En la ciudad sin límites -----Con Lisboa Antonio Hernández se resituó en el cine español después de varios años fuera de éste. Pero para conseguir realizar su siguiente proyecto, después de catorce años desde su inicio, tuvo que pasar por el subproducto El Gran Marciano. Afortunadamente el mínimo rendimiento de aquella nos ha ofrecido aquí una gran película. -----Una película que nos muestra el dolor de la muerte desde el inicio, pero al mismo el tiempo, como huimos de ella cuando la tenemos delante nuestro. El personaje Leonardo Sbaraglia consigue crear un doble personaje que sabe jugar con Fernando Fernán Gómez en su ilusión, su delirio de vejez. Además se enfrenta a esa familia que había dejado, por la que se entiende que huyo a Argentina, excusa por la que aparece en un breve papel Leticia Brédice, y se aclara así el acento del actor argentino. -----La familia, encabezada por una estupenda y odiosa Geraldine Chaplin, está perfectamente creada, en ese hotel parisino, lleno de lujo más significativo de lo que se puede ver en un primer golpe de vista. El resto de personajes, ese conjunto de familia ruin, están perfectamente definidos, y sus interpretaciones, algunas más que menos, están perfectamente acopladas, destacando en estos papeles secundarios, como suele ser habitual a Adriana Ozores y Roberto Álvarez, que son los dos mayores pilares de la película, cuando ésta se aleja de sus mayores protagonistas. -----La historia tiene una primera hora que te mete en situación, y se entra en la película completamente, pero en ese momento hay un bajón demasiado fuerte que puede llegar a sacarte de la película, pero posteriormente la historia acaba mostrando todos los sentimientos de cada persona, hasta llegar a una espléndida escena final, donde con miradas, se consigue resolver todo.
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