Cuando mi hijo nació el mundo se regocijó. Cuando mi hijo nació
que yo me regocijé. Sus manos diestras transformaron todo lo que le pusieron
ante él. Qué habilidad misteriosa, crear algo de la nada. Yo supe que él traería
grandes cosas al mundo. Cómo iba yo a saber el destino que caería sobre él... o
sobre mí.
Mi corazón duele al recordar la manera como sucedió. Su
coordinación, su destreza, la sabiduría de sus manos. Su habilidad de crear
pasmó a los otros Orishas. Su hermana gemela, Onile, la tierra, le ofreció
libremente el regalo de sus metales, su mina. Yo pienso que ella estaba tan
ansiosa ver que sería de éstos, como él de cambiarlos. Todo comenzó bellamente.
Su hierro se volvió herramientas en sus manos. Él martilló día y noche en su
forja, todo para servir al humano. Nunca pude diferenciar entre Ogun y el
hombre. Quién adoraba a quién. La adoración que Ogun recibió del hombre era por
lo que Ogun había vivido. La azada, el martillo, el hacha y la pala!, El hombre
exclamaba con deleite al ver los tesoros que Ogun producía. El mundo empezó a
cambiar, suavemente al principio. Los campos eran cultivados, los pozos de
irrigación se excavaron, se construyeron moradas. Ogun y hombre trabajaron bien
juntos. El flujo y reflujo del toma y dame era tan suaves. Se sabía por esos
días que no era necesario pelear por la paz y la abundancia. La contradicción
era obvia. Ogun miraba los cambios que había traído y supo que eran buenos.
Pero entonces algo sucedió.
Lentamente el hombre empezó a
reclamar sus campos y sus moradas, y dijo "Esta casa se construyó con mis
herramientas! ¡Este campo fue cultivado con mis herramientas!" De esta forma
nació la propiedad. Pero el concepto de propiedad no acabó con la Tierra. El
hombre entendió que había partes de sí mismo que eran débiles, o quizás menos
opresivas que otras. Se querelló con esas partes y las esclavizó. Las plantas y
los animales también se volvieron objetos para ser comprados y vendidos. Allí
donde el hombre había sido generoso y gentil en la participación del desarrollo
de los ciclos de la vida, ahora tomaba las cosas de manera forzada sin
importarle el equilibrio. Partes de animales y plantas fueron robadas a menudo,
y a pesar de ello no se sentía satisfecho. Ogun presenció estos eventos y sintió
ira y culpa ¿Cómo podían mal emplearse de semejante manera sus herramientas
sagradas? Él se dirigió al hombre para poner fin a esta tiranía. Pero no tuvo en
cuenta el hecho de que había confiado mucho en el respeto que había recibido del
Humano, ni que parte su fuerza venía del mismo sitio. Él se sintió agobiado. El
hombre capturó a mi dulce hijo y lo esclavizó.
El hombre supo que con la
ayuda de Ogun, podía reclamar otras tierras, tierras que ya habían sido
reclamadas. El hombre propuso a Ogun su plan, un plan para crear las
herramientas de muerte. Ogun se negó. "¡Yo hago herramientas de vida!" Dijo.
Entonces lo golpearon. "¡Ustedes no tienen ningún derecho a reclamar nada de mi
hermana, la Tierra!" dijo. Y fue narcotizado. "¡Yo no tengo nada con que
trabajar, yo no puedo pedirle a Onile que ofrezca sus regalos y se usen para
esto!" Fueron hasta donde estaba Onile y la maltrataron. Rasgaron su vientre y
sacaron de él lo que necesitaron para sus propósitos.
Ogun fue
encarcelado. Sólo le dieron lo que necesitó para poder trabajar. Él nunca fue
refrescado, nunca se le alimentó. Estaba tan drogado que su mente estaba
completamente paralizada. Ogun fue torturado por miles de años. Él fue
maltratado mental, física, y emocionalmente hasta solo entender lo que le decía
el hombre.
Cuando él fue liberado, sólo entendió de las conductas
Humanas las formas y métodos de la muerte. De su mente habían desaparecido el
amor, la paz y la manera de vivir en la tierra. Mi hijo se había vuelto guerra,
mi hijo se había vuelto ira, mi hijo se había vuelto odio.
El hombre
adoraba su creación, esta siempre ha sido su tendencia. Su creación se difundió
por todo el mundo y marchó detrás de Ogún, tomando a placer lo que le agradaba,
sin compartir ni escatimar nada. Ogun como guerra se había vuelto
indiscriminado. Todos los Seres sufrieron. Niños, Mujeres, Hombres, Animales,
Plantas, el Aire y el Agua. Oprimido y Opresor por igual. Todo era lo mismo a
los ojos de mi hijo.
Fue entonces cuando yo fui hacia él. Contra todo lo
que había sido decretado por Olorun fui hacia él. "No interfieras," me dijeron,
"esto debe pasar para que ellos aprendan." Pero yo no podía soportarlo por más
tiempo. Los gritos de mis hijos se habían vuelto inaguantables. El daño causado
a los Orishas a quien yo había dado a luz estaba mas allá de cualquier arreglo.
Yo tenía que intentar detener a Ogun, este monstruo que había sido mi hermoso
hijo.
Cuando él me vio no había en sus ojos la menor chispa de
reconocimiento. Me miró fijamente como un arma ve su blanco. Sin pensar, ni
sentir me tomó. Me violó como son violados todos los días la Tierra y sus
habitantes.
Mis gritos de dolor y rabia desgarraron el mundo. El
universo se paralizó, y en ese momento mi hijo volvió. Él vio lo que había hecho
y cayó sobre sus rodillas. Con dolor y vergüenza rogó a su padre Obatala: "O
Baba Mi, no me maldigas, ya me he maldecido. Yo me destierro a las profundidades
de la selva. Ya no buscaré la aprobación del Hombre. No dañaré a otro ser. No
puedo enfrentar a mí adorada y dulce madre cuya vida he violado tan
horrorosamente. Yo soy un Orisha y los Orishas no mueren, pero yo me separaré
del mundo para nunca crear dolor y muerte."
Y así él se fue. Los
resultados catastróficos de su ausencia no tardaron en llegar. El Hombre quien
siempre había confiado en las herramientas y armas que Ogun creó, cayó
desvalido. Los campos se secaron y las cosechas se marchitaron. No había ningún
recuerdo en su mente de cómo funcionar sin mi hijo. La tierra empezó a
estancarse. Incluso lo otros Orishas cuyos dominios estaban confiados en las
herramientas de mi hijo para su mantenimiento, se sentían desvalidos y
desconcertados. Por centenares de años la Tierra se debilitó.
Nosotros
supimos que Ogun debía volver. Sabíamos que Ogun era un Orisha, y por
consiguiente perfecto por naturaleza. El Ogun que había sido guerra, odio e ira
era una creación del Hombre. Los regalos de Ogun podían usarse sabiamente. Por
lo tanto, decidimos regresarlo al mundo.
Yemoja, Madre del Mundo,
penetró en la selva para encontrar a Ogun. Ella regresó con pesar. " ' Ogun,
debes volver ' dije, ' los niños se mueren sin el cuchillo del cirujano. Las
mujeres y hombres se mueren de hambre sin el arado y la azada. ' Pero él no
escuchó."
Oyá asumió la tarea. Ella, también, volvió con pesar" ' Ogun,
debes volver, ' dije, ' Sin tus herramientas para construir las moradas, las
mujeres y los niños se mueren por estar a la intemperie. El Mundo está sufriendo
sin la justicia que tu ser impone. El hombre pacífico está indefenso contra
aquéllos que propician la guerra. ' Pero él no escuchó."
"Yo lo traeré
de vuelta." Dijo Oshún, y bailó hasta adentrarse en la selva. Lo dijo de tal
manera que, a pesar de mí, le creí. Ella me dijo a su regreso, que cuando lo
encontró, lo vio desplomarse sobre su forja, sollozando con pesar.
"¡Oh,
Pequeña Madre te ruego," sollozó, "no destroces mi corazón con los cuentos del
Mundo! Yo no puedo soportar conocer del dolor profundo que he causado. Yo que
soy el más recio de los Orishas, el más fuerte, debí haber visto la alevosía del
Hombre. Yo he arruinado el mundo."
A todo esto, la dulce Oshún contestó
"yo te amo," y untó su miel en sus labios.
Cuando Oshún salió de la
selva bailando con Ogun, el Mundo se regocijó. Cuando Oshún salió del bosque
bailando con Ogún, yo me regocijé. Este no era el Ogún que había creado el
hombre, era mi hijo dulce, el Señor de la Transformación, con sus manos sabias.
Ahora Ogun vive de nuevo en el mundo. Es una tregua intranquila, vivir
en el mundo del Hombre, que trata día a día de resucitar su Ogun, el Ogun de la
guerra. De vez en cuando tiene éxito. Nosotros ganamos terreno lentamente,
enseñando el uso sabio de los regalos que Ogun ha dado al Mundo. Mostramos a
Ogun el explorador, a Ogun el inventor, a Ogun el descubridor, a Ogun el
proveedor de comida, el Ogun que es el creador verdadero del progreso. Cada día,
parte de aquellos amantes de la guerra rompen con esta idea para unirse a una
nueva humanidad, aquella donde todos podemos vivir en
paz.
Versión de Myriam Izaguirre Diciembre de 1997 Volver al Menú