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Intrusión

© Jesús Ademir Morales Rojas [ cioranmx@yahoo.com.mx ]




El joven y recién ascendido presidente corporativo Joe Tyrell, sobrino del difunto Eldon, regresó temprano al edificio de la Tyrell Corporation pero sólo para encontrar allí un gran alboroto. Al parecer un replicante saboteador se había introducido a las instalaciones con el fin de estropear el importante proyecto Nexus-7 que planteaba diseñar replicantes con menor tiempo de "vida".

Los agentes de policía de Los Ángeles, los caza replicantes Bryant y Gaff, se habían presentado desde hacía unas horas en las instalaciones de la corporación para advertir a las autoridades del lugar de la inminente amenaza. De inmediato se reunieron con Joe Tyrell; le sugirieron cerrar todos los accesos e impedir la salida de ninguna persona a fin de localizar al intruso y poderlo detener. Tyrell estuvo de acuerdo.

—Ahora, lo procedente es practicar el test Voight-Kampff a todo el personal de las instalaciones —señalo el abotagado inspector Bryant.

Tyrell aprobó sin dejar de mirar, nerviosamente, la desparpajada figura del agente Gaff. Paulatinamente los cientos de científicos, técnicos y empleados fueron sometidos al riguroso cuestionario consistente en un gran número de capciosas interrogantes. Una luz verde indicaba su autentificación como humanos; la roja, aún no se había encendido.

Luego que pasaron todos los solicitados, y habiéndose determinado su inocencia gracias al método de detección de los agentes, Bryant le ordenó a Gaff llamar a Tyrell y cerrar la puerta.

—Espere —dijo Joe Tyrell —debo avisar a los empleados que pueden abandonar las instalaciones.
—Aún no es conveniente —le respondió Bryant, mirándolo con perspicacia —antes deberá usted mismo someterse a la prueba. Confiamos hasta cierto punto en que no sea un replicante. Es por eso que si no hay ningún problema, la luz no deberá señalar rojo cuando usted sea examinado.

Gaff ladró unas palabras ásperas en interlingua, demandando a Tyrell se apresurara a principiar la prueba. Tyrell, sin embargo, no hizo más que mirar silencioso y durante un buen rato, con ojos muy abiertos, a los agentes policiales; luego dijo algo titubeante:

—Creo que no debo practicarme la prueba. ¿Y si uno de ustedes es el replicante intruso y me engañan con una prueba falsa para obtener el permiso de atentar contra mi vida y a partir de allí adueñarse de toda la información para el desarrollo de los nuevos replicantes prototipo Nexus 7?

Gaff de inmediato sacó su revólver. Tyrell lo imitó con el diminuto que siempre llevaba consigo.

—Baje el arma Joe, o su replicante, no sea tonto.
—Yo no soy un replicante, pero no quiero arriesgarme.

Gaff dijo algo en su extraña lengua. Bryant asintió.

—Le daremos un minuto para decidirse a efectuar la prueba; si no, tendrá que pagar las consecuencias. Gaff no falla un tiro.

Tyrell, muy nervioso, comenzó a sudar copiosamente.

—Pero ¿qué garantías tengo de que ustedes son humanos? Es posible que uno de ustedes sea el replicante y que el otro no sea capaz de descubrirlo... En todo caso quiero ver que se practiquen ustedes mismos la prueba.

La gente afuera, luego de horas de espera impedidos de salir de las instalaciones, comenzó a golpear la puerta frenéticamente. Esto encendió más los ánimos de los tres hombres: Bryant alzaba la voz; Gaff ladraba y acercaba su arma a Tyrell; y éste negaba con la cabeza, a la vez que trataba de calmar su brazo tembloroso con la pistola al frente.

—La gente espera, apresúrese ya —demandó Bryant.
—¿Cómo sé yo que entre ellos no está el replicante movilizando a los demás para presionarme? ¿Y si hace mucho que los replicantes nos hubieran suplantado a todos sin darnos cuenta? Sé que yo no soy replicante, pero en un mundo poblado por ellos en su mayoría ¿quién es entonces el replicante? —musitaba nervioso Tyrell, sin poder contenerse.
—¡Basta ya! —gritó Bryant —conteste a las preguntas ahora, o si no…

Gaff hizo crujir un poco su revolver. Tyrell suspiró y aceptó a regañadientes. Comenzó a responder el cuestionario. Cuando faltaba una sola pregunta, sonó el teléfono. Ninguno de los tres deseaba levantar el auricular, finalmente Bryant lo hizo: escuchó por un momento y luego le pasó el teléfono a Tyrell.

—Es Joe Tyrell, desea hablar con usted.
—¿Es esto una broma o es parte del test?
—¿Insinúa que miento?

Ahora Gaff miró a Bryant con sospecha. Tyrell aprovechó:

—Antes de responder la llamada debo saber si es parte de la prueba.

Bryant lo miró con odio, mientras continuaba ofreciéndole el auricular. Tyrell, muy lentamente, tomó el teléfono, lo llevó a su oído, escuchó:
—No hay nadie en la línea —dijo.

Entonces sonó un disparo. Bryant cayó al piso con un hoyo en el pecho. Gaff sonrió satisfecho. Habían descubierto al replicante. Barbotó algunas palabras de alivio a Tyrell. Esa llamada falsa había delatado al replicante Bryant: lo que buscaba era confundir a Joe Tyrell para que fallara en la prueba. Así tendría un pretexto para exterminarlo y hurtar sin problemas la información secreta. Abrió la puerta y permitió a todos salir de las instalaciones. Gaff regresó entonces, y en ademán conciliador, le ofreció la mano a Tyrell. Éste le sonrió amablemente, levantó su brazo y le voló el cráneo con su arma. Leyó en voz baja la última pregunta del test. La respondió sinceramente. La luz se puso roja. El intruso entonces buscó en la base de datos y en los registros escritos la información necesaria; luego salió de las instalaciones vacías sin ningún contratiempo.

Cuando el auténtico Joe Tyrell llegó al lugar los informadores de la policía le habían comunicado lo de la intrusión a las instalaciones. Tyrell había llamado por teléfono para delatar al replicante delante de las autoridades, pero parece que había sido infructuoso. Miró los cadáveres y su documentación revuelta. Supo que alguien del grupo de replicantes que había asesinado a su tío Eldon se le había adelantado.

Luego, Joe Tyrell estrujó con furia la minúscula figurita de papel en forma de camaleón, que el intruso había dejado en el piso de su despacho, antes de partir, tranquilamente.



©  2007, Jesús Ademir Morales Rojas.


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