28 de Julio: La Patria enferma
Nunca como ahora, el Perú celebra los días de su onomástico de manera más angustiosa, trágica, caótica, de postración y de desgobierno. Por lo menos, en cincuenta años a la redonda, nunca el clima fue de tanta miseria y tanta desesperanza. Hace un año, todo hacía pensar que se iniciaba una nueva era republicana, en lo político, principalmente, terreno donde se había cometido una serie de tropelías, de corrupción administativa repudiable; esa era la sensaciòn. Todo empezó a deteriorarse, sinembargo al siguiente día en que empezó a gobernar el presidente Alejandro Toledo, elegido democráticamente luego de intensa lucha por el poder, aún cuerpo a cuerpo. Un año después, todos coinciden en que Toledo no nació para gobernar. Todos están de acuerdo en que Toledo suma al final de un año de ejercicio presidencial más desaciertos que aciertos, pero, como no ha sucedido con ninguna otra autoridad semejante en todas estas décadas. La medida más objetiva de que no gobierna con acierto son las encuestas presentadas por las compañías especializadas que, si no son matemáticamente exactas, por lo menos dan una idea general sobre lo que averiguan. Al final del túnel, Toledo tiene 17 por ciento de aprobación contra más de 70 por ciento de desaprobación. Nunca antes se ha visto semejante deterioro de la imagen de una autoridad de tan alto rango como la del presidente. En el fondo, pues, el Perú rechaza mayoritariamente a Toledo, no lo acepta, no lo respeta, no le cree; estas son evidencias concretas. ¿Qué hacer frente a este desastre político?. Lo ideal, sería que renunciara. Lo moral, sería que dejara en el día Palacio de Gobierno. Cualquier mortal con dos dedos de frente o un poco de verguenza en la cara, buscaría un pretexto mínimo y se iría, aunque, finalmente está no sería la mejor solución. Ningun ciudadano con conciencia democrática puede considerar que las cosas mejorarían si el se va. En cambio, todos estarían de acuerdo en que debería cambiar todo lo que trajo a Palacio, al Perú, aún su manera de peinarse, de hablar, de no dejar hablar ni actuar a Eliane Karp, de sincerarse, de ser veraz; de dejar de cometer tantos errores, o sea. de prestigiar la verdad. Arequipa se levantó porque el presidente cometió el error de decir primero que no privatizaría las empresas eléctricas de la región y, luego, intento privatizarlas pero, todavía, con prepotencia. Ahí fue que los arequipeños se levantaron y le demostraron que con todo se puede jugar menos con los derechos de los pueblos, dígase de paso, fundamento de todo régimen democrático. Este sistema tiene una premisa: gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Toledo se quiso reir de la premisa y le pararon los machos, lo pusieron en su sitio junto a dos de sus ministros más cercanos. Rospigliosi y Olivera. El primero, en una desusada muestra de dignidad, renunció irrevocablemente. El segundo, que ha perdido toda seña de verguenza, sigue en el cargo, aunque se sabe que por pocos días más. Toledo no piensa en su imagen privilegiada de estadista. Por ejemplo, sigue evitando someterse a la prueba del ADN y de esta manera aceptar su responsabilidad frente a su supuesta hija Saraí. Todos los indicadores conducen a afirmar que Toledo es el padre de Saraí. Una demostración irrefutable de no serlo consistiría en cometerse a esa prueba científica del control genético. El no quiere porque sabe que llevaría las de perder, es decir, de convertir otro de sus errores en una verdad irrefutable. Toledo no escucha a nadie, a ninguna periodística voz sensata o consejo de analistas o críticos políticos. Se le ha recomendado que licencie a sus asesores extranjeros, chilenos, judíos o incapaces, de entorno. No hace caso. El señor Polack, por ejemplo, sigue y hasta creándonos problemas. Digamos el concerniente a Alvaro Vargas Llosa. Polack, dijo que Vargas Llosa lo ofendió. En las primeras instancias judiciales se desechó tales pretensiones. Pero, Polack insistió y con la ayuda de Toledo y reabrieron el juicio contra Vargas Llosa. Ahora, está con orden de captura como huibiera sido sorprendido cometiendo un delito. Ahora, el hijo del famoso novelista y amigo íntimo de Toledo está a punto de ir a las rejas. El caso deja de ser una flagrante persecuciòn política y un atentado a la libertad de expresión. Como todos lo saben, Vargas Llosa perteneció al enterno más cercano del presidente Toledo. Pero, un día, el periodista se dio cuenta de que estaba sirviendo políticamente a un tipo que no lo merecía. Justamente, lo que lo descentró fue el hecho de Saraí. Vargas Llosa no pudo convencer a Toledo de que debía reconocer a la adolescente o, por lo menos, someterse a la prueba del ADN para aclarar suspicacias. Si sus genes coinciden con los de la adolescente, nada qué hacer. Si no, el presidente ganaría prestigio. En suma, Vargas Llosa aparece ahora como otra vícitima de los ajetreos políticos de Toledo por sojuzgar a la libertad de prensa, de opiniòn; a todo intento de copar medios de comunicación, como intenta con ciertos canales de televisiòn que le son adversos. Contra la correcta periodista Rosa María Alfaro también se han producido esguinces para coactarle su libertad, y ni se diga de los dueños de este diario y otros más propietarios de medios críticos de la conducta impolítica del toledismo. Encima de todo, para ensombecer más el panorama nacional: dos recientes tragedias inenarrables: la hecatombe en la discoteca Utopía del Jockey Plaza donde murieron 30 jovenes; y el accidente de tránsito en la Carretera Panmericana con un saldo de varios muertos y heridos, en su mayoría estudiantes de la Universidad de San Marcos; de lo que, lógicamente, Toledo no tiene la culpa. En fin, este 28 de Julio, fiesta de la patria, será de todos modos el más aciago, el más mísero, el más triste, el más desesperanzado de todos los que hemos celebrado en estos últimos 50 años a la redonda. |