El director muniqués Werner Herzog mantuvo durante años una intensa
relación de amor y odio con el actor Klaus Kinski, personaje complejo por demás al
que Herzog
pareció llegar a
comprender mejor que la mayoría de sus compañeros.
Su relación se inició con la convivencia
conjunta en la misma pensión de Munich. Ya
entonces Herzog tuvo
la oportunidad de comprobar el carácter colérico
de Kinski, pero pese a todo ello (o
precisamente debido a ello) penso en él para su
película Aguirre, la cólera de Dios. Este fue el inicio de una
colaboración que daría sus frutos en diversos
filmes, marcados por los problemas durante el
rodaje y las explosiones de ira del genial actor. Precisamente de este genio habló Herzog en la presentación de Nosferatu, en la que ambos trabajaron de
nuevo juntos. "No podemos definir
realmente cuál es la noción de genio en sí"
dijo, "que es, ante todo, una idea
romántica y por eso debe ser utilizada con
prudencia. Y sin embargo me atrevo a llamar a
Kinsky genio, aunque esta formulación sea instintiva:
Se le ve, se le siente desde que apareció".
Herzog admira realmente a Kinski, aunque sea consciente de sus
excentricidades. Pero las acepta como positivas,
ya que considera que "la crítica de
que Kinsky sea un loco no se justifica más que
desde un punto de vista de pequeño-burgués y
mezquino, de hecho yo creo que son los demás los
que están locos. Yo estoy convencido de que el
enorme poder de Kinsky procede de sus
contradicciones, de esos formidables campos de
fuerza en movimiento".
Herzog no es el único que recuerda con
cariño a Kinski. A
lo largo del filme se recogen testimonios de
antiguos compañeros y compañeras de rodaje que
nos revelan pequeños gestos suyos, intimidades
que ayudan a aproximarse al mundo interno del
actor. Un mundo que contrasta fuertemente con las
anécdotas de rodaje, sus explosiones de furia,
sus crisis varias... Sin duda Kinski fue lo bastante excéntrico como
para ser considerado un genio incomprendido. Él
mismo, en 1976, escribió una autobiografía que
permitía acercarse a su vida tanto privada como
profesional. Ocho años después de su muerte, el
director y guionista Herzog
realiza otra aproximación a esta misma vida,
pero esta vez desde fuera, desde su propia
experiencia y la de la gente que le rodeó. No
deja de ser una autobiografía de Herzog durante ciertos momentos de su
existencia, aquellos que compartió con el que él
considera su enemigo íntimo.
|