ABRIL DE 2004
Iñigo y yo hemos quedado en la terminal A del aeropuerto de Barcelona.
Salgo disparado del trabajo con apenas tiempo para recoger la mochila
tipo "transporte de containers" y llegar en el momento en el que se
encuentran mi amigo y Fabio, el guía que nos ha puesto la agencia K2,
con la que hemos contratado esta salida. Con Fermín, compañero también
de la salida al Cáucaso de hace dos años, nos encontraremos en el
aeropuerto de Malpensa en Milán.
De este vuelo solo cabe resaltar el retraso en partir de Alitalia
casi tres cuartos de hora. Desde Milán a Teherán tampoco ocurre nada
destacable excepto el revuelo que se genera entre las mujeres que nos
acompañan en el viaje, occidentales o persas que, al oír que nos
disponíamos a aterrizar en Irán, todas al unísono, abren sus maletas
de mano y se anudan en la cabeza un pañuelo. Parece que en el avión
nos acompaña un ejército de viejecitas.
03-04-04 Aeropuerto de Teherán, 4:45 de la madrugada. Hacemos cola
para enseñar los pasaportes y visados. Nos reciben unas hurañas
mujeres que, sin mediar palabra, nos revisan la documentación; todas
ellas van vestidas con una prenda holgada de color negro, el chador
iraní, que las cubre de pies a cabeza. Los retratos del imán Jomeini y
del ayatolá Alí Jamenei parecen observarnos inquisidoramente desde
todas partes. Poco podemos ver de la capital ya que nada mas salir
del aeropuerto, Eghbal, el guía que ha puesto Araz, la agencia de
viajes iraní, nos introduce en una furgoneta que nos lleva, a través
de una tortuosa y pesada carretera, al feo pueblo de Rud Barak. La
carretera parece estar llena de pilotos suicidas.
10 de la mañana. Nos instalan en las dependencias de la Federación de
Montañismo Iraní de esa localidad. Dos enormes retratos de los guías
espirituales antes mencionados, presiden la sala principal de la fede-
ración. Pongas donde te pongas parecen seguirte con la mirada. Un par
de horas para dormitar (me toca compartir habitación con Fabio) y nos
llevan a dar una vuelta por el pueblo y a comer en uno de sus restau-
rantes. Ensalada, cordero, pescado o pollo, cerveza verdaderamente
asquerosa (está prohibido el alcohol en Irán al igual que el cerdo),
yogurt agrio y una fuente enorme de arroz blanco con algunos granos
amarillos.
Eghbal nos lleva a conocer a otro guía que nos acompañará, le denomina
"caro". Parece ser que ha llegado a estar a 8.500 metros en el Everest
y que ha coronado el Cho-Oyu, el Shisha Pangma e infinidad de siete
miles y otras montañas asiáticas y del Cáucaso, se llama Rasul. Poco
después y casi sin saber como, acabamos sentados a la "turca" en la
enorme alfombra que cubre el suelo de la sala de estar de su casa;
cómodos cojines están colocados estratégicamente por las paredes,
mientras el que parece ser su hijo nos va trayendo pastas y te y nos
enseña siete u ocho álbumes de las expediciones que ha vivido Rasul.
Los zapatos los hemos dejado en la entrada de la casa. Parece como si
todo estuviera preparado para impresionarnos; las paredes están deco-
radas con multitud de fotos de enormes picos y decenas de banderines
de expediciones europeas. Llegamos a distinguir alguno de un grupo de
Terrassa. Nos ha recibido su mujer, a la que no podemos tocar ni
saludar, sería de mal gusto para su marido. Una hora después y tras
los cumplidos de rigor, nos despedimos del lugar de la misma manera
que hemos entrado, observados por la mujer y sin casi dirigirle la
palabra. Hemos de preparar las mochilas y cenar a las 8 de la tarde,
mañana nos espera un día duro, subir al Alam-Kuh, un pico de 4.850 m.
que nos ha de servir de aclimatación. Lleva toda la tarde lloviendo y
la niebla lo cubre todo, nos hemos de levantar a las 5 de la mañana.
Contratamos un porteador por 40 dólares día.
04-04-04 A las 5:30, como un reloj nos encontramos en la sala princi-
pal de la federación, Jomenini y Jamenei parece que no han pegado ojo
en toda la noche, nos siguen mirando mal. Nos preparan un desayuno a
base de mermelada, porciones de queso como si fueran del Caserío, te
evidentemente y unas tortas de pan del tamaño de una cuartilla y casi
del grosor del papel de fumar, es el pan típico del país, llamado
chapati. Lo llegaré a aborrecer enormemente. Rasul no se presenta
hasta las 6:45. Trae consigo a dos ayudantes y al porteador contrata-
do. Entre pitos y flautas no salimos hasta las 7:30. Rasul, Eghbal,
los dos ayudantes, el porteador, Fabio... en total 6 personas para que
tres montañeros, nosotros, podamos aclimatar ascendiendo al Alam-Kuh.
No se a que temperatura estamos, pero el frío se ve acentuado por la
velocidad que toma la camioneta descubierta en la que nos han introdu-
cido. Circulamos rapidamente por una pista forestal mientras nos
hacinamos en la parte trasera... empieza a nevar. Rud Barak se encuen-
tra a 1.400 metros y la pista que tomamos nos acerca a los 2.200. La
nieve se acumula en los márgenes, las placas de hielo hacen resbalar
las ruedas delanteras, es el momento de iniciar la primera etapa de
montaña a pie, estamos helados. Sigue nevando.
Una hora después el grosor de la nieve ya permite que nos calcemos las
raquetas. Hasta ese momento los guías y acompañantes iban tirando del
grupo, a partir de este nosotros avanzábamos casi sin contratiempos.
No tienen raquetas y se hunden hasta las ingles. Una hora después nos
señalan una pequeña cueva, es el último lugar que encontraremos
cubierto antes de llegar al refugio. Nos introducimos en ellas para
comer algo.
Ni siquiera estamos a 3.000 metros y ya estamos completamente empapa-
dos. El refugio de Sarchal está en la cota 3.700 y la ventisca
arrecia. La ascensión se hace muy difícil. Hemos de esperar continua-
mente a los "iraníes". La falta de raquetas hace que avancen pesada-
mente, a base de grandes esfuerzos. No se como aguantan... algunas
veces se hunden hasta casi la cintura.
En total nos lleva mas de 7 horas llegar al refugio... se trata de un
edificio cerrado con un pequeño habitáculo libre, sin agua, luz ni
calefacción y con unos entarimados que sirven de camastros. Las bisa-
gras y marco de la puerta han acumulado tal cantidad de hielo que es
casi imposible cerrarla. La ventisca entra a borbotones mientas,
mojados como polluelos, nos desmoralizamos al ver que el tan deseado
refugio no es mas que un cuchitril de 4 paredes de 3 x 3 metros.
Los ayudantes de los guías y el porteador nos abandonan, han cumplido
su función, mientras nuestros guías empiezan a fundir nieve. Lo harán
en todos los refugios que visitemos. Abrimos las mochilas casi rezan-
do, tenemos miedo de encontrarnos los sacos y la ropa mojada... Eghbal
y Rasul han salido en busca de madera, les oímos trastear en la parte
cerrada del refugio. Vuelven con los restos de lo que debía de haber
sido una mesa y la trocean para introducirla en una perola agujereada.
Unos litros de gasóleo y le prenden fuego. Al poco el olor es insopor-
table y se nos irritan los ojos; aun y así nos acercamos a él con las
ropas empapadas colgando de las manos. Nos pasamos más de 4 horas
danzando ante las llamas para secarlas y calentarnos, mientras tosemos
por el insoportable olor del combustible. Solo iluminados por el
fuego, como fantasmas, nos vamos tomando la sopa caliente y agria que
nos han preparado. Porciones de queso, el aborrecido chapati y un par
e toneladas de te hacen que vayamos entrando en calor.
La ventisca sigue azotando fuera. Dado que el Alam-Kuh tiene una pared
de cierta dificultad, nos decantamos por subir un pico cercano y de
una altura similar, el Takht-e-Solaiman, de 4.659 m. siempre y cuando
la ventisca deje de darnos palos. En caso de que mañana continúe, nos
bajaremos al pueblo.
05-04-04 A las 6 de la mañana sigue dando por el culo (con perdón) la
ventisca. No he dormido en absoluto, me he encontrado mal esta noche.
Al levantarme vomito. A eso de las 10:45, cuando ya hemos decidido
iniciar el camino de descenso, despeja rápidamente. Una mirada a los
cercanos picos nos muestra que están castigados por el viento. De sus
cimas salen enormes penachos horizontales de nieve en polvo empujada
por el viento. Desmoralizados como estamos iniciamos un descenso
interminable. La nieve acumulada impide que los guías se desenvuelvan
con rapidez, les hemos de esperar continuamente. No queda ni rastro de
nuestras huellas de ayer, la nevada las ha borrado por completo.
Llegamos al punto de encuentro con el 4x4 a eso de las 15 horas. Todo
sigue repleto de nieve. Descendemos a toda velocidad por la pista
forestar, unos minutos más y llegamos de nuevo a Rud Barak que, por
arte de magia, se ha convertido en una estampa de Navidad. Mas de 40
centímetros de nieve cubren todo el pueblo... los vestidos negros de
las mujeres contrastan enormemente con el blanco de la nieve.
Comemos/cenamos a eso de las 17 horas, aunque hemos de dar un par de
vueltas al lugar, hoy es lunes y debe de ser el día de descanso del
personal, por poco no encontramos ni un restaurante abierto.
06-04-04 Toca traslado. Nos llevan de esta zona de "aclimatación" a la
del Damavand. Ya en el coche llegamos a comprobar las dimensiones de
la nevada, kilómetros y kilómetros circulando y, hasta que no estamos
a unos 550 metros de desnivel del mar, no dejamos atrás las ingentes
cantidades de nieve que han caído. El largo recorrido da para mucho,
Fermín e Iñigo nos hablan de sus travesías en bicicleta... La Lhasa
Katmandú, subiendo puertos de montaña de más de 5.000 metros; el
viaje, también en bicicleta, donde visitaron Chile; la del Machu Pichu
en Perú; o el relato de la ascensión al Muztagata y al Aconcagua,
picos de mas de 7.000 y 6.000 metros que se ha echado a las espaldas
Iñigo, sin olvidar la travesía por Mongolia, también sobre dos ruedas.
Los viajes como guía de Fabio, rutas en bicicleta por Etiopía y Kenia,
descensos en canoa por el río Gambia, plagado de hipopótamos, o sus
aventuras en Camerún y sus escaladas en las difíciles paredes del
alpino Eiger o el Gran Capitán de los Estados Unidos.
Entre las diversiones del día se encuentra el itinerario en furgoneta
que nos lleva por la orilla del mar Caspio, hasta un pueblo llamado
Reine, situado al pie del volcán. Tengo curiosidad por ver ese mar
interior, por tocar sus aguas. Decepción, las playas están llenas de
mierda e incluso encontramos un par de caballos que pastan en un basu-
rero que se encuentra en medio de la arena. Atravesamos un pueblo tras
otro, todos ellos bulliciosos, repletas de gente sus calles, todos
iguales en su calle principal, con un largo parterre en el centro que
las recorre de arriba a bajo,atiborrado de plantas y figuras amarillas
y rojas brillantes, que imitan palmeras.
Toda la zona que hemos visitado hasta ahora es de una frondosidad des-
conocida. Bosques y más bosques nos rodean por todas partes. La cadena
montañosa del Alborz (también llamada Elbruz), se incrusta en los már-
genes del Caspio impidiendo que la humedad que ese mar genera, se
desplace hacia el sur del país. La vegetación va cambiando. Hemos
tomado una carretera que asciende hacia un puerto de montaña, los mag-
níficos bosques van desapareciendo para mostrarnos, poco a poco, un
terreno árido, desértico. Los pilotos suicidas siguen haciendo de las
suyas, nos estamos acostumbrando a los adelantamientos que rozan el
asesinato y a la circulación de dos y tres coches en paralelo por la
estrecha carretera. En algunas autovías hemos visto coches circulando
en sentido contrario por el carril de la derecha. Eso si, cuando nos
acercábamos se desplazaban al arcén. También un rebaño de vacas en esa
misma autovía, que los conductores sorteaban silenciosamente. Los már-
genes están repletos de todo tipo de objetos, ruedas rotas, plásticos,
botellas, papeles, toneladas y toneladas de basura... la cultura
medioambiental en Irán deja mucho que desear.
Nueva parada en un restaurante, cordero, pescado o pollo, arroz,
yogurt agrio, te y el famoso pan. Al acabar nos llevan al pueblo de
Reine (2.200 m.), donde en un local de la Federación Iraní dejamos la
ropa de calle. Tomamos de nuevo el coche que, por una carretera de
montaña rodeada de paisajes desérticos y altísimas cumbres nevadas,
nos sitúa en el inicio de una pista forestal (2.400 m.), distante un
par de horas del primer refugio del Damavand, que se encuentra a 3.025
metros de altitud. La ilusión de ver un refugio con cara y ojos,
coquetón ya que lo corona una cúpula dorada al estilo oriental, se ve
empañada rápidamente al comprobar que también está cerrado y que
nuestro destino es una cabaña de cuatro paredes similar a la descrita
en la ascensión hacia el Alam-Kuh. La imagen del gran volcán lo llena
todo. En el refugio nos encontramos con un grupo de unos seis montañe-
ros de Burgos, también nos hablan de dos barceloneses que han subido
directamente al segundo refugio. Unos seis u ocho holandeses también
nos acompañan en el lugar. La cena nos depara una sorpresa, hemos
comentado a los guías que, a parte de su "insuperable" chapati y
demás, también podemos comer espaguetis, por ejemplo, y hasta sabemos
beber café. Nos han hecho caso y han comprado un poco de cada cosa. No
estamos acostumbrados a tanto lujo y la cena nos parece insuperable.
Adosado a este refugio encontramos un pequeño recinto de 1 x 1 m. Sus
paredes son de metro y medio de alto a lo sumo y está descubierto...
es el retrete. Las necesidades se han de hacer sobre la nieve, no
encontramos ningún orificio donde lanzar las deposiciones sólidas. El
deshielo es el encargado de la limpieza del lugar.
Toca dormir a las 21 horas. Mañana hay que esforzarse y hemos de estar
descansados. El guía de los holandeses tiene vena de cantautor. Nos
deleita durante unas horas con canciones persas, los holandeses inten-
tan imitarle torpemente, Fabio se arranca con una canción de Camarón
de la Isla. Cuando todo el mundo se introduce en los sacos para dor-
mir, nuestros guías también nos deleitan con una serenata, esta vez
de ronquidos. No logro pegar ojo... que noche mas larga me espera.
07-04-04. Las raquetas las dejamos en el refugio, las previsiones de
los guías son que encontraremos poca nieve. El segundo refugio está a
4.220 m. de altitud. A un ritmo medio vamos ascendiendo por enormes
palas de nieve hasta dar con una cresta que parece llevar casi directa
a él. A ratos grimpando y con gran esfuerzo seguimos ascendiendo.
Hacia los 3.800 ya me empiezo a encontrar mal, me falta aire y los 16
ó 17 kilos de la mochila me están destrozando la espalda. Cada 100
pasos he de parar a recuperar la respiración. "Yabosh, yabosh" (poco a
poco), le pido a Eghbal. Estamos cerca del refugio y mis compañeros me
han sacado una treintena de metros de ventaja. Subo el último tramo,
mas pronunciado que los demás y al fin llego a la segunda cabaña, tan
pequeña y falta de condiciones como todas las otras. En total 4:20
horas para 1.200 metros. Encontramos a los dos de Barcelona, su guía
no ha querido ascender hoy, las previsiones son malas dice. Brilla el
sol. Nos cambiamos de ropa y nos metemos en los sacos. Los guías nos
preparan café mientras van llegando los demás grupos. Al poco los bur-
galeses le montan un pollo a sus guías. Uno en especial, al que los
iraníes denominan cariñosamente "Papa", de larga barba y con una mala
leche increíble, empieza a gritarle a un guía que la comida que le dan
es mala... textualmente y en castellano dice que en España a eso le
llaman "mierda". El guía nos mira sorprendido, no sabe el motivo de
los gritos, no entiende el idioma.
Según nos dicen, nada mas descender del aeropuerto les llevaron a la
agencia de viajes iraní. En ella les preguntaron que qué es lo que
querían, ni siquiera sabían como se prepara una ascensión a una mon-
taña. Les dijeron que no tenían porteadores a pesar de que la agencia
de viajes de España los había contratado. De camino al Damavand los
guías iban comprando la comida que necesitaban, la imprevisión y falta
de conocimientos era total por parte de los iraníes, según ellos. Se
les cascó la furgoneta y los llevaron en tres coches, uno de ellos se
volvió a cascar. Después los llevaron por la carretera de montaña que
he mencionado antes, pero hace unos días las condiciones eran diferen-
tes y el suelo estaba completamente helado. El conductor ni quería ni
sabía colocar las cadenas, se salieron de la carretera. Siguió sin
querer colocarlas y les dijo que daba marcha atrás hacia el pueblo,
ellos se bajaron del vehículo y lograron subir a un 4x4 que les llevó
hacia la pista forestal del Damavand. El guía y el ayudante que les
han puesto apenas saben cocinar.
Los gritos y las malas maneras siguen durante las siguientes horas.
Tratan a los guías con tan mala educación que nos llegamos a sentir
avergonzados. Un niñato de unos 20 años, hijo de "Papa", le grita al
ayudante que le haga comida ahora mismo, sino... hace un gesto con el
piolet en su propia cabeza. Puede que tengan razón en cuanto a la
agencia de viajes, pero los guías no tienen la culpa... se desahogan
con ellos.
No tenemos nada que envidiar a los burgaleses, nuestra comida es igual
o peor que la suya. A las 17 horas nos dan como comida un plato de
sopa, a las 19 una lata tamaño "4 canelones", en la que encontramos
algunas patatas, guisantes y carne como cena. Cada lata es para dos de
nosotros. Menos mal que Fermín ha traído unas cuantas raciones de
jamón de bellota de Guijuelo. Damos buena cuenta de ellas. Sobre las
20 horas ya estamos en el saco. Nos hemos de levantar a las 4 de la
madrugada. No vuelvo a pegar ojo... me encuentro mal y la serenata de
los guías sigue siendo espectacular.
8-04-04 Salimos sobre las 5:00. Hemos desayunado lo de siempre...
chapati, chapati, te, te, chapati, chapati, te, te... que obsesión. Al
poco de iniciar el ascenso ya veo que voy mal, siento nauseas y me
cuesta seguir el paso de mis compañeros. Estoy casi igual que en la
travesía de ayer. Recuerdo las palabras de mi novia: "no seas tan
burrote como siempre, si te encuentras mal vuelve atrás". Me quedan
por delante más de 1.100 m. de desnivel hasta los 5.671 de la cima;
imposible seguir así. Le comento al grupo que me vuelvo al refugio
antes de joderla del todo. Fabio se empeña en acompañarme a pesar de
que el refugio se intuye entre la nieve. Como argumento me comenta que
si me desmayo y me muero en el recorrido, nadie le volverá a contratar
como guía...
Dejo los trastos de cualquier manera en el refugio y me meto en el
saco... pasan las horas y salgo del sopor sobre las 12. Creo que ya
deben de haber coronado. El guía cantautor y un holandés me ofrecen
te. Poco después el cantautor me toma el pulso, 80 pulsaciones a 4.200
metros, me dice que está bien. Mientras, el ayudante del guía de los
burgaleses me hace unas demostraciones gimnásticas haciendo 4 ó 5
ejercicios en la barra metálica que pasa sobre nuestras cabezas. Sobre
las 14:00 regresan mis compañeros del Damavand, lo han logrado.
Detalle del ascenso al Damavand, por Iñigo y Fermín:
“Flanqueamos por la nieve hasta llegar a una pequeña cresta situada a
4.500 m, lugar donde abandona Rafa. Dejando de lado la nieve, seguimos
por la cresta, con algunos tramos de grimpada, hasta aproximadamente
los 5.200 m. donde se acentúa la dificultad. A los 5.300 y tras
rebasar un saliente rocoso, dejamos la roca para adentrarnos en una
pala con menos nieve de lo habitual. Está helada por el viento y tiene
un tacto arcilloso, su color, en muchos tramos, es amarillento. A par-
tir de ese momento empezamos a respirar las desagradables emanaciones
sulfurosas del volcán. Continuamos avanzando por la pala de nieve en
zig-zag, hasta llegar a las primeras rocas descubiertas de la corona.
Encontramos una placa en ella con caracteres árabes (los persas hablan
farsi pero escriben con letras árabes), es la cima. Tras las fotos de
rigor y tras solo 15 minutos de estancia, iniciamos el descenso por
una pala de nieve de mas de 1.500 metros de desnivel que, gracias a
los crampones, descendemos de una forma vertiginosa, mientras los
guías mantienen para el descenso el mismo recorrido que de ascenso, ya
que carecen de ellos. Al llegar al refugio nos recomendaron que lavá-
ramos la ropa rápidamente ya que el azufre la cuartea. Unas horas
después los crampones estaban oxidados."
Poco podemos hacer esa tarde más que meternos en los sacos. Hace un
frío que pela. La comida tan mala como siempre y los burgaleses de
bronca igualmente; el último de ellos en llegar es "Papa", a las 5
de la tarde. Sigue la bronca con los guías, con los porteadores y
entre los guías y los porteadores... Al menos nos sirve de diversión,
la tarde es larga.
09-04-04 El concierto de esta noche ha sido memorable. Aún y así he
logrado dormir un par o tres de horas. El desayuno el de siempre.
Salgo a mear, tardo algo, del frío ni me la encuentro. Los holandeses,
que han salido a las 4:00, aún se distinguen en la nieve. Al poco ini-
ciamos el descenso hacia Reine. Tocan 1.800 metros de desnivel pasando
de largo del primer refugio. No nos hemos lavado en varios días,
el agua solo la utilizamos para beber. La ropa sudada la hemos secado
una y otra vez y la hemos vuelto a utilizar. Nuestro olor personal lo
llena todo.
En el itinerario encontramos multitud de plantas opiáceas secas, pare-
ce el matojo natural de por aquí. Será impresionante ver el lugar
dentro de unos meses, cuando la zona haya vuelto a la vida. En tres
horas llegamos al cruce de la carretera, 20 minutos después llega la
furgoneta que nos baja al pueblo. Nos esperan unos baños termales...
no lo tenemos claro, estamos muy cansados y nos mostramos escépticos
con ese remedio para el cansancio. Nos desvestimos en una sala alfom-
brada, evidentemente hemos dejado el calzado fuera. Para poder acceder
a las termas nos hemos de vestir con las ropas limpias y bajar por una
escalera. El recinto donde nos hemos de bañar mide 3 x 1,5... Huele a
huevos podridos por el sulfuro. El suelo parece sucio y los azulejos
están desgastados. Una pequeña y profunda bañera, por la que circula
el agua termal oscura, a bastante temperatura, nos espera. Cada
recinto es para dos personas. Nos introducimos poco a poco. Al princi-
pio molesta la temperatura del agua, pero a la que nos acostumbramos
no tenemos ganas de salir de ella. Cada uno tenemos un pequeño cazo de
plástico para podernos lanzar el agua sobre la cabeza. Hemos vencido
nuestra aprensión. Al fin y al cabo los que debieran de mostrarse pre-
cavidos son los iraníes, seguro que hemos dejado una cantidad de
mierda considerable.
El coche nos lleva de nuevo al restaurante donde comimos al llegar
a la zona del Damavand. Poco después seguimos camino de Teherán. La
carretera circula por un puerto de montaña, a 2.600 m. de altitud...
logramos sortear a gran cantidad de suicidas. Unas horas después (98
kms de recorrido), llegamos a Teherán. Nos sorprende la cantidad de
cuarteles que se encuentran en las afueras de la ciudad, torres y más
torres de vigilancia nos van acompañando mientras nos adentramos en
ella. Los hombres visten de una forma mas o menos occidental, hasta
hemos visto a algún muchacho con gomina y pinta de Travolta, mientras
que las mujeres siguen con su chador... eso sí, se nota que estamos en
la capital, algunas se han ajustado la amplia prenda al talle, de tal
forma, que deja entrever el perfil de su cuerpo de una manera un tanto
coqueta. Curioso es comprobar que se hacen dos colas para subir a los
autobuses, que los hombres entran por delante y las mujeres por
detrás. Impacta ver circular a esos vehículos repletos de gente, con
todas las personas vestidas de negro en la parte posterior.
También nos sorprenden los amplios murales que, cada dos por tres, nos
encontramos en la ciudad. Pinturas de 20 ó 30 metros de alto en las
paredes externas de los edificios, en las que dibujan a los héroes de
su ejército, soldados con Kalasnikov en ristre, pilotos de aviones con
mirada de determinación, esforzados conductores de tanques o portado-
res de pesados bazokas... el mural que mas nos sorprende dibuja verti-
calmente una bandera de los Estados Unidos, donde las estrellas han
sido cambiadas por calaveras blancas y las barras rojas que descienden
hasta la acera se van transformando, poco a poco, en amenazadoras bom-
bas, una leyenda en el centro de ese mural dice así: "Down with the
U.S.A." (Abajo U.S.A.).
Nos instalan en el hotel Ferdosi, en el centro de la ciudad. Los
servicios de Rasul acaban aquí, nos abraza efusivamente tras recibir
la propina. "Mucha quera" Rasul (muchas gracias). Sobre las 18 horas
Fabio se entrevista con el representante de la agencia iraní, los
alrededores de la ciudad se encuentran repletos de "cuatromiles",
parece que tendré una segunda oportunidad de hacer una montaña en
Irán. Salimos a cenar, nos han indicado la dirección exacta de un buen
restaurante... tan bien, tan bien, que ni con la ayuda de cuatro
voluntariosos muchachos a los que les preguntamos, logramos dar con
él. Al final entramos en uno llamado "Sofreh Khaneh Ayyaran". Descen-
demos una estrecha e iluminada escalera que nos conduce a una amplia
sala, decorada con multitud de alfombras. Casi en cada mesa fuman
algún tipo de hierba en enormes "narguiles" (cachimbas) y algunos de
los comensales se han descalzado y estiran sus piernas en taburetes
alfombrados. En este escondido lugar vemos, por primera vez, como
algún jovenzuelo del país se atreve a poner la mano sobre el hombro de
su pareja... que evidentemente va tapada con el chador. La cena nos
sale por unos 40.000 riales por cabeza, propina incluida (unos
4 euros). Un viejo apergaminado, vestido con un gorro blanco típico y
un delantal del mismo color, nos quiere poner te. Declino tan amable
ofrecimiento. Me mira de muy mala manera. Al poco se acerca con un
pequeño brasero donde humean rojizas brasas... toma una de ellas con
las manos descubiertas, la desmenuza en la palma y, soplando en el
puño cerrado, me golpea de improviso y de una forma contundente en la
espalda, escenificando un pequeño ritual de buena suerte (supongo
yo). Actúa de la misma manera con mis compañeros, eso si, utilizando
menos violencia. Después, descaradamente, nos hace el gesto inter-
nacional del dinero, juntando los dedos índice y pulgar de la mano
derecha, para después mostrarnos un billete. Le damos 10.000 rials...
mi espalda protesta airadamente.
10-04-04 Tenemos la mañana libre, que mejor forma de emplearla que vi-
sitar el bazar. Iñigo, Fermín y yo nos encaminamos por una amplia
avenida hacia él. Es laborable y las aceras se encuentran repletas de
transeúntes que gritan, venden y trapichean... las mujeres siguen vis-
tiendo de negro de pies a cabeza, nunca me acostumbraré a esa imagen.
Decenas, centenares de coches, camionetas, motos y carromatos circulan
por la calle y las aceras creando un ruido infernal. El run run de las
frenadas, pitos y gritos nos acompañan durante toda la mañana. Cada
vez que hemos de cruzar una calle nos jugamos la vida. La mayoría de
los cruces carecen de semáforo y el paso cebra es un simple elemento
decorativo. Mientras cruzamos los vehículos nos pasan rozando por de-
lante y detrás, con una sincronización que, en caso de alterar la
velocidad con la que andamos, podría llegar a ser fatal. Al final
actuamos como los demás peatones, casi cerramos los ojos y pasamos
decididamente mientras oímos las frenadas y pitos de protesta de los
conductores. Nos esperan 20 kms. cuadrados de bazar, si, tal como lo
leéis. Interminables callejuelas repletas de humanidad y de carromatos
llenos hasta los topes tirados por sudorosos trabajadores. Hasta hemos
visto acarrear a la espalda bombonas industriales, grises, de más de
metro y medio de altura. Motos y vehículos de carga circulan por los
estrechos pasadizos a toda velocidad sorteando peatones y el reguero
de mierda que desciende canalizado por el suelo. Se nos acerca un
iraní bien vestido. En buen inglés nos pregunta de donde somos, al
poco nos está comentado que tiene muchos amigos en España, Juan,
Antonio, Manolo, José... se ha aprendido cuatro nombres para hacer ne-
gocio, supongo que si hubiéramos sido ingleses las respuesta sería
John, Anthony, etc. Nos informa que un poco mas abajo se encuentra el
bazar antiguo, casualmente en él está su tienda donde vende las
mejores alfombras del lugar. Nos muestra una hermosa mezquita que se
encuentra en el centro del bazar, dice que tiene más de 1.000 años de
antigüedad. No sabemos como deshacernos de él. Nos da una tarjeta. Nos
invita a entrar en la mezquita pero, como excusa, le decimos que
quitarnos los zapatos es un problema para nosotros. Tomamos la direc-
ción opuesta a la suya.
No hemos visto ni un solo extranjero en el par de horas que hace que
deambulamos por Teherán, Fermín me informa que este bazar es total-
mente diferente a los que él ha conocido. Irán no está acostumbrado a
tener turistas y aun no se ven cachivaches de los que se venden en el
bazar de Estambul o Islamabad. Salimos del recinto para introducirnos
en la marea humana... al poco llegamos a una plaza desde la que surge
una gran avenida que parece desembocar, en la lejanía, al pie de una
muralla enorme de nevadas montañas. No nos podemos reprimir y empeza-
mos a hacer fotos. Un coche aparcado hecha marcha atrás, no nos
habíamos fijado que había un vehículo policial en las cercanías. Salen
un par de policías y nos hacen gestos para que nos aproximemos, están
situados al otro lado de una enorme cloaca, al aire libre, que rodea
la plaza. Parece ser que creen que les hemos fotografiado. Al ver los
gestos de la policía, unos cuatro o cinco transeúntes se nos unen for-
mando corrillo. Uno de ellos parece saber algo de inglés. Nos piden el
pasaporte y nos preguntan de donde somos. Les entregamos una tarjeta
del hotel donde nos hospedamos y les indicamos que los pasaportes se
los hemos dejado allí. Unas palabras entre ellos en farsi, entre las
que solo logramos distinguir "Espania", les hacen reír. Me devuelven
la tarjeta y nos despiden amablemente. Al principio del viaje le
habíamos preguntado a Eghbal si la policía iraní era corrupta, lo negó
horrorizado por esa posibilidad; no nos mintió. Volvemos al hotel
viviendo peligrosamente, atravesar una docena de calles de Teherán te
hace desear la tan denostada urbanidad de un país occidental.
Por la tarde Eghbal nos lleva a un pueblo que, quizá, se llame Shem-
shak, no he anotado bien el nombre. Ochenta kms., dos horas y
nuevamente suicidas por la carretera. Todo ello aderezado con un joven
y parlanchín conductor que, no sabemos como, logra llenar esas dos
horas con un monólogo enloquecedor.
Nos instalan en un hotel similar a nuestros paradores nacionales.
Estamos a 2.500 metros de altitud. Visitamos el pueblo y tomamos café
en el único garito del lugar. Nos sorprenden una enorme hilera de nar-
guiles colocados en una ventana y que, entre sus escasos productos,
encontremos sobres de caldo Gallina Blanca. Mientras tomamos café,
Eghbal nos entrega una de sus tarjetas a cada uno, se anuncia en ellas
como guía de montaña, ha estado también en el Everest, y subido al
Pobeda, Cho-Oyu, Shisha Pangma, Makalu, Lhutse... Nos quedamos anona-
dados con su palmarés. Por la calle vemos unos artilugios que también
hemos visto en Teherán y otros lugares, similares a nuestras máquinas
de cobrar el aparcamiento en las calles. Se trata de enormes huchas
acorazadas donde las buenas gentes depositan donativos que el estado
recauda para repartir entre los necesitados. En todo el viaje apenas
hemos visto un par de pedigüeños, en este país no parece haber tanta
pobreza como en otros.
De vuelta al hotel cenamos y vemos por TV el final de un partido de la
liga inglesa. Al acabar comienza una interminable serie de cánticos y
rezos, con feligreses llorando de emoción. Sobre las 21:30 nos vamos
embotados a la habitación. Mañana toca montaña.
11-04-04. Son las siete de la mañana y la televisión aun parece seguir
con sus rezos. Después del desayuno de siempre nos introducimos los
cinco en un destartalado coche conducido por un tímido -gracias a Alá-
conductor. Tomamos una carretera que nos lleva hasta el inicio de unos
remontes de pistas de esquí, situados a unos 3.100 metros de altitud.
Sobre las 8:30 iniciamos el ascenso al pico Colom Bastak, de 4.151
metros de altitud. Tras un par de palas llegamos a una zona de conti-
nuas cornisas que hacen mas seguro pasar sin raquetas. El recorrido se
empieza a endurecer y atravesamos algunas palas con precipicios impre-
sionantes... en alguna zona hemos de grimpar. Empieza a nevar, los
copos son minúsculos, el agua se ha cristalizado en unas bonitas
estrellas que se funden al contacto de nuestras ropas. Poco a poco nos
vamos acercando a un grupo de iraníes. Nos sorprende que cada dos por
tres se detengan. Unos minutos después entendemos el porqué, nos
llegan las voces de la última vez que se han detenido, están rezando.
Inician el ascenso de una pala enorme, les seguimos cada vez más
cerca... vuelven a rezar. Uno de ellos, el que parece religioso, lleva
un manto beduino estilo Yaser Arafat atado sobre la cabeza, a veces se
lo quita y lo deja sobre sus hombros para rezar. Le pregunto a Eghbal
si les puedo hacer fotos, me contesta que no nerviosamente.
Llegamos a la cima casi al mismo tiempo que ellos y se inicia el
complicado protocolo iraní de las presentaciones, manos en el pecho,
ligeras inclinaciones de cabeza... Eghbal les informa que somos
españoles; el del manto menea desaprobadoramente la cabeza. Nos piden
que les hagamos fotografías. Eghbal me presenta como el fotógrafo del
grupo. Les hago una con su cámara y aprovecho para hacerles otra con
la mía. El ambiente es distendido, agradable. A una indicación del
religioso nos dan naranjas, manzanas, pepino... no podemos correspon-
der como se merecen, solo hemos llevado barritas energéticas. Inicia-
mos el descenso del bonito pico poco después de despedirnos. Nos
siguen de lejos, esta vez no rezan.
Nos duchamos rápidamente y empaquetamos todos nuestros trastos...
volvemos a Teherán. En la carretera, que circula por medio de estre-
chos y desolados barrancos, nos sorprende ver multitud de familias que
se amontonan en los márgenes sentados a la "turca" ante un mantel, es
un día de campo para ellas.
Poco más que decir. Unas horas después volvíamos a estar en el hotel
de Teherán para, poco mas tarde, iniciar el despegue del aeropuerto
mientras las mujeres, occidentales o persas, se quitaban el chador con
cara de alivio.
Poco después de llegar a España los componentes de esta salida hemos
enviado varios correos electrónico a Araz, la agencia de viajes persa.
Les hemos agradecido el trato dispensado por ellos y, sobre todo, por
los magníficos, sencillos y agradables guías que nos han puesto. Tan
magníficos, sencillos y agradables como todo habitante de Irán que
hemos podido tratar, que siempre nos han correspondido con buena
voluntad y alegría en cuanto les hemos pedido ayuda... nada que ver
con el "eje del mal" que tan machaconamente nos repite nuestro "gran
hermano" americano.
Rafa Montoliu
Presiona aquí para ver el recorrido fotográfico de esta ascensión:
Alam-Kuh y Takht-e-Solaiman Ascenso al Damavand
|