Más agravios al periodismo
Los últimos días hemos visto un nuevo intento de silenciar a la prensa con la vieja arma del desprestigio. El siempre oficialista congresista Jorge Mufarech, acostumbrado a agredir a periodistas independientes, ahora la ha emprendido contra nuestra colega y amiga, Rosa María Palacios, cuya independencia y honorabilidad están fuera de toda discusión. El párrafo que antecede no es de mi autoría sino de un grupo de periodistas amigos de Rosa María, quienes han protestado, como lo afirman en su comunicado, por las provocaciones y ofensas del congresista Mufarech. No es ésta la primera vez ni será la última que se profieren agravios en contra de periodistas independientes o no, sino simple y llanamente periodistas; es al ejercicio de la profesión a la que se le ofende o se intenta trabar. Ya en días pasados se intentó frenar el trabajo periodístico que realiza el diario La Razón alegando cuestiones jurídicas. Pero, el fondo del asunto era el de acallar una voz que trata de informar sobre lo mal que se portan algunos funcionarios de este gobierno y aún el mismo presidente de la República. Ahora, el tema de esta nota es el siguiente: ¿Cómo es posible que un grupo de amigos de la ofendida Rosa María, sea el que proteste contra el congresista Mufarech y no sean las instituciones profesionales llamados Colegio de Periodistas o Federación de Periodistas del Perú?. ¿Hasta cuando el periodismo institucionalizado no rompe las amarras del silencio y se lanza contra los ofensores?. Y no sólamente a través de comunicados sino de acciones que revelen su latencia, sus razones, su vigilancia, su vitalidad Todos sabemos que ha habido graves falencias dentro de las organizaciones periodísticas en años pasados, pero ya es hora de que se busque la forma de relanzarlos a la lucha por mantener la vigencia de los postulados que signan la profesión. Todo títere con cabeza da leyes, emite declaraciones, elabora reglamentos, opina sobre tal o cual problema periodístico, menos los periodistas, es decir, enmudecen aquellos que viven de la profesión, no los colaboradores que escriben en los diarios, hablan en las radios o se presentan en programas televisivos, una vez al año. Los verdaderos profesionales no dicen nada, viven como ajenos a la realidad y a la vida institucional. El 18 de este mes es signado como el de la fundación de la Federación de Periodistas del Perú realizado con fervor por profesionales, muchos de los cuales desgraciadmaente han desaparecido, y cuya larga lista sería imposible de enumerar. La Federación se forjó, se formó para establecer el respeto irrestricto al ejercicio profesional, para evitar que se cometan excesos empresariales y para vigilar el comportamiento gremial de sus miembros. Luego, se formó el Colegio de Periodistas del Perú con lo cual se completó la directiva pensante para cautelar la ética y los destinos de los cientos, miles de colegas de todo el país que, por entonces, creímos, por fin, amparados nuestros derechos en todos los órdenes posibles. El pésimo o equivocado comportamiento de algunos dirigentes hizo que ambas organizaciones alcanzaran el colapso. En algún momento de la historia reciente, me tocó cooperar en la recuperacióm de la institucionalidad cuando quedó Mela Guerrero, como presidenta del Colegio. Se dieron, entonces, algunas pautas que lamentablemente parecieron caer en saco roto; no se hizo nada o se hizo muy poco para su recuperación. Ambos, Colegio y Federación, existen, pero no funcionan como es debido. Laten pero a 20 pulsaciones por minuto. ¿Que pasará?. ¿Qué faltará para que se reanimen y empiecen a poner las cosas en su sitio?. No es el caso de Rosa María Palacios, un caso aislado. Hay muchos casos más y no sólo en Lima, sino también en provincias, lo que demuestra que el acecho existe. Se podría decir que los periodistas de la vieja guardia ya no dan fuego. Perfecto. Entonces, las autoridades actuales deben inyectar sangre nueva. Hay que llamar a los periodistas jóvenes porque cuando se es joven al toro sólo se le toma por las astas. Ellos pueden frenar en seco, con acciones, no únicamente con comunicados líricos, el buso del poder, la prepotencia de las autoridades pésimas. Cualquier intento de silenciar las críticas independientes son una clara muestra de la intolerancia de los poderes económicos o políticos que no podemos aceptar. Este penúltimo párrafo, tampoco es mío. Corresponde a la enérgica voz de rechazo de los colegas y amigos de la ofendida. Rosa María Alfaro, efectivamente, excelente profesional; ella y otros perioditas más, contados con los dedos de las manos, son los únicos que, por ahora, nos salvan de la inoperancia. |