Ancestors of TRUJILLO DE LA TORRE

Notes


192. LORENZO FELIPE NERI DE LA TORRE BARRIO LIMA

Pasó a Indias a principios del XVIII y aparece ocupado en el laboreo de minas en el asiento de San Juan de Lucanas en el Perú. (Representación de Jerónimo Sola y Fuentes, gobernador de Huancavelica a Fernando VI. Huancavelica, 30 agosto de 1746. Archivo General de Indias, Lima leg. 942.)
Comenzó ocupando el cargo de alférez y capitán de Infantería del Presidio de Callao.
Adquirió Minas de Plata en Huancavelica, Provincia de san Juan de Lucanas.
Editó un método para mejorar los rendimientos de la explotación de las minas que constituyó un hito en su época titulado: Arte o Cartilla del Nuevo Beneficio de la Plata en todo género de metales, fríos ocalientes, hallado por don Lorenzo Phelipe de la Torre Barrio y Lima, dueño de minas en el asiento de San Juan de Lucanas de la provincia de este mismo nombre en el reyno del Perú, Lima, imprenta de Antonio Joseph Gutiérrez de Zeballos, 1738. Reimpreso en Madrid por Juan Zúñiga, 1743, 3 h. + 50 pp. + 2h. Archivo General de Indias, sig 133/31.

III COLOQUIO DE HISTORIA CANARIO-AMERICANA (1977)
CASA DE COLÓN
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
(Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria)


LORENZO FELIPE DE LA TORRE, UN CANARIO
CON INTERESES EN PERÚ

(Una petición de mercedes frustrada)


MIGUEL MOLINA MARTÍNEZ

El expediente promovido por Cesáreo Agustín de la Torre sobre recompensa del trabajo realizado por su padre, Lorenzo Felipe de la Torre 1, nos ha servido para conocer algunos de los aspectos de la vida de ambos y, al mismo tiempo, seguir el rastro de una petición de mercedes que se prolonga por más de cincuenta años, protagonizada por esta familia canaria afincada en el Perú.

La presente comunicación es un ejemplo de las numerosas peticiones de dignidades que llenan nuestro siglo XVIII. Domínguez Ortiz, Palacio Atard, Lohmann Villena, entre otros, han rastreado algunas de estas peticiones. El caso de Lorenzo Felipe de la Torre viene a incrementar esa ya larga lista. Mas también se nos ofrece con unas características peculiares que reseñamos a continuación.

En primer lugar, sorprende su extensión en el tiempo. Esta petición se inició en 1749 y aún en 1801 no habia llegado a su fin.

En segundo lugar, hay que señalar que tanto el higo como el nieto de Lorenzo Felipe basan sus peticiones en los méritos de éste y no en los suyos propios. El contenido de las peticiones ha de interpretarse en función de motivaciones sociales y de prestigio, ya que la posesión de títulos era un honor ambicionado por todo hidalgo y, en cierto modo, provocado por el descrédito en que habían quedado las hidalguías. Sin embargo, en este caso no han de olvidarse las motivaciones económicas, especialmente, en la petición de Cesáreo Agustín de la Torre. Es evidente que quien pide esos títulos no pretende sólo el honor sino también el interés material al eximirse de determinadas cargas.

En tercer lugar, destacamos el incomprensible silencio de los virreinatos de Nueva España y Perú con respecto a este caso. Silencio más sorprendente aún teniendo en cuenta que estaba por medio el fomento de la minería, ya que se trataba de un nuevo método para beneficiar metales.

Por último, la negativa de la Corona no ofrece ninguna peculiaridad.


Esta negativa a acceder a las peticiones de títulos se repitió con bastante frecuencia a pesar de que el número de titulados aumentó considerablemente en la segunda mitad del siglo XVIII.
Metodologicamente, distinguimos dos partes. La primera es una breve reseña para situar en su contexto a Lorenzo Felipe de la Torre. La segunda analiza el proceso de la petición de mercedes, tanto de este como de su hijo, Cesáreo Agustín de la Torre, y su nieto, Lorenzo de la Torre y Urrutia.
La noble familia De la Torre procede de Gonzalo de la Torre, natural de Villanueva de la Torre - en la actual provincia de Segovia -, que se estableció en Tenerife en 1604, concretamente, en la ciudad de Tacoronte 2.
Como familia distinguida fueron numerosos los miembros de ella que sirvieron como regidores, capitanes, maestres de campo, llegando algunos a destacar en la lucha por la independencia de Venezuela. Tal es el caso del general de división don Pedro León de la Torre; el comandante don Acisclo de la Torre; el teniente coronel don Bruno de la Torre; el capitán don Miguel María de la Torre.
Otros miembros de la familia se distinguieron por sus inquietudes culturales y científicas. Entre ellos podemos citar al doctor don Juan Agustín de la Torre, abogado de los Reales Consejos, asesor del Real Consulado de Caracas, rector de su Universidad y fundador del Colegio de Abogados de dicha capital; al propio Lorenzo Felipe de la Torre por sus conocimientos sobre la Química ya su hijo Cesáreo Agustín como miembro fundador de la Sociedad de Amigos del País de La Laguna.
Del mismo modo, es frecuente encontrar miembros de esta familia dentro de Ordenes religiosas. El propio fundador de la familia se licenció en Teología y se ordenó presbítero; fray Gabriel y fray Amaro de la Torre fueron religiosos de la Orden agustina y doña Angela y doña María de la Torre, ambas monjas dominicas en Santa Catalina de La Laguna.
No entra dentro de los límites de esta comunicación ofrecer una exposición somera de toda la familia De la Torre. Bástenos lo ya apuntado para comprobar la amplitud de dedicaciones e inquietudes de dicha familia afincada en Tenerife y con una importante proyección en las Indias. Así, pues, vamos a centrarnos en Lorenzo Felipe de la Torre.

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Era éste natural de la ciudad de La Laguna. Hijo del doctor don Juan de la Torre, regidor perpetuo de Tenerife por Real Título de 29 de junio de 1672, y de doña Francisca Ruiz de Barrio y Lima. Como otros miembros de su familia, pasó a Indias a principios del siglo XVIII, pues ya en 1724 está ocupado en el laboreo de minas, en el asiento de San Juan de Lucanas 3.
A primera vista puede sorprender que un noble marchara a Indias y, más aún, que se dedicara a la minería, profesión que hasta entonces no confería prestigio social. Sin embargo, esta postura se comprende al conocer la situación del estamento nobiliario y, más exactamente, la de la nobleza canaria.
En un plano general, podemos afirmar que la movilidad social del siglo XVIII rompió la cohesión de la nobleza. Las peticiones de hidalguía fueron numerosísimas, especialmente, después que Carlos III las hiciera compatibles con las profesiones de comerciantes y fabricantes. Ante este hecho, la pequeña y media nobleza se sintió preocupada. Para ésta, los nuevos sectores constituían una amenaza, no sólo desde el punto de vista social, sino también desde el económico. El auge creciente de la burguesía hizo disminuir la valoración de los hidalgos que se empeñaban en exigir la pureza de sangre para mantener la unidad del estamento. En el plano económico, el desbordamiento fue mayor. En muchas ocasiones, la imagen exterior de la nobleza no coincidía con sus posibilidades económicas. Aunque la situación financiera de las grandes familias, tal como apunta Domínguez Ortiz, no ha sido estudiada con detalle, podemos afirmar que muchas atravesaban un momento desfavorable. Las causas de ello serían la falta de inversiones y el exceso de gastos. Las repercusiones de este hecho en la pequeña y media nobleza fue más grave al carecer estos sectores de la base material de aquellos.
En definitiva, la nobleza inferior sufrió directamente la pérdida del papel político, social y económico del estamento, por un lado, y la embestida de una naciente burguesía, por otro. Ante tal fenómeno, no es aventurado pensar que muchos de estos nobles pasaran a Indias en un intento de mejorar su nivel de vida, hecho que constata el profesor Sánchez-Barba 4.
Sin embargo, este esquema general que hemos trazado del estamento nobiliario hay que matizarlo si queremos aplicarlo a las islas Canarias.

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En efecto, existe un desfase entre la situación peninsular e insular. De esta forma, cuando el derrumbamiento de la nobleza se hacía patente en la Península en la segunda mitad del siglo XVIII, en las Canarias aún mantenía una posición relevante. Otra diferencia importante sería la base económica en uno y otro lugar. Esto es, la nobleza canaria, condicionada por la limitación de la tierra, no podía poseer los enormes mayorazgos que disfrutaba la castellana o andaluza.
En definitiva, las posibilidades de la nobleza canaria eran menores, lo que unido a su deseo de emular a los grandes nos confirma el hecho de que muchos pasaran a Indias para conseguir allí lo que no podían alcanzar en su tierra.
Comúnmente, estos nobles que marchaban a Indias comenzaban en puestos militares. Así, Lorenzo Felipe de la Torre ocupó, en un principio, el cargo de alférez y capitán de Infantería del Presidio del Callao. Posteriormente, se afianzaban mediante la concesión real de algún privilegio o título por sus prestaciones, tal como lo intentó este canario. Mediante este sistema se fue desarrollan una aristocracia indiana con apetencias similares a las de la metrópoli.
Lorenzo Felipe de la Torre encontró una posición privilegiada gracias a su matrimonio con dona Francisca Ceballos, hija de don José Ceballos Guerra, oidor de la Audiencia de Lima y de doña Josefa Marcelina Teresa Dávalos de Ribera y Ceballos, descendiente de don Nicolás Ribera, uno de los primeros conquistadores del Perú, y descendiente de los Adelantados de Sevilla. Lorenzo Felipe se vinculó a la minería al comprar minas en la provincia de Lucanas y convertirse en un ±aviador de los mineros de aquella zona. Esta vinculación se vio reforzada cuando su suegro, don José Ceballos fue gobernador de Huancavelica entre 1729 y 1732.5
El trabajo de Lorenzo Felipe de la Torre en las minas resultó, ciertamente, positivo. Levantó la producción de la provincia de Lucanas con su ayuda a los mineros de aquel real de minas. En sus propias posesiones el esfuerzo fue también patente. La cantidad de plata fundida y los beneficios reportados a la Corona por el derecho de quintos y diezmos entre 1724 y 1746 así lo confirman.
Lorenzo de la Torre fundió en esos años 599.136 marcos de plata y seis onzas. Todo ello supone para la Corona un ingreso de 789.475 pesos, tres reales y tres cuartillos. La cantidad de azogue consumida para tal producción se elevó a 5.264 quintales 6.
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Mas si Lorenzo de la Torre llegó a merecer el favor real no fue por este hecho sino por sus estudios en el campo de la minería. El laboreo de las minas peruanas se realizaba con métodos artesanos, casi primitivos, que impedían obtener cantidades de metales mayores. A medida que se dificultaba la extracción se hacía más patente la necesidad de aplicar técnicas más modernas. Otro tanto ocurría con los sistemas de beneficiar metales. La obtención de la plata se venía realizando con enormes gastos de azogue, trabajo y tiempo lo que, indudablemente, hacía disminuir los ingresos de la Corona. Por ser el azogue un mineral escaso, todos los ensayos destinados a reducir su necesariedad en las operaciones de beneficio contaba con el apoyo real.
Los trabajos de Lorenzo de la Torre se orientaron en este sentido. Medio siglo antes de que Gil y Lemos acusara recibo de la Orden que le mandaba traducir la obra de Von Born ±Elementos de Metalurgia 7, Lorenzo de la Torre publicó el método para beneficiar metales 8. Se basaba dicho método en la utilización del producto llamado colpa en Perú y caparrosa en España, lo que suponía un considerable ahorro de azogue.
El Rey al conocer tal ±Cartilla expresó su agradecimiento al inventor, comunicándole ±la especial gratitud que me ha merecido la actividad y aplicación con que os aveis dedicado al descubrimiento de esta invención que se considera podrá redundar en utilidad y beneficio común de estos Reynos y aunque se halla mi real ánimo dispuesto a recompensar vuestro celo y estudio, lo suspendo por ahora hasta que vos mismo propongáis lo que deseáis y os parezca proporcionado a vuestra situación actual 9.
Las palabras del Rey ponen de manifiesto la importancia que se le concedió al ramo de la minería del que dependía la mayor parte de la vida colonial y de la metrópoli. Pero, sobre todo, nos descubren la disposición de la Monarquía a gratificar servicios de este tipo que constituyen la base de una nobleza fundamentada en los merecimientos y no en la sangre.
Así, pues, conforme a los deseos expuestos por Fernando VI en la anterior Real Cédula Lorenzo de la Torre elevó al monarca una serie de peticiones que se concretan en las siguientes:
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1.® Merced de título de Castilla con la denominación de marqués de San Lorenzo de la Torre, libre de lanzas y media anata, para él y sus sucesores.
2.® Merced de hábito para él y para su hijo mayor.
3.® Mercedes futuras de los corregimientos de Lucanas, Cañete, Ica, Prisco, Paranicocha, Vilcas, Guaman y Castro Virreina, con la facultad de poder nombrar personas que los sirvan o que lo hagan los que casen son sus hijas 10.
La petición de la merced de título de Castilla es la más significativa. Tradicionalmente, esta merced había recaído en barones, vizcondes, condes o marqueses. En el siglo XVIII, por el contrario, se extendió a otras capas inferiores aludiendo, principalmente, a unos servicios prestados. El ideal de todo hidalgo era poseer un título de Castilla y semejarse a la alta nobleza, fenómeno que provocó la lucha entre ambos sectores.
Peticiones como la de Lorenzo de la Torre fueron frecuentísimas a lo largo del siglo XVIII según se desprende de los datos estadísticos. En tiempos de Carlos V existían alrededor de 100 títulos de Castilla; y a mediados del siglo XVIII sobrepasaban los 500 y en el censo de 1797 se contaba una cifra de 1.323 titulados para toda España11 .
La posesión de títulos era el verdadero elemento diferenciador de la nobleza. En este sentido, Lorenzo Felipe lo que pretende es continuar el ideal de vida nobiliario a pesar de la crítica que recibía del pensamiento y acción de los grupos ilustrados.
La petición del título libre de lanzas y media anata era una fórmula frecuente que llevaba emparejado, lógicamente, el privilegio de eximirse de estos impuestos. En América, el beneficiario del título de Castilla debía abonar a la Corona 2.000 pesos, además de satisfacer una cantidad equivalente a seis meses de sus réditos - media anata - e inscribirse en las listas de la nobleza para el pago del impuesto de lanzas.
La petición de la merced de hábito responde a la atracción mágica que ejercían todavía las insignias militares sobre todo hidalgo ya los privilegios que comportaba tal gracia 12.
La concesión de todas estas mercedes quedó supeditada a la comprobación y
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resultados de la colpa o caparrosa en el beneficio de la plata. En 1749, el Consejo envió Reales Cédulas a los Virreyes de Nueva España y Perú para que realizaran las prácticas indicadas por Lorenzo de la Torre en su método y emitieran su juicio sobre él.
En este punto encontramos uno de los aspectos más oscuros del expediente. Se trata de la falta de respuesta a estas Reales Cédulas. El silencio se puede atribuir a una posible pérdida de los documentos, pero extraña que se produjera tanto en Nueva España como en Perú. La única solución aceptable puede ser la muerte de Lorenzo Felipe, acontecida poco después. Muerto éste, se pudo pensar que ya no era necesario llevar a cabo los experimentos. Por su parte, la Corte pronto olvidó el caso, agobiada por otros asuntos y por el hecho de que no se produjeran reclamaciones ni nuevas peticiones.
Hubieron de pasar treinta y cinco años para que en 1784, Cesáreo Agustín de la Torre sacara a la luz el expediente, mandando al Rey un Memorial sobre los méritos de su padre y en el que señalaba que la disposici6n real de gratificarle no se había llevado aún a la práctica13.
Antes de examinar la petición de Cesáreo Agustín, veamos algunos rasgos de su personalidad. Cesáreo Agustín de la Torre y Ceballos nació en el pueblo peruano de Colpa. Cuando tenía dos años muri6 su padre quedando bajo tutores que gastaron la mayor parte de su herencia. Por ello, abandonó el Perú y volvió al mayorazgo que su padre había dejado en Tenerife.
En 1771 fue nombrado subteniente abanderado y de Compañía del Regimiento de Milicias de la ciudad de La Laguna, desempeñando el cargo durante cinco años y ocho meses. En este tiempo y durante un año estuvo instruyendo sin estipendio a los soldados.
El 23 de octubre de 1776 fue promovido a capitán del Regimiento de Milicias Provinciales de Güimar por el teniente general Marqués de Tabalosos. En esos años se ocupó de la instrucción de los soldados de su Compañía, costeándoles la pólvora para los ejercicios de fuego.
Fue miembro fundador de la Real Sociedad de Amigos del País en La Laguna. Además, fue Diputado del Común en los años de 1782 y 1783 14. Contrajo matrimonio en La Habana con doña Teresa de Urrutia. Finalmente, regresó a Lima, donde murió en 1824.
Cesáreo Agustín de la Torre encaja bien en el marco de la pequeña nobleza, distinguiéndose en la carrera de armas. El ejercicio de las milicias no estaba vedado a los
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miembros del estamento nobiliario; de ahí que los altos puestos del ejército y la armada fueran copados por las capas bajas de la nobleza.
En el siglo XVIII, Santa Cruz de Tenerife destacó como capital militar convirtiéndose en residencia de capitanes generales. Ello brindaba a Cesáreo Agustín un escenario idóneo para ejercer su carrera. No obstante, la simultaneó con otras actividades de índole cultural, a través de la Sociedad de Amigos del País.
La participación de Cesáreo Agustín en esta Sociedad nos confirma el hecho de que la pequeña y media nobleza fueran una parte importante de ellas. Las Sociedades Económicas fueron un vehículo para la actividad de los nobles inferiores, hidalgos sin título, que se organizan de esta forma ante la creciente burguesía.
Cesáreo Agustín, como su padre, participó del mismo deseo de emular a los grandes. Así se comprenden las peticiones que en 1785 elevó al Rey:
1ð.Titulo de Castilla, libre de lanzas y media anata con la denominación que su padre pidi6.
2ð.Grado de coronel del Regimiento de Milicias de Güimar.
3ð. Dos mercedes de caballeros pajes para sus hijos.
4ð. Pensi6n equivalente al beneficio de seis corregimientos, dispensando lo necesario para las necesidades religiosas de su hermana doña Rosa de la Torre, interna en el Convento de las Nazarenas de Lima 15.
Todo ello lo pide en base a los meritos de su padre que no habían sido recompensados. La concesi6n no tuvo efecto en ese momento por- que hasta entonces la Corona no conocía ningún informe de los Virreyes sobre la utilidad o no del método inventado por Lorenzo Felipe de la Torre.
Su propio hijo, aunque sostenía que se dieron muchas ventajas, apenas podía ofrecer pruebas concretas. Se limitó a dar algunas referencias donde se mencionaba el trabajo de su padre.
Así, fray Benito Feyjoo en el tomo II de sus ±Cartas Eruditas), la carta número 19 alude al método de la colpa o caparrosa. Otro tanto hace el autor del ±Semanario Econ6mico) en su tomo II, desde el folio 127 hasta el 164. Por último, existe otra alusi6n del intelectual Juan de Iriarte en el epigrama 558 de su libro ±Obras Sueltas), tomo I 16.
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El Consejo reconoció la ±omisión que han padecido los ministros de Indias, habida cuenta que no se habían recibido noticias desde las Reales Cédulas de 1749. El de1 conocimiento de los experimentos nevó a la Contaduría General a retrasar la petición de Cesáreo de la Torre hasta que se tuvieran datos concretos 17. Ante este informe, se dictaminó enviar nuevas Reales Cédulas a los Virreyes con igual contenido que las de 1749. Se expidieron el 6 de enero de 1786 y todavía en junio de 1792 estaban sin respuesta.
Si antes la muerte del beneficiario pudo explicar el silencio de los ministros de Indias, ahora resulta más incomprensible justificar el nuevo retraso. Cabría pensar que no interesara realizar el método de la colpa o caparrosa; no hay que olvidar que por estas fechas marchó a Indias la expedición del barón de Nordenflicht. El optimismo con que el Virrey y el sector minero recibieron a esta expedición pudo haber relegado a un segundo plano las experiencias de Lorenzo de la Torre. Mas esto no justifica que no dieran cumplida cuenta de ello ala Corona.
Hasta que no aparezcan nuevos testimonios, la sorprendente lentitud de este expediente ha de atribuirse al caos de la administración indiana; anquilosada por una burocracia enervante. Sea cual fuere el motivo, la cierto es que la Corona no negó a conocer los resultados de los experimentos. Ello interesa reseñarlo porque la Corte basará su negativa a conceder las mercedes en este desconocimiento.
Como ya hemos señalado, Cesáreo de la Torre apoyó su petición en los méritos paternos. Sin embargo, especificó que las mercedes no se pedía por la utilidad del método, sino por la ±actividad y aplicación 1 que demostró su padre 19. Ciertamente, Fernando VI en la Real Cédula de 12 de febrero de 1744 agradeció su actividad y aplicación, pero más adelante señaló la ±utilidad y beneficio que sé debían desprender del invento para todo el Reino.
Sin duda, Cesáreo de la Torre hizo esta aclaración pensando que no se habían realizado las pruebas y ello le podría privar de la recompensa. Este temor estaba fundado, pues ya conocemos la postura de la Corona. En efecto, el Fiscal respondió a la instancia del 23 de marzo de 1786 determinando que no se podía continuar los trámites hasta que no se conocieran los resultados del nuevo método 20.
Pese a esto, Cesáreo de la Torre siguió adelante aunque con un
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sensible cambio de postura. En su instancia de 9 de febrero de 1787 se mostraba dispuesto a rebajar sus peticiones. El Fiscal, transcribiendo las palabras del capitán de Milicias, comunicó al Consejo que ±en caso de que pareciesen excesivas, aunque habían sido reguladas por las que introdujo su padre, se contentaba con las que S. M. se dignase con- cederle para salir de los atrasos en que había caído su casa y familia por la muerte de su padre 21.
¿Estaba Cesáreo de la Torre arruinado? No hemos llegado a conocer los documentos que nos aclaren la situación financiera de la familia. Sabemos que Cesáreo de la Torre regresó del Perú con una mínima parte de la fortuna que su padre había conseguido. No obstante, en Tenerife se mostró desprendido. Hemos visto cómo instruyó a los soldados sin recibir estipendio por ello; cómo costeó la pólvora para los ejercicios de su Compañía. Además, donó sus casas al Rey para sufragar gastos de guerra.
Sin embargo, creemos que todas estas acciones más que a una favorable situación económica, lo que ponen de manifiesto es ese deseo de sobresalir, de hacer alarde de una ostentaci6n de clase que, con frecuencia, conduce a situaciones ruinosas.
Si Cesáreo de la "Torre aprovechó, en principio, los méritos de su padre para elevar su condición social, ahora los utiliza para salir ±de los atrasos en que había quedado su casa.
Atendiendo a esta circunstancia, el Fiscal fue partidario de que el Rey remunerara de algún modo a esta familia. Así lo expuso cuando escribió al Rey que ±puede V. M. usando de su acostumbrada benignidad hacer alguna demostración a favor de don Cesáreo y de los demás miembros de Su familia 22.
Pero el Rey y el Consejo siguieron firmes en esperar el informe de los Virreyes antes de dar una resolución. Esta postura implica una negativa a la concesión de las mercedes planteadas por Cesáreo de la Torre. Igualmente influyó que el beneficiario no se apoyaba en méritos propios. Esta medida había sido estimulada por la Corona para 1ograr la dedicación de los inferiores a tareas útiles al Estado. A su vez, este sistema constituía un poderoso elemento transformador de la teoría nobiliaria tradicional al conceder más importancia a los valores personales que a la herencia de sangre. Desde este punto de vista, os méritos de Cesáreo de la Torre carecían de la altura suficiente para merecer aquella serie de peticiones, pero él siguió insistiendo.
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En 1790, estando ya en el trono Carlos IV, elev6 una nueva instancia alegando, una vez más, los méritos de su padre. Dos años pasaron hasta que la Contaduría General emiti6 su informe negativo, basa- do ahora en dos puntos.
El primero era conocido; esto es, que ±el asunto no tiene estado en el día hasta que lleguen los informes pedidos en el punto de los efectos de la colpa o caparrosa sobre el beneficio de los metales23. El segundo hacía referencia a ±no acompañarse la conduciente justificaci6n de nobleza de sangre del interesado, ni menos acredita los fondos raíces de que sea en la actualidad posehedor para mantener el lustre de la Dignidad que solicita 24.
En consecuencia, con estos dos puntos, el Fiscal dlctamm6 que ±nada hay que hacer en el día acerca de la recompensa del proyecto de su padre y por lo respectivo a su actual solicitud de título de Castilla, deberá instaurarla conforme a la citada Real Resoluci6n y hasta tanto no se podrá tomar providencia alguna 25.
Con el nuevo punto que aparece ahora y el dictamen del Fiscal, las pretensiones de Cesáreo de la Torre sufrieron un duro golpe. De los requisitos para obtener el título de Castilla, la hidalguía y la pureza de sangre no le debía suponer problema alguno. Los verdaderos obstáculos eran otros requisitos tales como los caudales y bienes raíces que tenía que poseer, la cantidad que tenía que pagar a la Corona y los méritos personales.
En definitiva, Cesáreo de la Torre no consigui6 nada y volvi6 al Perú. Su hijo, que pudo haber disfrutado de la merced de hábito y ser Caballero Paje se contentó con la plaza de oficial de la Administración de Correos de Lima. Pese a ello, también aprovech6 los méritos de su abuelo para solicitar al Rey la plaza de Oficial Real de Cuzco 26.
El sistema de peticiones había llegado a estos extremos y no debe sorprender, por tanto, que encontremos esas listas numerosísimas de pretendientes. En los umbrales de la nobleza existía una multitud de hidalgos empobrecidos que creían que les bastaba ~u nombre para que el Monarca les recompensase. La realidad se encargaría de demostrarlas lo contrario.
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INTERVENCIONES:
Leopoldo de la Rosa. -
TEXTO DE SU INTERVENCIÓN:
La familia de Torre Barrio y Lima destacó por el número considerable de estudiosos, abogados, sacerdotes, etc.
De origen valenciano, uno de sus últimos miembros conocidos fue el Pr6cer de la Independencia Venezolana, general Le6n de la Torre, que se le conoci6 por ±Le6n Torres.
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{Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Cartas eruditas y curiosas (1742-1760), tomo segundo (1745). Texto tomado de la edición de Madrid 1773 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo segundo (nueva impresión), páginas 257-262.}

1. Muy señor mío: Recibí con mucho gusto, y leí con mucho más, el impreso intitulado: Arte del nuevo beneficio de la plata, hallado por Don Lorenzo Felipe de la Torre Barrio y Lima, dueño de Minas en el Asiento de San Juan de Lucanas, en el Reino del Perú, que Vmd. me hizo el honor de remitir. ¿Y qué Español no sentirá igual complacencia a la que yo siento, al ver estampada la noticia de un Invento tan portentosamente útil a toda España? ¿Ni quién rehusará amar, y venerar al Inventor, como uno de los más gloriosos, y magníficos bienhechores, que en toda la serie de los siglos produjo el Cielo a esta Monarquía?

2. Dice Plinio, que los Antiguos colocaron en el número de las Deidades a algunos Inventores de cosas útiles a la vida humana: Singula quosdam Inventa Deorum numero addidere (in Proemio, lib. 25). Y aunque en todo deliró la Idolatría, creo que este fue su menos culpable error. Con alguna apariencia se puede decir, que los Inventores son unos seguros criadores de los entes. La creación da la existencia a las cosas, la invención el uso; y sin el conocimiento del uso quedaría en muchas, por la mayor parte, inútil la existencia. A título, pues, de una aparente segunda creación parece que atribuyó el Gentilísimo a los Inventores una especie de Divinidad.

3. Si la Religión nos impide atribuir a los Inventores el grado de Deidades, nos permite colocarlos en una [258] clase superior a los demás hombres; y esto que la Religión permite, la razón lo persuade.

4. Guillelmo Bulkeldio fue un Flamenco, que no tuvo por dónde distinguirse entre sus Compatriotas, más que por haber inventado el modo de preparar los Arenques, pececillo humilde, pero muy útil, para que pueda conservarse mucho tiempo. Pero esto fue un capítulo de distinción tan ilustre, que le hizo merecedor de un magnífico sepulcro; y lo que es más que su sepulcro fuese muy de intento visitado por el Emperador Carlos V, y por su hermana la Reina de Hungría, haciendo este honor a las cenizas del Descubridor de aquel secreto, que no se dignaron de hacer a las de tantos Héroes, cuyos sepulcros brillan en muchas partes de Europa.

5. Y con mucha razón. Yo miro esos, que el mundo llama Héroes, denominación que ya se hizo propia de todos los que tienen la cualidad de Guerreros insignes, como unas llamas elementales, que abrasan otro tanto como brillan. Y al contrario los Inventores de cosas útiles, como lumbreras de superior esfera, Astros benéficos, que influyen, y alumbran, pero no queman.

6. Esas mismas Minas de la América, que dieron materia a la gloria de Inventor, que logró nuestro Don Lorenzo, nos ofrecen el justo paralelo, que debemos hacer entre esas dos clases de hombres famosos. Esas mismas Minas de la América, digo, que dieron materia a la gloria de Inventor, que adquirió nuestro Don Lorenzo, esas mismas fueron objeto, y asunto de las proezas con que varios Españoles adquirieron en el mundo el glorioso atributo de Héroes. No tiene duda que estos llenaron a España de riquezas, pero después de inundar la América de Sangre, no sólo de los Bárbaros Indios mas de los mismos Españoles. ¡Qué Teatro tan lleno de lástimas ofrece a la consideración aquel gran trozo del mundo en las Historias de aquellos tiempos! Con más propiedad se aplicaría a las Guerras de Indios, y Españoles aquel profético entusiasmo de la Sibila Cumea, bella, [259] horrida bella, que en el vaticinio, que pronunció al Héroe Troyano. Batallaban los Españoles con los Indios, y con los Españoles batallaban los Indios, y los elementos; y con igual furor que los elementos, y los Indios, unos Españoles con otros. No desoló tantas Provincias la ambición en Europa, Asia, y Africa en el largo espacio de veinte siglos, como la codicia en la América en uno sólo. Siendo tanto el estrago de los vencidos, no padecieron menos los vencedores. Ninguna gente sufrió tantas, ni tan duras calamidades como aquellos Conquistadores. El menor daño, que recibieron, fue el de las flechas enemigas. Mucho mayor destrozo hicieron en ellos el frío, la hambre, la sed, y la fatiga. ¡ Cuánta multitud se quedó helada en los tránsitos por aquellas altísimas nevadas cumbres! ¡Cuánta, después de devorar los propios caballos, se hizo pasto de hierbas venenosas, y de las más inmundas sabandijas! ¡Cuántas, aun faltando éstas, y por consiguiente todo alimento, se quedó exánime por los páramos a ser pasto de aves, y fieras! No sé si fue aun más lastimoso que todo esto el que en varias ocasiones unos Españoles fueron pasto de otros. Así como algunos iban muriendo de hambre, con sus descarnados cadáveres daban alimento a los que restaban vivos. Pero lo que causa el mayor horror es ver ensangrentados como feroces bestias unos Españoles en otros. Cuántas calumnias, perfidias, crueldades pueden inspirar la envidia, el odio, el furor, tantas se vieron reciprocar frecuentemente entre los Conquistadores de la América; llegando más de una vez la enemiga rabia al extremo de prohibir la administración del Sacramento de la Penitencia a los que muy de pensado, y sobre seguro se condenaba a muerte.

7. Tan trágica fue la conquista de la América, que hicieron nuestras Armas. A tanta costa se descubrieron sus Minas. No hay vena de oro, o plata en ellas, que no haya hecho verter arroyos de sangre de humanas venas. El careo del hallazgo de las preciosidades de la América, que hizo la fuerza de las Armas, con el descubrimiento [260], que en orden a esas mismas preciosidades debemos hoy a nuestro Don Lorenzo Felipe de la Torre, pone visible lo que dije arriba; que la gloria de los Inventores es sin comparación mayor que la de los Conquistadores; que aquéllos son unos Astros de luz pura, destinados por la Providencia a esparcir beneficios influjos sobre la tierra; estos fuegos elementales, que cebándose en Provincias, y Reinos, como en propios combustibles, a costa de ruinas granjean sus esplendores.

8. Dentro de las mismas Minas descubre otras Minas el ingenio de D. Lorenzo, mostrando el modo de aumentar la utilidad del Mineral. Digo que a su ingenio debemos este precioso descubrimiento; pues aunque él con una rarísima modestia nos insinúa, al parecer, que su invención fue como efecto de la casualidad; en el mismo rebozo, de que usa su modestia, veo con bastante claridad, que el descubrimiento fue parto de su peregrina penetración. La rebeldía que experimentó en un trozo de Mineral, resistiéndose éste al beneficio, por más arbitrios, que discurrió para reducirle, le ocasionó el recurso a la Colpa (especie de Mineral, cuya exacta descripción nos da, y en cuyo uso halló, no sólo lo que deseaba para aquel caso, mas para aumentar la cantidad, y mejorar de la ley toda la plata que ministran las Minas). Oigamos cómo se explica sobre esta última tentativa, después de experimentar inútiles toda las antecedentes.

9. Cuando el pensamiento (dice) se va a fondo, suele valerse de cualquiera tabla; y así, ofreciéndoseme el de echar mano del material de la COLPA, por parecerme, que podría ser de algún provecho, hice con él ensayos por menor, y desde luego reconocí su actividad. Estas expresiones suenan, que el Autor casi enteramente debió a la fortuna, sin intervención del discurso, este feliz encuentro: que fue un presente, que la casualidad hizo a la idea: una ocurrencia no precedida de meditación alguna seria que la mereciese: un arrojo de la imaginativa, más que esfuerzo de la razón. Esto suenan las [261] expresiones, porque el Autor quiso servirse de expresiones, que sólo esto sonasen. Mas a poca reflexión, que se haga, se hallará, que este descubrimiento es una de aquellas producciones, que sólo se logran a influjo de los más sublimes Ingenios.

10. Vese por el contexto de la relación, que el Autor, después de experimentar varios para su intento cuantos medios le sugirió su consumada pericia en el Arte del beneficio de las Minas, sin vaguear tentativamente por otros innumerables materiales, que pudieron presentarse a su imaginación, únicamente echó mano de la Colpa. Esta fue una elección de medio, la cual necesariamente supone conocimiento de su conducencia para el fin; y tal conocimiento en tal materia, aun cuando sólo le supongamos probable, o conjetural, no siendo hijo de la experiencia, como aquí no lo fue, sin duda dimana de una especialísima penetración filosófica: especialísima digo, porque cuando la experiencia no previene con alguna luz, envuelta en densísimas tinieblas está la actividad de las causas, y la recíproca proporción de los agentes con los pasos.

11. En efecto, en todo el discurso de su Escrito muestra Don Lorenzo, que es un excelente Filósofo. Con mucho gozo, y con no poca admiración, he visto cómo reduce a un clarísimo mecanismo todas las acciones, y efectos de los agentes, que intervienen en la purificación de los metales: materia tan ignorada de infinitos, que obtienen en el mundo el nombre de Filósofos, que no pueden hablar en ella sino las voces no significantes de simpatía, y antipatía. ¿Quién podría esperar de un Sobrestante de Minas aquel conocimiento de la Filosofía Corpuscular, y de la Espargírica, que brilla en todo su Escrito, y que sólo logran los que única, y enteramente se dedican a estas especulaciones en la laboriosa tarea de las Academias? Ni es menos admirable que esto, que quien está aplicado a un ministerio, donde la esperanza de la utilidad suele arrastrar hacia ella toda la [262] atención, se halle dotado de todas aquellas cualidades, que constituyen un noble Escritor, como son un bello método, una explicación clara, una dicción pura, una frase elegante. Ciertamente es Don Lorenzo uno de aquellos pocos hombres, a quienes Dios hizo, si no para todo, por lo menos para mucho.

12. Mas al fin, hombres doctos, discretos, agudos, y elocuentes siempre los tuvo España, y siempre los tendrá. Por esta parte no es Don Lorenzo más que uno de tantos: es una de muchas Aguilas; mas por su peregrino Invento es singular, y único Fénix. Un Inventor célebre basta por sí solo para ennoblecer una Nación entera. Pero Don Lorenzo es un Inventor, que ennoblece, y juntamente enriquece a la nuestra. Y para cúmulo de su gloria hace uno, y otro con tan generoso desinterés, que no sólo no pide a la Corona, o a la Patria premio alguno por el gran servicio, que le hace, más positivamente renuncia el derecho que tiene para pretenderle. Mas esto mismo le hace más merecedor de él. Con mucho menor motivo han conseguido otros de sus Patrias Estatuas de bronce, y mármol; y de mi dictamen, Plata debía erigírsela España a Don Lorenzo, para que sirva en la posteridad para su gloria la misma materia, que dio asunto a su mérito.
Nuestro Señor guarde a Vmd. &c.


197. TERESA MALLIA

The Origin of the Mallia surname.

Surname in Malta since 1419, probably originally 'di Mallia' a locality on the island of Crete: V.Morabito Impala', pp 43-4:' cognome Sicciliano e Maltese Mallia.


Ref: Place Names of the Maltese Islands, ca 1300-1800 by Geoffrey Wettinger.

(http://fast.net.au/tancarville/surnames/malliaS.txt)


200. JOSE ANTONIO HERNANDEZ-DORESTE MEDINA (PERDOMO)

Fundador de la Familia Doreste en Las Palmas. Se avecindó en los altos de Santo Domingo, entre la Portadilla de San José y la Alta Vegueta.


201. ANGELA DE ALEMAN PEREYRA

En el expediente matrimonial de su hija Teresa Bernarda María de las Mercedes (17/12/1799) se dice que tiene 54 años mas o menos. Por tanto, la fecha aproximada de nacimiento es 1745. (Buscar en L.20 de bautismos del Sagrario [28/03/1742-16/03/1749] no tiene índice)


202. BLAS FELIPE ROMERO DE ROSALES

Encontré una referencia en el índice del L.7 de matrimonio de uno de sus hijos: Salvador Romero.


205. ADRIANA JOSEFA MARIA DE CAMPOS (ESPINO) ALVARADO

EN LA PARTIDA DE MATRIMONIO DE SU HIJO (CERTIFICACION TIPO) APARECE COMO NATURAL DE TELDE (?).

En el testamento de su marido se hace referencia a una hermana llamada Dª. María de Campos.


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