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Con un área de 755 kilómetros cuadrados, y con una
población (Censo de 1953) de 20,576 pob. abs., el Término Municipal de
Los Palacios, limita por el Norte con los Términos Municipales de Consolación
del Norte y Cabañas; por el Este con el Término Municipal de San Cristóbal;
por el Sur, con el Mar de Las Antillas, y por el Oeste con el Término
Municipal de Consolación del Sur.
Forma parte del Partido Judicial de San Cristóbal, que comprende los (3)
Términos Municipales de San Cristóbal, Candelaria y Los Palacios.
El Término Municipal de Los Palacios, con una población rural de 64.4
% (1953), se compone de siete (7) barrios: Limones, (Rancho Mundito, etc.);
Macurijes, (Central La Francia, fundado en el año 1916); Paso Real, (Paso
Real de San Diego, Paso Quemado); Santa Mónica, (Playa Dayaniguas); Santo
Domingo, (Bacunagua); Sierra, (Entronque de Los Palacios, situado a unos
seis kilómetros del pueblo de Los Palacios, cerca del kilómetro 122 de
la Carretera Central Habana-Pinar del Rio); Urbano, (Pueblo de Los Palacios,
situado a unos 62 kilómetros de distancia de la ciudad de Pinar del Rio
y unido por ferrocarril a La Habana y a toda la Isla. Población: 5,250
habitantes, (1953), 10,000 a fines de la década de los 60.
Excluyendo los datos estadísticos correspondientes, señalados al comienzo,
el contenido del presente trabajo, en relación con el pueblo de Los Palacios,
que nunca olvidaremos, pues forma parte muy especial de nuestra vida,
comienza en los primeros años de la década de los cuarenta, cuando llegamos
a Los Palacios, procedentes del pequeño poblado de Santa Cruz de Los Pinos,
en el Municipio de San Cristóbal. Es muy posible que la memoria nos traicione
y se omitan algunos datos y detalles concernientes al pueblo, pero trataremos
de recordar lo más posible. Los datos no necesariamente aparecerán en
forma cronológica.
Recordamos las calles principales: Ave. Warren (entrada al pueblo desde
el Entronque de Los Palacios, en la carretera central; Calle Antonio Maceo
y Calle José Martí. El rio de Los Palacios, que se encuentra con la carretera
que une al pueblo con el poblado de Paso Quemado y por ende al pueblo
de Paso Real de San Diego. Los Repartos Nueva Era y Norton, situados a
la izquierda entrando al pueblo por la Avenida Warren; Reparto Betancourt,
hacia la derecha.
Recordamos a nuestra maestra Señorita Aurorita Más (Señorita Aurorita);
los seis colegios; al Padre Cura Claudio Ojea y el incendio que destruyó
la Tienda de Ropas El Encanto, en la calle Maceo; a nuestra profesora
de Inglés, Mecanografía y Taquigrafía, Isabel Inclán (La querida Chabela).
Recordamos a los integrantes del equipo de pelota que Los Palacios tenía
en aquella época: Orlando Nuñez, Pedrito Ferro, excelente jardinero central;
Bijol, que nunca supimos su nombre original; Antonio Herrera, Armando
Fernández, etc. etc. Recordamos también los esfuerzos que hacíamos para
que nuestro padre nos consiguiera el poder ser el cargabates del equipo.
El local situado en las calles Luis A. Fernández y Froilán Nuñez, donde
se producían conservas de piña.
Recordamos a Tata y Amparo, los choferes de «las guaguas» de Los Palacios
al Entronque; a Pablo González y Manolo Piñeiro, choferes y a Pepe Dorta
y Carabelas, conductores de los Omnibus de Los Palacios a La Habana (El
Directo). Recordamos al Juzgado Municipal, con el Juez Doctor Jacinto
J. Carluch, a su Secretario Genarito Valdés y no olvidamos a Dimas Ortega,
el Conserje, que llamaba a los participantes en los juicios que se celebraban.
A Pedro Mezo, Secretario de la Junta Electoral; al buen amigo Alfonso
Robert, que era un experto tomando huellas digitales y al Niño con sus
fotografías en la Junta Electoral.
Todavía nos parece saborear los deliciosos merengues que hacia Merlín,
en la calle Céspedes. Recordamos al puesto de frutas del gallego Roque,
en la esquina de las calles Céspedes y José Martí, lugar donde se reunían
muchas personas para escuchar los episodios de Los Tres Villalobos, a
las doce del día. El trasbordador de caña y el esfuerzo de los muchachos
por quitarle algunas cañas a los camiones que la transportaban, cuando
éstos tenían que aminorar la velocidad al paso del crucero del ferrocarril
o en algún otro lugar.
Recordamos la Estación del Ferrocarril, con su Administrador Tomás Nuñez,
lugar donde se daban citas muchos de los enamorados para esperar el tren
de las nueve que procedía de La Habana, después de una breve caminata
por el Paseo, el cual muchas veces cambio de aspecto.
El CUCHI del ferrocarril que transportaba a los trabajadores al Central
La Francia, (de Ciprián Cruz y Padilla). Recordamos a Epifania Alonso,
cariñosamente conocida por La Mocha. Al querido amigo Agustín Gato. A
la querida Robustiana y su café. A la popular Pandonga. Muy especialmente
recordamos la celebración de las fiestas patronales, con su Verbena los
dias 1, 2 y 3 de Mayo, (algunas veces hasta el dia 4), de cada año. La
llegada de los palaceños que se encontraban en otros lugares de la Isla,
para participar en las fiestas y así compartir con sus familiares y amistades
en ésos dias especiales. Recordamos la procesión del Santo Patrono Jesús
de Nazareno
.
También recordamos en la Calle Antonio Maceo, la “cuartería” de Aquilinito
y el kiosko del «Chino Ronco» y asocio igualmente a Yiyo Cuala y su septeto
musical. Bastante cerca, la Farmacia Lamelas, que al igual que la farmacia
de los hermanos Calderón y la Ferretería de Alberto Fontela, exhibían
en los portales, el Dia de Reyes, los juguetes y regalos, (esto según
el querido amigo y palaceño de corazón Andrés López, quizás fué de donde
copiaron los americanos, para hacer sus «ventas de las aceras»).
Entre los carniceros, recordamos al popular Tite Díaz, Perico Rubiera,
Bolón, el Niño, Pedrito, Nanao, Martín Venereo, el Che, Felipe y en la
Ceibita, Armandito Diaz. ¡Ah, entre las sastrerías: la de Oscar Ipsán,
EsquiloTorres, Gabo Suárez; a Nicanor, Benito y Mario Cruz.
El jardin y kiosco de Tomás Blanco, y la bodega de Publio Labrador. Situados
en la calle José Martí y Calle Sol, respectivamente.
La bodega de Luis Lam, en la calle del cementerio (Serafín Garcia), y
también la bodega de Eduardo López. Eduardo paseando en su nuevo chevrolet,
por todo el pueblo, muy despacito.
Siguiendo con los «establecimientos de víveres y otras cosas», mencionaremos,
la bodega de Santiago Lam, en la esquina de las Calles Antonio Maceo y
José Palacios; el kiosco de Titico Fiallo en la Calle Antonio Maceo y
el de Mongo Lugo, en la Calle Ramón Cruz.
Entre las panaderías se me olvidaba la de Cabrera en la calle Antonio
Maceo y la de Polo. En mi barrio, el Centro Telefónico.
Entre las figuras populares: Fosforito, Reyes, José Verde, Gallo Fino,
Cuco Facundo. El popular «Salón de los Viñas», donde se celebraban los
bailes que eran muy renombrados. Bello, «el periodísta», que repartía
El País.
Recordamos al Dr. Lucilo de la Peña Hueca (Lucho) y a su filarmónica.
El despertar al compás de la música, (todos los dias primero de Enero
de cada año) interpretada por los improvisados conjuntos musicales palaceños,
compuestos de cinco, cuatro y hasta de un solo miembro, esperando la cooperación
económica correspondiente, después de desearnos felicidades en el año
que comenzaba.
Recordamos el puesto de frutas del Guajiro Julio, en la esquina de las
calles José Martí y la Calle Ajuria, frente a la tienda de ropas de Miguel
Abay y a la Ferreteria Abay. Las bodegas de víveres de Juanita Medel y
de Manuel Fernández (cariñosamente conocido como Manuel-Chiquito), en
la esquina de las calles José Martí y Piñera. El cine del Americano en
la propia calle Piñera, donde había un solo proyector y habia que esperar
al final de cada rollo de película, un tiempo apropiado para que el operador
de turno, instalara el siguiente rollo. Igualmente recordamos al Teatro
Liceo, después el Cine de Ciriaco.
No olvidamos al querido amigo y hermano masón, Buenaventura Calderón,
al cual desdichadamente hicimos la primera guardia de honor como miembro
de la masonería, cuando falleció.
Recordamos a los Alcaldes del pueblo: Doctor Lucilo Diaz Fernández y Francisco
Bugallo Blanco. A los Doctores de Medicina: Valverde, Lucilo Diaz, Pedro
Morales Escobar, Nicolás Morales Suteras, Félix Fernández Rodríguez, Fragoso,
Cambeiro. A los Dentistas, Alfonso Cañal y Emilito Fúster. Al querido
hermano Luis Fúster y sus visitas a domicilio, prestando sus servicios
a todo el pueblo, a cualquier hora de la noche. Muy especialmente recordamos
a la Doctora Roselia González. La querida DOCTA.
A Pancho Bolo, figura muy popular entre los dueños de automóviles y camiones,
para resolverles el asunto relacionado con las gomas. A Rafael Brito,
al cual acudíamos para cualquier problema con la electricidad local.
Recordamos los comercios de la Calle Antonio Maceo: Almacén de Víveres
de Maximino Cerro; La Revoltosa de Ramón Alonso; La Bomba, de Diéguez;
La Revolución, de la Familia López; las bodegas de Emilio Díaz, Vicente
Lam, Felipe Fuentes, Cuso Viñas. La Bodega de Pulito. La de Asunción Fernández.
Tiendas de Ropa: La Casa Pepe, El Paraíso, El Encanto, (después del incendio
con el nombre de El Nuevo Encanto), Las Novedades. La tienda de Delio
Cabrera. La Opera.
Los Hoteles de Pastor Fúster, después de Ramón Barroso; Soberón, después
del querido hermano Nicolás Martín, (Colás) y después Hotel Casanueva.
La Imprenta y Ferretería de Alberto Fontela.
Recordamos igualmente los Bares: La India de Eusebito Viñas, después de
Víctor Díaz; Bar La Plata, de Santos Fernández; el Bar de Bárcenas. Los
servicios fotográficos de Andrés López.
Las Farmacias del Dr. Lucilo Díaz, Santa Rita de Serrapiñana, de Emilio
Puentes y después de Calderón. La Casa de Socorros y el Ayuntamiento.
Recordamos el cementerio y el Dia de los Fieles Difuntos.
Recordamos muy especialmente la Barbería de Ciriaco, pués fué la primera
que visité y la barbería, donde por primera vez llevé a mi hijo cuando
era un niño; las Barberías de Vicente y de Jesús Romero; la de Piche,
al lado de la Junta Municipal Electoral. A Ramón Barroso y su clínica.
El Laboratorio de Leza.
Recordamos a Tito el músico y a Ramón Noriega y su local donde arreglaba
zapatos, lugar donde ensayaba su conjunto musical.
En la Calle José Martí, donde vivíamos frente al Juzgado Municipal, recordamos
los comercios: La Ferretería de Emilio Gómez, La Farmacia de Menéndez,
la Bodega de Víveres de la Familia Martínez, en la esquina de las Calles
José Martí y Serafín Garcia. La Iglesia Bautista, lugar donde primeramente
existía la bodega de Amparo Casanueva y después la del Teniente del Ejército
Retirado Fernández, (de la Cachimba), lugar donde trabajé.
Las Funerarias de Morejón, en la Calle Antonio Maceo y la Funeraria de
Perico, en la Calle Luis A. Fernández.
El Bar de Polo, en la esquina de las Calles Warren y Antonio Maceo. Las
fondas de los hermanos masones: Lencho, en la Calle Warren; Remigio, en
la Calle Céspedes y José María, frente a la Estación del Ferrocarril,
lugares que resultaban muy visitados por los carreros y viajantes.
En la calle de entrada al pueblo, desde El Entronque, (Warren), recordamos
los siguientes comercios: Tienda de Víveres y Carnicería de Juan Fernández;
Bodega del Chino Mulato y la de Fuentes; Kiosco de José María Lam. La
renombrada Siempreviva, de Felipe Garcia; la estación de gasolina de Joseíto
Abay; la bodega del Toro Abay.
Recordamos la Panaderia de Tavo Sordo, en la Calle Antonio Maceo, lugar
donde en muchas ocasiones esperábamos, en unión de varios amigos, el primer
pan que saliera del horno, alrededor de la una de la mañana, para comerlo
caliente, antes de ir a dormir. Las relojerías de Tatín y Barbeíto.
A las maestras y los maestros: Ulpiano Rodríguez, Julio Garriga, Petrona
Capote (Tonita), Clarita Rodríguez, Ana María Valdés, Amparo Martínez
Valle, (la delgada), Amparo Martínez Rodríguez, (la gruesa), Angelina
Franchi. La Academia de la Señora Mercedes, en la Calle José Martí, donde
estudiaron mis hermanos Ostelinda y Orlando; la Academia José de la Luz
y Caballero, o Academia de Las Guerras, de las hermanas Hilda y Maria
Guerra. A Rosalia Valverde y Petra Castro, en el Kindergarten.
Los representantes o distribuidores de las cervezas: El Tio Hano, de La
Polar; Higinio Hevia de La Cristal y Tropical. Las Talabarterías de Oscar
Figueroa y Javier Ipsán, así como la Zapatería de Marcelino Diaz. También
a Constante el zapatero.
Recordamos la Iglesia Católica, en la Calle Antonio Maceo, donde se efectuó
nuestro matrimonio, un dia 29 de Agosto, bastante caluroso. Y con inmensa
satisfacción recordamos el nacimiento de nuestro hijo Osvaldo Lázaro;
la celebración que improvisamos en la Jefatura de Salubridad, con los
amigos Esquilo Torres, Lalo, Adolfito Quevedo, a los que se unieron el
buen amigo Cristóbal Solano (Popa) y Téofilo Reinoso.
Recordamos nuestro regocijo y orgullo de padre, por el constante progreso
de nuestro hijo en los estudios: primero en la Escuela Primaria, después
en la Secundaria Básica y por último en el Instituto de Pinar del Rio.
Su entusiasmo por los deportes, etc.
Y también recuerdo cuando la situación política y por ende, económica,
no se encontraba muy a nuestro favor y al perder nuestro trabajos, Hilda
y yo, tuvimos que buscar otros medios de subsistencia, procedía nuestro
hijo, al reparto de los productos que hacíamos, para distintas fondas
del pueblo, así como la venta en la escuela pública, en su bicicleta.
Igualmente recordamos al Club Hispano Cubano, donde practicábamos varios
deportes, entre ellos el boxeo y donde, con la ayuda de valiosos miembros,
logramos la creación de un equipo de pelota,(Martí y Maceo), integrado
en su mayoría por peloteros de color. También recordamos la Sociedad Nueva
Era y el Centro Social Chino, en la Calle José Martí. Equipo de pelota
«Martí y Maceo».
Muy fija en mi memoria está la iniciación en la Logia Masónica Montecristi,
entonces situada en las Calles José Martí y José Palacios (Calle Valverde),
después trasladada para su propio templo, en la Calle Warren, donde efectuamos
intensa labor masónica, acompañado de los hermanos, René Nardo, Efrén
Toledo, René González y los viejos pilares de la masonería palaceña, Cayetano
Guerrero, Agustín Calderón, Eladio Pérez, el Popular Lencho, Julián Diaz,
Juan Pérez, Avelino Rodríguez, Eleuterio León Medina y otros muchos.
También recordamos las Logias de Caballeros de la Luz y de la Orden de
Oddfellows, así como la de los Caballeros de la Luz en la República de
Cuba y Oddfellows Unidos, y las distintas ramas femeninas de las mencionadas
instituciones fraternales.
Recordamos al Molino Arrocero, donde trabajamos por largo tiempo; el Almacén
de Víveres de Amadeo Garcia, en la Calle Céspedes; la Valla de Gallos,
en las Calles José Martí y Floirán Nuñez, frente a la herrería del hermano
masón Avelino Rodríguez; las peleas de boxeo que efectuabamos en la gallería
de Guillermo Suárez.
Nuestro esfuerzo en el mantenimiento del equipo de pelota, a través de
los años, con la valiosa y desinteresada cooperación y ayuda de entre
otros, los amigos Delio Cabrera, Félix Pestana, Adalberto Pérez y otros.
A los integrantes de los distintos equipos, de los cuales fuímos miembros
y hubimos de dirigir, entre ellos: Enrique Pestana, Mario Andarsio (Mayonga),
Berto Andarsio, Antonio (Prieto) Linares, Desiderio (Yeyo) Ferro, Amancio
Ferro, Reinaldo Amaro, el popular Piringue con sus chistes en el banco
de los peloteros y otros miembros de nuestro equipo Deportivo Los Palacios.
A los integrantes del equipo juvenil de pelota, que bajo mi dirección
hubo de ganar el campeonato provincial, muchos de los cuales pasaron a
formar parte de nuestro equipo municipal: Wilfredo Hano, Pucho Cabrera,
(hijo de Pablo Cabrera), el Niño Pérez, los Hermanos Prier, entre otros
muchos.
Recordamos cuando el rio Los Palacios crecía y salía de su cause normal,
en la temporada ciclónica o de lluvias. Y recordamos con tristeza, cuando
uno de nuestros amigos del barrio, Feliciano Alonso, hubo de perder su
vida, al ahogarse en una de las crecidas del rio. Al querido hermano Eleuterio
León Medina, (El Barbero) y sus servicios prestados en el arreglo de pasaportes,
etc.
Jamás se borrará de nuestra memoria el dia que abandonamos Los Palacios,
en nuestro viaje hacia Madrid, España. Visitamos la casa de nuestros padres,
el dia anterior a nuestra partida. Hablamos al respecto con nuestra madre,
la cual comenzó a llorar, cuando comprendió que había llegado el momento
de mi partida.
No tuvimos valor para despedirnos de nuestro padre. Tan sólo pasamos a
su lado, (se encontraba frente al televisor) y lo miré pensando que podía
ser por última vez, lo cual resultó cierto, pués tan sólo casi dos años
después falleció.
. Recordamos, no con muchos detalles, pues cierta confusión prevalecía
en nuestra mente, cuando caminamos en fila india, en unión de mi hijo
Osvaldo Lázaro y mi sobrino Juan Carlos, así como con Cristina Hidalgo
y su hijo el querido Chino, rumbó al avión que nos alejaría de nuestros
seres queridos y de nuestra patria, que aunque se nos había advertido
por las autoridades en el aeropuerto, no mirar a nuestro alrededor, no
podíamos resistir la tentación de fijar nuestra vista en algunos miembros
de nuestra familia, (Hilda mi esposa, mi hermano Orlando), recostados
éstos contra los cristales del aeropuerto.
Recordaremos nuestro querido LOS PALACIOS, hasta el dia de nuestra muerte.
Chicago, Ill. U. S. A.
Septiembre, 1984.
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