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"Alejandro
Toledo resultó un desastre. Eso ya no es ninguna novedad. Toledo
ha frivolizado la figura presidencial en un país pobre y con
pocas oportunidades laborales, además de usarla para exhibir
su boca amplia y demagógica y su lengua larga y dadivosa.
Toledo, bajito de tamaño y de talla small, se ha puesto un
traje extra large. El puesto le ha quedado demasiado grande. Y aquí,
tampoco digo nada nuevo".
Los dos párrafos que anteceden no me pertenecen en absoluto.
Los he tomado literalmente de un artículo que el periodista
Pedro Salinas publicó este 20 de mayo en el diario Correo.
Como se ve, Salinas se refiere rectamente al desastre que para muchos
de nosotros significa Toledo en su calidad de presidente de la República.
Por supuesto que hay periodistas que escriben disimulando sus exabruptos,
elogiándolo y, hasta tiene sus ayayeros o áulicos que
lo consideran una reencarnación del gran estadista inca Pachacutec.
Tal vez el talón de Aquiles del presidente Toledo sea su egolatría.
Desde cuando ascendió a la primera magistratura de la Nación
demostró ser un hombre inmodesto, lo cual no tendría
nada de particular porque muchos de nosotros lo somos, sino que además
es indolente.
Cuando tiene plena conciencia de que las grandes mayorías nacionales
se mueren de hambre y que grandes sectores sociales están viviendo
días de insoportables apremios económicos, lo primero
que hace él es señalarse un sueldo, no solo exhorbitante
sino indignante, y todavía en moneda extranjera: 18 mil dólares
mensuales al cash o sea, más de 60 mil soles en nuestra pobre
moneda nacional.
Este solo hecho lo pinta de cuerpo entero como un indolente, o sea
una persona a quien le importa un pepino la situación de los
demás. Por supuesto que nadie va a querer que gane los 400
0 600 soles que gana un maestro o un policía, o los 1,200 que
gana un profesor universitario, pero sí algo proporcional.
Toledo, como se ha publicado hasta la náusea, gana mucho más
que numerosos presidentes de los más grandes países
del mundo, como Francia, por ejemplo.
Toledo es un hombre exageradamente vanidoso cuando debe ser todo lo
contrario puesto que proviene de un hogar lleno de carencias. Según
él, en su infancia fue hasta una especie de pirañita
lustrador de zapatos; excelente para una biografía de leyenda.
Pero, este pasado le ha debido servir para enaltecerlo mostrándose
modesto. El hombre, que en su tierra se bañaba en las acequias
-si suponemos que se bañaba-, aquí, hermosea palacio
de gobierno y le adocena un baño nutrido de wateres, tinas,
jacuzzis, saunas y lógicamente, vidés para su esposa.
Aquí invierte, según informes conocidos, mucho más
de 30 mil dólares, en soles, más de 100 mil; un lujo
verdadermente rockefellereano en un país de pobreza liliputiense.
Siempre se dice que detrás de un hombre se esconde una gran
mujer. Aquí, siguiendo la deducción lógica, tendríamos
que pensar que la mujer que se esconde detrás de Toledo no
es una gran mujer; al contrario, se puede deducir que le sigue los
pasos en egolatría.
La señora Eliane Karp, que hasta ahora no se nacionaliza y
por lo tanto no es peruana o sólo lo es por el hecho de haberse
casado dos veces seguidas con el señor Toledo, aparece también
como una reverenda ególatra. Es posible que la señora
Karp nunca en su vida haya soñado que alguna vez pudiera convertirse
en primera dama de una nación, no importa que fuera del Tercer
Mundo. De pronto, la parábola de La Cenicienta se realiza con
creces y a la dama, la suerte le da en la vena del gusto.
Nadie se goza más que ella en los viajes casi inútiles
que realiza Toledo a todas partes del mundo. Ella va acompañándolo
porque parece que lo que más le interesa es aparecer al lado
de los grandes personajes políticos de esta era. Así,
los Bush, los Chirac, etc. aparecen reverenciándola por educación
o protocolo. Ultimamente al Rey Juan Carlos, se le ve ligeramente
inclinado ante Elian Karp. Estos recuerdos materializados en fotografías
y en videos, la van a acompañar en albúmes de nácar
hasta el fin de sus días atizando su ego. ¿Pensó
alguna vez la señora de raigambre judía, nacionalizada
norteamericana o francesa, ver al rey de España inclinándose
para besarle la mano?.
Mientras esto sucedía en estos últimos días allende
los mares, aquí el pueblo de Arequipa se levantaba contra el
gobierno y golpeaba sus ollas vacías y echaba piedras en el
camino y lanzaba mueras contra el presidente por incumplido y mentiroso.
Toledo abajo, carajo; o Toledo, más trabajo, carajo.
También, los comandos sufrían aquí la inconcebible
arremetida de una jueza que ordena su captura para que pudieran ser
juzgados presumiblemente por haber asesinado a los terroristas del
MRTA cuando el rescate de los rehenes.
Toledo toma su avión y se va cuando las papas queman, entonces
desde España afirma que el gobierno apoya a los comandos, y
José Barba Caballero lo acusa de hipócrita. Y cuando
afirma que se debería dar una ley de amnistía a favor
de los comandos, Barba Caballero vuelve a decirle que su proposiciòn
es una estupidez.
El presidente Toledo anda mal por dentro y por fuera. Su mal por dentro
pareciera estructural. Alguien podría hacer un juego de palabras
y decir que si antes fue un hombre pobre ahora es un pobre hombre,
es decir, pobre por ser incapaz de sintonizar la correspondencia entre
su pasado y su presente. Toledo tiene que bajar el tono a su resonancia
interior notable hasta cuando habla. Toledo procede como si se estuviera
cobrando lo que pasó en su infancia y acaso, un poco, en su
juventud. Es obligatorio que Toledo sea humilde. Tiene que ser consecuente
con el Perú que en estos momentos es un país abarrajado,
dolido por la actitud de una mafia política que en las sombras
cometió latrocinios como nunca en la historia. El Perú
está dolido. No cooperar a que sus heridas cicatricen no es
lealtad ni patriotismo ni nada.
Todavía le quedan muchos años para que termine su mandato.
Lo ideal sería que un psicólogo o un psiquiatra examinaran
al primer mandatario y lo volteara como a un guante. Que las brujas
de Cachiche o las de Shulcahuanga ayuden a limpiarlo y nos lo devuelvan
como a un cholo simple, humilde, modesto, aunque enérgico,
digno, impertérrito, para poder gobernar bien al Perú
hasta el 1906.
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