Mis tiempos de enero
Se fue la vida. Inquietos tras la lluvia
los soles se marcharon sin apuro
y la quieta semblanza de tu cara,
como estática luz en la retama,
escondió la cabeza entre las hojas
y atrapó su perfume en la mañana,
pequeño colibrí casi sin alas
desflorando el jardín, rama por rama.
Hoy vengo hasta el espacio de tu alma
deseosa de encontrar todas mis cosas,
aquellas que perdí siendo una niña
en el largo corredor, puerta de parra,
donde un manto de luna me acunaba
durmiendo mis cabellos en tu almohada
y un pequeño haz de luz me despertaba
a las seis y cuarenta en las mañanas.
He llegado: de pronto sé que es tarde.
Las cosas sucedieron de otro modo,
tus manos no se tienden en la espera
por encontrar las mías como antes,
pero hay aunque no quieras, un motivo
que nos mantiene unidos, sol que arde,
rubio trigal, cosecha que se evade
cada final de enero por la tarde.