la Ortodoxa...!!! El maestro siguió como si nada. Ni me veía.
Yo repetía las
jugadas y el público nuevamente deliraba y aplaudía al
cerebro andante que
recordaba posiciones, ganaba partidas e intercambiaba
sonrisas. Hasta que
llegamos a la posición de Rubinstein.
¡Oh Akiba..!! el
mejor jugador que nunca llegó a Campeón Mundial según
algunos; el más
grande de quienes aprendieron a mover las piezas después
de los 15 años de
edad para otros; el mayor sabio teórico para el futuro
"Jaque
Matos" esa noche. Retiré 15... D3A y entonces ... surgió
el
milagro..!!
Najdorf me miró
fijamente, se sonrió y me dijo: "Ahora no, pibe!!" y
me
jugó el peón torre
dama... Por supuesto... volví a perder.
Lo que más me ha
movido a asombro y a admiración por esa excelente
"materia
gris" es que ¿Quién era yo, esa noche, entre tantos
maestros de
quien cuidarse? 43
otros tableros a quien mirar, mas "este principiantico
que ni sabe hacerse el nudo de la corbata". No tenía por
qué acordarse de
mi partida; mucho
menos de mí... pero el Genio lo es porque escapa a
nuestro muy escaso
entendimiento.
Donde quiera que estés: ¡Salve, Maestro!.