Cada mes de mayo.
Diecinueve kilómetros de subida constante me habían convencido de no
volver a correr jamás esta durísima carrera, si a eso le añadimos que
me encontraba completamente empapado por el agua que aún caía y que la
niebla me hizo confundir la pancarta de "un kilómetro para la meta",
con la llegada, comprenderéis que se reafirmara en mi esta opinión. La
organización, muy buena, nos había preparado un autocar para bajar y,
en él, todavía temblando de frío, empecé a recuperarme del esfuerzo.
Ya en Bagà y después de la entrega de premios, empezaba a pensar en el
regreso a Barcelona cuando vi la paella, ¡Dios que olor!, compré el
ticket de 300 ptas y me comí una de las mejores de mi vida, rellena de
esos bichitos que en los restaurants rebuscas entre el arroz y
completada con cuantas naranjas y yoghourts quisieras. ¡Además, se
podía repetir!.
Sin comerlo ni beberlo heme aquí al año siguiente con la intención de
repetir la experiencia, los precios son mas o menos los mismos, la
inscripción y la arrossada por separado. En la salida me encontré
varios compañeros del club y, por la cara que me vieron, era su
primera experiencia en esta carrera, empezaron a imaginar por todas
las dificultades con que se encontrarían en ella. La salida me la tomé
a ritmo flojo, además lucía el sol y todos pensábamos que podíamos
sufrir mucho con él, pero en todo el recorrido habían seis o siete
controles con agua y la temperatura en las zonas arboladas por las que
se pasaban era muy buena. Ni que decir tiene que de buenas a primeras
nos encontramos con una subida que se alarga durante un buen número de
metros, pequeños descansos en llanos nos hacen creer que no será tan
difícil. Es mas, hacia el kilómetro 2 nos encontramos con unos 700
metros que son una verdadera delicia, te las prometes muy felices al
gozar de ese descanso pero... ¿Que te parecen los 16 kilómetros
restantes sin un solo descanso?. El asfalto se empina cada vez mas,
miras hacia delante y descubres una curva, rezas para encontrar,detrás
de ella, un pequeño llano donde reposar, para descubrir después que
aun se empina aun mas. Hacia el kilómetro 13 se disfruta de una
impresionante vista de verdes valles a tus pies y, en la cima, a lo
lejos, se empiezan a mostrar las manchas blancas de las recientes
nevadas.
Sobre el 16 crees que no lo podrás soportar, una nueva curva, un nuevo
rezo, una nueva subida mas dura y así hasta enloquecer. Vuelves a
pensar en la edición del año pasado en busca de un llano cercano,
incluso te imaginas recordarlo, hasta descubrir que es un espejismo
producido por el dolor. Te duelen los riñones de correr medio
encorvado, las piernas por la tensión y, en realidad, no avanzas lo
mas mínimo, ¡¿que es eso de que en cada kilómetro empleas cinco
minutos y medio?!, que nadie se lleve a engaño, aquí, correr es eso.
Esta vez no me dejé engañar por la dichosa pancarta y traté de no
pensar en el último kilómetro,con unas de las rampas mas duras de toda
la carrera, o eso crees porque no puedes mas. Además, las primeras y
espléndidas paredes de nieve,de mas de metro y medio que nos acompañan
en el lado izquierdo nos ayudan a arrinconar el cansancio.
Acabé menos tocado que la vez anterior, un ligero dolor de cabeza es
lo menos que se puede esperar de una carrera que sube mas de 1.400
metros de desnivel. La organización, con toda seguridad, la mejor que
he visto, no solo por los muchos avituallamientos, sino por los
autocares que nos esperaban en la meta que nos devolvieron a Bagà, y
después... que os voy a explicar, la paella.
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