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INFORME SOBRE LA SALUD EN EL
MUNDO 1995
Reducir las desigualdades
Organización Mundial de la Salud, Ginebra
Resumen de orientación
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Contenido
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El estado de la salud en el mundo
Salud infantil
La salud de los escolares y de los adolescentes
La salud de los adultos
La salud de las personas de edad
Asuntos sanitarios generales
Contribución de la OMS a la salud mundial
Salud de los niños y los adolescentes
Salud de los adultos
Asuntos generales de salud
Planear el futuro
Capítulo especial - La evolución de la OMS
Necesidad de una organización mundial de la salud
Declarar la guerra a la enfermedad
Salud para todos
Establecimiento de normas
Los años venideros
RECUADROS
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El estado de la salud en el mundo
El principal factor de mortalidad y causa primera de
enfermedad y sufrimiento en todo el globo figura casi al final de
la Clasificación Internacional de Enfermedades con el código
Z59.5: La pobreza extrema.
En la pobreza está fundamentalmente la explicación de que
los niños no sean vacunados, que se carezca de agua salubre y de
saneamiento, que no se disponga de medicamentos curativos y otros
tratamientos, y que las madres mueran de parto. Es la causa
subyacente de la reducción de la esperanza de vida, y de las
minusvalías, las discapacidades y la inanición. La pobreza es uno
de los principales desencadenantes de la enfermedad mental, el
estrés, el suicidio, la desintegración de la familia y el abuso
de ciertas sustancias. Cada año mueren en el mundo en desarrollo
12,2 millones de menores de 5 años, en su mayoría por causas que
podrían prevenirse con un gasto de sólo unos cuantos centavos de
dólar por niño. En buena medida mueren debido a la indiferencia
del mundo, pero en su mayor parte mueren porque son pobres.
En el tiempo que se necesita para leer esta frase, en alguna
parte del mundo ha muerto un niño en los brazos de su madre. A
esa madre no le sirve de consuelo saber que el hijo de su vecina
sobrevivirá. No calmará su dolor saber que 8 de cada 10 niños del
globo han sido vacunados contra las cinco enfermedades más
mortíferas de la infancia o que la mortalidad infantil ha
disminuido un 25% desde 1980, al tiempo que la esperanza mundial
de vida ha aumentado en más de cuatro años hasta situarse en
torno a los 65 años.
Los alentadores datos que hablan de una menor mortalidad y
una esperanza de vida creciente, así como de muchos otros avances
sanitarios indudables, encubren disparidades inaceptables en
materia de salud. Las desigualdades entre ricos y pobres, grupos
de población, edades y sexos se están acentuando. La mayor parte
de la población mundial atraviesa cada fase de su vida, desde la
infancia hasta la vejez, bajo un doble signo de pobreza y
desigualdad y una doble carga de sufrimiento y enfermedad.
Para muchos, la perspectiva de una vida más larga puede
parecer más un castigo que un don. Sin embargo, al terminar el
siglo es posible que vivamos ya en un mundo sin poliomielitis,
sin nuevos casos de lepra y sin defunciones por tétanos neonatal
o sarampión. Pero el gasto sanitario por persona y año que
algunos países en desarrollo pueden hoy permitirse asciende sólo
a US$ 4, cantidad inferior al dinero que llevan en su bolsillo o
monedero muchos habitantes de países desarrollados.
La esperanza de vida en los países menos desarrollados del
mundo es de 43 años, según estimaciones de 1993, mientras que en
uno de los más desarrollados alcanza 78 años, lo que constituye
una diferencia de más de un tercio de siglo. Eso significa que un
hombre rico y sano puede vivir el doble que uno pobre y enfermo.
Tal falta de equidad debería estremecer por sí sola la
conciencia del mundo, pero en algunos de los países más pobres la
tendencia de la esperanza de vida es a la baja. Se prevé que en
cinco países la esperanza de vida disminuya para el año 2000, al
tiempo que en el resto del mundo va en aumento. En los países más
ricos alcanzará 79 años en el año 2000, mientras que en algunos
de los más pobres retrocederá hasta 42 años. De ese modo, la
desigualdad entre los ricos y los pobres sigue acentuándose, y se
prevé que para el año 2000 al menos 45 países tengan una
esperanza de vida al nacer inferior a 60 años.
En un día, los pasajeros que vuelan desde el Japón hasta
Uganda dejan el país que tiene la esperanza de vida más alta del
mundo, cercana a los 79 años, y aterrizan en otro que tiene la
más baja, apenas 42 años. Un día de viaje en avión nos sitúa ante
una diferencia de media vida en la tierra. El vuelo entre Francia
y Côte d'Ivoire dura sólo unas horas pero representa casi 26 años
de esperanza de vida. Una breve excursión aérea desde Florida, en
los Estados Unidos, hasta Haití es una diferencia de más de 19
años en la esperanza de vida.
La finalidad del informe es poner de relieve esas
desigualdades y plantear la pregunta más general: ¿cuáles son las
prioridades sanitarias mundiales? También trata de dar respuesta
a otras preguntas de crucial importancia. ¿Cuáles son las
principales enfermedades, las causas fundamentales de defunción,
minusvalía, discapacidad y merma de la calidad de vida? ¿Qué
afecciones causan más miseria, aun cuando no sean necesariamente
mortales? ¿Qué países o comunidades tienen mayores necesidades en
materia de salud? ¿Qué destino se debe dar a los recursos
sanitarios?
En el informe se intenta por primera vez examinar la carga
de morbilidad no sólo en función de la enfermedad, sino también
de la edad, ya que la incidencia de los trastornos difiere según
las edades. En lo posible, el análisis de la situación sanitaria
se ha circunscrito a los lactantes y los niños, los adolescentes,
los adultos y los ancianos. Basándose en los datos disponibles,
en principio razonablemente fidedignos, se han identificado diez
causas principales de mortalidad, morbilidad y discapacidad. En
el informe, se expone la labor emprendida por la OMS para reducir
las desigualdades en materia de salud, se intenta pronosticar las
tendencias en los próximos años y se procura trazar el futuro
sanitario de la humanidad, un futuro en el que el niño sobreviva,
en vez de morir, en brazos de su madre.
Salud infantil
El número de menores de cinco años muertos en 1993 - más de
12,2 millones - equivale a las poblaciones totales de Noruega y
Suecia juntas. La gran mayoría de esas defunciones,
correspondientes a países en desarrollo, se podrían haber evitado
si esos países disfrutaran de las mismas condiciones sanitarias y
sociales que las naciones más desarrolladas del mundo. El desfase
entre el mundo desarrollado y el mundo en desarrollo respecto a
la supervivencia de lactantes y niños es uno de los ejemplos más
sangrantes de desigualdad en materia de salud.
La tasa mundial de mortalidad de menores de 5 años se estimó
en 1993 en 87 por 1000 nacidos vivos, lo que constituye un
descenso alentador comparado con las de 215 en 19501955, y 115 en
1980. Sin embargo, en algunas partes del mundo desarrollado sólo
6 de cada 1000 nacidos vivos mueren antes de los 5 años, mientras
que en 16 de los países menos desarrollados la tasa supera el 200
por 1000 y en un país es de 320 por 1000.
La mortalidad de lactantes defunciones de menores de un año
va de 4,8 a 161 por 1000 nacidos vivos, lo que representa una
cifra 33 veces superior. La desigualdad en la mortalidad de
lactantes entre el mundo desarrollado y en desarrollo se redujo
en un 50% desde 1960 hasta 1993, pasando de 113 a 54 por 1000
nacidos vivos. Pero al mismo tiempo aumentó el desfase entre los
países menos desarrollados y los países en desarrollo.
La malnutrición es un factor importante de morbilidad y
mortalidad en la infancia, pero a menudo no se la reconoce como
tal. En 1990, eran más del 30% los niños del mundo que no
alcanzaban el peso adecuado para su edad. Hasta un 43% de los
niños del mundo en desarrollo 230 millones tienen estatura
insuficiente para su edad. Se estima que la carencia de
micronutrientes afecta al menos a 2000 millones de personas de
todas las edades, pero los niños son particularmente vulnerables.
Como resultado de la carencia de yodo problema de salud pública
en 118 países al menos 30 000 niños nacen muertos cada año y más
de 120 000 nacen con taras mentales, insuficiente desarrollo
físico, sordomudez o parálisis. La cuarta parte de los menores de
5 años de los países en desarrollo están expuestos a la carencia
de vitamina A.
Ha habido mejoras de la salud infantil, y en 1993 el número
de niños que murieron a causa de enfermedades prevenibles por
vacunación se redujo en 1,3 millones respecto a 1985, cifra que
equivale a la población de Trinidad y Tabago. Sin embargo, unos
2,4 millones de menores de 5 años siguen muriendo cada año a
causa de esas enfermedades, entre las que destacan el sarampión,
el tétanos neonatal, la tuberculosis, la tos ferina, la
poliomielitis y la difteria. Asimismo, hay indicios inquietantes
de que los últimos adelantos en materia de inmunización están
sufriendo menoscabo o incluso retroceso a causa de las
condiciones económicas y sociales imperantes.
En el mundo en desarrollo, las infecciones respiratorias
agudas causan anualmente más de 4 millones de defunciones de
menores de 5 años una cada 8 segundos y constituyen uno de los
principales factores de discapacidad. A ellas se debe del 30 al
50% de las visitas infantiles a los servicios de salud en
cualquier parte. Se podría reducir significativamente la
mortalidad mediante el tratamiento de las principales infecciones
bacterianas con antibióticos de bajo costo durante unos cuantos
días.
Las enfermedades diarreicas, asociadas a la insalubridad del
agua y la insuficiencia del saneamiento y las prácticas
inadecuadas de manipulación de los alimentos, son causa de otros
3 millones de defunciones anuales una cada diez segundos de
menores de 5 años en el mundo en desarrollo y constituyen un
ejemplo patente de la fatal sinergia de la pobreza y la
ignorancia. Se calcula que en el mundo se producen 1800 millones
de episodios de diarrea infantil al año. Muchas de las
defunciones por diarrea se podrían evitar administrando sales de
rehidratación oral, que cuestan sólo US$ 0,07 como promedio.
La salud de los escolares y de los adolescentes
En el mundo existen unos 2300 millones de personas más o menos el
40% de la población total menores de 20 años. Aunque los
adolescentes y los adultos jóvenes están generalmente sanos, se
cuentan entre los más vulnerables a enfermedades sociales como
son la pobreza, la explotación, la ignorancia y los
comportamientos arriesgados. Al malgastar la salud de sus
jóvenes, el mundo dilapida su mañana. Las pautas de
comportamiento establecidas en la adolescencia bajo la fuerte
influencia del mundo adulto tienen una gran importancia en la
vida del individuo y en la salud pública en su conjunto.
En muchos países, los servicios de salud no responden a las
necesidades de los adolescentes y produce inquietud el hecho de
que la educación, la enseñanza y el empleo de los jóvenes sean
inadecuados. Aunque a menudo no se reconozca, la educación
contribuye esencialmente al bienestar y a la sexualidad
responsable de los jóvenes, dado que la escolarización está
estrechamente vinculada a la situación sanitaria y a las tasas de
embarazo. Una pizarra y un trozo de tiza pueden ser tan eficaces
para proteger la salud como los antibióticos y los
anticonceptivos. Mejorar la educación de los adolescentes en
general, y de las muchachas en particular, es una de las formas
más eficaces de promover la equidad, fomentar el desarrollo y
proteger la salud para todos.
El deseo de experiencias sexuales y vínculos plenos
constituye un poderoso impulso para la mayor parte de los
jóvenes, que al mismo tiempo se ven inducidos a entablar
relaciones sexuales demasiado pronto. Sin embargo, a muchos de
esos jóvenes se les priva incluso del conocimiento básico de sus
propios cuerpos o de los medios para protegerse frente a
embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual (ETS).
Esas enfermedades son muy frecuentes en la población sexualmente
activa más joven y parecen ir en aumento en todo el mundo. Las
tasas más altas de ETS notificables se aprecian generalmente en
el grupo de 20 a 24 años, seguido por los grupos de 15 a 19 años
y de 25 a 29 años. En casi todas las partes del mundo la edad en
que más abundan las infecciones es menor en las muchachas que en
los muchachos.
Al mismo tiempo, el VIH y el SIDA causan estragos entre los
jóvenes. En muchos países del mundo en desarrollo, hasta dos
terceras partes de los casos nuevos de infección por el VIH
corresponden a personas de 15 a 24 años. En general, se estima
que la mitad de los casos mundiales de infección por el VIH son
de menores de 25 años, y que el 60% de las infecciones en mujeres
se contraen antes de los 20 años. Así, las esperanzas y las vidas
de una generación la de los futuros sostenes de la familia,
proveedores y padres corren peligro. Muchos de los jóvenes más
capaces y laboriosos, que podrían construir un mundo mejor y
configurar el destino de sus países, se enfrentan a una muerte
trágica y precoz debida a la infección por el VIH.
Otros riesgos para la salud de los adolescentes son el
tabaquismo, el uso indebido de alcohol y otras drogas, la
explotación del joven como mano de obra barata y a menudo ilegal,
y el alarmante crecimiento del número de niños callejeros. Según
estimaciones recientes, es posible que haya hasta 100 millones de
esos niños, altamente expuestos a la malnutrición, las
enfermedades infecciosas, las ETS incluido el VIH/SIDA y la
explotación delictiva y sexual. El aumento de los accidentes, la
violencia y los suicidios de jóvenes en muchas regiones del mundo
es un motivo de honda inquietud.
La salud de los adultos
En 1993 hubo en el mundo 51 millones de defunciones,
aproximadamente las tres cuartas partes de ellas de adultos. En
el mundo en desarrollo hubo unos 39 millones, y en el mundo
desarrollado unos 12 millones. Los países pobres tuvieron el
triple de defunciones que los ricos.
Ciertas enfermedades transmisibles como la tuberculosis y
las infecciones respiratorias, así como las enfermedades
maternas, perinatales y neonatales, ocasionan unos 20 millones
aproximadamente el 40% de esos 51 millones de defunciones, el 99%
de ellas en el mundo en desarrollo.
A las enfermedades no transmisibles, como el cáncer y las
cardiopatías, se deben unos 19 millones de defunciones, es decir,
el 36% del total mundial, dividido más o menos por igual entre el
mundo en desarrollo y el desarrollado. La gran mayoría de esas
defunciones corresponden a adultos.
Las causas externas tales como los accidentes y la violencia
son responsables de unos 4 millones de defunciones, o lo que es
lo mismo, en torno al 8% del total, también con incidencia
mayoritaria en los adultos. Los países en desarrollo casi
cuadruplican el número de defunciones debidas a esas causas
respecto al mundo desarrollado. El restante 16% de las
defunciones del mundo se deben a otras causas y a factores
desconocidos.
A las complicaciones de la maternidad son atribuibles otras
508 000 muertes al año.
De los 20 millones de defunciones por enfermedades
transmisibles, más de 16 millones, es decir, aproximadamente el
80%, se deben a enfermedades infecciosas y parasitarias. La
tuberculosis se cobra un tributo de 3 millones de vidas, el
paludismo unos 2 millones y la hepatitis B posiblemente 1 millón.
Entre las principales enfermedades transmisibles, la
tuberculosis fue responsable de más del 5% del total mundial de
defunciones más de 7000 al día , y el número de casos nuevos en
1995 se calcula en 8,8 millones, lo que equivale a más de 1000
por hora. El tratamiento medicamentoso, que en la mayor parte de
los casos cuesta sólo US$ 1330 por persona, dura 6 meses y es
eficaz, pero hacer llegar los medicamentos a donde se necesitan y
conseguir que los pacientes cumplan el tratamiento entero son
otros tantos retos en salud pública.
Entretanto, la asociación letal de la tuberculosis con el
VIH multiplica el número de víctimas mortales. Se estima que
durante los diez años próximos la tuberculosis y el SIDA juntos
causarán sólo en Asia un número de muertes superior a la suma de
los habitantes de Singapur, Beijing, Yokohama y Tokio.
El paludismo, directamente o en asociación con infecciones
respiratorias agudas y anemia, se cobra unos 2 millones de vidas
al año, en su gran mayoría de niños pequeños, y el número de
casos de infección anuales ronda los 400 millones. En el mundo,
más de 2000 millones de personas están amenazadas por esa
enfermedad, cuyo costo directo e indirecto se calcula, sólo para
Africa, en US$ 1800 millones en 1995.
El cólera ha pasado a ser endémico en muchos países de
Africa, Asia y América Latina. En 1993 se notificaron 377 000
nuevos casos y sólo 6800 defunciones. El número de casos y de
defunciones se mantiene a niveles mucho más altos que los
notificados anteriormente.
Entre las demás enfermedades transmisibles, el dengue y la
fiebre hemorrágica dengue son actualmente las infecciones por
arbovirus más frecuentes y de más rápido aumento en el mundo.
Anualmente se producen millones de casos; unos 500 000 requieren
hospitalización y miles son mortales. El antiguo flagelo de la
lepra produce aún 600 000 nuevos casos al año, y entre 2 y 3
millones de personas padecen secuelas de discapacidad, incluidas
las que persisten tras la curación. La oncocercosis (ceguera de
los ríos) afecta a 18 millones de personas en 34 países, mientras
que la dracunculosis causa terribles sufrimientos y
discapacidades a 3 millones de personas, que se cuentan entre las
más desvalidas del mundo y carecen de agua salubre. La enfermedad
de Chagas aqueja a 17 millones de personas en 21 países de
América Latina y causa anualmente 45 000 defunciones y 400 000
casos de enfermedades cardiacas y estomacales. La tripanosomiasis
africana (enfermedad del sueño) se cobra unas 55 000 víctimas
mortales al año. La esquistosomiasis (bilharziasis o fiebre del
molusco) afecta a 200 millones de personas en 74 países de las
Américas, Africa y Asia y causa tal vez 200 000 defunciones. La
leishmaniasis produce unos 13 millones de casos. La leishmaniasis
visceral, denominada también kalaazar, es la forma más grave;
resulta casi siempre mortal si no se trata y da lugar a unos 500
000 casos y 80 000 defunciones al año. La filariasis linfática
(elefantiasis) ataca a unos 100 millones de personas, al tiempo
que Ascaris provoca síntomas clínicos nada menos que en 214
millones de personas, Trichuris en 133 millones y el anquilostoma
en 96 millones.
Las enfermedades de transmisión sexual constituyen una
pesada carga de morbilidad en todo el mundo. Se calcula que unos
236 millones de personas padecen tricomoniasis, y que se producen
94 millones de casos nuevos al año. Las infecciones por Chlamydia
afectan a unos 162 millones de personas, y cada año hay 97
millones de nuevos casos. Se estiman en 32 millones los casos
nuevos de verrugas genitales que se producen cada año, y en unos
78 millones los de blenorragia. El herpes genital ataca a 21
millones de personas al año, la sífilis a 19 millones y el
chancroide a 9 millones.
Muchas de las ETS, si no todas ellas, se podrían evitar con
el uso del preservativo. La mayor parte de esas enfermedades se
pueden tratar de forma eficaz y económica: por ejemplo, el costo
de tratar las úlceras genitales oscila entre US$ 0,5 y US$ 4 por
persona. Pero existen problemas de prestación y accesibilidad de
los servicios, agravados por el sentimiento de vergüenza de los
enfermos y la actitud de algunos profesionales de salud.
El VIH y el SIDA siguen propagándose incesantemente. La OMS
calcula que en 1994 la prevalencia del VIH entre los adultos de
todo el mundo fue superior a 13 millones. Cada día que pasa se
infectan unas 6000 personas, y en algunas partes de Africa y de
Asia el virus avanza rápidamente. En Asia meridional y
sudoriental las infecciones por el VIH contraídas el pasado año
se estimaron en 2,5 millones, es decir, 1 millón más que en 1993.
En 1993 se notificaron a la OMS 2065 casos de peste humana
(con 191 defunciones) en 10 países de Africa, Asia y las
Américas. Ese número fue superior al total de 1992 y al promedio
anual de los diez años precedentes. El brote constituyó para el
mundo una seria advertencia de que esa temible enfermedad, con
frecuencia considerada como un azote del pasado, sigue
existiendo.
Las enfermedades no transmisibles, como por ejemplo las del
sistema circulatorio, causan 10 millones de defunciones en todo
el mundo, correspondiendo más de 5 millones a cardiopatías y
otros 4 millones a trastornos cerebrovasculares (tales como la
apoplejía). Esas y otras enfermedades no transmisibles que
afectan principalmente a los adultos están asimismo empezando a
ser una causa importante de mortalidad en el mundo en desarrollo.
Hasta hace poco las cardiopatías y los ataques apopléticos se
consideraban problemas de los países desarrollados, pero ahora
alrededor del 44% del total de defunciones por esas causas se
producen en el mundo en desarrollo. El cáncer es responsable de 6
millones es decir, un 12% de las defunciones en todo el mundo, la
mayoría de las cuales el 58% corresponden al mundo en desarrollo.
Entre las restantes enfermedades no transmisibles, las
afecciones pulmonares obstructivas crónicas, como son la
bronquitis crónica y el enfisema causaron la muerte a 2,9
millones de adultos en 1993, lo que representa aproximadamente el
6% del total de defunciones. El número de casos de esas
enfermedades en el mundo se cifra en 600 millones, lo que
constituye el segundo grupo más numeroso de morbilidad de los
registrados por la OMS. Al mismo tiempo, se calcula que hay 275
millones de casos de asma en el mundo, aunque la OMS no posee
datos sobre el número de defunciones.
La diabetes mellitus constituye un problema creciente de
salud pública tanto en los países en desarrollo como en los
desarrollados. Recientemente, un grupo de expertos de la OMS
estimó que para fines de este siglo más de 100 millones de
personas padecerán diabetes, de la forma no insulinodependiente
en el 85% o el 90% de los casos. En Europa, la prevalencia de la
diabetes oscila entre el 2% y el 5% de la población adulta. En la
India, la cuarta parte de la población sufre ese trastorno antes
de los 60 años, y uno de cada 5 estadounidenses contraerá la
enfermedad antes de los 70. Una estimación reciente cifra el
costo de la diabetes, tanto directo como indirecto, en US$ 9200
millones al año sólo en los Estados Unidos.
Las enfermedades mentales están relegadas en el orden de
prioridad de la atención médica. Sólo los casos más graves, tales
como la esquizofrenia o los trastornos maniacodepresivos, reciben
una asistencia mínima, incluso en los países desarrollados. Hay
indicios inquietantes de que la sociedad permite que esos
enfermos vivan como vagabundos en vez de proporcionarles la
atención que necesitan. Para esto, el estigma de la locura
constituye aún un formidable obstáculo. Se cree que unos 500
millones de personas sufren trastornos neuróticos, psicosomáticos
o relacionados con el estrés. Otros 200 millones padecen
alteraciones del estado de ánimo tales como la depresión crónica
y los trastornos maniacodepresivos. El retraso mental aflige a
unos 83 millones de personas, la epilepsia a 30 millones, la
demencia a 22 millones y la esquizofrenia a 16 millones.
El tabaquismo se está convirtiendo en la principal causa
prevenible de morbilidad y mortalidad en el mundo. La OMS estima
que existen en el mundo unos 1100 millones de fumadores.
Aproximadamente 800 millones se encuentran en el mundo en
desarrollo, es decir, casi el triple que en los países
desarrollados. El tabaquismo causa ya la muerte a un promedio de
3 millones de adultos al año en el mundo. Si persisten las
tendencias actuales, esa cifra alcanzará los 10 millones para el
año 2020.
En la esfera de la salud de la mujer y el parto, las
diferencias de la mortalidad materna entre los países son
escandalosas. En Europa, la tasa de mortalidad materna es de 50
por 100 000 nacidos vivos. En algunos de los países menos
desarrollados, la tasa en 1991 fue superior a 700 defunciones por
100 000 nacimientos. En los países en desarrollo, una de cada
cinco defunciones de mujeres en edad fecunda se debe a
complicaciones del embarazo y del parto. Medio millón de mujeres
mueren cada año por trastornos fácilmente prevenibles.
La salud de las personas de edad
El aumento del número de ancianos en el mundo será uno de
los principales factores que afecten a los servicios sanitarios y
sociales en el próximo siglo. La población mundial en conjunto ha
crecido a un ritmo anual de 1,7% durante el periodo 19901995,
pero la población mayor de 65 años aumenta aproximadamente en un
2,7% al año. Del total de 355 millones de personas mayores de 65
años que había en el mundo en 1993, más de 200 millones
correspondían al mundo en desarrollo, donde representan el 4,6%
de la población, y más de 150 millones a los países
desarrollados, donde la proporción es del 12,6%. Aunque Europa,
el Japón y los Estados Unidos tienen actualmente las poblaciones
más viejas, los cambios son particularmente rápidos en el mundo
en desarrollo, donde los aumentos de la población mayor de 65
años previstos para los próximos 30 años llegarán en algunos
países al 400%.
Paralelamente al aumento del número de personas mayores de
65 años se producirá un alza espectacular del número de
verdaderamente ancianos, es decir, personas de más de 80 años.
Este grupo constituía en 1993 el 22% de los mayores de 65 años en
los países desarrollados, y el 12% en el mundo en desarrollo. En
1990, el promedio mundial de apoyo a las personas de edad (número
de personas mayores de 65 años comparado con el de personas de
edades comprendidas entre los 20 y los 64 años) era de 12
ancianos por 100 personas en activo. Se estima que la cifra será
de 12,8 en el año 2000 y de 13,2 en 2010. En otras palabras,
aunque el aumento de la población durante el periodo 19902000 se
calcula en un 17%, el del número de personas de edad será
probablemente del 30%.
Una de las tareas más arduas para los planificadores y los
políticos sanitarios a la hora de asignar fondos, así como para
la comunidad y los propios individuos, es determinar si una mayor
esperanza de vida significa más salud o simplemente más años de
enfermedad. Ese es un tema en el que queda mucho por investigar,
a pesar de que está cobrando cada vez más importancia.
Dos de los problemas más apremiantes del futuro serán la
prestación de ayuda a las personas aquejadas de demencia y a las
que necesiten prótesis articulares a causa de la artritis. La OMS
estima que en el mundo hay 165 millones de casos de artritis
reumatoide. La asistencia a largo plazo de la frágil tercera edad
está pasando a ser uno de los asuntos médicos y políticos más
debatidos en muchos países desarrollados, y el mundo en
desarrollo se verá también pronto enfrentado al problema. Si se
quiere evitar que las personas se queden sin amparo ni asistencia
al final de sus vidas, se debe prestar más atención a los
mecanismos sociales de apoyo y a los medios para financiarlos.
Asuntos sanitarios generales
Aunque en los 10 últimos años ha habido una tendencia
mundial hacia la democratización de los sistemas políticos, los
tan esperados dividendos de la paz no han llegado a
materializarse. La pobreza ha seguido y seguirá siendo uno de los
mayores obstáculos al desarrollo sanitario. El número de pobres
ha aumentado sustancialmente, tanto en el mundo en desarrollo
como entre los grupos y comunidades desfavorecidos de los países
desarrollados y en desarrollo. Durante la segunda mitad del
decenio de 1980 aumentó en el mundo el número de personas que
vivían en condiciones de pobreza extrema; en 1990 se calculó en
más de 1100 millones, es decir, más de la quinta parte de la
humanidad.
El cambio de la situación demográfica en el mundo, junto con
el rápido tránsito a la urbanización, tendrán profundas
consecuencias en la prestación de servicios sanitarios. El
crecimiento espontáneo y a menudo caótico de las megaciudades del
mundo en desarrollo planteará particulares problemas, ya que las
malas condiciones de saneamiento y vivienda favorecen la
propagación de las enfermedades infecciosas.
El optimismo acerca de la situación económica mundial
durante el resto de este siglo y más allá se debe matizar con
algunas incertidumbres fundamentales. Se ha producido una
corriente desproporcionada de recursos desde el mundo en
desarrollo al desarrollado países pobres que pagan a los ricos
debido al servicio y la amortización de la deuda y a los precios
de las materias primas, que favorecen al segundo a expensas del
primero. Las políticas de ajuste estructural, destinadas a
mejorar el rendimiento económico de los países pobres, han hecho
empeorar la situación en muchos casos. Las palabras pronunciadas
por Robert McNamara en 1980, cuando era Presidente del Banco
Mundial, siguen siendo válidas: La búsqueda del crecimiento y del
ajuste financiero sin una preocupación razonable por la equidad
es a la larga socialmente desestabilizadora.
Otra tendencia mundial inquietante es el desempleo, sobre
todo en los países en desarrollo carentes de los servicios de
seguridad social que permiten aliviar la situación de los
parados. El desempleo persistente está generando una nueva clase
de parias, ya que excluye a un grupo numeroso de la corriente del
desarrollo y la sociedad. La existencia de desempleados demuestra
patentemente lo peligroso que es dar por supuesto que la
prosperidad general de un país acabará llegando a todos sus
habitantes.
Suscitan también una considerable preocupación los efectos
adversos para la salud de la degradación persistente del medio
ambiente, la contaminación y el vertido incontrolado de desechos
químicos, la disminución de los recursos naturales, el
agotamiento de la capa de ozono y los cambios climáticos
previstos a escala mundial.
Las costumbres sociales también están experimentando
profundos cambios, entre ellos la tendencia al acortamiento de
los matrimonios y el aumento del número de divorcios que se
observa en muchos países; la desintegración familiar consiguiente
repercute en el individuo y en los servicios sociales, que han de
ocuparse de los niños y de las familias monoparentales.
Cualesquiera que sean las consideraciones que se hagan para
mejorar la salud en el mundo, es necesario reconocer que el
aumento de la población mundial pondrá a prueba la capacidad de
adaptación de las infraestructuras social, política, ambiental y
sanitaria. Esta última, constituida por locales, equipo,
personal, medicamentos, vehículos, etc., es indispensable para
prestar una buena atención. Los servicios, integrados y
rentables, deben estar lo más cerca posible de la gente que los
necesita.
Con unos recursos sanitarios que difícilmente se podrán
reforzar mucho y una demanda de servicios en aumento constante
debido al crecimiento demográfico y a los adelantos científicos
que permiten tratar más enfermedades, cabe prever que el debate
sobre la racionalización de la asistencia sanitaria y los
problemas éticos correspondientes cobrará intensidad. Habrá que
hacer opciones difíciles y hallar la manera de tener más en
cuenta la opinión de los usuarios de los servicios de salud.
Contribución de la OMS a la salud mundial
En el marco de la Constitución y las orientaciones de los
programas generales de trabajo, todas las actividades de la OMS
tratan de responder a los problemas prioritarios de los grupos de
edad a que se hace referencia en el presente resumen. No es
posible reseñar aquí toda la acción desplegada por la OMS a nivel
local, nacional, regional y mundial, pero sí dar algunos
ejemplos.
Salud de los niños y los adolescentes
La OMS estimula la autorresponsabilidad de los países en las
actividades de inmunización por conducto de los servicios básicos
de salud. Coopera con el UNICEF en su iniciativa de suministro de
vacunas a más de 100 países. Las prioridades fundamentales son
mantener al menos los logros de años anteriores y seguir
trabajando para alcanzar el objetivo fijado en la Cumbre Mundial
en favor de la Infancia de 1992 de inmunización contra las seis
enfermedades prevenibles mediante vacunación (difteria, tos
ferina, tétanos, sarampión, poliomielitis, tuberculosis).
Con vistas a un aprovechamiento óptimo de los limitados
recursos disponibles para eliminar el tétanos neonatal, la OMS ha
dado prioridad a países que representan el 80% de los casos
totales y en los que, según estimaciones, la mortalidad es de 5 o
más por 1000 nacidos vivos. Para detener la propagación de la
difteria en Europa oriental, la OMS ha adoptado diversas medidas,
entre ellas la formulación de un plan de acción y el
establecimiento de un grupo especial europeo. En 1993 los
progresos hacia el objetivo de la erradicación de la
poliomielitis eran alentadores. Se está intentando desarrollar
una vacuna contra el poliovirus más termoestable, que pueda
suministrarse a través de una cadena de frío mantenida menos
rigurosamente. Se coordinaron con distintas organizaciones
importantes donaciones para la erradicación de la poliomielitis.
En 1994 la Región de las Américas se comprometió a eliminar el
sarampión para el año 2000, y la incidencia de esta enfermedad es
hoy más baja que nunca. Si se mantiene el ímpetu alcanzado, las
Américas podrían encabezar la eliminación mundial de este
importante factor de mortalidad infantil.
A fines de 1994 prácticamente todos los países en desarrollo
habían aplicado planes de acción contra las enfermedades
diarreicas de la infancia. Casi el 42% del personal sanitario de
los países ha aprendido técnicas de supervisión con ayuda de
material ideado por la OMS, y casi el 30% de los médicos y demás
personal sanitario ha recibido formación en el tratamiento de la
diarrea, muchos de ellos en las unidades de adiestramiento (más
de 420) establecidas por lo menos en 90 países. Se calcula que a
fines de 1994 casi el 85% de la población de los países disponía
de sales de rehidratación oral.
Se está haciendo especial hincapié en la difusión del
tratamiento estándar de las infecciones respiratorias agudas. La
OMS colabora en cursos para personal de los servicios del primer
nivel y de los hospitales de envío de casos, y distribuye
material didáctico y técnico. Hasta ahora han recibido
adiestramiento más de 190 000 administradores sanitarios,
médicos, enfermeras y agentes de salud comunitarios de más de 60
países. La OMS participa en numerosos estudios sobre las
infecciones respiratorias agudas en Africa, Asia y América
Latina.
Se están promoviendo actividades de mejora de la nutrición
en 62 países, sobre todo en colaboración con la FAO y el UNICEF.
Se ha creado una base de datos mundial sobre el crecimiento del
niño, y más de 90 países están recibiendo apoyo técnico y
financiero para aplicar el Código Internacional de
Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna. La nueva
iniciativa Hospitales amigos del niño de la OMS y el UNICEF ha
sido muy eficaz para estimular prácticas adecuadas de
alimentación del lactante desde el momento mismo del nacimiento,
y se ha aplicado ya en las dos terceras partes de los países de
Africa. Algunos países han introducido políticas nacionales de
nutrición con el apoyo de la OMS.
Un amplio espectro de programas de la OMS se orientan hacia
las necesidades de los adolescentes en aspectos como nutrición,
salud mental, sexualidad, prevención de enfermedades y
traumatismos, y abuso de sustancias. Se ha difundido una
declaración conjunta de política del UNICEF, la OMS y el FNUAP
acerca de la salud reproductiva del adolescente. La OMS facilitó
la formulación de políticas sobre la salud de los adolescentes en
20 países.
Salud de los adultos
Las actividades de la OMS se orientan en general a mejorar y
mantener la productividad económica y social de los adultos
mediante el fomento de la salud y la reducción de la morbilidad y
la mortalidad prematuras.
Por lo que se refiere a las principales enfermedades
transmisibles, se procura obtener apoyo financiero para combatir
la tuberculosis, enfermedad que experimenta una inquietante
recrudescencia. Se han reorganizado los programas de lucha en
varios países y se ha prestado apoyo para estudios operativos y
de otro tipo. Las investigaciones han dado algunos resultados
notables que podrían tener importantes repercusiones normativas.
Un estudio sobre la rifapentina indica que este nuevo fármaco es
prometedor. Se está organizando un amplio ensayo sobre la
eficacia del esparfloxacino, otro nuevo medicamento, contra la
tuberculosis polifarmacorresistente. Un estudio realizado en
Uganda sobre la viabilidad de la quimioprofilaxis antituberculosa
para las personas infectadas por el VIH indica que ese tipo de
intervención no es fácilmente aplicable a gran escala en las
condiciones imperantes en los países en desarrollo. El Grupo
Especial Mundial de Lucha contra el Cólera sigue promoviendo
actividades orientadas a fortalecer la capacidad nacional de
preparación e intervención en caso de epidemias. Hay varias
vacunas anticoléricas en diferentes fases de desarrollo. Los 45
países de paludismo endémico recibieron apoyo financiero de la
OMS para sus actividades de lucha contra esa enfermedad. En
varios países africanos se establecieron planes nacionales de
trabajo basados en una estrategia regional revisada de lucha. La
OMS, junto con otros organismos y ONG, respondió prontamente a
las peticiones de asistencia para combatir epidemias de paludismo
en siete países, incluidos los brotes entre los refugiados
rwandeses (alrededor de 500 000). En vista de la rápida
propagación del paludismo por Plasmodium falciparum resistente a
la cloroquina y polifarmacorresistente, se ha iniciado un
programa multicentros de investigación sobre el modo de retrasar
la aparición de la farmacorresistencia. La vacuna antipalúdica
sintética colombiana Spf66 ha demostrado ser inocua, inducir la
formación de anticuerpos y reducir el riesgo de paludismo
sintomático en casi un 30%, entre los menores de cinco años
vacunados en la República Unida de Tanzanía.
Por lo que se refiere a las otras enfermedades
transmisibles, todos los países donde la lepra es endémica han
aplicado estrategias y planes nacionales para eliminar la
enfermedad como problema de aquí al año 2000. El programa de
lucha contra la oncocercosis en Africa occidental, aplicado por
la OMS con ayuda del PNUD, la FAO y el Banco Mundial, ha
permitido eliminar la enfermedad como problema de salud pública
en 11 países endémicos. Se han hecho progresos notables hacia la
erradicación de la dracunculosis. Hay en marcha programas con ese
objeto en los 18 países endémicos. Se ha implantado asimismo un
sistema fiable de vigilancia basado en las aldeas, y los casos se
notifican mensualmente en todos los países. La OMS apoya una
campaña para eliminar la enfermedad de Chagas del Cono Sur de las
Américas. Entre las actividades emprendidas está el estudio de
pinturas con insecticidas de liberación gradual que han resultado
ser casi el doble de eficaces que los rociadores corrientes para
combatir los vectores triatómidos y cuestan aproximadamente la
mitad. El tratamiento de siete días con eflornitina es eficaz
contra la tripanosomiasis. Como es un medicamento caro, la OMS ha
hecho lo necesario para proporcionárselo a cuatro países a base
de recuperación de costos y participa en el estudio de un método
barato de síntesis y producción. Se presta apoyo para
investigaciones y enseñanzas sobre epidemiología y control de la
esquistosomiasis, y se ha logrado una nueva vacuna experimental.
Durante una reciente epidemia en el Sudán, la OMS y el UNICEF
enviaron suministros de urgencia para el diagnóstico serológico y
el tratamiento farmacológico de la leishmaniasis visceral. El
brote de peste neumónica registrado en la India en 1994 puso
bruscamente de manifiesto la persistencia de una enfermedad que
se considera un flagelo de tiempos pasados. La OMS intervino con
rapidez a petición de las autoridades de la India. Se controlaron
los viajes de acuerdo con el Reglamento Sanitario Internacional y
se creó un equipo de expertos de varios países para que hiciera
una investigación exhaustiva. Los resultados parecen indicar que
hubo bastantes menos casos que los notificados. No se hallaron
indicios de propagación de la peste fuera del foco y en ningún
otro país se detectaron casos importados y confirmados.
La mayoría de los Estados Miembros desarrollan, con el apoyo
de la OMS, programas contra el VIH/SIDA y en unos 80 países en
desarrollo hay actividades de vigilancia del VIH. Además, se
formó personal de 80 países para la gestión de los programas
contra el VIH/SIDA. Se negociaron acuerdos para la adquisición al
por mayor de estuches de prueba del VIH con garantía de calidad y
al mejor precio posible para los países en desarrollo. Por
primera vez se hizo en un país en desarrollo, con apoyo de la
OMS, un ensayo para determinar la inocuidad de una vacuna
experimental contra el VIH. Se dispensa orientación normativa
sobre seguridad hematológica, viajes de personas VIHpositivas y
pruebas de detección del VIH. Cientos de ONG y redes de
organizaciones colaboran con la OMS en la lucha con el VIH/SIDA.
La OMS está creando una red de centros y una base de datos
de apoyo a un programa mundial de vigilancia y prevención de las
enfermedades cardiovasculares, y sigue coordinando el proyecto
MONICA iniciado hace 10 años, que abarca actualmente a 26 países
y tiene por finalidad la vigilancia de las tendencias y los
determinantes de las enfermedades cardiovasculares y la
evaluación de la eficacia de las intervenciones. Se han
implantado en 41 países programas nacionales de prevención de la
cardiopatía coronaria. Hay 16 proyectos INTERSALUD de
demostración en todo el mundo (nueve de ellos en países en
desarrollo) para evaluar la eficacia de las intervenciones
integradas de base comunitaria. El programa paralelo CINDI se
extiende ya a 21 países de Europa. La OMS colabora en la
implantación de normas nacionales sobre alivio del dolor del
cáncer y cuidados paliativos en 46 países, y participa en el
desarrollo de registros nacionales de cáncer. Se ha actualizado
una lista modelo de 24 medicamentos esenciales para la
quimioterapia del cáncer. Se elaboraron directrices sobre
aspectos éticos de la genética humana y sobre la prestación de
servicios genéticos para combatir las enfermedades hereditarias.
En varios países se establecieron programas nacionales contra la
diabetes y las enfermedades reumáticas.
Se facilitaron directrices sobre retraso mental, epilepsia,
suicidio y otros problemas de salud mental. Se promueven estudios
sobre la evolución a largo plazo de la esquizofrenia y los
trastornos obsesivocompulsivos. Está en marcha un análisis
internacional de la legislación sobre salud mental. Como parte de
los esfuerzos de prevención del abuso de sustancias, se
formularon recomendaciones sobre la fiscalización internacional
de las sustancias psicoactivas y se presta apoyo a los Estados
Miembros para que revisen las políticas y la legislación
referentes al tratamiento y la rehabilitación de las personas
dependientes de las drogas y el alcohol.
Se lanzó Africa 2000, una nueva iniciativa de inversión para
lograr la cobertura universal en materia de servicios de
abastecimiento de agua y saneamiento. En cooperación con el
UNICEF y con otras organizaciones se está desarrollando un amplio
programa de educación sobre higiene y fomento de medios de
saneamiento de bajo costo. Se están preparando módulos y manuales
de adiestramiento sobre la operación, el mantenimiento y la
optimización de sistemas y se está ensayando uno sobre
aprovechamiento higiénico de recursos hídricos. La iniciativa
ciudades sanas abarca ya más de 650 ciudades en todo el mundo.
Las redes mundiales OMS/PNUMA para la vigilancia de la calidad
del aire y del agua funcionan en más de 60 países. Se publicaron
las pautas revisadas de la OMS sobre la calidad del agua potable.
La OMS y la FAO colaboran con la Comisión del Codex Alimentarius
en el fomento de medidas legislativas nacionales sobre
alimentación avaladas científicamente. Junto con la FAO, la OMS
ha establecido ingestas diarias admisibles para más de 700
aditivos alimentarios, contaminantes y residuos de fármacos de
veterinaria en los alimentos.
Se publicaron declaraciones de principios OMS/UNICEF/FNUAP
sobre el fomento de la salud de la mujer. Se formularon planes de
acción nacionales sobre la maternidad sin riesgo en 10 países. Se
están difundiendo bases de datos para la vigilancia de las pautas
y las tendencias en materia de salud materna. Se financian en
total 87 proyectos de investigación, muchos de ellos sobre las
causas de defunción y discapacidad maternas. Se emprendió un
proyecto de promoción de métodos sencillos de detección precoz
del cáncer del cuello uterino y de mama en países en desarrollo.
Un objetivo clave de la OMS es permitir que las personas de
edad realicen plenamente su potencial como recurso comunitario, y
asegurarles una calidad de vida satisfactoria. Contribuyen al
logro de ese objetivo muchos de los programas de la OMS, entre
ellos los de nutrición, enfermedades cardiovasculares, cáncer y
cuidados paliativos. Se ha emprendido un estudio multinacional en
colaboración sobre los signos precursores de la osteoartritis. De
conformidad con el plan de acción internacional de las Naciones
Unidas sobre el envejecimiento, la OMS está preparando un
programa integrado sobre envejecimiento y salud, que será
plenamente operativo en 1996.
Asuntos generales de salud
Se ha formulado una estrategia mundial sobre salud ocupacional,
con prestación de apoyo a las actividades en los países. Se
dispone ya de directrices y monografías sobre aspectos tales como
las repercusiones sanitarias de la exposición ocupacional al
polvo orgánico y a los agentes sensibilizadores, así como a
determinados metales, disolventes y plaguicidas. Desde 1976 la
OMS ha evaluado los riesgos para la salud de la exposición a unos
200 productos químicos industriales y otras sustancias. Se está
preparando una iniciativa internacional de investigaciones en
colaboración sobre salud bucodental en la que participan la
Federación Dental Internacional y otras entidades. Se ha
establecido una red de acción internacional sobre el noma y otras
enfermedades mutilantes y traumatismos faciales. Se han hecho
grandes progresos en la rehabilitación de los 35 millones de
discapacitados existentes en Africa, empleando el método
comunitario de salud de distrito. Se actualizaron los datos
mundiales de la OMS sobre la ceguera. La OMS, junto con las ONG,
apoya las actividades de formación e investigación en ese sector.
Se han establecido normas de calidad para los pequeños
fabricantes de los implantes intraoculares empleados en la
cirugía de la catarata.
Como parte de las actividades de promoción de modos de vida
sanos se han establecido un centro de recursos de educación en
materia de higiene escolar, diversas bases de datos y dos redes
regionales de escuelas promotoras de la salud. La red existente
en Europa se ha ampliado y ahora abarca 20 regiones. Se presta
apoyo a los programas nacionales de lucha contra el tabaco. Los
recientes acontecimientos olímpicos de invierno se han celebrado
sin tabaco gracias a la colaboración entre el Comité Olímpico
Internacional y la OMS.
La OMS facilita a los países información y directrices sobre
la organización de sistemas de salud basados en la atención
primaria. Se facilita orientación técnica para la formulación de
nuevas políticas y estrategias de salud y la reorganización de
los sistemas de financiación de la atención sanitaria.
La OMS promueve el intercambio de información entre los
países en relación con el desarrollo de recursos humanos para la
salud. Ha lanzado una iniciativa para determinar los métodos
óptimos de adiestramiento del personal de salud en condiciones
socioeconómicas cambiantes. Se presta apoyo para la revisión de
los programas de enseñanza de salud pública y medicina. Se
otorgan becas de estudios sobre salud y materias afines. Por
conducto de una red de centros colaboradores de la OMS se están
elaborando planes de acción nacionales, regionales e
interregionales para mejorar la práctica de la enfermería y la
partería.
En el campo de las preparaciones farmacéuticas, se están
ampliando las directrices para la prescripción de medicamentos.
Se están estableciendo en varios países, con la colaboración de
la OMS, sistemas nacionales de registro, vigilancia y garantía de
la calidad de los medicamentos. Está en marcha la revisión y la
actualización de la lista modelo OMS de medicamentos esenciales.
Junto con entidades bilaterales, otros organismos de las Naciones
Unidas y ONG, la OMS colabora con 55 países en la formulación de
políticas nacionales en sectores tales como la selección de
medicamentos y la legislación farmacéutica. Se están realizando
investigaciones operativas sobre el uso racional de los
medicamentos. Se han preparado directrices, instrumentos y
material didáctico sobre numerosos aspectos de la gestión
farmacéutica.
La Comisión Mundial de la OMS sobre la Salud de la Mujer ha
elaborado un programa de acción relativo a la mujer, la salud y
el desarrollo. Bajo los auspicios de la Comisión, se está
aplicando en Africa un sistema para facilitar préstamos y
servicios bancarios a lo sectores más vulnerables y
desfavorecidos de la población. En la Conferencia Internacional
sobre la Población y el Desarrollo celebrada en 1994 en El Cairo,
la intervención de la OMS fue decisiva para poder llegar a un
consenso y superar diferencias políticas y religiosas. Ello fue
posible gracias a la credibilidad médica y ética de la
Organización y a su enfoque integral de la salud.
Junto con el PNUD, la OMS fomenta la inclusión de los
aspectos de salud y medio ambiente en los planes nacionales de
desarrollo sostenible y con ese fin ha dado apoyo financiero y
técnico a seis países. La OMS fue designada gerente de tareas
para el capítulo de salud de la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) de 1992.
En colaboración con varios organismos de las Naciones Unidas, ha
preparado un informe sobre los progresos realizados en materia de
salud, medio ambiente y desarrollo sostenible, en el que se
destaca la importancia de las reformas en materia de desarrollo
comunitario, higiene del medio, adopción de decisiones y
verificación de cuentas nacionales. Entre los materiales
preparados por la OMS pueden citarse pautas sobre la operación de
instalaciones de control de venenos, 15 guías sobre salud y
seguridad y más de 200 fichas internacionales de seguridad
química con información básica sobre el diagnóstico y el
tratamiento de intoxicaciones. Se presta apoyo para enseñanzas e
investigaciones sobre el amplio tema de la salud y el medio
ambiente.
La OMS colaboró con 26 países muy necesitados en la
planificación y la aplicación de reformas sanitarias como parte
de una campaña general de fortalecimiento de la capacidad
nacional de gestión. Se preparó un tercer informe sobre los
progresos realizados hacia la salud para todos en el año 2000 a
fin de presentarlo a los órganos deliberantes de la OMS en 1995.
Se organizaron investigaciones sobre prospectiva sanitaria, y
continuó la evaluación de la situación sanitaria mundial y de las
tendencias en lo referente a las enfermedades y trastornos
prioritarios. En la actualidad hay en total 184 organizaciones no
gubernamentales que mantienen relaciones oficiales con la OMS. La
creciente sensibilidad de los Estados Miembros respecto a la
necesidad de mejorar los sistemas de prestación de asistencia
sanitaria, y el notable interés del Banco Mundial en fomentar
mejoras en el sector social, brindaron una buena oportunidad para
el estrechamiento de los lazos entre la OMS, el Banco y los
gobiernos. Se reforzó además la colaboración con los cinco
principales bancos de desarrollo regional. Prosiguieron las
buenas relaciones de trabajo mantenidas tradicionalmente con el
UNICEF, el FNUAP, la FAO, la OIT y la Unesco.
La OMS sigue fortaleciendo la capacidad nacional de
preparación y socorro para situaciones de emergencia. En 1994 se
facilitaron asesoramiento técnico y suministros médicos urgentes
a varios países, entre ellos el Afganistán, Angola, Burundi, el
Iraq, Rwanda, Somalia, el Sudán y algunos de los nuevos Estados
independientes. La OMS colaboró estrechamente con la Unión
Europea en la asistencia a los países de la antigua Yugoslavia.
Se llevaron a cabo diez misiones conjuntas con el PMA para
organizar la ayuda alimentaria en apoyo del desarrollo de
recursos humanos.
Se prepararon manuales y directrices en distintos sectores
de la tecnología de salud. Prosigue el desarrollo de instrumentos
de laboratorio portátiles, equipo accionado con energía solar y
otra tecnología apropiada.
Se facilita información sanitaria actualizada y autorizada a
todos los Estados Miembros mediante numerosas publicaciones, una
serie de revistas de amplia difusión, redes electrónicas y
servicios de biblioteca. La OMS facilita a los países el acceso a
varias bases de datos sobre temas tales como las enfermedades
transmisibles y el VIH/SIDA. El material de la OMS es a menudo la
única fuente de información fidedigna sobre salud para muchos
agentes de salud de países en desarrollo.
Planear el futuro
Al terminar el siglo XX puede que estemos viviendo en un
mundo sin poliomielitis, sin nuevos casos de lepra, sin
defunciones por tétanos neonatal y sarampión, y sin
dracunculosis. En 1993 el sarampión mató a más de 1,2 millones de
niños y afectó a más de 45 millones; la poliomielitis produjo
5500 víctimas infantiles y el número de discapacitados ascendía a
10 millones; la lepra causó la muerte a 2400 personas e infectó a
600 000; el tétanos neonatal acabó con la vida de 560 000 recién
nacidos, y la dracunculosis afectó a dos millones de personas.
Al término del siglo la mortalidad materna podría ser la
mitad de la de 1993, año en que más de 500 000 mujeres murieron
en el parto. Las tasas de mortalidad infantil podrían no pasar de
50 por 1000 nacidos vivos, tasa que en 1993 superaban al menos 70
países. Para el año 2000 la mortalidad de menores de cinco años
podría no rebasar los 70 por 1000, superada al menos por 60
países en 1992. Podríamos vivir en un mundo en el que sólo un 10%
de los niños pesaran al nacer menos de 2,5 kg. En 1990, el 17% de
los niños nacieron con un peso inferior a ése. La esperanza de
vida de los niños que nazcan a principios del siglo XXI podría
ser como mínimo de 60 años en todos y cada uno de los países del
mundo; en 1993, 50 países no habían alcanzado aún esa meta.
En el año 2000 al menos el 85% de la población mundial
podría estar a menos de una hora del servicio más próximo de
asistencia médica. En 1993, unos 1000 millones de personas
carecían de servicios situados a una hora de viaje. Las
defunciones por paludismo podrían reducirse en una quinta parte
en al menos el 75% de los países afectados; el número de
defunciones y de nuevas infecciones por tuberculosis podría
disminuir considerablemente; el número de nuevos portadores de la
hepatitis B podría reducirse en un 80% gracias a la vacunación
infantil; las defunciones por cardiopatías entre las personas de
menos 65 años podrían reducirse al menos en un 15%; todas las
mujeres embarazadas podrían ser atendidas correctamente.
En el mundo del año 2000 puede que la malnutrición de
menores de cinco años haya disminuido en un 50%; las carencias de
micronutrientes como la vitamina A y el yodo hayan desaparecido;
la prevalencia de la anemia ferropénica entre las mujeres en edad
fecunda haya bajado en un 33%; y el 85% de la población disponga
de agua salubre, y el 75% de sistemas higiénicos de
alcantarillado.
Esas no son metas utópicas ni esperanzas ilusorias de un
mundo perfecto. Se trata de objetivos alcanzables, a condición de
que el mundo se esfuerce lo suficiente y se faciliten los
recursos necesarios. La OMS distingue cuatro prioridades de
acción en el futuro.
La primera prioridad es conseguir resultados en consonancia
con el valor del dinero, aprovechando al máximo los recursos
disponibles y orientándolos hacia los sectores más necesitados.
Se trata de crear entornos de autoayuda en que hombres y mujeres
puedan resolver sus propios problemas y desencadenar un proceso
de desarrollo sostenible que asegure a sus hijos un futuro mejor.
La segunda prioridad es mitigar la pobreza mediante el
mejoramiento de la salud. Gastar en salud es ahorrar incluso en
vidas. Debe reconocerse que ese gasto no es una sangría para los
recursos nacionales, sino un requisito indispensable para el
progreso económico y social. La salud deficiente inhibe la
capacidad de trabajo del individuo, reduce su productividad y
agrava la pobreza. Esta se puede atajar actuando en dos frentes:
uno consiste en atender las necesidades básicas de la gente,
incluida la disponibilidad de servicios sanitarios, vivienda y
educación; el otro es ofrecer oportunidades de escapar a la
pobreza gracias a una mejor salud y a una mayor productividad.
Aparte del aspecto económico, hay otra cara de la pobreza que es
necesario corregir: la discriminación y la baja condición social
de algunos grupos, en particular las mujeres.
La tercera prioridad guarda relación con las políticas de
salud pública, que en el decenio de 1990 sufrieron la influencia
del movimiento de salud para todos, con su acento en la equidad,
y también de los cambios políticos y económicos del mundo en
general. Al mismo tiempo se reconoce que la igualdad de acceso a
la asistencia sanitaria, objetivo tradicional de las autoridades
de salud pública, no siempre reduce las desigualdades del estado
de salud, puesto que la enfermedad está determinada también por
el comportamiento del individuo y por el entorno en que vive y
trabaja. En consecuencia, la mejora auténtica de la salud exigirá
una acción integrada e intersectorial dirigida contra todos los
determinantes de la mala salud. La formación del personal
profesional del sector deberá reorientarse en consecuencia.
La cuarta prioridad es reforzar la capacidad nacional de
socorro en situaciones de emergencia y la de asistencia
humanitaria en materia de salud. La nueva política de gestión de
situaciones de emergencia en pro de un desarrollo sostenible
tenderá un puente entre las actividades de socorro y el
desarrollo propiamente dicho, siendo el objetivo mitigar los
sufrimientos humanos y las pérdidas económicas debidas a las
epidemias, a las emergencias complejas y a los desplazamientos
masivos de población.
Los problemas sanitarios del futuro son ingentes. Sin
embargo, los conocimientos disponibles permiten avanzar mucho
hacia su solución. El mundo tendrá que interesarse y esforzarse
más, pero la situación no es desesperada. En el decenio de 1960,
Martin Luther King, refiriéndose a la lucha por los derechos
civiles en los Estados Unidos, escribió: Esta generación deberá
arrepentirse, no tanto por los actos abyectos de gente vil como
por el reprobable silencio de la gente de bien.
Hoy día, con una nueva generación y a punto de comenzar un
nuevo siglo, ha llegado la hora de romper el silencio culpable
que rodea a las desigualdades mundiales en materia de salud.
Capítulo especial
La evolución de la OMS
En la primera Asamblea Mundial de la Salud, celebrada en
junio de 1948 con la asistencia de 53 delegados de 55 Estados
Miembros, se aprobó un programa de trabajo que mencionaba como
prioridades fundamentales el paludismo, la salud maternoinfantil,
la tuberculosis, las enfermedades venéreas, la nutrición y el
saneamiento del medio.
Hoy, 47 años más tarde, a pesar de las importantes mejoras
conseguidas en materia de salud humana, seguimos soportando una
pesada carga de sufrimiento y morbilidad. Medio siglo de
experiencia en la erradicación y el control de enfermedades, la
ampliación de la cobertura asistencial y el buen aprovechamiento
de los recursos disponibles han puesto a la comunidad mundial y a
la OMS en el camino que conducirá a nuevos progresos.
Necesidad de una organización mundial de la salud
Al término de la Segunda Guerra Mundial la mayoría de la
población del mundo vivía aún en condiciones de extrema pobreza y
sufría malnutrición crónica, enfermedades transmisibles,
infecciones parasitarias y muchos otros males. Los servicios de
salud estaban a menudo muy desorganizados y no llegaban a gran
parte de la población. Hubo que reconocer, por tanto, la
necesidad imperiosa de un nuevo órgano mundial capaz de reunir
recursos y concertar metas de salud, y brindar un foro para el
intercambio de información sanitaria. El resultado fue la
creación por las Naciones Unidas de un organismo especializado
para atender esa necesidad: la Organización Mundial de la Salud.
Declarar la guerra a la enfermedad
Durante sus dos primeros decenios, la OMS se concentró en el
lanzamiento de campañas masivas de lucha contra enfermedades como
la lepra, el paludismo, la viruela, la sífilis, la tuberculosis y
el pian. Entre 1950 y 1965, por ejemplo, 46 millones de pacientes
de 49 países fueron tratados eficazmente con penicilina contra el
pian, una enfermedad tropical que, así, dejó de ser un importante
problema de salud pública en la mayor parte del mundo en
desarrollo. En 1955 el número de casos de paludismo en el mundo
se había reducido al menos en un tercio, pero en 1970 se llegó a
la conclusión de que la erradicación de la enfermedad era
impracticable.
No ocurrió lo mismo con la viruela. Una campaña de
erradicación iniciada en 1966, cuando cada año morían de esa
enfermedad hasta dos millones de personas, finalizó en 1980 con
la desaparición de la enfermedad.
Estas campañas masivas contra ciertas enfermedades dieron
paso al Programa Ampliado de Inmunización, que habrá de proteger
a todos los niños contra seis enfermedades prevenibles mediante
vacunación: el sarampión, la difteria, la tos ferina, el tétanos,
la poliomielitis y la tuberculosis. La cobertura mundial de
vacunación alcanzó un máximo en 1990, año en que se logró el
objetivo de inmunizar al 80% de los niños antes de cumplir un
año. El objetivo a largo plazo de la iniciativa multiorganismos
en pro de la vacuna infantil, lanzada en 1990, es lograr que
todas las personas expuestas queden protegidas contra las
enfermedades prevenibles, de ser posible mediante una sola
intervención.
Salud para todos
En 1979 la Asamblea Mundial de la Salud aprobó por
unanimidad la Declaración de AlmaAta, en la que se señalaba que
la atención primaria de salud sería la clave para alcanzar la
meta de la salud para todos para el año 2000.
Se establecieron en consecuencia metas mundiales de salud,
que han constituido desde entonces la referencia para cualquier
evaluación de la labor realizada. La estrategia de salud para
todos ha sido respaldada al más alto nivel político, pero sigue
existiendo un desfase entre lo que se dice y lo que se hace.
Establecimiento de normas
El establecimiento de normas para vacunas, medicamentos,
pruebas de laboratorio, etc., ha sido siempre una de las
actividades de la OMS. El Comité de Expertos de la OMS en
Patrones Biológicos se viene reuniendo cada año desde 1951 para
formular normas que son reconocidas a nivel mundial. La
credibilidad científica de la OMS constituye una garantía para
todos.
Otra actividad permanente de la OMS ha sido la formación de
médicos, la mejora de las escuelas de medicina de los países en
desarrollo y la ayuda a los países para organizar escuelas de
enfermería y partería. El concepto de atención primaria de salud
ha reorientado en gran parte la labor de formación hacia los
diversos agentes de salud de la comunidad, sobre todo en los
países en desarrollo, más bien que hacia el personal profesional.
Los años venideros
Los programas generales de trabajo de la OMS, que abarcan
ahora periodos de seis años, establecen principios y políticas
para el funcionamiento de la Organización. Brindan asimismo un
marco para la elaboración de planes de trabajo detallados y para
la presupuestación. A lo largo de los años los programas han
respondido, a menudo por anticipado, a las principales
aspiraciones de los países en materia de salud. El noveno
programa (19962001) establece objetivos y metas para la acción
sanitaria mundial de la OMS. Se centra en reducir las
desigualdades en lo tocante a salud, en el control del aumento de
los costos, en la erradicación o eliminación de determinadas
enfermedades infecciosas, en la lucha contra las enfermedades
crónicas y en el fomento de comportamientos sanos y de un entorno
salubre.
El reto para el futuro consiste en movilizar a los Estados
Miembros de la OMS para que adopten políticas y planes que
garanticen la disponibilidad de servicios sanitarios amplios e
integrados a todos y cada uno de los miembros de la comunidad.
RECUADROS
La mayor parte de la población mundial atraviesa cada fase de su
vida, desde la infancia hasta la vejez, bajo un doble signo de
pobreza y desigualdad y una doble carga de sufrimiento y
enfermedad.
El número de menores de cinco años muertos en 1993 - más de 12,2
millones - equivale a las poblaciones totales de Noruega y Suecia
juntas.
Muchos de los jóvenes más capaces y laboriosos, que podrían
construir un mundo mejor y configurar el destino de sus países,
se enfrentan a una muerte trágica y precoz debida a la infección
por el VIH.
De los 20 millones de defunciones por enfermedades transmisibles,
más de 16 millones, es decir, aproximadamente el 80%, se deben a
enfermedades infecciosas y parasitarias.
Las enfermedades mentales están relegadas en el orden de
prioridad de la atención médica. Sólo los casos más graves, tales
como la esquizofrenia o los trastornos maniacodepresivos, reciben
una asistencia mínima, incluso en los países desarrollados.
El tabaquismo se está convirtiendo en la principal causa
prevenible de morbilidad y mortalidad en el mundo. La OMS estima
que existen en el mundo unos 1100 millones de fumadores.
El crecimiento espontáneo y a menudo caótico de las megaciudades
del mundo en desarrollo planteará particulares problemas, ya que
las malas condiciones de saneamiento y vivienda favorecen la
propagación de las enfermedades infecciosas.
En 1994 la Región de las Américas se comprometió a eliminar el
sarampión para el año 2000, y la incidencia de esta enfermedad es
hoy más baja que nunca. Si se mantiene el ímpetu alcanzado, las
Américas podrían encabezar la eliminación mundial de este
importante factor de mortalidad infantil.
El Grupo Especial Mundial de Lucha contra el Cólera sigue
promoviendo actividades orientadas a fortalecer la capacidad
nacional de preparación e intervención en caso epidemias. Hay
varias vacunas anticoléricas en diferentes fases de desarrollo.
El brote de peste neumónica registrado en la India en 1994, puso
bruscamente de manifiesto la persistencia de una enfermedad que
se considera un flagelo de tiempo pasados. La OMS intervino con
rapidez a petición de las autoridades de la India.
Un objetivo clave de la OMS es permitir que las personas de edad
realicen plenamente su potencial como recurso comunitario, y
asegurarles una calidad de vida satisfactoria. Contribuyen al
logro de ese objetivo muchos de los programas de la OMS, entre
ellos los de nutrición, enfermedades cardiovasculares, cáncer y
cuidados paliativos.
En la Conferencia Internacional sobre la Población y el
Desarrollo celebrada en 1994 en El Cairo, la intervención de la
OMS fue decisiva para poder llegar a un consenso y superar
diferencias políticas y religiosas.
Al terminar el siglo XX puede que estemos viviendo en un mundo
sin poliomielitis, sin nuevos casos de lepra, sin defunciones por
tétanos neonatal y sarampión, y sin dracunculosis.
Los problemas sanitarios del futuro son ingentes. Sin embargo,
los conocimientos disponibles permiten avanzar mucho hacia su
solución. El mundo tendrá que interesarse y esforzarse más, pero
la situación no es desesperada.
El reto para el futuro consiste en movilizar a los Estados
Miembros de la OMS para que adopten políticas y planes que
garanticen la disponibilidad de servicios sanitarios amplios e
integrados a todos y cada uno de los miembros de la comunidad.
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