"OYE,  MAN"



LA  DESGRACIA


DE  LOS  HIJOS  DE


CHE OQUENDO

Nadie me puede decir a mí que era justo. NADIE.  Pero ahí ésta, en esos días era la supervivencia de quien más pudiera y mi hermano mayór podía más que yo.  Ahora sé que era que estaba celeso de mi pues lo suplanté. No fue mi culpa, lo juro, pero lo suplanté como ni Güito ni Ani lo pudieron hacer.   Aquel día, tendría yo unos diez años más o menos, salía yo de la biblioteca donde me pasaba gran parte del día en mis excursiones a lugares donde mi familia no tenía los chavos para visitar.  Antes de salir de la biblio noté que había un motín enfrente de la escuela y esperé pero ví a Güito, alcahuete de Chan, hablando con una nena.  Salí y se sonrío.....diciéndome "oye man" y que lo esperara.  Después de como media hora y de que se robó un besito me dijo solamente que Chan me quería hablar.  Me asusté, pero me aseguró que no, que era un favor que me quería pedir.

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Un par de horas después, Chantó por fin se cansó de evitar la llegada de todos los días para confrontarse a los ojos expertos de mi querida madre, revisadora experta de fumadores y besuquiadores en su adolescencia.  La pesadilla de mis sueños llegó más dulce que la miel u otras sustancias peligrosas pues hubo más zumbido de mosca de lo que se podría creer en la dulzuría con la cual me habló.  El lindo/precioso me pedía suicidarme sin duda alguna, la única diferencia era que el ahorcarme hubiera sido más misericordioso.  Mi hermano mayor, primogénito de mi padre, mi antiguo verdugo, hasta me dió dulces al decirme que esa noche había un party y que ellos iban a ir.  Que mi trabajo era no dormir y, alrededor de la 1:00 de la noche, yo, sí yo, tenía que levantarme y abrir la puerta. Yo le pregunté que porqué no se llevaban la llave a lo cual no se pudo contener y me propinó un sopapo que enfureció a mami que lo velaba sin que él no supiera.

Chanto y Güito


Chanto y Güito (José Antonio y Ángel Luis)


Fue en ese momento cuando supe que Papi les había prohibido ir pero que iban a ir de todos modos.  Creo que desde ese momento comencé a temblar, y para el colmo luego se supo que mami escuchó los planes sin que nos percatáramos.  Imagínese, la Doña nos dejó planear TODO sólo para soplárselo TODO a Papi Che, y hasta el sol de hoy me pregunto como habría sabido pero lo cierto es que la cosa nos salió por la culata.  Me explico.  Los cuatro dormíamos en la sala en el sofa cama.  Era junio, hacia finales del año escolar y como eramos todos varones nadie tenía más que calzoncillos.  A las nueve se levantaron silenciosamente y se vistieron, y salieron.  ¿Yo?, pues me puse de guardia, y cuando ya era hora me dormí pero el Chiquitín me despertó y en el silencio de la noche les abrí y entraron salvo y sano.  Los dos se desvistieron y con mimos nos dieron unos dulces, los más caros que he comido jamás pues, aunque verano, la noche siempre nos cogía con la sábana por el frío. Y eso no servió para nada pues como les iba contando Doña Rosa María ya le había susurrado todo a Che Oquendo y dicho Patriarca los estaba esperando con la correa en mano.  Cuando nos cubrimos las cabeza con la sábana cayó el primer rayo, es decir el correaso. Nos dieron como pico pelicula.  Tengo que admitir que Chan me cubrió con su cuerpo por ser yo tan cobarde y Güito a Chiqui por ser el bebé, pero aún con eso, llevé las marcas de esa noche por mucho tiempo.

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Poco después mis hermanos se fueron de casa.  Pero de esa noche nos reímos aún pues Chiqui el payaso y yo el sabroso siempre lo recordamos como nuestra entrada a ser los panas de nuestros hermanos mayores.  Como pueden ver por el siguiente retrato no juego cuando digo payaso y sabroso pues lo éramos y todavía lo somos:

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Chiquitín y Tony (Ángel Antonio y el Padre José Antonio

Chiquitín y Tony (Ángel Antonio y el Padre José Antonio)


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Lo triste es que aún en mis sueños oigo a mi hermano mayor, a Chan, q.e.p.d., decirme como siempre me decía: "Oye, man. Tú sabe, man.".  Y con todo los cocotazos y todos los regaños puedo decir que lo quiero y que me hace mucha falta.  Pero aquella noche será inmemorable siempre, porque, oye man, aquella noche compartí con mi hermano no solamente una pela, aquella noche compartí su almohada y sobre todo, después que se terminaron las lágrimas compartimos también la risa pues no obstante el dolor, pese a Che Oquendo, lo logramos, man, lo logramos....

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