En la actualidad, en el campo de la Salud Mental, las prácticas giran hacia una nueva configuración en la que ya no hay una profesión y una práctica hegemónica sino una integración de técnicas heterogéneas y distintas profesiones que conservando cada una su especificidad, y la interrelación en el marco de lo interdisciplinario, permiten el abordaje tanto de las dimensiones conflictivas de los procesos de subjetivación, como sus desvíos patológicos así también como la aproximación a las situaciones conflictivas en ámbitos institucionales y sociales.
El perfil del recurso humano estará en construcción continua, sostenido por un posicionamiento ético para el desarrollo de las prácticas. A través de promover el aprendizaje de las situaciones generadas por las mismas, el intento es desarrollar una conciencia reflexiva, tratando de generar herramientas y elementos teóricos básicos y específicos de cada disciplina en una cuestión dinámica para poder acceder a una posterior interrelación en el abordaje de las diferentes problemáticas.
En este sentido, importa promover una sólida formación clínica que permita al recurso delimitar, analizar y diagnosticar las distintas manifestaciones del sufrimiento mental, así como crear los modos prácticos de ayudar a que la población pueda percibir sus conflictos, comprenderlos y saber operar con ellos, transformando así activamente la realidad que los produce y determina.
La lógica consecuencia será el desarrollo de una práctica alternativa a las tradicionales psiquiátrica y psicológica que pueda considerar al sujeto en su dimensión político-social, así como atravesado por los efectos del significante, porque pensar en los sujetos de la praxis en Salud Mental es inherente a considerar al sujeto como siento partícipe de su cultura, y potencialmente capaz de decidir acerca de las transformaciones de la realidad en que vive, disfruta y padece.