Se quedó el tiempo en mi mano
lo apreté fuerte
y lo hice futuro,
despues la lengua
se enrolló en el viento
para nacer de nuevo al ser.
El eco del silencio
se sublevó a la nada
la luz revivió en el Prado de los Soles,
entornó mis manos la noche
y el reposo extendió una lámina carnal
organizada y nueva.
El resplandor de un día principal
entró en la retina de mis ojos
y sin siquiera desearlo
me buscó en la entraña
el tiempo perdido
el llanto aplomado
el gesto destruído,
entró en la retina de mis ojos
y me bebió la furia.
Pero el cielo actual que me veía renacer
no tenía astros, no tenía fuegos.
Solamente el suelo me contuvo.
Estaba solo.
Terriblemente solo.
Ya no existían aquellos infinitos ojos
bajo aquel solo cielo.
* Poesía incluída en la Antología de los Poetas Azuleños |