El
viento nos llevará
(Le vent nous emprortera)
-----No suelen abundar las oportunidades de ver cine iraní en nuestras pantallas. Esta película, que nos llega después (y gracias?) de haber pasado por los festivales de Venecia (donde obtuvo el Gran premio del Jurado) y de Valladolid, es una de las excepciones. Su director y guionista, Abbas Kiarostami, con una larga producción cinematográfica a sus espaldas, el más conocido en Europa de todo el cine iraní, sobretodo a raíz de su participación y sus victorias en diversos Festivales de Cine: Locarno, Cannes, Venecia, Valladolid... El cine de este director, que Kurosawa ha llegado a considerar el más importante de nuestros días (buena carta de presentación) puede situarse dentro de la tradición de películas pausadas y contemplativas que ha estado siguiendo el cine iraní. -----Así, la llegada de unos extraños a un pueblo con la intención de realizar un rodaje le sirve a Kiarostami para mostrar la vida en la pequeña localidad de Siah Dareh, el transcurrir de la vida, a través de los ojos del recién llegado y con la ayuda del niño anfitrión. Kiarostami realiza su trabajo con niños y con actores no profesionales, igual que hiciera ya en otras de sus películas. Es este uno de los guiños que contiene el film hacia el neorrealismo italiano y, al igual que éste, consigue, al menos al principio, mantener el interés y la curiosidad por lo cotidiano. -----Esta vida cotidiana va abriendo interrogantes y creando expectativas al espectador, que se mantiene a la espera de cómo se solucionará finalmente la acción. Y es aquí donde aparece la decepción, ya que Kiarostami no acaba de explicar nada. Es cierto que esto liga con su idea de que las películas deben resultar inacabadas para que el espectador pueda intervenir en el proceso creativo y imaginar, completar, lo que la película no le da. Sin embargo, no es lo mismo un final abierto como el que adoptan muchos directores, en el que uno se pregunta qué pasará con los personajes, qué ocurrirá después de la palabra fin; que un final con varios interrogantes abiertos, en el que hay tantas interpretaciones de lo que sucede como posibles espectadores. Por mucho que el espectador agradezca que Kiarostami le considere inteligente (y por tanto capaz de llenar las lagunas de la historia), también sale de la sala con una sensación de extrañeza, preguntándose si se ha perdido algo o si en diez minutos pasan la segunda parte. Y es que a pocos les gustaría que el cuento de Caperucita terminase después de la conversación con el lobo (sin saber que les ocurrirá a la abuelita, a la nieta e incluso al pobre animal), aunque eso les permitiese imaginar cualquier final y completar así el cuento. |
-----Narrativamente no sucedía nada, y yo iba esperando, tal como también esperaba el equipo a que se muera la abuela centenaria. Mientrastanto me iba dejando cautivar por ese maravilloso pueblo perdido del Kurdistán iraní, de sus gentes, y de sus paisajes retratados con eficaz estilo fotográfico. También me entretenía con los pocos pero agudos toques de humor (la pelea entre un matrimonio del pueblo sobre el tópico tema de "yo también trabajo", o las peripecias del protagonista para encontrar cobertura con el móvil). Pasan casi dos horas, y, por fin, se muere la vieja. Perfecto, pensaba yo, llega la tan esperada ceremonia. Preparada para recibir el clímax del filme, se abren las luces de la sala y aparecen los títulos de crédito. Me sentía estafada, me habían robado el final. La razón: la apuesta del director por un tipo de cine "inacabado", en que las escenas esenciales e incluso algunos protagonistas principales se suprimen y no se filman. El espectador tiene que post-construir la película con su imaginación. El filme llega a formar parte de éste y se hace más próximo a su verdad. No obstante, un espectador no entrenado en este nuevo tipo de cine, convencido de la falta del final, no podrá llegar a creer aquello imaginado como verdadero, ya que , para él, la verdad se encuentra en ese final ausente. -----Aún, las imágenes tienen más poder que la imaginación y el espectador, sea por bien o por mal, es aún un simple "espectador". Para romper con esto está claro que el cine necesita un/os innovador/es, he aquí Kiarostami, que tendrá que tragar con la frustración del público exigidor de finales. |
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