Era tarde, pero no podía resignarme al sueño, por ello me levanté a la media noche y me fui a caminar. La niebla de la noche me hizo perderme y me creía en una plaza desconocida, como si fuera una combinación de todo lo mejor de las plazas que conozco, cuando me topé con alguien en una esquina de ella. Por su porte y su sonrisa mi miedo inicial se desvaneció mientras
mirándome fijamente señalaba hacia el templo, cosa que me arrancó las preguntas que surgían espontáneamente: ¿Quién es usted? De dónde viene? ¿Qué hace aquí a estas horas? Pero
mirándome lánguidamente de nuevo, caminando conmigo hacia el templo, corazón de mi pueblo, aquel personaje comenzó a hablar, explicando, preguntando y respondiendo a sus propias investigaciones como si yo no estuviera:
Hoy, sentado en esta esquina de la plaza, contemplaba el primer cementerio de nuestro pueblo, deseoso de saber en que parte estarían enterrados mis muertitos. ¿Qué? ¿No lo sabía? Pues sí, allí, allí mismo, me insistía, señalando los alrededores del tempo, allí en el atrio de la Iglesia y hasta en su subsuelo, rodeando las paredes del mismo y aún dentro, en ese nuestro primer y más antiguo templo están los restos de quienes dieron vida a los padres de los padres de los padres de
nuestros abuelos, tíos y padres. Allí arriba, a la izquierda estaba el primer tramo, lugar en el cual enterraban a nuestro gente pudiente, ricos y hacendados como los Navedo, Correa, Vega,
Negrón, López y Otero. Allá, para la derecha quedan los enterramientos de los de clase media, los trabajadores blancos y pardos, mientras aquí rodeando las paredes hasta aquí, sí hasta el fondo, se encontraba el tercer tramo, reservado para los indigentes, los forasteros y los cuerpos de los negros esclavos de la comarca.
Sí, me dijo tristemente, allí están, olvidados. ¿Se asombra? pues para más decirle, mientras pase por allí diariamente sin saber ni recordar que son también tuyos aquellos que viven allí, el olvido en que los tenemos los asombra y entristece. Te diré que aquellas doncellas que murieron sin conocer el pavor de sostener en sus brazos a su primogénito lloran ese olvido como lo lloran los cientos de recién nacidos que murieron porque las comadronas no sabían que instrumentos y herramientas mohosos no eran aptos para cortar cordones umbelicales o porque
los pechos anémicos de sus madres no los sostenían, se apenan también los párvulos y jóvenes muertos de hambre, de viruelas y tuberculosis así como adultos de todas las edades que allí están
sin reposar, sin descansar, hambrientos de un solo recuerdo, de una sola memoria que los traigan a la vida.
Y hay negros, negros esclavos y libertos, antepasados que son los verdaderos constructores de este pueblo, algunos negros borrales arrancados de una tierra lejana, y otros negros nacidos aquí en cuya sangre hervía el ardor por ser libres, que aun no gozan de libertades que ansían porque tú y yo vivimos esclavizados con el horror de posiblemente llevar en nuestras venas su sangre mozambica y manchada con la marca de Cam. Sí, aquí se encuentran los esclavos también, y cuantos! Fueron ellos primeros en caer bajo el azote de epidemias olvidadas, los primeros en caer cuando la hambruna pelaba hasta el más grueso después de cualquier sequía y huracán que periódicamente embestía como maldición segura de nuestra tierra. Ay, si supieras que tu trastatarabuelo fue esclavo vendído aquí mismo por 230 pesos...
¿Morbido me llamas? No, no, hijo mío, me has malentendido, sólo digo la verdad monstruosa para indicarte y señalarte que puedes ayudar a que los tuyos y los que no son tuyos descansen en
paz, reposen, como nunca han reposado. Son ellos los que, olvidados yacen sin patria, sin familia, sin orgullo hasta que los nombremos, hasta que uno a uno los vayamos reconociendo,
conociéndolos, identificándolos y a quienes pertenecieron.
Siéntese pues y comencemos: ¿viven sus abuelos? ¿No? pues ¿cómo se llamaban? Y mejor, ¿cómo les decían? ¿y a sus padres, tíos y abuelos? Nombrelos, y cuando terminemos con ellos sigamos con la próxima y la siguiente generación hasta que nos saciemos de conocerlos y hasta que le demos la eternidad en nuestro amor y nuestro vivir. Sí, siéntese conmigo, aquí a mi lado, y juntos comencemos el gozo de reconocer y recordar a los que verdaderamente levantaron a este pueblo con su diaria vivir y morir. Y no se canse, como no cesaron aquellas mujeres de
amamantar los hijos de los amos con pechos negros incapaz de negar a niños blancos su leche blanca aunque el blanco les negó mucho más a ellos.
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EL ESPIRITU
DE MUERTITO HEAVEN
Mira, ¿ve allí? ¿Conoces a aquellos, no? Ahí te mandan dos o tres que te ayuden con tu tarea y los ayude con la suya, pero tienes que explicarles a ellos lo que acabo de decirte. No dejes de ser claro como lo he sido yo. Es importante que la genealogía sea más que una recopilación de nombres. La deben encarnar, busquen la historia, los documentos, el sentir de sus antepasados. Y no tenga miedo, no saben cuantos los están animando desde arriba para que logren el propósito. Cada uno de ustedes tiene una riqueza inestimable para ofrecerle a los otros, no escondan nada, y sobre todo, compartan todo como buenos primitos que lo que uno tiene le podrá ayudar al otro.
¿Cómo? ¿Que quién soy yo? Bueno, nombre no te daré por ahora, pero te diré un secreto, un día, no muy lejano, descubrirás quién soy pues soy el antepasado que tienen en común. El día que descubran de dónde soy será el día en que me identificarán. Vete y comiencen la tarea...
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