Chispas en el Medio Oriente

 

Los israelitas recurren a la sabiduría popular para expresar sus deseos de que Arafat deje de ser el presidente de Palestina. Porque nadie duda de que lo sea. Una larga lucha emprendida hace, acaso, más de cincuenta años seguidos sin decansar un sólo día, lo identifican así, como la cabeza inexcusable de la liberación de esa nación árabe. Claro que desde el punto de vista del patriotismo palestino, cualquier combatiente podría reemplazarlo: pero, sucede que para la gran mayoría de palestinos y de árabes, Yasser Arafat es insustituible. En todo caso, quien gobierne Palestina alguna vez, será aquel que el pueblo lo decida: esto lo ha declarado el mismo Arafat.

Pero, Ariel Sharon, el impertérrito primer ministro israelí le ha ordendo al jefe de las Fuerzas Armadas, general Mosche Yaalón, se prepare a mantener el asedio en los territorios palestinos "hasta que el fruto caiga por su propio peso". O sea, se quedarán allí hasta que Arafat desaparezca: deje la política a un lado o se muera. Sharon aparece frío, insensible, como si no tuviera ni un filamento del alma de Albert Einstein, para señalar sólo a uno de los más grandes sabios judíos de todos los tiempos que tanto bien han hecho a la humanidad.

No se sabe, sin embargo, que los árabes también tienen su sentencia: "se sientan en la puerta de su casa a esperar que pase el cadáver de su enemigo". O digamos, son un poco herederos de la paciencia de Job. Piensan que alguna vez, los israelitas se cansarán, consideran posible que se aburran de matar a tanto palestino y les entreguen sus teritorios ocupados a la prepotencia.

El presidente George Bush también ha dicho que Arafat debe ser reemplazado por otro político porque lo considera el responsable directo de los actos de terrorismo que frecuentemente se dan en ciudades israelitas. Pero, sigue ignorando que el terrorismo, -repudiado por todos los hombres pacíficos de la tierra y no sólo por él-, es la única arma de combate que les queda a los palestinos más furiosos para sacar de sus casas a sus enemigos jurados.

El presidente Bush ignora que los palestinos no son locos, que no van a exponer sus propias vidas porque se les da la real gana. ¿A quién se le podría ocurrir semejante cosa?. O mejor dicho, semejante cosa se les puede ocurrir a personas que no tienen otro remedio que ofrendar su propia vida por recobrar un bien perdido.

Los vietnamitas recurrieron al terrorismo para sacar a los soldados norteamericanos que habían invadido su país. Y los norteamericanos recurrieron al terrorismo o sea, a la muerte masiva y gratuita para vengarse de los vietnamitas. My Lai, por ejemplo, es uno de los tantos episodios que muestra la historia de la crueldad humana cometidos por los "rangers". El terrorismo israelita también tiene su historia muy extensa y muy negra, aunque, finalmente, explicable.

El problema es muy complejo e inhumano. Pero sólo uno deja de entenderlo cuando tiene la fuerza suficiente para mostrar oidos sordos ante el reclamo. Israel es uno de los países mejor y más modernamente armados del mundo, por eso apela a la fuerza y se vuelve irrespetuoso aún a las indicaciones de la ONU que en todos los tonos le ha dicho que abandone las tierras palestinas ocupadas desde hace 50 años. Así de fácil es la teoría: Israel sale de esos territorios y los terroristas palestinos dejan automáticamente de inmolarse. Si tuvieran el mismo poder de fuego, los palestinos estarían luchando en los campos de batalla, pero como no lo tienen, entonces recurren a las piedras lanzadas con honda y al estallido de hombres-bombas; mujeres-bombas; niños-bombas. Basta ya, ya está bien para muestra de la desesperación humana. A ratos parece que Israel pasó de ser víctima a ser victimario.

Pareciera que los Estados Unidos de Norteamérica no tienen la menor idea de lo que significa estar echando chispas en el Medio Oriente. No sabe lo peligroso que es jugar con fuego, lo inmoral que provocar un incendio en la pradera. El presidente Bush está amenazando con intensificar sus ataques a Irak y hasta ha declarado que debe tomar la decisión de eliminar a Saddam Hussein.

El mundo que ama la paz debe ver con preocupación las tentaciones del presidente norteamericano, su estolidez, su prepotencia. En momentos en que este gran país sólo debería preocuparse por exportar soluciones a los problemas del mundo, se aferra a programar guerras, a propugnar incendios, a decidir por la suerte de los hombres y los países que ni siquiera están al alcance de su mano sino a miles y miles de millas de distancia, demasiado lejos de su entorno.

Ojalá los dioses de la guerra le nieguen su ayuda, y la temperancia y sabiduría lo iluminen para que no tome decisiones absurdas, vomite flamígeros discursos incendiarios, y en cambio, provea sólo discursos de corrección, de convivencia, de tolerancia y de paz.

Qué dirán Cristo, Alá y Jehova, y todos los demás dioses que tutelan al Medio Oriente y a la humanidad desde la noche de los tiempos; deben andar muy preocupados porque por las calles del mundo camina suelto un "ranger" loco, perdón, el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, George Bush.

Cuidado que una "Una chispa puede incendiar una pradera", lo dijo Mao Tsetung alguna vez y su dicho quedó estipulado como una sentencia...

 

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