La peor enfermedad que puede haber es el envilecimiento de la razón.

ARMAS BIOLÓGICAS

Son organismos vivos, por lo general altamente contagiosos, adaptados militarmente para causar enfermedades en humanos, animales o plantas. Estos gérmenes poseen una gran habilidad para reproducirse y alcanzar un impacto potencialmente devastador en el blanco escogido.

Ya en la Antigüedad, los militares estuvieron fascinados por el poder de las armas biológicas. Se salaban los campos de cultivo de los vencidos, se envenenaban las fuentes de agua e incluso en algunas ocasiones se llegaron a introducir vasijas conteniendo humores de enfermos de cólera, peste o lepra, con la esperanza de que la epidemia acabase con las fuerzas defensoras de las ciudades asediadas.

Se cree que durante el siglo XIV, algunos Ejércitos catapultaban cadáveres infectados dentro de los muros de las ciudades que asediaban, y existen numerosos relatos de europeos que, concientemente, diseminaron viruela y sarampión cuando comerciaban con los nativos de Norteamérica, durante los siglos XVII y XVIII.

Tras el uso intensivo de las armas químicas durante la Primera Guerra Mundial, durante la Segunda también se hicieron algunos intentos de emplear armas biológicas. Se sabe que el ejército británico lanzó como prueba gran cantidad de esporas del bacilo del ántrax sobre una pequeña isla escocesa, habitualmente desierta, llamada Gruinard. El éxito fue tal que todavía en 1979 los soldados del ejército británico tenían que hollar el suelo de la isla con trajes protectores, a fin de evitar la peligrosa infección del bazo que produce el ántrax y que generalmente lleva a la muerte.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Japón utilizó armas biológicas contra China y realizó experimentos con prisioneros de guerra.

Entre 1940 y 1944, los japoneses fueron mucho más lejos en la aplicación de armas biológicas. Por primera vez en la historia se bombardearon, en la campaña contra Corea y Manchuria, once ciudades chinas con bombas que contenían material contaminado por peste y tifus. La cifra de muertos que produjeron estas armas biológicas entre la población civil nunca ha sido evaluada. En campos de concentración de prisioneros de guerra, los japoneses inyectaron a tres mil prisioneros chinos, mongoles, británicos, estaudinenses y coreanos, soluciones con principios activos de diversas enfermedades epidémicas; como mínimo unos mil prisioneros fallecieron en estos experimentos.

También Se cree que el Ejército estadounidense usó armas biológicas contra las tropas coreanos y chinas durante la guerra de Corea (1950-53).
Tras la Segunda Guerra Mundial, en los años 50 y 60, el Gobierno de los Estados Unidos instaló en el estado de Maryland un complejo de laboratorios militares conocido como Fuerte Detrick. En sus mejores días llegaron a trabajar en él un millar de científicos dedicados a la investigación de armas biológicas. Y en 1970 Nixon declaró que el gobierno iba a renunciar a desarrollar armas biológicas con fines ofensivos. Dos años después, en abril de 1972, se firmaba simultáneamente en Londres, Moscú y Washington el Acuerdo Internacional sobre Armas Biológicas, que prohibía el desarrollo, fabricación y almacenamiento de armas biológicas con fines bélicos. Hasta la fecha, aparte de Estados Unidos, Gran Bretaña y la URSS, han firmado dicho acuerdo casi 130 estados de todo el mundo. De esta forma, a principios de la pasada década parecía que la humanidad iba a verse libre de este tipo de armamento.

Hay una amplia gama de bacteria, hongos, virus y toxinas que pueden usarse dentro de una guerra bacteriológica. Dentro de estos se incluyen el ántrax, la fiebre amarilla, el botulismo, la viruela y el ébola.

De hecho, los gobiernos estadounidense y soviético renunciaron a seguir financiando estos proyectos porque los expertos señalaron que, en relación con las armas atómicas y químicas, las armas biológicas no eran suficientemente operativas. Dichas armas continuaban teniendo el problema, que ya sufrían en la Antigüedad, de que podían volverse contra los mismos agresores, lo que implicaba todo un programa de vacunas para los ejércitos que las empleasen; además, de que en su manipulación existen graves riesgos. Los agentes usados como armas biológicas pueden diseminarse a través del aire o del agua. Existen diferentes técnicas para enviarlos. Una bomba o un misil pueden liberar una nube cargada con el germen, el cual sería trasladado por el viento. Los agentes biológicos también pueden ser usados para contaminar los suministros de agua o alimentos del enemigo.

En los años 90, cinco laboratorios para la creación de armas químicas y reservas de ántrax, botulismo y bacteria de gangrena, fueron descubiertos ocultos en Irak.

La era de la ingeniería genética.

Los militares no podían imaginarse que solo un año después de la firma del mencionado tratado, iba a ocurrir un acontecimiento que revalorizaría las armas biológicas. En 1973, en la Universidad de Stanford en California, los biólogos Stanley Cohen y Herbert Boyer consiguieron transferir por primera vez genes ajenos al material hereditario de determinadas bacterias.
Este gran salto sobre los mecanismos de seguridad que protegen la materia hereditaria en las especies vivientes vino a reanimar la moribunda investigación en torno a las armas biológicas. Los microorganismos patógenos que antes eran difíciles de obtener y cuyo manejo exigía enormes precauciones podían desde ese momento ser diseñados de nuevo, adaptándolos a las necesidades militares. Con las nuevas técnicas de recombinación genética se abría para los expertos militares del Pentágono un abanico de posibilidades inimaginable dos años antes. Este renovado interés por las armas biológicas recombinadas por medio de la ingeniería genética se demuestra examinando las cifras del presupuesto estadounidense de los años 80.

Desde 1980 a 1987, el Pentágono incrementa sus inversiones en investigación y producción de armas biológicas y químicas en un 554% con respecto a años anteriores, invirtiendo nada menos que 1.440 millones de dólares. A la investigación de armas biológicas se destinaron casi 90 millones de dólares en 1986 , mientras el número de proyectos de manipulación genética financiados por el Ministerio de Defensa estadounidense ha pasado de 0 en 1980 a más de 200 en el presente año.

Las instalaciones de Fuerte Detrick fueron remodeladas a principios de los ochenta y vuelven a acoger científicos. En diversos laboratorios construidos bajo la máxima seguridad, investigadores del USAMRIID (Instituto Médico del Ejército de los Estados Unidos para el estudio de Enfermedades Infecciosas) estudian el efecto de los virus de Lasa, Ébola o Chikungunya, o de virus de la viruela, fiebre amarilla, encefalitis equina, gripe, enfermedad de Marburg y la fiebre del Rift. De gran interés militar en Fuerte Detrick son también, bacterias como la del ántrax, el botulismo, la brucelosis, la peste, el tifus y las esporas de tétanos, así como otras veinte clases de toxinas tales como los venenos de serpientes, setas, escorpiones y algas.

Curiosamente, la investigación y producción de armas biológicas a través de la ingeniería genética ni tan siquiera viola las reglas del tratado internacional de prohibición de armas biológicas firmado en 1972. Según tal acuerdo, se tolera la producción de determinadas cantidades de armas biológicas con fines estrictamente defensivos. Y aquí empieza la ambivalencia del acuerdo, puesto que en ningún otro sector militar como en el de la guerra biológica es tan difícil marcar la diferencia exacta entre qué es ofensivo y qué defensivo: el estado potencialmente agresor con este tipo de armas debe empezar necesariamente por elaborar toda una serie de vacunas a fin de inmunizar sus propias fuerzas; es decir, un ataque en este campo presupone prepararse antes para la defensa, crear nuevas vacunas. Mientras que la creación de gérmenes patógenos recombinados genéticamente puede lograrse en algunos meses, elaborar las vacunas pertinentes -caso de que existiesen- requiere una tarea de años.

Poseen estas armas: Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Irak, Egipto; Libia, Siria, Iran, Israel, Corea del Norte y Taiwan.

Los horrores de estas armas.

Una pregunta se impone: ¿cómo serían estas armas? ¿cuáles sus efectos?. Científicos que han trabajado en proyectos militares de este tipo, como el catedrático de biología molecular Doctor Michael Breindl, de la Universidad de San Diego, afirman lo siguiente:
«Existen planes, por ejemplo, para recombinar genéticamente una bacteria de la flora intestinal inofensiva, la Escherichia coli, obteniendo un arma terrible. Para empezar, a través de genes de resistencia se le podría hacer inmune a la acción de los antibióticos; luego podría elevarse su resistencia contra los ácidos intestinales a fin de asegurar su libre circulación por todo el aparato digestivo, además se le podrían implantar genes de toxinas procedentes de otros organismos, como una toxina neural u otras que detuviesen la acción coagulante de la sangre. Finalmente, se le podría insertar un gen del tipo «invasor», que permitiría a la bacteria penetrar desde la pared del intestino en los tejidos interiores y las células del organismo. La bacteria así recombinada podría escaparse de la acción de defensa del organismo y verter sus toxinas directamente en los tejidos celulares».

Lo triste de toda esta explicación es que la mayoría de los procesos de laboratorio que describe el Doctor Breindl no son ciencia ficción, pues ya se han conseguido realizar y son practicados en el mundo de la ingeniería genética.

Por lo que se conoce actualmente, los técnicos estadounidenses que trabajan para el estamento militar han conseguido secuenciar y clonar los genes de diversos venenos biológicos. Ya se conocen las estructuras genéticas del ántrax, el botulismo, el cólera, la difteria, el tétanos y la toxina del veneno de determinadas serpientes. El conocimiento de las secuencias genéticas significa que en cualquier momento los científicos pueden producir de forma rápida, sencilla y barata enormes cantidades de estos venenos. En el proyecto USAMRIID de Fuerte Detrick se han empezado a insertar genes del veneno de serpiente en el DNA. de colibacterias de tipo E, y por supuesto, la posición oficial ante estos experimentos es que se realizan con fines estrictamente médicos, en aras de obtener nuevas vacunas. Algunos militares han llevado la ironía hasta el extremo de afirmar que estos experimentos también se hacen pensando en la salud de los países del Tercer Mundo: «En países donde anualmente mueren 40.000 personas por mordedura de serpiente -argumentan los generales- nuestras vacunas y nuestros experimentos sobre la toxina del veneno de cobra pueden ser de gran utilidad».

En Fuerte Detrick también se está trabajando en la obtención sintética de sustancias venenosas, como por ejemplo el veneno de un hongo llamado tricoteceno, asimismo conocido como «lluvia amarilla», un veneno trescientas veces más activo que los gases químicos convencionales que atacan al sistema nervioso central. Se tiene además conocimiento de que el Pentágono se ha gastado 1,3 millones de dólares en secuenciar el gen que codifica a la enzima acetilcolinesterasa. Esta enzima es fundamental para regular la acción de los neurotransmisores de determinadas funciones cerebrales. Según informes del Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo, estos conocimientos pueden posibilitar la producción de toxinas especializadas en atacar ciertos centros nerviosos.
Según la mayoría de los expertos, las toxinas son las armas biológicas recombinadas genéticamente que más posibilidades tienen de ser empleadas en un conflicto. Su producción por métodos de ingeniería genética es fácil y de muy bajos costes.

Expertos europeos y estaudinenses coinciden en indicar que un Estado que desee producir armas biológicas recombinadas por la tecnología genética solo necesitaría una instalación frigorífica con unas 200 probetas llenas de material y cultivos originales, más la infraestructura de un laboratorio farmacéutico convencional. El transporte, o el cargar con los virus las cámaras huecas de las bombas, los aerosoles, etc., se podrían realizar con la misma infraestructura militar existente para las armas químicas.

En cuanto a su utilización bélica, los militares piensan que el aerosol es el mejor vehículo para expandir las armas biológicas entre los enemigos, ya que permite lanzar virus y bacterias manipulados genéticamente en grandes nubes hacia áreas determinadas.
Desde 1984, el ejército de Estados Unidos trata de crear en Dugway (Utah) una gigantesca instalación especializada en la dispersión de armas biológicas a través de aerosoles; el presupuesto se cifra en 2.300 millones de dólares.

En lo que respecta a los efectos de estas armas sobre las personas, es muy probable que multipliquen varias veces los horrores y el poder mortífero que siempre han poseído las armas biológicas convencionales. Sabemos, por ejemplo, que bastan unos pocos cultivos para poder infectar a una población de millones de personas con ántrax, fiebre amarilla o peste, enfermedades de alta mortalidad. Sin embargo, la mayoría de estas enfermedades epidémicas o endémicas en algunas regiones en su forma natural, pero intratable con terapéuticas convencionales si han sido manipuladas genéticamente. En fin de eso se trata la manipulación genética, de hacer al agente patógeno resistente o inmune a los tratamientos convencionales.
En la siguiente tabla se ven los riesgos de contagio y mortalidad ante la una patología infecciosa causada por un agente no manipulado genéticamente y en ausencia de tratamiento.

VIRUS Y BACTERIAS CON LOS QUE SE EXPERIMENTA MILITARMENTE

Agente infeccioso Enfermedad producida Riesgo de
contagio
Mortalidad
sin tratamiento
Virus Encefalitis venezolana Bajo Baja
Virus Encefalitis equina Bajo Alta (60%)
Virus Enfermedad de Margburg. Alto Alta
Virus Fiebre amarilla Bajo Alta (40%)
Virus Fiebre Chikungunya. Bajo Muy baja
Virus Dengue hemorrágico Bajo Muy baja
Virus Fiebre del Rift. Muy bajo Alta
Virus Gripe Muy alto Baja
Virus Viruela Muy alto Alta
       
Bacteria Antrax Bajo Alta
Bacteria Brucelosis Cero Media (25%)
Bacteria Cólera Alto Muy alta (85%)
Bacteria Legionelosis Cero Alta
Bacteria Muermo Cero Mortal
Bacteria Peste pulmonar Alto Mortal
Bacteria Tifus Alto Baja (10%)
Bacteria Tularemia Bajo Media
       

Nada justifica lo que estais haciendo. Corrompeis los cuerpos porque teneis enferma el alma... que Dios os perdone.

Otros riesgos de las armas biológicas.

Por supuesto que los militares y políticos afirman que dichas armas jamás se emplearán con fines ofensivos y que se investigan y producen para mantener la paz. Pero independientemente del cinismo -consciente o inconsciente- que implican estas afirmaciones, la mera investigación en este área puede implicar graves riesgos para la población que habite en las cercanías de los laboratorios y el transporte de las armas conlleva peligros insospechados.

Sobre este tema existe un desgraciado precedente que sucedió en la ciudad de Birmingham. El catedrático de virología de la Universidad de Birmingham, Henry Bedson, tenía instalado un laboratorio semiprivado en el primer piso de una antigua edificación en donde también existían otras instalaciones pertenecientes a la Universidad. En 1978 se hallaba trabajando él con otros asistentes en su laboratorio con cultivos del virus de la viruela. A las pocas semanas de haber manipulado los virus, se dio sorprendentemente en la misma ciudad un caso grave de viruela en una chica joven: Janet Parker. Casualmente, la muchacha fue internada en el hospital donde trabajaba el profesor Bedson y e éste se le heló la sangre cuando supo que Janet trabajaba como fotógrafa para el Instituto Anatómico de la Facultad de Medicina de la ciudad, ya que el Instituto se hallaba precisamente sobre su laboratorio. El 11 de septiembre de 1978 moría Janet Parker víctima de la viruela, pero un par de días antes el Doctor Bedson se había suicidado seccionándose la garganta con unas tijeras de césped. Técnicos de la Universidad que semanas después reconstruyeron el contagio de Janet Parker, llegaron a la conclusión de que los virus habían subido al piso superior a través de un respiradero de reducidas dimensiones, adyacente a la habitación donde trabajaba Janet. También indicaron que el laboratorio del Doctor Bedson no cumplía al cien por cien las líneas de seguridad marcadas por la OMS.

El caso Parker-Bedson es una muestra de los riesgos potenciales para la población que conlleva la investigación con microorganismos; en especial en Europa, donde en varios países los Ministerios de Defensa han encargado proyectos de investigación de ingeniería genética a laboratorios y equipos investigadores pertenecientes a las Universidades. Aunque en los laboratorios en donde se realiza manipulación genética de microorganismos, las medidas de seguridad se rigen por las directrices de Asilomar, que son mucho más estrictas que las de los laboratorios convencionales (el contar con circuitos de reciclado de agua y aire propios y de compuertas de descontaminación en sus comunicaciones en el exterior), en los últimos años la mayoría de los laboratorios, tanto privados como estatales, en donde se practica la ingeniería genética han empezado a apartarse de estas severas reglas. En la actualidad se llevan a cabo en empresas multinacionales numerosos experimentos de manipulación genética en laboratorios semiconvencionales. En cuanto a los riesgos del transporte o de un sabotaje mencionaremos brevemente que en septiembre de 1981 desaparecieron de Fuerte Detrick 2,3 litros del virus Chikungunya, cantidad suficiente para infectar a toda la humanidad con fiebres tropicales. Hasta hoy el Pentágono no ha podido averiguar dónde fue a parar tan peligrosa arma.

El futuro de las armas biológicas.

Como acabamos de comprobar,algunas técnicas de ingeniería genética se emplean con fines totalmente militares,con una tecnología capaz de aniquilar a millones de seres humanos en un corto espacio de tiempo y la posibilidad de crear un germen específico contra determinadas etnias, poseyendo al mismo tiempo una vacuna que haga inmune al agresor, se está convirtiendo en realidad, en la era de la ingeniería genética.

En cuanto a fines bélicos se refiere, existe un interesante paralelismo entre las armas biológicas recombinadas genéticamente y la energía nuclear . Ambas armas tienen un efecto aniquilador parecido:
1º En algunos casos las armas biológicas pueden tener un radio de acción letal todavía más amplio que las radiaciones ionizantes de origen nuclear.
2ª Tanto las armas atómicas como las biológicas «contaminan» durante decenios los territorios donde son aplicadas.
3º Ambos sistemas conllevan un alto riesgo en la manipulación y producción.
4º Las armas biológicas no destruyen la infraestructura del lugar contaminado, como la bomba de neutrones, aniquilan ciertas especies biológicas y si el agresor posee inmunidad contra el agente utilizado, pueden ocupar el territorio conquistado a pesar de la contaminación biológica.

Por todas estas razones creemos que en los próximos decenios proliferarán los proyectos y centros dedicados a la investigación de armas biológicas en todo el mundo.

Bush torpedea tratado de armas biológicas

By Patrick Martin
29 agosto 2001

En el último round entre el gobierno de los EE.UU. y el resto del mundo, el presidente Bush anunció que rechazaría el tratado sobre armas biológicas, echando por la borda siete años de arduas negociaciones. Donald A. Mahley, principal representante estadounidense en la reunión sobre guerra biológica celebrada en Ginebra, dijo que el borrador de 210 páginas del acuerdo contenía errores “serios y sustantivos”.

El tratado cuenta con el apoyo de casi todos los 55 países que se reunieron en Ginebra, inclusive Japón, Canadá y las potencias europeas. Los 143 países participantes en la Convención de Armas Biológicas de 1972 acordaron que el borrador del nuevo protocolo estaría listo para noviembre de este año. El nuevo borrador incluye un mecanismo de coacción que se limita al tratado actual.

La acción de los EE.UU. recibió duras críticas internacionales, no sólo por vetar el tratado a última hora, sino también porque el gobierno de Bush no ofreció ninguna alternativa. Sin la participación estadounidense, donde se encuentra el 40% de las compañías farmacéuticas y biotecnológicas, el borrador del protocolo está prácticamente muerto.

Un funcionario alemán declaró al Washington Post que la presión ejercida por la industria química y farmacéutica ya había mermado las disposiciones para inspeccionar las plantas sospechadas de producir armas biológicas. “La industria y los ejecutivos siempre quieren limitar las medidas intrusas. Se oponen a que burócratas vengan a examinar las plantas”, dijo el funcionario. “Una de las razones por las cuales no tenemos un protocolo de peso es que la comunidad industrial—incluyendo la norteamericana—se aseguró que no existiera ningún mecanismoexigente.”

Debido a la presión de los industrials estadounidenses, se hace más difícil para que el protocolo sobre armas biológicas ordene un investigación internacional cuando se sospecha que una planta esté produciendo armas biológicas. Bajo el tratado internacional que prohibe las armas químicas, los inspectores tienen el derecho de visitar cualquier planta al menos que se opongan tres cuartos de los países que participan en el tratado. Pero el tratado de armas biológicas requiere sólo un voto mayoritario para autorizar una inspección.

La postura del gobierno de los EE.UU. introduce dos criterios diferentes: uno para los EE.UU. y otro para el resto del mundo. Los representates estadounidenses se quejaron por un lado que el borrador del protocolo era muy estrícto, y que exponía a las plantas biomédicas norteamericanas y los laboratorios de guerra biológica del Pentágono a ser espiados; por otra parte, sosteníanque era muy débil y facilitaba la trampa por parte de países como Irán e Irak.

Un funcionario de los EE.UU. dijo que el procedimiento de inspección le permitiría a gobiernos extranjeros usar inspecciones para acosar a los laboratorios de gobiernos comprometidos con la “defensa” biológica. También les permitiría robar secretos industriales. En otras palabras, de acuerdo al Departamento de Estado, los inspectores internacionales de armas son espías y provocadores—exactamente lo que el gobierno de Irak ha estado diciendo acerca de los inspectores de armas de las Naciones Unidas que cuentan con el respaldo de los EE.UU.

El mismo funcionario dijo que su gobierno había decidido que el rápido desarrollo de la biotecnología hacía imposible verificar si los países estaban cumpliendo con las prohibiciones de armas biológicas. Sin embargo, Washington ha reclamado repetidas veces que ha detectado operaciones de guerra biológica en Irak. Esto se inició durante la Guerra del Golfo, cuando se destrulló una factoría iraquí que producía una fórmula para bebés. Hace tres años, bajo las órdenes de Clinton, cohetes teledirigidos destruyeron una planta productora de vacunas y medicinas ubicada en la capital sudanesa, Jartum, bajo el pretexto de que era un laboratorio de armas biológicas controlado por Osama bin Laden.

El gobierno de Bush también sostiene que el hecho de que Irán y otros países acusados por los EE.UU. de desarrollar armas biológicas han aceptado firmar el tratado prueba que las disposiciones para su cumplimiento son inadecuadas. “Irán tiene un programa ofensivo de armas biológicas,” dijo el funcionario. “Irán no firmaría un documento que le impediría seguir haciendo trampa.”

Esto es obviamente un callejón sin salida. El gobierno de Bush exige que hay que oponerse al tratado porque Irán lo está firmando. Pero si Irán rehusa públicamente firmarlo, Washington diría que tal acción justifica rechazar el tratado. Eso fue lo que hizo con el Acuerdo de Kyoto sobre el medio ambiente debido a que China y la India no habían aceptado reducir la emisión de gases tóxicos que el tratado requería.

Todos los caminos conducen a Roma, y todos los argumentos del gobierno de los EE.UU. llevan al rechazo de los tratados internacionales. No se trata sólamente del protocolo de guerra biológica, sino de acuerdos internacionales uno tras otro:

El gobierno de Bush rechazó el Acuerdo de Kyoto sobre el calentamiento mundial inmediatamente después que Bush asumiera la presidencia. A fines de Julio, 178 países aprobaron una nueva versión del tratado en una conferencia en Bonn, donde el único país ausente fue los EE.UU.

El gobierno de Bush se ha opuesto al establecimiento de un Tribunal Penal Internacional contra el genocidio y los crímenes de guerra. El Pentágono se opuso vigorosamente a la formación de tal tribunal. Los serbios y rwandaneses pueden ser arrastrados ante el tribunal de La Haya, que cuenta con el apoyo de los EE.UU., pero los oficiales estadounidenses—y presidentes—deben gozar de la inmunidad.

Bush ha declarado en repetidas ocasiones su intención de eliminar el Tratado sobre los cohetes teledirigidos antibalísticos que firmara con Rusia, ya sea por acuerdo recíproco con Moscú, o al ejercer su derecho de retirarse unilateralmente con aviso anticipatorio de seis meses.

Bajo el gobierno de Clinton, el congreso, bajo control republicano, rechazó el Comprehensive Test Ban Treaty, que había sido ratificado por casi todas las naciones del mundo. Clinton así afirmaba su derecho sin restricciones de detonar armas nucleares.

A inicios de Julio pasado, los EE.UU. contundentemente se opuso a un acuerdo promocionado por las Naciones Unidas para inspeccionar y reducir el lucrativo comercio internacional de armas, declarando que violaría la segunda enmienda de la constitución estadounidense (ofendiendo así a la Asociación Nacional de Armas).

El Departamento de Estado anunció el 26 de Julio que los EE.UU. no enviaría delegados a la próxima Conferencia Mundial Contra el Racismo, que se realizará en Durban, Sudáfrica, al menos que los organizadores de la conferencia eliminen dos puntos de la agenda: el debate sobre el zionismo como forma de racismo, y la cuestión de reparaciones a las víctimas de la esclavitud y el colonialismo.

Esta litanía no muestra ningún “aislamiento”, como sostiene la oposición del Partido Demócrata, sino una arrogante insistencia por parte de la Casa Blanca, el Pentágono y el Departamento de Estado que ellos seguirán mandando a nivel mundial. Se trata de una política reaccionaria y nacionalista de imponer unilateralmente los deseos de los EE.UU., basándose en el concepto exagerado de la supremacía militar y en la vieja convicción de dominio económico estadounidenses.

La política unilateral de los EE.UU. tiene un significado más fundamental. Demuestra cuan futiles son los esfuersos de poner fin al militarismo, racismo, contaminación ambiental, etc., por medio de tratados internacionales entre países capitalistas rivales. Los acuerdos en papel no pueden remediar los males sociales que son producto de las contradicciones objetivas del sistema capitalista mundial. Lo que se necesita es la movilización de la clase obrera a una escala internacional, contra el sistema de estados-naciones y los intereses de los grandes negocios.

Créditos:
Artículo: Dr.Octavi Piulats
Patrick Martín
Marquesinas: "La Buhardilla"

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