Pasadas las ocho de la noche del Sábado 9 de Octubre, el ambiente en la ciudad parecía ser el de cualquier otro sábado. Pero, a decir verdad, esto no era así para muchos octubrinos. Mientras caminaba por las prolongadas primeras cuadras de la Av. Tingo María, comenzaba a recordar aquellas mañanas en que uno las recorría a paso ligero para llegar antes de que las banderas estuvieran izadas y llegáramos en tardanza. También recordaba aquellas tardes en que salíamos en grupo, ó aquellas últimas noches en que nuestra generación la pasó reunida, durante los ensayos promocionales de Enero 1988. Estos últimos recuerdos tal vez eran los más recurrentes, ya que en su momento marcaron, sin pretenderlo, el final de una etapa. Una etapa que, luego de muchos años, parecía reabrirse cuando por fin llegábamos a la siempre impresionante Plaza de la Bandera, que ahora lucía espectacularmente iluminada, y que servía como marco perfecto para el inicio de una noche que prometía momentos realmente trascendentes. Al llegar a las cercanías del colegio, logramos distinguir alguno que otro auto estacionado por allí, como deslizando la idea de una acogida bastante tibia para la noche de reencuentro. La impresión cambió bruscamente al llegar a la puerta principal y encontrarnos con pequeños grupos de personas, quienes como en la época de los quinceañeros permanecían en el lugar esperando a los viejos camaradas. Al no distinguir a ninguno de mi promoción, decido ponerme en la numerosa cola de ingreso para poder acomodarme temprano en algún buen lugar del punto de reunión. Cuando por fin chequean mi tarjeta y me permiten el ingreso, decido recorrer pausadamente el camino hacia el patio del pabellón Confucio, como haciendo tiempo para recibir la primera gran sorpresa de la noche. Porque fue una gran sorpresa ver a tanta gente al interior del plantel, en una hora que muy pocos suelen considerar ideal para una reunión. Minutos después me topo con Norma Morillo y Andrés Ticerán. Con sus buenas referencias ellos permiten que me ubique mejor en un ambiente que no dejaba de sorprenderme. Allí destacaban las decenas de mesas ubicadas bajo el inmenso toldo que yacía en el lugar desde la tarde del día anterior, con una iluminación que te hacía sentir como en un gran salón. En medio de todo esto, casi en la primera fila, logro divisar a los más puntuales de la promo. De inmediato me ubico con el grupo, luego de saludar a Sophía Sumarán, "Nacho" Arrese, Martín Macedo, Pedro Iza, Juan C. Chung, Claudia Menéndez y Vicky Quiroz. Todos lucían asombrados por el buen ambiente, y a la expectativa por los que iban llegando. De pronto, uno de los ex-alumnos que había tocado el día anterior en la "Banda de antaño" (por llamarla de una forma) sube al escenario instrumento en mano, y luego de presentarse comienza a interpretar algunas piezas completamente solo. Nadie podía negar que el hombre tenía agallas. Entre broma y broma, el amigo logró calentar un poco más el ambiente, que para entonces se veía cada vez más lleno y ponía de manifiesto que la reunión no sería tan íntima como algunos nos imaginábamos. En ese momento recordé que al ingresar al colegio habían unos letreros que decían "Tarjetas para la cena agotadas", lo cual significaba que al menos 600 personas estaríamos reunidas esa noche. A eso de las 9:30 pm, todo parecía ponerse de cabeza. Cada vez llegaban más y más personas de la promo, y ya no sabíamos cómo hacer para poder acomodarnos todos juntos. Algunos inclusive tomábamos algunos lugares ajenos y luego los perdíamos (sino pregúntenle a Jéssica Castro, a quien le quité el sitio sin saberlo, para finalmente devolvérselo de la misma manera). Las mesas que teníamos asignadas aparecían un poco dispersas, así que decidimos seguir el orden "de facto" que a las finales todos los ex-alumnos comenzaron a imponer. Tomamos las mesas más cercanas "por asalto", y luego de agregar algunas sillas extra logramos terminar todos juntos. Al fin y al cabo esa era la consigna de la noche, ¿verdad?. Diez de la noche. El equipo de sonido instalado en el escenario (ubicado a un costado de la cancha de futbol) suena cada vez más fuerte, y algunos pies no resisten la tentación. Pequeños grupos de ex-alumnos pretenden iniciar el baile, cuando de pronto una silueta conocida sube de improviso al escenario, y ordena quitar la música. El abucheo general no se hace esperar, mientras las carcajadas destacan por uno y otro lado. "Creo que no hace falta que me presente", dice el Teacher Tan a modo de saludo. "¿Ese no es Ching?", dice alguien de la promo. "¡¿Quién es ese?!", dice otro. El ambiente comienza a ponerse bueno, mientras el Teacher esboza una sonrisa de satisfacción. "Que gran respuesta la de esta noche", dice acto seguido. Y luego comenta algunos de los primeros diálogos vividos en la velada. Nos manifiesta que una reunión como esta no se había realizado anteriormente porque "se estaba esperando el momento justo". Y el 75° Aniversario lo era. Luego habló sobre el local de esparcimiento que tiene el colegio, y que podríamos aprovechar en el futuro con nuestras familias. A estas alturas de la noche el patio del pabellón Confucio estaba totalmente copado. El Teacher procedió a leer una extensa Moción de Saludo enviada por el Congreso de la República (muy bien tomada por la concurrencia, como es de suponer), y luego invitó a todos a realizar un brindis. La gente dejó por un instante la chacota, y todos participamos de un momento emotivo. Creo que aquellos hurras y aplausos por el colegio, que vinieron a continuación, se escucharon perfectamente en todo Breña y en los distritos aledaños. Por fin, llegó la hora de la cena. Y con ello el momento de algunos malabares para aquellos que estábamos agrupados en mayor número en las mesas respectivas. El ambiente era buenísimo, así que a nadie le importaba el pasar por algunas incomodidades. Uno de los que más se esforzaba por ver a la gente muy bien ubicada era el siempre entusiasta Percy Rivas. El hombre estuvo tan dedicado a esta tarea autoasignada, que al final casi se queda sin lugar. Finalmente todos estuvimos OK, y disfrutamos de la comida mientras el grupo "Revolver" se encargaba de mantener al tope el ambiente. El baile en sí empezó a eso de las 11:30 pm. Lástima que sólo pudimos disfrutar de la banda rockera hasta la medianoche, pues así lo estipulaba su contrato. Sin embargo, esto fue suficiente para encender la chispa en la pista de baile, la cual quedó realmente chica para la numerosa concurrencia. Una de las primeras piezas la terminé bailando con la recordada profesora Pozzuoli (como en la época de las fiestas de promoción de primaria, dirían algunos), quien alcanzó a comentarme que todo el mundo estaba asombrado por como estaban resultando las cosas. Y todo esto a pesar que la organización practicamente había corrido sólo por cuenta de la naciente y poco experimentada Asociación de Ex-alumnos. A eso de las 12:30 am, una nueva banda, o más bien orquesta, empezaba a instalarse en el estrado, mientras el equipo de sonido se encargaba de cubrir el cambio en el escenario. Los reencuentros no cesaban, y cada vez éramos más los ex-alumnos presentes en la reunión. Esto se debía a que las puertas del plantel fueron abiertas para más ex-alumnos luego de culminada la cena, con tal de permitir la participación de la mayor cantidad de octubrinos egresados que fuera posible. Cuando la orquesta ensayaba sus primeras piezas, el Teacher vuelve a hacer su aparición. Minutos antes había tenido la oportunidad de charlar con él, y me había manifestado que todas las expectativas para esta noche habían sido superadas. Finalmente habían sido vendidas más de 700 tarjetas (la mayoría el día anterior), y permitido el ingreso a más de 300 ex-alumnos luego de la cena. Es decir, más de mil personas se encontraban reunidas en el climax de la reunión. Ahora, el Teacher se encontraba en el estrado para intentar descubrir cuál era la promoción más numerosa de la noche. Lo que vino luego fue un agradable loquerío. Las promociones se empezaron a juntar, y una a una desfilaron en la parte baja del estrado, ante decenas de cámaras fotográficas y filmadoras que perennizaban uno de los momentos más importantes de la noche. Y, si bien es cierto que hubieron grupos bastante numerosos (como las promociones de 1983 y 1988), creo que la nuestra terminó imponiéndose (que panudo, ¿no?). Y no sólo por número, sino también por bulliciosa... Antes de nuestro momento cumbre, ya habíamos estado preparando nuestro ingreso al escenario. Nos ubicamos estratégicamente, y logramos concentrar al grupo adecuadamente. Inclusive logramos incorporar a la Miss Gloria y a la Miss Ofelia, para que nos acompañaran en ese momento tan especial. Finalmente, cuando estuvimos en medio de toda la expectativa, el grupo reaccionó espectacularmente. El Teacher inició el asunto al identificar a Percy y recordar aquella anécdota con David Hayashida en una de las últimas noches del viaje de promoción (¿No se acuerdan?, entonces pregúntenle a Percy...). Los abrazos, saltos y carcajadas al grito de "¡¡¡ochentaysiete, ochentaysiete!!!" casi no dejaban escuchar los nombres que el Teacher alcanzaba a identificar, al mismo tiempo que manifestaba su reconocimiento al grupo, por ser uno de los que más había impulsado la idea de la reunión de ex-alumnos. Entre todas estas menciones destacó la de Mónica Begazo, quien había sido una de las principales responsables de la velada. Media hora después las cosas se calmaron un poco, y la pista de baile volvió a poblarse como en los primeros momentos danzantes de la noche. La orquesta "Seventy Seven" (la misma que tocó en nuestra fiesta de promoción, como bien recordarán) se lució interpretando los temas de moda, mientras que la gente se entregó por completo a la diversión. Sólo así puede explicarse que algunos de la promo se atrevieran a subir brevemente al escenario para bailar una de las piezas, incluyendo a este servidor que aún no idea la manera de hacerle pagar "tremendo roche" a Doña Cecilia Flores (Pero no te preocupes Ceci; ya se me ocurrirá algo...). Los reencuentros, que duda cabe, fueron la esencia de la noche. Con la alegría que siempre nos caracterizó, allí estuvimos reunidos más de cuarenta integrantes de nuestra promoción, entre las cuales destacaron aquellas que vinieron del extranjero o desde el interior del país sólo para esta ocasión tan especial, como Patricia Shack, Norma Morillo y Janneth Fuentes. También estuvieron los "reaparecidos" Antonio Bardales, Pedro Iza, Gabriel Ramón, Luis Morales, Miguel Wong, Alexander Lazarte, Daniel Arce, Eliana Castillo, Jenny Salazar, Adrián Montalvo, y muchos más. Todos y cada uno con una historia particular que contar, ya fuere de la época escolar, o alguna aventura más reciente. Cabe resaltar que una de las personas que más se movió para reunir a tanta gente fue Mónica Rosales, quien también es una de las que "reapareció" en los últimos tiempos. La "Seventy Seven" sólo permaneció en escena hasta las 3:00 am. Y si bien es cierto que ellos dijeron que ponían el "fin de fiesta", lo cierto es que la reunión no acabó con aquel popurrí de temas de "Los Enanitos Verdes" (para muchos, la mejor interpretación de la noche). El equipo de sonido volvió a hacer su aparición, y amenizó el baile por lo menos una hora más. Y puedo asegurarles con total seguridad que si no lo desconectaban hasta el amanecer, igual nos quedábamos todos bailando hasta ver el sol aparecer sobre el horizonte. Lamentablemente tuvieron que desarmarlo a eso de las cuatro de la mañana. El silencio musical fue seguido por amagos de reunión inmediata en la casa de alguien (la típica, ¿no?). Nosotros nos retiramos mientras algunos trataban de ponerse de acuerdo, pero era evidente que la noche ya estaba llegando a su final. Y esto a pesar que más de 300 personas seguían reunidas formando bulliciosos grupos, que no paraban de celebrar este exitoso reencuentro. Un reencuentro que se quedó corto de tiempo, y que esperamos continuar en una ocasión muy, pero muy cercana...
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