Víctima de una vida política turbulenta
miércoles, 19 de enero de 2000
Por Benjamín Torres Gotay
El Nuevo Día
EN 1991, Carlos Díaz Olivo dejó el apacible ambiente académico para meterse a la
turbulencia de la vida política. Al año siguiente perdió las elecciones por la Alcaldía
de San Juan, tuvo después un breve, pero igualmente turbulento paso por la Autoridad
de los Puertos (AP) y, al cabo de la intensa jornada, volvió a refugiarse en la
serenidad de su cátedra universitaria.
En los últimos tiempos se le había visto haciendo activismo a favor de una reforma en
las leyes que regulan el financiamiento de las campañas políticas.
Díaz Olivo quería -dijo gente que conoce lo que declaró a la comisión designada por
el presidente senatorial Charlie Rodríguez para estudiar el financiamiento de
campañas- controles sobre los donativos anónimos que reciben los candidatos y que
se reformara el sistema de subastas para que los políticos no pudieran pagar con
contratos públicos los favores económicos recibidos mientras eran candidatos.
Parecía haber encontrado su espacio.
ESTE MIERCOLES, el violento torbellino del caso del Instituto del Sida volvió a
arrebatarlo del anonimato de su cátedra en la Escuela de Derecho de la Universidad
de Puerto Rico para traerlo al público en calidad de imputado de haber cometido el
mismo pecado que después quería evitarles a otros.
"Uno se sorprende que una persona así, que fue candidato a uno de los puestos
políticos más importantes del país, que es profesor de Derecho, que ha escrito un
libro muy importante y que estaba muy pendiente de este problema, haya estado
ocultando esto", dijo el abogado Noel Colón Martínez, ex miembro de la comisión de
Rodríguez.
"El que él haya estado planteando la posibilidad de solicitar inmunidad es en cierto
modo una confesión de que algo irregular hay", agregó el veterano abogado.
Díaz Olivo inició el tramo que lo llevó a aspirar a la Alcaldía de San Juan por el
Partido Nuevo Progresista en 1992 acomodándose como tesorero de la colectividad
en 1991 y dirigiendo un proyecto proselitista que denominó: "La gran revolución
estadista".
Nacido y criado en San Juan, abogado educado en la Universidad de Harvard y
contador público autorizado con un historial profesional impecable, encarnó en aquel
tiempo la aspiración del PNP de recuperar el bastión capitalino, que el cuatrienio
anterior le había sido arrebatado por Héctor Luis Acevedo.
CREDENCIALES COMO las suyas, sin embargo, no fueron suficientes y perdió por
1,880 votos. "Yo era un profesor universitario sin el factor reconocimiento y mi
lenguaje y mi 'delivery' no conectaron nunca con el pueblo. Por eso fue que perdí",
dijo en una entrevista reciente con El Nuevo Día.
Cuando Pedro Rosselló ganó la gobernación, lo designó director ejecutivo de la AP,
puesto del que fue destituido poco más de un año después en medio de una agria
controversia pública. Se ventiló que contribuyentes de su campaña política intentaron
que se les beneficiara con contratos.
El alegó lo contrario. Gente allegada a La Fortaleza, dijo Díaz Olivo, quería que se le
diera trato preferencial. Salió, de todos modos, mal parado y regresó calladamente a
la universidad. Fuera de los círculos académicos, poco se había sabido de él hasta
ahora.