por
Gonzalo Menendez Calvente
Montevideo Uruguay
Producida en Uruguay; 1997.- 70 minutos.- Director: Alvaro Buela.- Fotografía: Daniel Cheico.- Director de actores: Guillermo Ibalo.- Edición: Guillermo Casanova.- Elenco: Leonardo Lorenzo, María Elena Perez, Diego Wajner, Susana Castro, Alejandra Wolf, Jenny Goldstein, María Mendive, Jenny Galvan, Luis Orpi.
Su primera virtud es la modestia, este primer trabajo escrito y dirigido por Alvaro Buela, esquiva con toda deliberación los engolamientos trascendentes, no trata de resumir en sus menos de noventa minutos una Antología del Universo y Sus Problemas, se ciñe a unos pocos personajes, algunos ambientes cotidianos, un conjunto de reacciones y comportamientos creíbles y próximos. Un Don Juan impenitente, un amigo introvertido, la mujer del primero por la cual el segundo comienza a sentirse atraído, otra mujer que probablemente desaparezca pronto de la vida de este último, una madre inquisitiva, una hermana que saca a relucir a cada momento sus estudios de sicología, conforman ese cuadro de indecisiones, sentimientos mas o menos volátiles, búsqueda de una autenticidad sentimental en medio de la noche montevideana.
Aparentemente no pasa mucho en Una forma de bailar o en todo caso pasa a través de los personajes, de las sutiles modificaciones que se producen en ellos a través de cumpleaños, almuerzos familiares, charlas de café, el taxi o a la salida del cine. Hay un pensado libreto sosteninendo ese aire casi casual, donde en cada reencuentro los personajes son los mismos pero también han cambiado algo en su percepción de la realidad o de la actitud ante los demás. No es el menor mérito de este libreto que el diálogo parezca casi permanemtemente pronunciable, el resultado natural de esos personajes entre sí y no una facilidad para informar al espectador de cosas que los agonistas ya saben.
Muchos montevideanos de treinta y pico van a reconocerse en Una forma de bailar, aunque Buela prescinde con muy buen criterio de una coloración excesivamente localista: sus personajes pueden ser de acá, pero también de cualquier otra gran ciudad de hoy, aquí cerca o más lejos. Parte de la credibilidad deriva de la tibia naturalidad de sus personajes, que acredita una dirección de actores cuidadosa en la que desentona, a lo sumo, alguna ocasional intrusión caricatural.
Salvo mejor opinión, el resultado se ubica cómodamente entre lo más interesante aportado por el medio audiovisual uruguayo en los últimos tiempos, al menos en el siempre resbaloso terreno de la ficción narrativa. Quienes hubieran querido que Buela fuera más original o transgresor, deberían razonar que acaso su transgresión radica en su clasicismo, su empeño en contar linealmente y sin vueltas una historia. Que lo haga con casi permanete convicción es otra cifra a colocar en su haber.
En la polémica abierta sobre las posibilidades y los límites de una producción uruguaya, Una forma de bailar señala un camino plausible: el de una propuesta sin grandes despliegues de escenario ni multiplicacón de lugares de rodaje, que como se sabe encarecen y complican. El dato de que el equipo devolvió a Canal 10 un día antes de lo convenido el decorado en que transcurre buena parte de la acción, indica la existencia de un plan de rodaje que supo cumplirse, y hasta con ganancia de tiempo. A lo mejor se trata simplemente de eso: proponerse objetivos razonables y hacer las cosas en serio. ¡Quien iba a decir que de esa manera se pueden hacer cosas!
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