"Gamarra" es el país

 

Lo que ocurrió recientemente en el Jirón Gamarra, -esa especie de Wall Street chicha de La Victoria, de negociantes asfixiados por la falta de ventas, de inoperantes transacciones al paso y abigarramiento menesteroso de compradores, no es el síntoma de una enfermedad que sufre el país, es ya la enfermedad causada por la desesperanza.

No sólo "Gamarra" muestra este rechazo al régimen gobiernista, un mal que puede convertirse en irreversible si el presidente Alejando Toledo no se rectifica lo más pronto posible. No es contra su persona el rechazo sino contra su régimen de gobierno.

Si en otros lugares a donde concurre no lo repudian y le arrojan huevos, cáscaras de frutas y hasta basura, es porque Dios es peruano y lo estaría salvando de mayores afrentas. No importa que después una facción minoritaria concurra a un besamanos, a pedirle disculpas en palacio de gobierno: total, esa es parte de nuestra pobre idiosincracia política.

El repudio al presidente de la República es mayoritario. Lo dicen las últimas encuestas porque los pueblos del norte, centro y sur del país, en general, están indignados. Y este no es un sentimiento gratuito sino provocado por la defraudación que el presidente ha causado en la ciudadania. Toledo, se equivocó durante su campaña eleccionaria y ofreció el oro y el moro; su ambición sólo era llegar al poder. No estudio nada, no planificó nada, ninguna estrategia realista; creyó que el mito de "Harvard" era suficiente.

No fue su "terca" campaña contra el régimen anterior la que lo llevó a la presidencia puesto que hasta entonces no se había destapado la olla de grillos de la corrupción donde se sancochaban personajes increibles como jueces, empresarios, militares de la más alta graduación. etc. A Toledo lo encumbró la suerte y su vanidad.

Ni las campañas de denuncia, donde César Hildebrandt era el más implacable, ni las marchas de cualesquiera números de "Suyos" ni nada minó más al regimen que no fueran eso cinco minutos de video, que se convirtieron en el principio del fin del fujimorismo.

Arrogarse, Toledo, la caida de la dictadura debido a su "terquedad" es madre de sus despropósitos. Eso lo ensoberbeció y montado ya sobre el caballo del triunfo se echó a correer como si fuera el redentor, Recordemos: hasta llegó a protagonizar un show ridículo montado en Machupicchu.

Luego, lo primero que hizo fue empezar a cobrar la deuda al país: 18 mil dólares de sueldo mensual, mientras la mayoría de peruanos no lo ganaría trabajando ni siquiera toda su vida.

Sus desatinos hasta en el lenguaje, pasando por su pésima conducciòn de política econòmica e internacional, pero sobre todo su falta de brújula para conducir al país como estadista lo han llevado al descrédito total. Ha perdido toda credibilidad y por eso, en su mismo departamento, Huaraz, se acaba de realizar una marcha de protesta donde sus paisanos encolerizados pasearon a unos cuantos burros portando carteles que decían algo así como "Yo soy Toledo", "Abajo Toledo", "Yo soy el 666", y otros más dolorosamente sarcásticos.

Todavia el presidente tiene mucho tiempo por delante para cambiarle el rumbo a su política económica fundamentalmente, para ver la luz aunque fuese muy lejana del final del tunel, Mientras tanto, seguiremos siendo topos revolcándonos en la oscuridad anómica más profunda de los ultimos 50 años de vida republicana.

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