En los últimos meses han aparecido noticias relacionadas con la dependencia de Internet en numerosos medios de comunicación, junto a otras menciones que ensalzan el lado oscuro de la Red. Para muchas personas Internet es además de una fuente de información, un punto de encuentro de terroristas y criminales organizados, como antes lo fue de usuarios y comerciantes de pornografía infantil. En ocasiones resulta incluso grotesco ver como las páginas de economía de un periódico ensalzan y pontifican acerca de las ventajas del comercio electrónico en tanto que sus páginas de sociedad siembran el pánico al hablar del poder adictivo de Internet, mientras que las de sucesos dan parte de ataques de grupos organizados a las instituciones de la Red. Hace un tiempo nadie, excepto los iniciados había oído hablar de los Hackers, hoy -y gracias a Internet- esta en boca de todos. Sin embargo esta popularización se ha realizado pagando un elevado precio a base de una perdida de la calidad de la información.
A título de curiosidad podemos citar como el Sr. Pedro Erquicia (TVE) hablaba de los Freakers en lugar de los Phreakers; Monstruos frente a artistas de las telecomunicaciones (phone+free=phreaker).
Desde una perspectiva más especializada podemos establecer como la segunda mitad de la década de los 90 ha asistido a la publicación de diferentes trabajos que han alertado en unos casos y alarmado en otros acerca del componente adictivo-compulsivo de Internet. Nada o muy poco se ha dicho acerca de la metodología de estos trabajos siendo aceptados sin más y dando lugar incluso a centros virtuales de tratamiento.
Este período coincide plenamente con el de la masificación de Internet. El paso de un recurso para iniciados a un recurso para todos.
En 1969 el Profesor Joseph Weizembaum habló de los adictos a la informática en términos de Bohemios de las Computadoras o Programadores Compulsivos para referirse a los integrantes más jóvenes del laboratorio de inteligencia artificial del MIT, calificativo extensible a los jóvenes William Henry Gates, Steve Jobs, Steve Wozniak y Paul Allen.
A lo largo de los años 70 se desarrollaron una serie de estudios orientados a definir un perfil del informático de la época (Miller, 1970; Cross, 1972 y Barnes, 1984), donde se confirmaban escasamente las expectativas generadas por los medios de comunicación en el sentido de peculiaridades tales como la baja empatía, el distanciamiento de los demás, etc.
Con la popularización de la informática el interés se desplazó hacia las aplicaciones de tipo lúdico, iniciándose una serie de estudios alrededor del videojuego que se concretaron en la definición de los rasgos de personalidad de los jugadores de videojuegos y en la escasa proyección clínica de esta actividad, si bien los medios de comunicación siempre fueron por delante de la investigación en cuanto a vaticinios y afirmaciones gratuitas.
La evolución natural con el despegue y universalización de Internet eran las informaciones acerca de cibervampiros que navegan de noche y descansan durante el día o adictos a Internet.
De un modo más estricto el IAD nace a partir de la lista de correo IASG (Internet Addiction Support Group), moderada por Ivan Goldberg (1995), siendo definitivamente asentado este termino por la Dra. Kimberly S. Young con la publicación de Internet Addiction: The Emergence of a New Clinical Disorder. Este trabajo se ve apoyado por el de Viktor Brenner y otros de similares, si bien debemos mencionar que se trata de trabajos exploratorios cuya metodología no debe trascender más alla de esta finalidad.
El IAD se define a partir de los criterios diagnósticos del DSM-IV (APA, 1994) para el Juego Patológico, conceptualización que posteriormente ha sido ampliamente criticada.
Se describe un trastorno de características adictivas-compulsivas caracterizado por la existencia de tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia, que en todos los casos se definen a partir de la apropiación teórica de los contenidos del juego patológico.
1 Tolerancia (definida por los siguientes criterios).
1.1 Necesidad de incrementar las cantidades de tiempo conectado a Internet para lograr la satisfacción.
1.2 Disminución del efecto con el uso continuado de similares tiempos de conexión.
2 Abstinencia, manifestada por las siguientes características:
2.1 Síndrome de abstinencia.
2.1.1 Cesación o reducción del tiempo de conexión (cuando se han dado períodos de tiempo prolongados de uso intenso).
2.1.2 Dos o más de los siguientes síntomas aparecen después de unos días y hasta un mes de haberse producido el punto anterior.
2.1.2.1 Agitación psicomotriz.
2.1.2.2 Ansiedad.
2.1.2.3 Pensamientos recurrentes (obsesivoides) acerca de lo que estará ocurriendo en Internet.
2.1.2.4 Fantasías o sueños acerca de Internet.
2.1.2.5 Movimientos voluntarios o involuntarios similares a los que se efectúan sobre un teclado.
2.1.3 Los anteriores síntomas producen malestar o deterioran las áreas social, ocupacional o cualquier otra área vital.
2.1.4 El uso de Internet o de otro servicio on-line es preciso para aliviar o suprimir los síntomas abstinenciales.
2.2 Se accede a Internet mas a menudo o durante períodos de tiempo mas prolongados de los que se había planeado.
3. Existen propósitos persistentes e infructuosos de suprimir o controlar el acceso a la Red.
4. Se invierte una cantidad de tiempo notable en actividades relacionadas con Internet (adquisición de libros, pruebas de nuevos browsers, organización del material descargado, etc.).
5. Las actividades sociales, profesionales o de recreo disminuyen o desaparecen a causa del uso de Internet.
6. Se permanece conectado a pesar de saber que ello supone un problema persistente y recurrente de tipo físico, social, laboral o psicológico (privación de sueño, conflictos matrimoniales, negligencia laboral, sentimientos de abandonar a los seres queridos...).
La aparición de un nuevo trastorno mental(Young, 1996). Con este título publica los resultados de un estudio cuya conclusión es la existencia de un trastorno por dependencia de Internet similar al juego patológico.
La autora parte de la existencia de la dependencia a los ordenadores y la dependencia a los videojuegos, además de aceptar en un rango de igualdad (con las clásicas) todo tipo de dependencias.
Adapta los criterios del juego patológico a términos relacionados con Internet, sin introducir ninguna otra modificación, de modo que si se cumplían los criterios positivos en cuanto a su numero se aceptaba un diagnostico de dependencia a Internet.
La autora reclutó los sujetos de su muestra poniendo anuncios en los grupos de noticias de Usenet y en los campus de universidades y otros centros de enseñanza.
Los recursos mas utilizados por los sujetos de este grupo fueron los chats y MUDs, en tanto que el grupo de control utilizó mayoritariamente la Web y el e-mail.
La mayor parte de sujetos del grupo experimental reconoció tener problemas moderados o severos en las áreas familiar, laboral, académica y de la salud secundarios a su uso de la Red (la autora no especifica como se realizó la valoración de estos problemas).
La autora señala que un porcentaje importante de sujetos que se consideraba completamente atrapado por la Red, no tenía ninguna intención de disminuir o eliminar esta conducta. Otro grupo importante de sujetos había realizado diversos intentos por reducir sus tiempos de conexión sin resultados positivos, viéndose obligados a tomar decisiones drásticas cuando las consecuencias de esta conducta se volvían insostenibles (deshacerse de sus módems, cancelar sus cuentas de acceso o incluso desmantelar toda la instalación informática). Cuando esta circunstancia se producía aparecía un intenso deseo (Craving) similar al de otras adicciones.
La autora de este trabajo mantiene y dirige un sitio WEB en el que se ofrece tratamiento para todo tipo de dependencias psicológicas a través de Internet. (http://www.netaddiction.com).
Como primer paso a la definición y aceptación del IAD o entidades afines se plantea la necesidad de conocer los hábitos reales de utilización de la Red de la comunidad cibernauta (su trabajo no se limita a la población estadounidense).
Diseñó un cuestionario en el que además de los datos de filiación, incluía 32 ítems relacionados con cuestiones extraídas de los criterios de abuso de sustancias del DSM-IV, reformuladas en dirección a las dificultades para organizar el tiempo adecuadamente. Además se añadieron cuatro ítems orientados a valorar la posibilidad de respuestas al azar.
El autor incide en que esto estudios representan a un subgrupo de navegantes compuesto por personas interesados en conocer el impacto de Internet en la sociedad. Por el contrario subdimensiona a aquellos grupos que buscan la relación interpersonal directa y que suelen ser usuarios de chats u otros recursos interactivos, por otra parte estos sujetos considera- son los más propensos a presentar problemas de alcance clínico.
El tiempo habitual de conexión por semana se sitúa alrededor de las 20 horas y eventualmente algo más. Prácticamente el 50% de la muestra reconoce alguna incidencia en su trabajo, pero menos del 10% han tenido problemas de relevancia con sus jefes o tutores académicos.
Respecto a las conductas de riesgo cabe destacar que casi el 40% de los sujetos han dado algún paso encaminado a conocer en el mundo real a alguien que solo conocían en la red, sin embargo muy pocas de estas acciones han cristalizado en conductas de riesgo (P.Ej. nuevas parejas sexuales), resultando la mayoría de relaciones establecidas de carácter laboral o escolar.
Considera que hay un subgrupo de usuarios a quienes la Red les ha producido una serie de problemas no objetivables en la mayor parte de la muestra.
El autor considera que antes de aceptar el concepto de Adicción a Internet debe investigarse exhaustivamente su realidad y deben solventarse problemas metodológicos importantes derivados del hecho de obtener la información de voluntarios de la Red que representan solo a subgrupos muy específicos, iniciados en estos temas y con un elevado consumo secundario a sus intereses generales.
Egger y Rauterberg realizan un estudio similar al de Viktor Brenner. Se basó en un cuestionario instalado en una pagina Web, durante cuatro semanas. Se recogieron 450 cuestionarios considerados válidos, con origen, -la mayor parte- en Suiza.
El grupo estuvo compuesto por un 84% de varones, con una media de edad de 30 años y con una formación de nivel secundario en un 55% de los casos.
Nuevamente los autores reconocen el sesgo que supone esta forma de recoger la información puesto que los sujetos interesados en las actividades de mayor potencial adictivo (Chats y juegos en red) no necesariamente invierten cantidades de tiempo importantes en la navegación por la WWW.
Este trabajo cuenta con la particularidad de que se realizaron comparaciones entre un grupo experimental compuesto por adictos a Internet y un grupo de control formado por sujetos cuya conducta en la Red se consideraba normativa. Cabe destacar que la asignación a uno u otro grupo se realizó basándose en la respuesta dada por los participantes a la pregunta ¿Se considera Vd. Un adicto a Internet?. Este procedimiento supone que no existe un concepto de dependencia objetivo que sirva de guía, puesto que cada sujeto interpreta el termino adicto desde su propia perspectiva. Esta claro que en este grupo se concentrara un elevado número de usuarios de alta frecuencia si bien ello no debe necesariamente igualarse con la situación de dependencia.
En cuanto a los hallazgos derivados de este trabajo podemos señalar:
Los sujetos adictos a Internet conocieron mas gente mediante contactos en la Red y se sintieron significativamente influidos (en negativo) en su trabajo, finanzas o entorno social.
No se registraron diferencias significativas en cuanto a la antigüedad en la Red, en cuanto al numero de personas con quienes se establece comunicación o en cuanto al uso de los servicios de Internet (excepto IRC y WWW).
En este trabajo se intenta ofrecer una descripción acerca de las características del usuario maltés, con especial énfasis en las necesidades que se satisfacen en la conexión. Se intenta responder a las siguientes preguntas:
Este trabajo parte de una muestra de 388 sujetos, recogiéndose los cuestionarios entre Noviembre de 1966 y Marzo de 1997.
El 80,7% fueron varones y el 19,3% mujeres. El 34,8% tenía una edad comprendida entre los 19 y 25 años y el 21,1% entre 13 y 18.
El 65,7% fueron solteros y el 32,2% casados.
El 44,1% estaba constituido por sujetos activos laboralmente y el 38,7% lo constituían estudiantes y sujetos en otras situaciones.
El 33% poseía estudios universitarios, el 28,4% estudios secundarios y el 27,1% estudios primarios.
En general estos resultados coinciden a grandes rasgos con los de otros estudios similares; usuario varón, soltero, con un nivel de instrucción elevado.
Cabe destacar que el 93% de los sujetos tenía una antigüedad en la Red de un año o inferior, lo que probablemente guarde relación con una baja penetración de estos recursos en el país de origen en 1996-1997 ( en este mismo período en nuestro país el 81,4% de los navegantes tenia una antigüedad de dos años o menor).
Los recursos mas utilizados son la WWW y el correo electrónico, que constituyen lo que podríamos denominar como recursos universales (utilizados regularmente por el 98,5% de los sujetos y 97,2% respectivamente).
La frecuencia de conexión es diaria para el 27% de los sujetos y el 78% se conecta por lo menos 4 veces por semana.
El tiempo de conexión semanal oscila entre las 3-15 horas (62,6%) apareciendo un grupo constituido por el 6,2% de los sujetos que se conecta durante mas de 40 horas semanales.
La mayor parte de sujetos conectaron desde sus propios domicilios (92%), el 29,4% lo hizo desde su trabajo, el 8,8% desde centros académicos y el 1,8% desde cybercafes (nótese que puede darse el caso de que un sujeto conecte desde mas de un lugar, por lo que la suma de porcentajes es superior a 100).
Conclusiones:
En cuanto a las motivaciones para usar Internet se obtuvo una lista de seis motivos básicos de ellos los tres más importantes fueron:
Las diferencias ligadas al sexo, parecen apuntar mas hacia los contenidos que se utilizan en Internet que a las habilidades para el manejo de la Red. Contrariamente a la creencia popular, Internet no afecta negativamente a las relaciones sociales, incluso parecen darse con relativa frecuencia elementos positivos como son el establecimiento de nuevas relaciones o hacer posible el mantenimiento de relaciones a distancia. Se contempla la posibilidad de dependencia de Internet como un riesgo remoto.
Kathleen Scherer (1997) encontró que los sujetos clasificados como dependientes conectaban una media de 11 hrs/semana. En este estudio se aceptaron como dependientes a aquellos sujetos que puntuaron en 3 o más de los 10 ítems de la escala de dependencia, por lo que se puede esperar un elevado numero de falsos positivos en relación al trabajo de Brenner.
Morahan-Martin y Schumaker (1997) establecieron la cifra de 8,5 hrs/semana como promedio del grupo de usuarios patológicos. Estos sujetos eran usuarios especialmente importantes de FTP y de los juegos interactivos. Curiosamente estos sujetos no usaban de un modo especialmente importante los chats.
Keith Anderson (1997) en un estudio en base a 1000 estudiantes de múltiples universidades en todo el mundo estableció el uso medio de Internet en 9,5 hrs/semana. Este estudio constato que la FTP, juegos interactivos y chat se hallaban incrementados respecto a los sujetos no abusadores.
Las críticas más importantes se realizan sobre cuestiones metodológicas, que se dan de modo recurrente en estos trabajos y que se relacionan de modo muy especial con el sistema de muestreo seguido y el sesgo que ello supone (evidente a la vista de algunos resultados). El muestreo mediante grupos auto seleccionados puede aceptarse para trabajos de naturaleza exploratoria, sin embargo supone un serio riesgo el establecer juicios clínicos al aceptar como representativos de la población de internautas aquellas muestras que llegan hasta los cuestionarios de encuesta que suelen alojarse en páginas Web. Este procedimiento prima la presencia de aquellos internautas que pasan más tiempo conectados y que por tanto tienen mayor facilidad para llegar a estos cuestionarios. En muchas ocasiones quedan fuera de estos estudios los navegantes de tipo ocasional (en cuanto a sus tiempos de conexión) obviándose también a aquellos que utilizan de modo monográfico un recurso en especial, como es el caso de los chat o de los juegos en Red (aunque puedan permanecer conectados durante periodos de tiempo prolongados).
A todo ello debemos añadir los tamaños muestrales francamente cortos, pues recordemos que muchos de los trabajos resultan cuando menos de ámbito nacional, cuando no continental; K.S. Young (n=396; nacional), V. Brenner (n=185; multinacional), Instituto Suizo de Tecnología (n=450; multinacional), Malta (n=388; nacional), Anderson (n=1000; universitarios, multinacional).
La distribución por sexos suele ser otro de los factores que puede inducir sesgos importantes. En Estados Unidos ( y probablemente en nuestro país) se considera que el número de sujetos conectados (o que potencialmente disponen de una conexión) es similar en función de los sexos (50% de varones y 50% de mujeres), sin embargo todos los estudios presentan una mayor proporción de hombres (70-80% de varones), error que introducirá un sesgo no despreciable en los resultados finales. La razón hay que buscarla en el hecho de que el número de hombres que son usuarios regulares es mayor que el de mujeres, no obstante la posibilidad de acceso a la Red es prácticamente la misma para los dos sexos. Dado que la mayor parte de formularios se sitúan en paginas Web es lógico que muchos más hombres que mujeres lleguen hasta ellos (Grohol, 1999).
Los estudios que se efectúen deberían tomar en consideración esta realidad y realizar muestreos estratificados, abandonando la costumbre de utilizar muestras auto seleccionadas.
Otra de las grandes críticas a este tipo de estudio es que se hayan tomado prestados los criterios diagnósticos del juego patológico (adicción psicológica, sin sustancia) y se hayan aplicado al uso de la Red. Tras estos criterios existe una teoría y una formulación que justifica su desarrollo, teoría que evidentemente no es aplicable al uso de la Red.
Las escalas que los estudios utilizan para asignar a los sujetos a grupos experimentales (dependientes) o de control (no dependientes) suelen derivarse de dichos criterios, lo que compromete seriamente la validez de dichos instrumentos, en ausencia de evidencia que demuestre la validez de este procedimiento.
Este puede considerarse válido desde el punto de vista del contenido, no obstante son muchas las objeciones que se podrían realizar desde la perspectiva de la validez empírica (en este caso y dado que hablamos de individuos que teóricamente presentan una característica clínica deberíamos hablar de validez concurrente que no es posible establecer). Dado que tampoco existe un marco teórico difícilmente se pueden cumplir los criterios de validez estructural para este tipo de clasificación. Por último también cabe destacar la ausencia de comparaciones y correlaciones con otros parámetros que muestren la validez convergente y discriminante de las escalas que evalúan el IAD
Dichos estudios constatan la existencia de un grupo de sujetos que permanecen conectados durante prolongados períodos de tiempo. No obstante sabemos muy poco acerca de sí estos sujetos presentan algún problema y en el caso de que así sea no sabemos de que tipo son tales problemas (Squires, 1996).
En los estudios acerca del uso de Internet resulta habitual la ausencia de ítems relacionados con la existencia de antecedentes psiquiátricos personales, problemas médicos, discapacidades, déficits de relación, etc que en muchas ocasiones podrían ser una alternativa razonable a los casos de abuso aparente de Internet.
Deberemos distinguir tanto entre condiciones clínicas existentes, tal es el caso de pacientes depresivos, trastornos de ansiedad, trastornos de personalidad, etc. (Grohol, 1999) como circunstancias personales tales como situaciones de soledad, dificultades de relación interpersonal, problemas de pareja, etc (Sullivan, 1997).
Young (1997) nos ofrece un caso que ilustra claramente este tipo de situaciones.
El tiempo de conexión no puede considerarse como un criterio por sí sólo respecto a la dependencia o compulsión de Internet. Los valores temporales deberán considerándose en función de otras variables. Si hablamos de estudiantes es evidente que una fracción del tiempo de conexión estará relacionado con sus obligaciones académicas.
De este modo resulta razonable cuestionar la dependencia relacionada con los elevados tiempos de conexión, considerando esta conducta como la resultante de otros elementos vitales disfuncionales (recordemos el papel preponderante de Internet como válvula de escape, establecido por el estudio de Malta).
Los sujetos con una elevada dedicación temporal a la Red no tienen por que diferir sustancialmente de aquellos que permanecen durante largo tiempo en sus puestos de trabajo, o invierten ingentes cantidades de tiempo en otras actividades. En estos casos pueden producirse consecuencias negativas en las relaciones familiares, sociales, etc. Sin embargo ello no se acompaña (en el caso de los trabajadores, lectores, compulsivos etc ) de un diagnostico psiquiátrico.
En este sentido debemos plantearnos que es lo que realmente ocurre con el 42% de dependientes de K.S.Young que no tenían empleo, que eran discapacitados, jubilados, amas de casa, etc.
Otros trabajos (Shotton, 1989) presentan a los dependientes de Internet como personas jóvenes, brillantes intelectualmente, con profesiones liberales y con conocimientos de tecnología notables. Probablemente estas discrepancias son una muestra clara de la importante evolución de todo lo relacionado con la Red y fundamentalmente determinado por la tendencia a la universalización
La mejor ayuda que se les puede brindar a estos sujetos reside en poner en evidencia sus dificultades de orden primario.
La utilización de Internet persigue reforzadores de carácter eminentemente social, donde la comunicación tiene un papel fundamental y muy diferentes a los que rigen la conducta del jugador patológico.
Joseph B. Walter en la Reunión Anual de la APA de 1999 señaló: Es evidente que la comunicación en si misma no es una sustancia, por lo que las interpretaciones basadas en igualar la comunicación a un tóxico nos llevaran a conclusiones falaces.
A propósito de esta crítica algunos autores proponen criterios más amplios para valorar cualquier conducta adictiva de esta índole (tanto en cuanto a Internet como respecto al uso de ordenadores en general) que podemos resumir en los siguientes:
Lynn Roberts describió algunos correlatos fisiológicos asociados al uso intensivo de Internet, si bien enfatizó que su presencia no implica necesariamente dependencia de la Red:
Todo ello hace que hoy por hoy sea poco viable atribuir a la dependencia de Internet un rango similar al de otras entidades psiquiátricas.
Hasta la fecha existen pocos indicios que lleven a suponer la existencia de algún trastorno ligado al uso de Internet, es decir, cuya causa directa sea el uso de la Red. Las investigaciones existentes no aportan datos concluyentes, en muchas ocasiones se trata de estudios exploratorios encaminados a definir el uso adaptativo (Grohol, 1999). Habitualmente tampoco se distingue entre los diferentes servicios de Internet y su potencial para generar conductas desadaptadas y tampoco se desgaja el uso primario del secundario (donde la Red se pone al servicio de intereses o motivaciones específicas).
Existe una tendencia entre los profesionales de la salud mental tendente a convertir en diagnósticos todo aquello que no encaja en su modelo de normalidad. Internet es un claro ejemplo de esta situación, comprendiéndose y diagnosticándose de modo equivocado. Se habla de dependencia o abuso de Internet cuando en realidad todavía ignoramos cuales son los parámetros que determinan una utilización normal (Grohol, 1997).
Ya en 1995 el propio Grohol redacta un articulo en el que critica la ligereza con la que ha sido abordado este tema. Considera que el establecimiento de una nueva categoría diagnóstica es la culminación del esfuerzo de numerosos investigadores, que trabajando coordinados invierten ingentes cantidades de recursos y de tiempo en la obtención de un consenso para una serie de criterios que definen dicha categoría.
El IAD ha surgido prácticamente por generación espontánea a partir de un estudio con una metodología cuestionable y evidentes sesgos en el muestreo.
En el fondo el IAD no es mas que una de las muchas teorías que cada año se presentan en los temas relacionados con la Psicología. Muchas de ellas se olvidan rápidamente, otras resurgen cíclicamente. En este caso la única diferencia reside en que el IAD trascendió a los medios de comunicación.
La socialización y la comunicación parecen constituir los elementos últimos del efecto adictivo de Internet (Intercambio de correo, participación en grupos de discusión, conversaciones en tiempo real, juegos en red). Sin embargo cuando estas mismas actividades prescinden de su soporte tecnológico pierden la connotación mórbida que se les ha querido dar. ¿Quién se preocupa por las prolongadas conversaciones de teléfono de los adolescentes tras haber estado juntos todo el día en el colegio? La lectura es otra actividad que puede captar completamente la atención sin que por ello se intente elevar a la categoría de diagnóstico.
Modelo explicativo:
Cuando se es un nuevo usuario o se descubre un nuevo recurso en Internet se produce una fase de encanto, que se caracteriza por elevados tiempos de consumo y cierta obsesión. Tiempo después aparece una caída del uso que corresponde con una percepción mas objetiva de lo que es Internet en sí o el recurso recientemente descubierto, apareciendo una fase de desencanto.
Finalmente aparece una fase de estabilidad donde el recurso o el uso de Internet en si mismo halla su espacio natural en las actividades del sujeto. De este modo es esperable que una vez alcanzado el primer nivel se vuelva episódicamente- al primer nivel, aspecto demostrado por los trabajos que presentan el carácter fásico en el uso de Internet y que tienen su antecedente en los realizados sobre el uso de videojuegos. Este fenómeno fue constatado por primera vez por Creasey y Myers en 1986. Probablemente exista un equivalente a este fenómeno en la conducta de los sujetos que disponen por primera vez de una conexión a Internet, por lo que resulta evidente una llamada a la prudencia en la interpretación de las observaciones realizadas sobre sujetos recién llegados a la Red o que puedan haber descubierto nuevos recursos que les hayan devuelto a la primera fase.
En cierto modo este fenómeno ha sido demostrado por Roberts, Smith y Pollack (1996) demostraron que actividades como el uso del IRC tienen un carácter fásico, apareciendo niveles iniciales elevados que se acompañan de bruscas caídas en el uso que devuelven al sujeto a su nivel basal.
Algunos investigadores barajan la idea de que características propias de Internet ejerzan alguna influencia sobre la conducta de los usuarios, es el caso del modelo ACE (anonimato, conveniencia y escape) (Young, 1999) para explicar el éxito y la gratificación obtenida mediante el cibersexo. No obstante tales modelos teóricos todavía deben ser validados por futuras investigaciones, existiendo hoy día a modo de meras hipótesis.
El concepto de anonimato ha sido subrayado por numerosos autores en relación a las situaciones de abuso (OReilly, 1996)
También resulta interesante la propuesta de King (1996) quien sugiere que quizá sean adictos quienes usan Internet, refiriéndose a rasgos de personalidad específicos que determinarían un elevado uso de estos recursos.
Una vía alternativa reside en considerar la existencia de un uso abusivo de la tecnología en general, hipótesis propuesta por algunos autores en la propia red. Este uso podría evolucionar de modo adaptativo (de hecho son habituales los casos de sujetos que hacen un uso intensivo de sus ordenadores, teléfonos móviles, televisión en cualquiera de sus vertientes, etc.) o bien desviarse hacia situaciones desadaptativas ya sea en modo generalizado o en algún aspecto específico.
En el uso de Internet resulta de vital importancia desligar el uso que se hace per se de aquel que se hace de modo instrumental, es decir que viene determinado por otra actividad o interés. De este modo las actividades relacionadas con el sexo han copado la mayor parte de tiempo de conexión de un buen numero de usuarios, actualmente la búsqueda de música en formato MP3 ha desbancado a esta actividad pero plantea una situación similar. La cuestión es: ¿El tiempo dedicado a estas actividades debe dar a la Red un papel esencial (y contabilizarlo) o debe considerarse como meramente instrumental y no tenerlo en cuenta?.
Muchos autores (Holmes) dudan acerca de las aseveraciones acerca del uso abusivo de Internet, cuando hoy día es difícil obtener un cierto consenso en cuanto a lo que sería el uso normativo.
Un estudio de IntelliQuest (compañía dedicada a los estudios de mercado) estimó que 52 millones de norteamericanos estaban conectados a Internet en el segundo cuatrimestre de 1997. Un 20% eran sujetos extraordinariamente activos y permanecían conectados 10 horas o más por semana. Un 40% de este grupo reconoció tiempos crecientes en cuanto al tiempo de conexión. ¿Entonces? ¿De donde sale el tiempo para permanecer conectados? La respuesta es simple, ven menos TV. Esta afirmación se sostiene con una encuesta realizada a una muestra representativa de la población norteamericana, con un protocolo especifico y cuidadosamente diseñado. Este dato se repite en otros trabajos. Según la encuesta AIMC de 1999 para la mayor parte de sujetos las actividades que disminuyeron fueron "Ver TV" y "Estar sin hacer nada". No obstante cabe destacar que algo menos de la cuarta parte de la muestra (21,5%) reconoció robar horas al sueño para esta actividad. Contrariamente a muchas opiniones apriorísticas las actividades de carácter social solo sufrieron alguna merma en un 8,5% de los casos.
No existe unanimidad respecto a que tiempo de conexión semanal puede considerarse normal. Viktor Brenner (1997) establece la cifra de 19 horas semanales.
Kathleen Scherer (1997) encontró que los sujetos clasificados como dependientes conectaban una media de 11 hrs/semana.
Morahan-Martin y Schumaker (1997) establecieron la cifra de 8,5 hrs/semana como promedio del grupo de usuarios patológicos.
Keith Anderson estableció el uso medio de Internet en 9,5 hrs/semana.
Respecto a nuestro país, y siguiendo
la encuesta AIMC, podemos considerar estas cifras como tranquilizadoras,
ya que las 3/4 partes de los internautas españoles reconocen
conectar durante tiempos realmente moderados (10hrs/semana o menos).
Cabe destacar el grupo que conecta entre 10 y 30 horas semanales
(19,6), ya que si bien parte de estos sujetos (los que conectan
menor numero de horas) no hacen suponer la existencia de problema
alguno, creemos que el subgrupo más próximo a las
30 horas semanales si puede entrañar ya alguna dificultad
o cuando menos consideramos que seria prudente valorar que actividades
se llevan a cabo durante tan prolongados períodos de tiempo.
Finalmente observamos un grupo (que tiende a crecer) con tiempos
de conexión semanales francamente elevados (mayores de
30 horas, lo que supone un mínimo de 4 horas diarias durante
7 días a la semana).
Todo ello nos lleva a considerar como cifras absolutamente normales las que oscilan alrededor de las 10 horas semanales. De hecho y siguiendo un criterio diferente podemos señalar como Telefónica prima el consumo de 50 horas mensuales de conexión, que supone una conexión de 11 horas y media por semana, cifra que se enmarca en la zona central del intervalo estimado.
Debemos considerar que existen a grandes rasgos- dos tipos de usuarios de Internet:
Usuarios regulares: Se caracterizan por conectar prácticamente a diario (4 veces por semana o más), manteniendo actividades regulares en la Red (contestar e-mail, seguir grupos de news, conversaciones en servidores IRC, mantenimiento de paginas personales, etc.) y suelen invertir un promedio de 10 horas cada semana en esta actividad.
Usuarios ocasionales: Conectan esporádicamente y no mantienen actividades regulares. Sus tiempos de conexión semanales son netamente inferiores.
Muchos estudios consideran de igual modo ambos tipos de usuarios, por lo que no debe sorprendernos que según sea el muestreo que se realice se obtengan promedios de conexión notablemente bajos, que pueden hacer parecer significativas las cifras medias del grupo de usuarios habituales.
Davis (1999) presenta un modelo cognitivo conductual que trata de superar el concepto de dependencia de Internet, hablando de Uso Patológico de Internet señala la existencia de dos formas clínicas, el Uso Patológico de Internet generalizado y el específico. Habla de uso patológico específico en aquellos casos en que entidades clínicas previas (juego patológico, uso excesivo de pornografía) se relacionan con el uso de la Red, pudiendo incluso exacerbar estas situaciones, limitándose Internet al mero papel de vehículo de los síntomas.
El uso patológico generalizado se presentaría en sujetos con dificultades crónicas en el contexto social, aislados y que invierten ingentes cantidades de tiempo en la Red en una actividad no orientada a ningún propósito concreto. Para estos sujetos Internet se convertiría en la principal vía de relación con el mundo exterior. Con frecuencia se podrían encontrar en estos sujetos antecedentes psiquiátricos.
Suler (1996) llegó a una distinción muy similar cuando estableció la existencia de internautas cuyo uso de la Red se centraba en la recogida de información, tratándose de sujetos necesitados de control, introvertidos y que huían de la aparente anarquía de los chats.
Un segundo grupo lo constituían los sujetos interesados por los chats, juegos en red, videoconferencias y todo tipo de utilizaciones en las que subyace la relación interpersonal, interactiva y en tiempo real; siendo estos sujetos de naturaleza eminentemente extrovertida.
La encuesta AIMC sobre el uso de Internet en España se realizó sobre la base de 35234 cuestionarios recogidos mediante un formulario alojado en una página Web. Esta metodología comparte los sesgos de otros estudios, si bien en algunos aspectos el elevado numero de sujetos permite aleatorizar algunas fuentes de error.
El navegante tipo español recogido por esta encuesta es un varón (77,7%), observándose una progresiva incorporación de la mujer a lo largo de las encuestas anuales, con una edad que se sitúa entre los 20 y 44 años (78,5%). Dispone de ingresos propios (72,4%) y su nivel de formación corresponde a estudios universitarios (56,3%) o de segundo grado (82%).
Vive en un hogar constituido por 3 o mas personas (72,4%) situado en las comunidades de Madrid Catalunya o Andalucía (55,40%). En medios eminentemente urbanos.
En el 58,2% de los casos se trata de navegantes aceptablemente veteranos, con una antigüedad de dos años o superior en la Red
En el 92,8% de los casos usa la Red activamente, con una frecuencia diaria o de varias veces por semana. El 50% de los encuestados realiza conexiones inferiores a una hora y el 30% conecta entre 60 y 120 minutos. Con un montante semanal de algo menos de 10 hrs. semanales (72,5%). Estas cifras ofrecen un tiempo global de conexión que se sitúa dentro de los valores establecidos como normales en la literatura.
Respecto a los servicios utilizados cabe destacar el uso de la WWW (91,7%) y e-mail (90,5%). En segundo termino aparecen servicios como FTP (33,1%) e IRC (27,2%).
A partir de los datos de esta encuesta podemos establecer la existencia de un segmento de usuarios caracterizados por elevados tiempos de conexión, de los que deberíamos obtener más información, orientando hacia ellos los estudios de naturaleza clínica.
Ante una situación de uso abusivo de cualquier recurso de Internet deberemos proceder a descartar el hecho de que dicha conducta no sea debida a la existencia de otra entidad nosológica primaria, cuyo tratamiento sea suficiente para extinguir dicha conducta. Deberá prestarse especial atención a la información recogida, contrastándola con otras fuentes de información y elementos lo más objetivos posibles.
Especialmente deberemos prestar atención a aquellos casos en los que el manejo de los recursos de Internet tiene un papel meramente instrumental, apareciendo entonces como elementos sintomáticos de diversos trastornos de la conducta que suelen englobarse en cuadros de tipo caracteropático claro.
Debemos destacar también aquellos casos en que Internet aparece en el contexto de trastornos del contenido del pensamiento de carácter autorreferencial o persecutorio y que por su grado de estructuración pueden llegar a resultar verosímiles a ojos de un observador poco familiarizado y sobrevalorar el componente tecnológico.
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