A
veces, mi escape
son
tus ojos.
El
carácter heliocéntrico
del
sol en tus pupilas
me
ayuda a volar
cual
Icaro
entre
bosques de mar
y
de cielo.
Avanzando
lentamente,
me
doy cuenta
de
que el aura
que
te rodea
sostiene
también mi vida,
que
a su vez pende de un hilo:
la
certeza de que existimos,
y
esto no es sólo
una
malvada jugarreta
de
un ser demoníaco
y
paradójicamente superior.
¿Puedo
mirar
las
estrellas?
¿Me
dejas?
De
repente,
tu
sombra es más grande
y
oscurece todo
mi
campo de visión.
De
repente,
tu
silueta me asusta,
y
deso esconderme
de
lo que ha sido
mi
escape,
de
la cosmovisión
que
me limita
como
un muro a la prisión.
Te
ves hermosa
con
esas alas de estaño
que
te has puesto esta noche.
Lástima
que a tu paso
mueran
las ilusiones
y
los pájaros cesen
en
su búsqueda del sur.
Doscientos
árboles
con
sus naranjas te esperan
sin
embargo,
en
el jardín paradisíaco
que
he creado para ti
en
el transcuso de mis días.
El
ángel no me defraudara
después
de todo.
Múltiples
vidrios de colores
dejan
entrever el corto camino
que
me espera.
Eternas
vacaciones
en
el sonido
me
acompañaràn
como
siempre lo han hecho,
como
alguna vez
lo
hiciste tu.
El
viento
domina
mi rumbo,
mis
ropas flamean
y
siento tu voz
en
mis oidos
el
susurro de un adios
nunca
pronunciado
ni
descartardo
A
través de mis sienes,
pasa
fugaz tu recuerdo.
Felipe
Zilleruelo
IVºC
"Zona Humanista"
Poesía
ganadora "Semana Ignaciana 1998"
Nivel
Terceros y Cuartos Medios