El Hombre en La Habana
La reciente visita del ex presidente norteamericano Jimmy Carter a Cuba no sólo es histórica porque se haya convertido en el primer estadista del país más poderoso de la tierra que visita esa pequeña isla, sino por el cuestionamiento que le ha hecho a la política internacional de su propio país. Carter dijo en un discurso pronunciado en la Universidad de La Habana que "Durante 42 años, nuestras dos nacionaes se han encontrado atrapadas en un dañino estado de beligerancia. Ha llegado la hora en la que debemos cambiar nuestras relaciones y la forma en que pensamos y hablamos uno del otro". "Dañino estado de beligerancia" es un concepto que comprende todo el quid del asunto, guerra entre dos estados sólo que uno es inmensamente más poderoso que el otro. El ex presidente se refería en términos parabólicos pero indudables a la situación de embargo en que se encuentra la isla a causa de la intolerancia de los presidentes norteamericanos que se sucedieron en la Casa Blanca a lo largo de casi todo el último medio siglo XX hasta hoy. Carter incluso, pero, sobre todo Reagan y los dos presidentes Bush, figurando como los más duros con la isla. Todo el mundo sabe que Norteamerica es un estado que vive bajo el sistema democrático aunque no a plenitud, dígase de paso, porque nada sobre sobre la tierra funciona con caracter de absoluto. Muy bien, esa es, pues, la opción del pueblo nortamericano y de sus dirigentes políticos, y nadie tiene por qué oponerse, al contrario, saludarlos aunque nada más que eso. Ellos no tienen por qué convertirse en patrones de conducta de otros pueblos. Esa ambición de considerarse paradigmáticos, según inteleculaes connotados y sabios, los han llevado a cometer no sólo errores sino verdaderos crímenes internacionales, aún con caracter de genocidio, como la guerra con Vietnam, según pensadores como Bertrand Russell; la invasión de Granada, de Panama, de Irak, y ahora de Afganistán, que ellos tratan de justificar como lucha contra el terrorismo internacional. Cuando Cuba se declaró país socialista, los Estados Unidos de Amérca, dieron el grito al cielo. Cuestiones coyunturales que ya ha recogido la historia obligaron al pueblo rebelde de Cuba, bajo la dirección de Fidel Castro, de optar por el socialismo como ya lo habían hecho otros grandes países, tales la ex URSS y China Popular. Justamente, Cuba nacia, digamos, bajo la advocación del ex imperio soviético. Cuestiones coyunturales, de realismo político o de lúcida conciencia histórica, hicieron a los cubanos decidirse a optar por el sistema socialista. Esto no le gustó a los demócratas norteamericanos que, a partir de entonces, empezaron a hacerle la vida imposible a una isla pequeñá, de pequeños recursos, pero de gran historial y espíritu de lucha más grande aún. Como se sabe, hace pocas décadas, el socialismo colapsó en el mundo y Cuba se vio nuevamente sola. Pero, ese aislamieno le habría sido más llevadero si algunas de las medidas tomadas por EE. UU: contra la isla, no hubieran sido realmente inhumanas, de aniquilamiento, como es el embargo. Recuerdo que una vez almorcé con un dirigente cubano y cuando me ofreció coca cola yo admirado le pregunté, ¿y, cómo dicen que no hay Cocacola en Cuba debido al embargo?. "Hay, me respondio el cubano, pero para que llegue a Cuba tiene que dar una vuelta al mundo". La botellita se la habían enviado de Francia. Más de 40 años dura el asedio a Cuba hasta que ha llegado Carter y ha criticado la política de su país con respecto a la isla. "Es preciso terminar con esta ignominia" debio haber pensado Carter en su interior aunque en inglés y con sus propias palabras. Entonces, lleno de coraje y grandeza, expresó en su discurso: "Debido a que Estados Unidos es la nación más poderosa, somos nosotros quienes debemos dar el primer paso" hacia una etapa de conciliación. Carter es un "americano bueno" como se les suele llamar a quienes no ofrecen esa imagen de todopoderoso, de perdonavidas o de magister. Aun su persona refleja una bondad desusada canónigo inglés. Saludé a Carter en Managua y, en Lima, donde me autografió la fotografía que le tomé en las elecciones nicaragüenses a donde asistió como observador y cuando los Ortega perdieron el poder. Por supuesto que Carter no sólo habló sobre que Estados Unidos debe ser quien le extienda la mano a Cuba para reonciliarse. También criticó francamente al regimen cubano que, por lógica, para mantenerse en pie tuvo que apelar a medidas drásticas, nada democráticas, por lo menos evaluadas desde el punto de vista occidental y cristiano. Carter ha pedido que se abran las cárceles cubanas a los observadores de la Cruz Roja Internacional, que se escuche a los opositores al régimen castrista, y esto también es bueno, también tiene que ser escuchado por Castro. "Cuba ha adoptado un gobierno socialista donde no se permite que su pueblo organice ningún tipo de movimientos de oposición", dijo Carter, entre otras críticas. Y Castro, a manera de reflexión antes que de respuesta irreverente, atinó a decirle que también es necesario repensar, redescubrir la democracia. "Albergamos la más firme convicción de que hay muchas palabras y muchos conceptos que tienen que ser redescubiertos si queremos realmente marchar hacia el futuro" advirtió Castro. Un encuentro de dos esgrimistas que no se abalanzaron el uno sobre el otro para tocar en la primera partida, sino para ensayar sus floretes. Debemos alegrarnos de que ambos se hayan comportado tan elegante como reflexivamente, pensando en que está en juego el destino de uno de los países más pequeños de América Latina, pero uno de sus bastiones de mayor dignidad. |