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Un título algo extraño, pero sugerente. Allen y el psicoanálisis están ligados en la vida real y en la pantalla del cine. Contratransferencia es la denominación que los psicoanalistas dan a las ideas y sensaciones que le ocurren durante la sesión analítica y que generalmente tienen que ver con las transferencias -ideas y sentimientos del paciente hacia el terapeuta-. El analista no comunica esta contratransferencia al paciente, pero le es útil para aumentar la comprensión del material clínico y para construir la interpretación. Las alusiones al análisis en sus películas son frecuentes: en tono burlón, irónico, cómico y a veces serio, Woody se refiere al psicoanálisis, a los psicoanalistas, a su propia experiencia terapéutica que sin duda lo ayudó a recordar los recuerdos que, además de elaborarlos en su proceso analítico, lo hace también a través de sus films. Tratar de interpretar psicoanalíticamente sus películas es en algunos casos recorrer un historial clínico, de un paciente con una florida sintomatología, mirada con humor. En sus films nos va mostrando de una manera magistral, específica de él, distintos aspectos de su historia, de su personalidad, de su ámbito infantil, de sus relaciones con la mujer, con los amigos, en fin con la vida. En este breve comentario me voy a referir a dos episodios de su último film "Los secretos de Harry", obra madura, de la madurez, donde despliega una verdadera desconstrucción de la mente y la conducta de un ser humano que podría ser el mismo. Por eso es más adecuado el título en inglés: "Deconstructing Harry". Los dos episodios se refieren a una psicoanalista, de breve minifalda, (Demy Moore), que en un momento del proceso analítico de Harry le dice, desde su sillón analítico, con seria excitación, que deben interrumpir el tratamiento y que si luego de un tiempo seguían sintiendo la misma atracción, se encontrarían socialmente. Este encuentro sucede, se casan y se produce sin entenderse bien por qué (por lo menos hasta cerca del final de la película en que la analista aparece asociada a su hermana, casada e identificada con un judío religioso practicante), una transformación en la mujer. Cada vez con más intensidad y dedicación se cumple con los rituales ortodoxos de la religión judía ante la mirada sorprendida del marido-ex-paciente. Transcurre el tiempo incremetándose este estado hasta que en una escena que es un calco de la anterior situación analítica, se ve y escucha decir a la analista en su sillón, vestida ahora con una pollera larga y recatada, que deben interrumpir el tratamiento y que si luego de un tiempo seguían sintiendo la misma atracción, se encontrarían socialmente. Esta vez el paciente es un israelí con aspecto de religioso ortodoxo. Freud escribió varios artículos importantes sobre la técnica analítica, que tiene real vigencia en la actualidad. De entre ellos uno "Observaciones sobre el amor de transferencia", toca el tema del que estamos hablando, el amor que puede aparecer, en el transcurso de un tratamiento psicoanalítico entre el paciente y el terapeuta. Decía Freud: "me refiero al caso de que una paciente demuestre con signos inequívocos o declare abiertamente haberse enamorado, como otra mortal cualquiera, del médico que está analizándola. Esta situación tiene su lado cómico y su lado serio e incluso penoso, y resulta tan complicada, tan inevitable y tan difícil de resolver, que su discusión viene constituyendo hace mucho tiempo una necesidad vital de la técnica psicoanalítica". Y un poco más adelante: "Así, pues, al saber que la paciente se ha enamorado del médico opinará que sólo caben dos soluciones: o las circunstancias de ambos les permiten contraer una unión legítima y definitiva, cosa poco frecuente, o, lo que es más probable, tienen que separarse y abandonar la labor terapéutica comenzada. Existe, desde luego, una tercera solución, que parece además compatible con la continuación de la cura: la iniciación de unas relaciones amorosas ilegítimas y pasajeras; pero tanto la moral burguesa como la dignidad profesional del médico la hacen imposible". Volvamos al film, Allen propone la primera solución de la que habla Freud, se interrumpe el tratamiento, y "contraen una unión legítima y definitiva", pero... parece que no tan definitiva, porque la terapeuta vuelve a repetir con otro paciente, el mismo enamoramiento. En el film Woody expresa una de las fantasías comunes de muchos pacientes: la analista se siente atraída y se enamora de él. Ya en otras películas lo había hecho: conocer los secretos más íntimos de una persona escuchando a través de un resquicio la sesión analítica (La otra mujer, Todos dicen te quiero). Ocurre a veces con algunos pacientes que en una nueva tentativa terapéutica con otro médico, resulta que acaba también por enamorarse de este segundo médico, e igualmente del tercero, etc. Este hecho, entraña importantes enseñanzas, tanto para el médico como para la enferma. Para el médico supone una preciosa indicación y una excelente prevención contra una posible transferencia recíproca (contratransferencia), pronta a surgir en él. Le demuestra que el enamoramiento de la paciente depende predominantemente de la situación psicoanalítica y no puede ser atribuido en modo alguno a sus propios atractivos personales. Sabemos a través de la práctica clínica que ese enamoramiento del paciente y del terapeuta implica generalmente una resistencia a continuar el tratamiento. Si se lleva al acto ese amor, se termina la terapia. ¿Y entonces? El terapeuta debe estar entrenado en el manejo de estas situaciones, y si aparecen, conducir estas emociones a sus orígenes históricos: el amor hacia las figuras de nuestra infancia y mostrar al paciente la repetición que esta ocurriendo en la relación con él. No es fácil, pero si se logra superar estas fuertes resistencias, se habrá logrado reencausar el tratamiento y se logró uno de los objetivos fundamentales del análisis: hacer consciente esas pasiones que fueron reprimidas, y rescatarlas del inconsciente. Elaboración por medio, el paciente entonces, dejará de repetir.
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