La experiencia analítica, una objeción a la tortura
Alberto Sladogna

 

"Se trata, de hecho, de hacer jugar saberes locales, discontinuos, descalificados, no legitimados, contra la instancia teórica unitaria que pretendería filtrarlos, jerarquizarlos, ordenarlos en nombre de un conocimiento verdadero, en nombre de derechos de una ciencia que sería detentada por algunos"

Michel Foucault[1]              

 

"Eran todos médicos"

(declaraciones de un sobreviviente de Auschwitz)[2]



Con textos de la tortura y el psicoanálisis: casos.

 

Una frase “LA TORTURA NUNCA”  concluye un escrito de Helena Besserman Viana, psicoanalista de Rio de Janeiro, Brasil, se trata del libro: No se lo cuente a nadie. Política del psicoanálisis frente a la dictadura y a la tortura (Editorial Polemos, Buenos Aires,1999). Texto donde estudia el caso de Amilcar Lobo, médico, psicoanalizado, alumno de una asociación psicoanalítica de Brasil y que en esa época era parte del equipo médico de un campo de concentración clandestino del ejército de Brasil. Allí se ejercía la tortura a los prisioneros y en ese lugar Amilcar Lobo fue reconocido por una prisionera –en el libro no está el nombre y apellido de ella- al escuchar ese nombre en boca de un prisionero que regresaba de la sala de torturas[3] . Besserman con su estilo interroga los efectos de una cura sobre aquel que se sometió a ella y sus efectos cuando se accede al lugar de analista. Esos eventos tienen ya un largo historíal público que se remonta hasta el año de 1973[4].

 

Los argumentos de Helena Besserman Viana, incluida esa frase, en particular esa, recibieron , también en el campo del psicoanálisis, una respuesta:

 

si nos atenemos estrictamente a semejante declaración excluyente, tal como  está escrito ‘la práctica de la tortura cualquiera que ella sea’, está también excluido analizar. ¿Qué hará,  para no mencionar aquí más que un solo caso, el psicoanalista firmante de tal declaración pública, al cual se dirigiría, para terminar con su síntoma, esta mujer obsesiva que un día fue objeto de una presentación de enfermos de Lacan, y que relataba (ese era el síntoma en cuestión) que cortaba las uñas a su niño hasta sangrarlo y sin dejar ella de gozar de tal acto? Ese analista no podría más que rechazar recibirla, dejándola de lado metiéndose también él mismo de costado, a falta de lo cual él sería cómplice de la tortura” 

 

Esta respuesta – p.104 y ss-  es parte del libro escrito  por Jean Allouch, psicoanalista que vive en París, Francia, cuyo título es LA ETIFICACIÓN DEL PSICOANÁLISIS. CALAMIDAD (Edelp, Buenos Aires, 1997). Allí se menciona el fragmento del comunicado de la Sociedad Psicoanalítica de Río de Janeiro, Brasil, el día 7 de diciembre de 1986: ‘la práctica de la tortura cualquiera que ella sea . Ante las confusiones clínicas, doctrinarias, institucionales y políticas de esa respuesta este ensayo propone desplegar la  clara distinción entre una madre al gozar de cortar las uñas a su hijo hasta sangrarlo frente a la tortura sea cual sea. Una distinción con la cual se  deja espacio, quizás, para bastos alcances subjetivos.

 

El tema del libro – las actividades de Amilcar Lobo- tomó una nueva luz pública inesperada partir del 9 de febrerero de 1997 cuando se presentó en el Hospital de Sainte-Anne la edición francesa del texto a cargo de la Sociedad Internacional de Historia de la Psiquiatría y del Psicoanálisis junto con la Asociación para los estudios freudianos . Ese evento parisino y los incidentes que la acompañaron no son ajenos a la edición castellana del texto (1999), amén de constituir el motivo de la respuesta de Jean Allouch, en París, Francia durante 1997.

 

El psicoanálisis así cómo las ciencias, las letras y las artes son afectadas, en circunstancias particulares, por las condiciones políticas, sociales, económicas de la cultura que pueden tomarlas como enemigos a combatir, incluso, aniquilarse. Esas circunstancias pueden evocar el estilo de la “solución final” practicada por el regimen nazi[5].  Se trata de situaciones localizables cuyos efectos sobre los saberes locales, saberes discontinuos y poblados de agujeros, como es el caso del psicoanálisis pueden rastrearse.  Helena Besserman V., al denunciar el episodio mencionado describe otros elementos problemáticos, presentes en la vida del psicoanálisis, delimito este ensayo sólo a los temas que fueron objetados por el texto de La etificación... .

 

Viena y Berlín: el despliegue contra el psicoanálisis

 

1.- En 1934 se produjo una fuga de los analistas –de origen judio- ”que aún quedaban en Alemania y la ‘liquidación’ del psicoanálisis en ese país”[6] ;

 

2.- A fines de mayo de 1934 se quemaron en Berlín las obras de Sigmund Freud. Él respondió: “¡Cuánto progresamos! En la Edad Media me hubieran quemado a mí; ahora se conforman con mis libros”[7];

 

3.- Sigmund Freud escribía en una carta a Arnold Zwieg :”Temo que, por influjo de nuestras relaciones personales, ha hablado Ud. demasiado de mí en su libro. Esto no sólo es perjudicial para Ud. sino también enteramente inútil para mí, ya que resulta notorio que esta era me rechaza y rechaza todo lo que he podido ofrecerle, y que no cambiará ya de opinión, diga Ud. de mí esto o lo otro o lo que sea. Probablemente llegará mi momento, pero no ahora”[8]

 

4.- Marie Bonaparte, en diciembre de 1936, recibía una carta de Freud que le informaba sobre “Nuestro Ministro de Educación ha emitido un formal anuncio en el sentido de que la época de la labor científica que se realice al margen de ciertos supuestos previos –como era el caso en la era liberal- ha pasado ya; desde ahora en adelante, toda ciencia deberá trabajar al unísono con Weltanschauung cristiano-germánica...”[9]

 

5.- Entre marzo (mes del Anschluss, anexión de Austria al III Reich)  y abril de 1938, tuvo lugar lo que Jones llama “una curiosa escena”, se trató de lo siguiente: “la casa de Freud había sido invadida por otra banda de los S.A., y dos o tres de ellos se abrieron camino hacia el comedor. La señora Freud, como suele ocurrir en un caso de emergencia, sacó fuerzas del fondo de su corazón. En el más amable tono hospitalario ofreció un asiento al centinela...le resultaba desagradable ver a una persona extraña de pie en su casa...estaban debatiendo los planes de mezquino pillaje que la situación les permitiría realizar, cuando en el vano de la puerta apareció...Freud atraído por el alboroto.”[10]  Años antes (1934) Freud le decía a su paciente J. Wortis que estaba garantizaba la “absoluta privacidad” de lo que dijese. La instalación posterior del guardia de las SA  “afuera”[11] del consultorio ¿afectaba esa garantía? Cuando Jones comenta esa “escena” con Freud este le contesta “¡Solo! ¡Si yo estuviera solo, hace mucho tiempo que ya me habría desprendido de la vida!”[12] 

 

6.-Antes del 4 junio de 1938, fecha de su partida hacia Inglaterra, Freud es obligado a firmar una declaración donde indicaba haber recibido buen trato de  parte de las autoridades y en especial de la Gestapo después del Anschluss. Freud no tenía más oportunidad que firmarlo y  según una versión se limitó a solicitar incluir una frase al texto firmado: “De todo corazón puedo recomendar a la Gestapo a cualquiera”[13]. Esta frase no fue encontrada en ese documento.

 

Luego de este breve recorrido una pregunta se impone: la paralisis que padece el psicoanálisis tanto en Alemania como en Austria ¿no es una consecuencia de esa esterilización previa?

 

Budapest: la experiencia de Itszván Hollos            

 

Veamos ahora un caso que marcó los destinos del psicoanálisis en la ciudad de Budapest, Hungría, se trata de la experiencia que vivió el psicoanalista húngaro Itszván Hollos:

 

a.- El régimen derechista de Horthy, le quitó su derecho a ejercer la jefatura de un Hospital Psiquiátrico, debido a su origen judío;

 

b.- Tenía vedado su acceso a la Universidad pues la ley de Númerus Clausus  se lo impedía;

 

c.- En el año de 1944, los alemanes invaden Hungría cuando Horthy trata de romper su alianza con el Reich, es destronado y el poder lo toman las tropas nacionalsocialistas de Szàlasy. Ellas implantan las deportaciones masivas con un agregado no solicitado por los nazis alemanes: en el camino hacia los trenes lanzan al rió Danubio ancianos y niños. Hollos con su mujer están en uno de esos convoyes y la intervención del diplomático sueco Raoul Wallenberg logra salvarlos. Terminada la guerra es elegido presidente de la Asociación Psicoanalítica Húngara;

 

d.- Luego de tres años de democracia, en 1948, la Asociación Psicoanalítica es prohibida y la práctica del análisis debe hacerse en la clandestinidad, Hollos, sufre la perdida de su esposa y pasa por un período de crisis que lo mantienen internado en un hospital psiquiátrico. Como analista, para disgusto de Freud, descubrió que los episodios psicóticos y las psicosis respondían a una situación que involucraba no sólo al loco sino a su entorno. La locura incluía una respuesta al medio ambiente, una forma de precisar que las “psicosis” son respuestas en relación con...

 

Hungría era una de las sedes más activas por su creatividad del movimiento psicoanalítico fuera de Viena donde residía Freud, entre otras cosas por que los analistas húngaros, en el terreno de la doctrina, de la practica, del despliegue del acto en las sesiones se permitían hacer un psicoanálisis que no necesariamente respondía punto por punto a  los criterios de Freud[14]. Hoy ese lugar es un páramo que no encuentra una vía de salida, quizás por que no se ha estudiado la puerta de entrada a ese marasmo.

 

Paris: una posición de Lacan ante el régimen invasor

 

Por último, veamos  la experiencia de un psiquiatra y joven psicoanalista que en 1939 recibía su título oficial de psicoanalista, reconocido por la IPA: se trata de Jacques Lacan, quien desde fines 1939 hasta el 28 de septiembre de 1946 guarda la siguiente posición:

 

“Durante varios años me he apartado de todo propósito de expresarme. La humillación de nuestro tiempo, bajo los enemigos del género humano, me alejaba de ello, y después de Fontenelle me he abandonado a la fantasía de los puños llenos de verdades para cerrarlos mejor sobre ellos. Confieso esta ridiculez porque marca los límites de un ser en el momento en que éste va a dar testimonio. ¿Habría que denunciar en ello algún desfallecimiento ante lo que de nosotros exige el movimiento del mundo, si nuevamente se me ha ofrecido la palabra en el momento mismo en que se revela hasta para los menos clarividentes que una vez más la infatuación del poder no hecho más que servir a la astucia de la razón? Júzguese con toda libertad cuánto puede sufrir mi búsqueda.”[15]

 

En esos años Lacan se dedicó a estudiar temas de epistemología de la física, además de seguir cursos de lengua china en el Museo del Louvre, mientras que, como ciudadano, colaboraba con la resistencia antinazi e incluso, se sabe por el testimonio de Tusquelles, un psiquiatra de origen catalán refugiado en Francia, que los internos de Sainte-Anne habrían en forma mecanografiada la tesis doctoral de Lacan, actividad clandestina ante el control del invasor.

 

La situación de la cultura y la sociedad francesa se distingue de los casos anteriormente tratados por el hecho de que ella sufrió primero la invasión de un ejército extranjero y luego la partición de su territorio, una de cuyas mitades fue administrada por un régimen más que amigable con los invasores. No hay información de una persecución especial del régimen de ocupación, el ejército alemán y la Gestapo, y del régimen colaboracionista del general Vichy contra el psicoanálisis. Sin embargo, en el pasillo de entrada a la biblioteca del hospital de Sainte-Anne es posible leer una lápida donde constan los nombres de miembros de ese hospital  que en razón de su pertenencía a la resistencia o debido a su origen judío fueron deportados a los campos de concentración donde encontraron la muerte.

 

Tomando en cuenta este contexto y pese a sus actuales y notorias dificultades, inconvenientes y objeciones, no puede negarse la vitalidad que aún, hoy día, tiene el psicoanálisis en París, Francia. Una vitalidad que encontró y encuentra su fuente en el despliegue de la cura analítica impulsada por Jacques Lacan y los efectos de su enseñanza.   

 

Estos casos delimitan un campo de estudio para precisar las formas de incidencia de  la cultura en el ejercicio del psicoanálisis. Esas incidencias tensan un arco de fuerzas que oscila entre un obstáculo, una imposibilidad, una anulación, y un “en forma de”, o si se lo prefiere, tomando la propuesta de Helene Deuscht, “el como sí”. Este es un problema que tiene abierto su tratamiento con ciertos los elementos del análisis. Uno de ellos es  el campo del Otro, terreno previo  y constituyente de cada sujeto. Este elemento de localización permite, al menos,  comenzar a desbrozar el camino. Para ello partimos de una constatación: el psicoanálisis no opera al margen de las condiciones del campo del Otro.

 

El marco totalitario de un problema

 

En el marco de un estado con formas totalitarias no liberales dirigido a cambiar las estructuras de la sociedad de Brasil, entre los años de 1970 a 1980; el marco incluía la aniquilación de sus opositores; allí se suscitaron los acontecimientos que estudia Helena Besserman Viana en No se lo cuente a nadie. Política del psicoanálisis frente a la dictadura y a la tortura: una  “paciente”  reconoce a Amilcar Lobo su “psicoanalista”,  desempeñando funciones en un campo de tortura de prisioneros políticos. La respuesta de J. Allouch en La etificación del psicoanálisis. C a l a m i d a d, pese a tomar notar de esos acontecimientos los deja de lado a nombre de una erotología demasiado general y poco aprensible caso por caso.  Es de lamentar que tanto uno como otro texto no hagan del marco parte del caso. Ese marco permitirá localizar cuando estamos en un caso o en otro o cuando se trata de casos distintos.

 

¿Qué es un marco? Aquello que permite dintiguir entre una pared y un recorte de ella. La tensión sostenida entre dos libros respecto de un “caso” abre preguntas sobre sus recortes ¿Se reduce él a los efectos producidos por la dictadura brasileña en 1973? ¿Queda excluida la aparición del libro en Brasil, durante 1994? ¿La presentación parisina de la edición en francés (1997) y los incidentes se integran o no? Los tiempos trastocados de las respectivas publicaciones castellanas de ambas obras ¿en qué posición quedan? Las proposiciones teóricas que guían el armado literal del “caso”  tanto en uno como en otro autor ¿en qué grado constituyen ese marco?  Tantas preguntas indican la conveniencia de no optar por una en detrimento de otra y entonces, aceptarlas una por una.

 

Introducimos un recorte al guiar nuestra lectura por una constatación: el psicoanálisis no está al margen del tejido cultural de la ciudad donde el psicoanálisis, el analizante y el analista operan. Ese recorte fue producido ya por otros, así Jacques Lacan en Los complejos, factor concreto de la psicología familiar, al estudiar la crisis de la familia, subrayo:

 

El sublime azar  del genio no explica quizás por si solo que haya sido en Viena -dentro de un Estado que era el melting-pot   de las más diversas formas de la familia, de las más arcaicas hasta las más evolucionadas, de los últimos grupos agnáticos de campesinos eslavos a las formas más reducidas del hogar pequeño burgués y a las formas más decadentes de pareja inestable, pasando por los paternalismos feudales y mercantiles- que un hijo del patriarcado judío haya imaginado el Complejo de Edipo[16]

 

Con ese subrayado daba cuenta de un hecho trivial y por trivial, quizás,  menos percibidas sus consecuencias. Freud era un hombre de su época, debido a eso inventó lo que inventó. Las articulaciones de Freud con su época eran en extremo complicadas y nada índica que él se percatara de sus alcances. Esa situación quedó ilustrada por la dedicatoria de una sus obras, Por qué la guerra:

A Benito Mussolini, con el cortés saludo de un anciano que reconoce en el soberano al héroe cultural. Viena, 26 de Abril de 1933.[17]

La dedicatoria dice mucho y poco al mismo tiempo. Dice mucho pues muestra que alguien no controla las condiciones de recepción e inserción de una dedicatoria dirigida a un personaje político  que estuvo en el centro de la arena pública. Y a eso se agrega que el redactor también era y es un personaje nodal en la vida cultural. Dice poco pues revela que Freud no tomaba nota de las condiciones de ese “héroe cultural” , lo cual no impide que su dedicatoria sea tomada como eso, una dedicatoria. Freud en este caso ¿sufría las influencias que otros, y no pocos, vivieron ante los primeras apariciones del régimen fascista en Italia y del régimen nacionalsocialista en Alemania?

 

Un recorte ético

 

El libro de Besserman Viana  trata un episodio ocurrido cuando el estado de Brasil estaba tomado por un régimen militar. Ese régimen enfrentaba  mediante una represión generalizada a los opositores, en especial sometía a secuestros, desapariciones forzadas y torturas a militantes de organizaciones de izquierda, con particular violencia, sobre aquellas que ejercían una oposición armada.

 

Helena Beserman V. lee las articulaciones del psicoanálisis con la política con el alfabeto de una ética. Las complicadas articulaciones (cultura-psicoanálisis-política) quedan simplificadas en exceso por la recurrencia a una ética generalizada. Esa generalización es ineficaz para la práctica analítica pues cada cura está organizada caso por caso y esta es una ley que no excluye a ninguna opción estética dentro del heteroclíto campo del psicoanálisis.

 

Las tesis de H. Beserman V., a pesar de esa recurrencia fallida subraya, gracias a ese error, otro hecho de particular importancia: su escrito trae nuevamente a la palestra pública las formas de acceso al título de analista y por ello añade una corroboración más a la lista de fracasos de la vía institucional para resolver esa incognita. Su añadido no le hace sombra al tema. El acceso al lugar del analista será uno de los componentes marcados en la travesia del caso, no podía  ser menos tratándose de un “psicoanalista torturador”.   

 

Las articulaciones de una obra con su cultura

 

Jean Allouch en la parte final de su respuesta a esa ética generalizada propone tomar apoyar en situaciones. Una de ellas es hecho acontecido en una institución de la psiquiatría francesa durante la segunda guerra mundial. Un grupo de la resistencia activo dentro de ella, decidió fusilar a un enfermo pues en su delirio, de viva voz, ponía en peligro las actividades de ese grupo. Ese acontecimiento mortal para el enfermo y , posiblemente, trágico para los resistentes dibuja la notoria articulación de las condiciones culturales con ese acto.

 

A partir de esa introducción La etificación... contínua con otra situación donde está presente la guerra. Es la experiencia de Ludwig Wittgenstein quien: “en sus cuadernos, escritos entre 1914 y 1916, y donde se puede leer la primer versión del Tractatus, Wittgenstein, se lo ha indicado, no consagra una sola palabra a la guerra”. Así si los borradores del  Tractatus logico - philosophiicus[18][19] no contienen una palabra destinada a la guerra. La situación de Wittgenstein  al escribir un texto mayor de su obra no harbía guardado relación alguna con ella.

 

En esta posición se podría llegar llegar a sostener por extensión que no hay articulación entre  la guerra y la escritura de esa obra de Wittgenstein. Él habría hecho filosofía sin estar impactado por el lugar, el tiempo y los acontecimientos en los cuales escribe. Ese no fue el caso de los fundadores griegos y latinos  de la filosofía en Occidente[20] .

 

Ese desamarre atribuido al filósofo vienes  es una petición de principios.¿Cuál es esa petición? Se le solicita a esos borradores escribir todavía más sobre ese tema, no bastaría con escribirlos en la guerra. La petición ignora que quien lo escribió vivía en la guerra, participaba de ella –era soldado y luego fue prisionero de ella. Ese “ambiente” ¿no era suficiente? ¿cuál sería la razón para aislarlo de eso que le permitió escribir lo que escribió? ¿cómo se puede aislar el borrador del lugar donde era escrito?

 

Ese ambiente indica las condiciones mínimas y necesarias que articulan el arte de la escritura con la persecución descripto por Leo Strauss. Escribir bajo la persecución implica escribir de un tema que no se puede escribir, ni siquiera mencionar[21] . Al no mencionarlo puede ocurrir que se pueda hablar de él. En el caso de que Wittgenstein no hubiese escrito ese término, ¿llegaremos a exigirle que  solo la palabra “guerra” debe dar cuenta de su experiencia de prisionero de guerra?

 

Wittgenstein hizo, años después, un ajuste de sus puntos de vista con la obra de 1921 y formulo:

 

Llamaré a estos juegos “juegos de lenguaje”, y hablaré a veces de un lenguaje primitivo como un juego de lenguaje...Llamaré también “juego de lenguaje” al todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está entretejido[22] .

 

Esta proposición tiene valor para la experiencia psicoanálisis en el campo de las locuras, llamadas también “psicosis”, basta señalar  su papel organizador en “La locura Wittgenstein”,  escrito por Françoise Davoine a partir de su experiencia[23]. Y es un elemento a considerar cuando se trata de localizar las relaciones del autor, su obra y las condiciones en las que se encuentra la cultura que a él y su obra le conciernen. 

 

 Veamos el sesgo literal de la situación de Ludwig Wittgenstein. ¿Por qué ese sesgo? Sin la literalidad el psicoanálisis pierde la condición de posibilidad de construir casos[24]  Precisemos ¿para qué demandarle a Wittgenstein que escriba más de eso que estaba escrito en sus diarios?  Jean Allouch no aclara  cuáles diarios tomó como base para su conclusión. En la lengua castellana están editados los Diarios Secretos (Alianza Universitaria, Madrid, 670) en las entradas del 7/10/1914 y 30/11/1914, para sólo citar dos de ellas,  está presente el término “guerra” y las actividades articuladas con ella[25].

 

La proposición de Allouch sobre la situación de Wittgenstein es tautológica pues pretende demostrar que un filosofo, un arquitecto, un científico, un artista, y en particular un analista cuando están en su actividad no hacen política. Para hacer en su actividad no requieren tomar posición ante cual o cual episodio de la cultura donde viven. Esa tautología, J. Allouch, la sostiene particularmente respecto del analista para rebatir las posiciones Helena Besserman Viana  que sostiene la tesis del compromiso político en nombre de una norma ética[26].

 

Mientras, entre ambos textos, encontramos con una experiencia del psicoanálisis ilustrado por lo acontecido  a varios psicoanalistas –basta con uno- en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, durante una recesión ecónómica acompañada de hiperinflación y desocupación. En ese momento se registrarón efectos en las formas de pago de las sesiones, alteraciones de la periodicidad de las sesiones, frecuencia creciente de “interrumpciones” de las curas, trastocamiento del honorario “fijado” a las sesiones debido al ritmo inflacionario, un aumento inucitado de lo que se llama “reanálisis”. Por otro lado, en una situación semejante en Viena el tiempo de las sesiones de Freud fue modificado para recibir a más pacientes, en especial americanos que en tiempos de hipenflación pagaban con  dólares. En ese tiempo Freud aceptaba, además, recibir sus honararios en especie. Ante hechos semejantes ¿se puede afirmar que los movimientos del campo del otro no operan sobre la práctica de la experiencia analítica? 

 

La vía tautología se abre con un argumento de autoridad. El texto La etificación..., en su primera página introduce  una cita de Paul Roazen que cita unas palabras de Max Eastman, esta cita es tomada de un texto de Rene Major. Max Eastman recibió la siguiente respuesta de Freud a una pregunta:

 

¿Qué es usted políticamente?

Nada

 

Si tiene algún asidero que el hombre es el estilo, el estilo de aquel a quien se dirige, y como estamos ante una “bon mot” [ocurrencia][27] queda por determinar a quién hiba dirigida esa respuesta  Esta pregunta limita las conclusiones genéricas que por apretar mucho no ciñen nada y ciñen mucho menos si solo se sostienen con la inclusión de Freud en el episodio citado.

 

Max Eastman escribió un libro Einstein, Trotsky, Hemingway, Freud and Other Great Companions [ Colliers Books; Nueva york, 1962], allí está insertado el relato de un encuentro con Freud -apartado Differing with Sigmund Freud, p.129.  Freud corrigió una opinión de su entrevistador respecto de “América[28] ,le aclaró, no la “odia”, simplemente la “compadecía”. Esta bon mot [ocurrencia] es ¿analítica? ¿pertenece a un episodio de análisis de Eastman? ¿es cultural?, ¿es política?, ¿es todo ello más lo contrario? A veces, el que parte y reparte  trata de quedarse con la mejor parte hasta que se enfrenta a la constación de que lo mejor es enemigo de lo bueno.

 

En conclusión una bon mot [ocurrencia] cuyos alcances singulares requieren de ser precisados. Por el momento sólo contamos,por su letra, que Eastman la recibió de Freud ¿se puede generalizar a todas las  circunstancias? Hacerlo otorga solidez incalculable a las premisas de un “compromiso ético”.  Esa ocurrencia ¿resuelve la cuestión de las redes políticas que atraviesan, sin solicitar autorización, el lugar de la práctica analítica y su doctrina? 

 

La tortura está articulada

 

El horizonte del campo del Otro es una constatación dada, veamos cómo se artícula allí la tortura.La tortura como significante, como cualquier otro reune una amalgama que oculta su gamas; suele olvidarse que el significante siempre tiene relación con..., de ahí, la dificultad para toda empresa que quiera mantener, a nivel del significante, una existencia “solitaria” o en “soledad” de alguien que se ubica “solo”. Tomamos nota que la tortura opera respecto de un cuerpo y de ahí se deriva una pregunta ¿el cuerpo se deja reducir sólo al campo significante?.  Veamos algunas articulaciones de la tortura con...

 

El significante tortura en el campo de la política

 

La práctica de una política de la tortura cuya expresión absoluta la encontramos en los campos de concentración y en los campos de trabajo organizados por el régimen nazi. En ese luar se trató de una política cuyo objetivo fue la extinción metódica del cuerpo y de sus restos; también está el caso de una política de la tortura efectuada por el régimen de Pol Pot, un egresado de La Sorbonne. En Camboya el ejercicio de la política era una tortura destinada a obtener e implantar una reeducación gobernada por la extinción de todo elemento impuro (“desviado”) que afectará la reconstrucción de Ankara, el topos ideal del khmer rojo. La tortura, se dirigía, por ejemplo, a dejar al órgano visual, de los prisioneros, sin anteojos e incluso su  empleo era motivo de mayor tortura o de la ejecución:

 

El propósito de la tortura es conseguir respuestas

No es algo que hagamos para divertirnos

Sólo debemos lastimarlos que respondan con rapidez

Hay que hacer que pierdan la voluntad

Los golpeamos para atemorizarlos, no para matarlos

Para torturarlos hay que revisar su estado de salud primero y la condición del látigo

No seas tan cruel como para matarlos rápidamente o nunca obtendrás la información necesaria

Encuentra sus puntos débiles

Doblégalos con propaganda o con tortura

No permitas que mueran

No permitas que se deterioren al punto de que no sea posible interrogarlos

Nunca se interroga a un prisionero al cien por ciento

Un prisionero puede confesar, pero si se ha tragado anzuelos, tiene que pasar mucho tiempo entre doctores y medicinas útiles

El partido es pobre y no puede darse esos lujos...[29]

 

Estos prisioneros ¿pueden ser tomados como víctimas propiciatorias de un supuesto “goce” que los aniquiló?

 

La práctica de la tortura política muestra una forma material de la persecución que no se reduce a la persecución del significante. Esa tortura tiene por objeto la obtención de una información; allí las condiciones “subjetivas” del torturador no cuentan y el torturado está despojado de la subjetividad. El objetivo de esa práctica se dirige a obtener una información devastadora para el torturado  y para otros. Ella está organizada por un método  junto a una técnica, enseñada en centros especializados. Su despliegue incluye elementos científicos. El torturado es despojado de su cuerpo; luego ese cuerpo es reducido a la condición de despojo por la tortura y el torturado queda despojado por una violenta, absoluta e ilimitada intervención del otro. Esta práctica del absoluto priva al sujeto parlante de su relación con tener un cuerpo.

 

En estos casos  se podría hacer la hipótesis de que enfrentamos a sujetos víctimas de un”goce” ilimitado e inconfesable. Sólo resta un problema para tal “análisis”: si es inconfesable ¿cómo tomamos noticia de él?

 

 

La articulación religiosa del significante tortura

 

La tortura religiosa, a cargo del Tribunal del Santo Oficio, la Inquisición, es de otro orden y de otro tiempo histórico, así lo demuestra con claridad Carlo Guinzburg, en el caso Menochio[30]: la inquisición torturaba para obtener una confesión de aquello que el conductor de la tortura ya conocía y requería la convalidación del torturado. En estos casos queda claro un régimen del orden institucional que opera generando las condiciones para sostener una verdad, de ahí el anónimo torturador, cubierto por una capucha.

 

El termino “tortura” en la experiencia del análisis

 

Cuándo, por ejemplo, una madre “tortura” a su hija o hijo; cuándo esa “misma” “madre” nos relata esa “tortura” habiéndonos previamente tomado como una figura del sujeto supuesto al saber ¿ante qué situación estamos en uno y en otro caso? Cuando estamos en el campo de la experiencia analítica se produce un vuelco ya no se trata de la experiencia  de una tortura efectuada sino de relatos dirigidos a otros donde está el término “tortura”, se trata de un relato dirigido a otro tomado en el lugar del analista ¿ese otro tiene alguna información que obtener? ¿está operando para obtener un conocimiento o para confirmar un “saber”?

 

Ese relato dirigido a otro  genera  un plus que en ciertos casos dará  lugar o no a profundas transformaciones. En el encuentro de alguien con un analista se organiza “una experiencia, verdaderamente, sin ninguna duda, ya estructurada por algo artificial tal que ella está constituida por la confesión por el sujeto de algo que él viene a decir al médico, y lo que el médico hace con eso, y es a partir de allí que todo se elabora, y es esto lo que es su instrumento de entrada, su modo operatorio primero”[31] La operación del sujeto supuesto saber modifica la situación de un torturado, se le abre la posibilidad de un sujeto y se establece una clara y nítida diferencia con las prácticas institucionales de la tortura y con las formas sádicas o masoquistas de alguien fuera de un análisis. Allí se instala, nos guste o no , una dimensión del goce con alcances subjetivables para un sujeto.

 

Freud  en A propósito de un caso de neurosis obsesiva(1909) analiza la incidencia de un relato de una “tortura”  y del

rostro de muy rara composición, y que sólo puedo resolver como horror ante su placer, ignorado [unbekennen] por él mismo. Prosigue con todas las dificultades: ‘En el momento me sacudió la representación de que eso sucede con una persona que me es cara.

 

Esa representación surge a consecuencia de que Freud le dice no poder evitarle la pintura de los detalles pues no esta a su alcance dispensarlo. Notemos un hecho clínico, es un relato dirigido a otro, no se trató de una experiencia de ese paciente.

 

El “placer, ignorado” por el paciente era una mostración a Freud pues el relato el paciente se lo dirigía a él “me sacudió la representación de que eso suceda con una persona que me es cara”. La “tortura” en esa experiencia analítica es llevada al terreno del significante y, por ende, a hablar de otra cosa; en ese pasaje de registro, el cuerpo del torturado no interviene pues sólo queda el goce atribuido a otro y una serie de significantes, lo cual es una diferencia. 

 

 Las distinciones entre el ejercicio de la tortura y los relatos en el campo del goce de una cura  no deja todo resuelto. Así ¿cómo se podría encarar el caso de alguien que solicita una cura y allí indica que su trabajo incluye ejercer o asistir a la tortura?. Ese caso, al igual que otros,  en sus coordenadas permite establecer las condiciones para responder: No (si es que una tal solicitud ha llegado a formularse alguna vez en la práctica analítica).  Pues ciertas solicitudes de análisis pueden rechazarse. Tal o cual actividad del llamado “paciente”, “psicoanalizado” o “analizante” son un obstáculo insalvable para un análisis. La puesta en practica de la actividad de “médico militar” en un campo de concentración clandestino del psicoanalizado  Amilcar Lobo[32], daban lugar a un posible “No”.

 

Rehusar esa solicitud solo puede provenir de la situación en juego, no viene de amarres con cualquier lógica ética o institucional ajena al caso; gracias a esa ausencia de amarres se puede en acto, ante tal caso, decirle no. Freud así se lo hace saber a Edoardo Weis, psicoanalista que ejercía su actividad en Roma:

 

Creo que es un caso malo, nada adecuado para el análisis. Para analizarse le faltan dos cosas, primero el  cierto conflicto doloroso entre su yo y aquello que sus pulsiones le exigen, pues en el fondo está muy contento de sí mismo y sufre solamente por la resistencia de circunstancias exteriores, segundo un carácter medianamente normal de este yo, que pudiese colaborar con el analista;  procurará siempre, por lo contrario, despistar a este último, engañarle con falsas apariencias y dejarle de lado. Ambas deficiencias coinciden en el fondo en una sola, en la formación de un yo monstruosamente narcisista, ególatra, impermeable a toda influencia, que, por desgracia, puede apelar a todos sus talentos  y dones personales...

Opino pues que no serviría para nada  que él acudiese a mí o a algún otro para un tratamiento psicoanalítico. Pero también  comprendo que la madre no lo quiera desahuciar sin hacer otro intento. Propongo pues mandarlo a un instituto al cuidado de una persona de eficacia terapéutica aplastante. He conocido como tal al Dr. Groddek en Baden-Baden (Sanatorio). Naturalmente habría que comunicarle las características del paciente. Si él no lo quiere aceptar, se podría pensar aún en Marcinowsky, en Heilbrun de Tölz (Baviera), pero este lo rechazará sin duda de inmediato. En el peor de los casos, a gente como el Dr. A. se la embarca para ultramar, digamos hacia Sudamérica, y se le deja buscar allá su destino.”[33]

 

 

Entendemos que hasta aquí hemos indicado ciertas cuestiones de método para dar cuenta de las articulaciones que guarda con el psicoanálisis las condiciones del poder imperante en tal o cual ciudad, así como las desarticulaciones de la tortura con las amplias formas de los goces que sufre tal o cual analizante. Localizamos también un elemento: la tortura afecta un punto material: el cuerpo; abordar la tortura sin considerar su articulación con el cuerpo deja fuera la experiencia analítica. Es una cuestión de método para abordar tal o cual caso que haya vivido esa experiencia.

 

En psicoanálisis hay lugar para decir “no”

 

A partir del recorrido previo por distinciones, triviales e incluso banales pues hace tiempo que ya están establecidas,  propongo objeciones que tornan inaceptable la respuesta dada por Jean Allouch en La etificación del psicoanálisis. Calamidad / L’ethification de la psychanalyse. c a l a m i t é. Esto parte de un hecho mínimo: “todo lo que es real es racional , e inversamente”[34], entonces, para leer no habrá nada que privilegiar o descartar pues cada elemento del libro y sus articulaciones, constituyen una parte real del libro a leer. Lo aceptable o no de un texto provendrá de ese entramado.

 

Las proposiciones –incluso las maniobras éticas, jurídicas, políticas- para embarcar al psicoanálisis en una empresa de “renovación” o de “conformación” moral bajo el nombre de una “ética” –el libro de H. Besserman propone eso-  no constituyen motivo suficiente para aceptar cualquier respuesta. Es un hecho constituyente del análisis que la ética proviene de los pliegues y despliegues de los desenfrenos subjetivos de tal o cual caso, así Antigona revela la consustacialidad de su ética con el deseo que la habitaba frente al funeral de su hermano. Esa posición no viene de las leyes “éticas” del poder de  la ciudad.

 

El psicoanalista no está obligado decir “Si” a cualquier solicitud; y las razones para decir “No” tampoco requieren de grandes desplegados argumentales o institucionales basta, por ejemplo, con el rechazo subjetivo de ese analista a tratar ese caso. Esto convoca a la cuestión de localizar el caso por caso.

 

Debemos reconocer que los avatares de la edición castellana tanto del libro de Helena Beserman Viana como el de J. Allouch contribuyen con su desorden temporal a la deslocalización activa del caso para los lectores de lengua castellana. Basta con señalar un hecho. El texto castellano se editó  sin que existiera posibilidad alguna de leer el texto  de Helena Besserman Viana, esa edición se produjo, en Buenos Aires, en los primeros meses de 1999, a cargo de una editorial de textos “clásicos”  de psiquiatría[35].  Sin embargo, leemos en la “primer” cita a pie de página de La etificación...:

 

“Helena Besserman Vianna, op.cit. Resulta vano buscar en este libro [¿en cuál libro?] el nombre del traductor al francés de la edición en portugués publicada en Brasil, en 1994, se nos dice. También faltan las referencias editoriales de la edición original (título, lugar de la publicación, editor). Estas faltas resultan aquí más señalables, si se tiene en cuenta que en sus páginas nunca se deja pasar la ocasión de darle una lección al lector diciéndole que los nombres deben ser dicho, que se trata de una exigencia ética (cf. P. 18, 23, 251). Una verdadera reconsideración [mise à plat] histórica (es lo que se pretende hacer) también hubiera tenido que poner a nuestra disposición en francés[¡¡¡ sic; resic y recontra sic!!!] la autobiografía del torturador A. Lobo (A hora do lobo, a hora do Carneiro, aparecida en 1989) y otros textos relacionados. Es verdad que de pronto hubiera sido más difícil moralizar el asunto a expensas de su dimensión política. ¿Aún hoy se tiene miedo de excusar a A. Lobo borrando lo político?

¡Extraño miedo! O de revelar que las acciones emprendidas contra él tenían otros objetivos que no eran nobles ni esencialmente morales?”[36]

 

Al leer esta cita habrá que decidir si se lee un texto editado en francés o se trata de una cita de la edición castellana. En la publicación castellana esta cita está escrita con los signos diacríticos de la lengua francesa. Se hace así notoria y notable la ausencia del libro de Helena Besserman Viana, pues el lector se enfrenta, en esa edición, a un “op.cit” enigmático[37].

La falta de una edición francesa del libro A hora do lobo, a hora do Carneiro de Amilcar Lobo es una ausencia clínica que impide  localizar el tema en juego. Eso tiene efectos en ambos textos, y afecta el texto de J. Allouch, en especial en el capítulo “Tres sustituciones”, lo cual no deja de tener un costado cómico que gira hacia lo trágico, siendo la calamidad una de sus figuras.

 

El affaire en Sainte-Anne ¿un lugar para problematizar algo?

 

El imperio de un ejercicio absoluto del poder estatal en América Latina –con la excepción de México y Costa Rica- afectaba las singularidades del psicoanálisis y sus agentes: el analizante y el analista. Un libro organizado alrededor del “caso” -por la vía del “método freudiano”-  enfrenta una política de la “ética” -vía de la “institución” psicoanalítica- no dice nada sobre la “formación del analista” situable historicamente. La respuesta queda constreñida por el dualismo de la alternativa dual ”método”/ “ética”.

 

Lacan en la presentación  de su ternario llamó la atención respecto de la “formación” del analista y del candidato a tal función:

 

“De principio, una cosa que es evidentemente sorprendente y no debería escapársenos; es decir, que hay en el análisis, toda una parte de real en nuestros sujetos, que precisamente se nos escapa, que no se escapaba por eso a Freud,..., si eso no se le escapaba, estaba igualmente fuera de su apreciación y de su alcance. Uno no debería impactarse por el hecho, por la manera en la que habla de su Hombre de las ratas, distinguiendo entre sus “personalidades”...hay pues en todo esto algo que, evidentemente, no deja de sorprendernos y que, en suma es algo con lo que todo el tiempo tenemos que ver...nosotros, que estamos encargados de la pesada carga de elegir a los que se someten a análisis con un fin didáctico. En síntesis, ¿qué es lo que decimos, a fin de cuentas, cuando hablamos, al termino de nuestra selección, si no es [de] todos los criterios que uno invoca? ¿hace falta la neurosis para hacer un buen analista, un poquito, mucho, seguramente, no, en absoluto?...¿es que un sujeto tiene tela o no la tiene?¿qué sea como dicen los chinos, “she un-ta”, “un hombre de gran talla”, “sha ho-yen”, “un hombre de pequeña talla” Es algo, preciso es decirlo, que constituye los límites de nuestra experiencia. En este sentido se puede decir, para plantear la cuestión de saber qué es lo que está en juego en el análisis: ¿qué es? ¿es esa relación real con el sujeto, es decir, según cierta manera y nuestras medidas de reconocerle? ¿es eso de lo que nos ocupamos en el análisis? Ciertamente no. Es indudablemente otra cosa..¿Qué es esta experiencia singular entre todas, que va a aportar en estos sujetos transformaciones tan profundas? ¿y cuáles son ellas? ¿cuál es su resorte?”[38]

 

Es justo indicar que está observación habré una vertiente alejada y excluida del texto de La etificación...  pues ese  es un tema que el libro no aborda, de eso no hace caso. Ese tema ¿podía tratarse en las condiciones de la reunión del 9 de febrero de 1997, donde se presentó, por primera vez, en París, Francia, el libro de Besserman? 

 

La presentación en el Hospital Sainte Anne tenía un alcance político, jurídico y solidario anunciado a los asistentes previamente por una reseña de E. Roudinezco en la prensa parisina. Los organizadores dieron signos suficientes de cual era su interés, no estaba incluyido interrogar  un problema de la experiencia, de la doctrina, de la “formación o de la transmisión del psicoanálisis. El nudo organizador era denunciar algo, era una mostración.

 

Entonces, en un lugar así y ante semejante escenario institucional ¿es posible discutir algo de la experiencia o de la doctrina o de la transmisión o de la formación del analista o de un caso? Ante una situación semejante Lacan ofrecía su experiencia: “ Pues no es más que evidente que a nivel de las exclamaciones agitadoras no puedan afinarse, tratarse, producirse eso que pueda dar un giro decisivo a alguna cosa” (19/03/1969). Intentar una problematización en ese lugar la integrar al desorden del mundo que se denuncia al darle , a ese mundo, una consistencia de la que carecía.

 

En el happening convergen el hambre y las ganas de comer: ya no se trata de “Tres sustituciones”, ahora se agrega , al menos, dos más: un libro se presenta ocupando el lugar de un discusión que no tuvo lugar; el “método freudiano”  se acerca al estilo de un psicoanálisis aplicado.

 

La cuestión del caso: el paradigma del método freudiano

 

J. Allouch  coloca el “caso” bajo el fuego cruzado de una serie sustituciones. Una de ellas:

 

“A lo largo de dos décadas el problema habría sido abordado precisamente fuera de lo que constituía la punta visible de ese caso: un decir público de una ex(?) psicoanalizante referido a su ex(?)analista, o sea, su experiencia del análisis, al menos de la transferencia y del modo en que esa transferencia fue recibida.”[39] 

 

Luego indica la sustitución de la “ex(?)psicoanalizante” –así está escrito, no se sabe si así fue designada por Helena Beserman V- por una “psicoanalista”, se concluye que estamos ante :

 

“Al comenzar devolviéndole su lugar al caso, al menos su lugar como caso ausentificado...”[40]

 

El término ausentificado  está construido a partir  de un infinitivo del verbo ausentar articulado con un adjetivo: ausente, al cual se lo toma como un verbo mediante el sufijo cado; así como está construido: etificación, informatización, electrificación, erotización, donde el sufijo -ción   forma sustantivos de acción.

 

Ese término nos muestra una ausencia  en la construcción de un “caso ausentificado”, mientras que las condiciones estructurales del llamado “caso” incluido el happening, permiten leer la ausencia  estructural de caso. No hay estructura de caso en la medida en que hay algo que no cayo, hay un veinte que no nos cayó y que el libro cuando lograría dibujar las condiciones de una caída se deslizó hacia una operación inversa.

 

Las condiciones del  caso

 

Veamos las condiciones que nos presenta el libro:

 

“Se estudiará de qué modo el tratamiento de ese problema por y en la IPA, mediante contorsiones poco agradables, habrá consistido en mochar el asunto de lo que constituía no obstante su punto de partida clínico.”[41]

 

Los desarrollos de  la IPA, el tratamiento dado por sus disidentes, entre los cuales se encuentra Helena Besserman Viana [42] , a la que se sumó la maniobra de una “política de la ética” –en especial Elizabeth Roudinezco -, logro capturar a La etificación...(a pesar y gracias a sus elaborados despliegues); esa amalgama comparte un dato ausente ¿se trata en ese episodio de análisis? ¿Ese episodio concierne y cierne algo de la experiencia y de la doctrina del psicoanálisis? ¿ese algo es solo atribuible al analizante[43]? ¿y si fuese una cuestión que solo es concernible si se incluye a la función del analista?. Estas preguntas revelan que  el tema no puede atribuirse a las espaldas de la “ex paciente” o “ex (?)psicoanalizada” o de la “ex(¿)analizante” o de la “analizante” bajo el gambito de dama de la transferencia o del sujeto supuesto al saber.

 

Jean Allouch relata que en medio del kilombo entre los participantes, se logró hacerle a Helena Beserman Viana una pregunta que aceptó responder:

 

“Sí, había existido alguien que al principio indentifico al Dr. Torturador A. Lobo como un psicoanalista torturador y esa persona era...hay que adivinar...¡una ex(¿)analizante de A. Lobo”[44]

 

¡Maldición! otra vez la sustitución, ahora alguien nos cuenta la respuesta de Helena Besserman Viana y ni siquiera nos dice qué parte corresponde al relato de ella, no se emplean las comillas,  qué parte corresponde al recuerdo de alguien que escuchó el relato y nada nos dice de que eso lo escribe aquel que escribe ese párrafo. ¿Pertenece al territorio analítico de Helena Besserman Viana la designación de “ex(?)analizante”[45]?. En ese punto muestra un problema con la identificación pues escribe indentifico.

 

Luego leemos que:

 

“La escena habría sido la siguiente (la transcribo de memoria, fue relatada en medio de un cierto griterío). Alguien habría dicho, delante de esta ex(?)analizante, que un médico integrante del equipo de tortura tenía prendida en su guardapolvo la etiqueta donde figuraba su nombre propio. Ese nombre, en el relato, fue dicho en voz alta. Al escucharlo está persona [¿cuál? ¿la que habló [sic] en voz alta o la que escuchó ese hablar en voz alta?] habría declarado algo así como: ¡Pero es (¿era?) mi psicoanalista!. Este es el caso [Voici donc le cas]. Pese a su inicio incierto, abre la perspectiva de un caso donde aún queda mucho por construir ”[46]

 

Allí se colocó una cita al pie:

 

“Otras dos personas presentes, durante la jornada del 9 de febrero de 1997, que escucharon ese relato oral, me aseguran que la escena ocurrió en el mismo lugar  donde se torturaba, en una pieza cercana a la sala de torturas en la que los presos estaban encerrados. La información habría salido de la prisión a través de los abogados...¿Cuál era la posición de la primera denunciante respecto de ese cambio de terreno? En todo caso, nada nos indica por ahora que ella también hubiera deseado que otros psicoanalistas se hicieran cargo del asunto (¿una manera de llevarlo a otra parte y no al lugar de su psicoanalista pero siempre en el psicoanálisis del sujeto supuesto saber?), que fuera reconsiderado como algo atinente a lo psicoanalítico.”[47]

 

En estas citas muestran: 1.-un “ex(?)analizante” de entrada en el relato, sin que el relato le de entrada; 2.- luego para darle entrada se requiere de una “persona”; 3.- el relato le da entrada a la “ex(?)analizante”; 4.-en el pie de página desaparece  esa figura y toma su lugar “la primera denunciante”; 5.- luego esa “primera denunciante” aparece con la posibilidad de desear o no “que otros psicoanalistas”, amén de indicarle que debiera llevarlo al “lugar de su psicoanalista” pero ¿a cuál? ¿al consultorio de Amilcar Lobo? ¿al de Helena Besserman Viana?  Estos detalles nos dicen, al pie e la letra algo claro, la “expsicoanalizante” convertida en “ex (?) analizante” no dijo “es [era] mi psicoanalista torturador”; solo dijo “es [era] mi psicoanalista”.

 

El relato mesurado del reconocimiento es causado por el caracter precario de los testimonios, casi inexistentes. Y de pronto, cuatro meses después, el relato sufre un transformación y se pasa a :

 

“Me he dado cuenta al escucharlos hoy, que de hecho si había alguno que había dicho que Lobo era “psicoanalista torturador”, ese fui yo, este libro precisamente lo tomó al nivel en que fue dicho: analizante. Alguien planteó la pregunta, de que tiene que ver el torturador y el psicoanalista, la pregunta está planteada por un analizante”[48]

 

El cambio marca una sustición: no fue el relato de H. Besserman Viana, en medio de un griterío, que lo dijo, ahora se trata de que Jean Allouch es quien dijo dos cosas: a.- Lobo era “un psicoanalista torturador”; b.- el “ex” desapareció, ahora ya es un “analizante” designado por Jean Allouch. Luego se localiza el punto de calamidad que afecta a la erotología:

 

“A partir de que lo hace saber públicamente, ¿qué ocurrió? Bueno, se hicieron diez mil cosas para que no surgiera que fue dicho por una analizante, a partir de ahí la distinción no existe más entre la tortura como método o técnica, las diferencias entre torturas, perversa o no, política o no, estas distinciones no valen nada. Alguien dijo que en tanto psicoanalista es torturador. Esto es un golpe, uno no puede quedarse sentado ante eso, entonces vamos a ver la continuación”[49]

 

La conclusión es clara el psicoanalista no puede quedarse sentado ante la afirmación de “la distinción entre torturas, perversa o no, política o no, estas distinciones no valen nada” ¿Dónde estará sentado quien sostiene tamaña generalidad a nombre de una “analizante?

Para no quedarnos sentados  estamos obligados a darle lugar a los escritos de Amilcar Lobo parte integrante de este “caso”. Escritos publicados por Edelp,  en una edición de 200 ejemplares, ofrecida al público 7 meses después de haber publicado La etificación... y cinco meses antes de la edición castellana del texto de Besserman.

 

Un Lobo en público

 

Un idiota luego de un análisis da como resultado un canalla, en este caso el canalla aporta su autobiografía como una pieza que informa de muchas cosas, por ejemplo:

 

Poco después, fui llamado para atender a un preso que se encontraba en una sala de interrogatorios. Estaba sentado en una silla que allí había, con una herida grande en el cuero cabelludo. Sangraba mucho...Había recibido un culatazo de un fusil FAL...salí, volví a la enfermería y me llevé material de sutura y un anestésico local...cuando agarré el frasco del anestésico, y la hipodérmica, el hombre me imploró que no le inyectase ningún líquido...Tuve que hacer la sutura sin anestesia y él aguantó firme, sin decir un solo ¡ay![50]

 

Amilcar Lobo narrando episodios como el anterior informa que en 1981 le preguntaron:

 

Dr. Lobo, ¿no me reconoce? Soy Inês Etienne Romeau

 

Y luego le agrega:

 

Ud. Me atendió en Petrópolis, ¿no se acuerda?[51]

 

En la misma página se informa que  Lobo es su apellido materno y que además era su nombre de guerra. Sólo el abuso del traductor al castellano hace aparecer eso como “seudónimo”, cuando se trata de un “nombre de guerra”, nombre que tiene una posición distinta a la del “alias” o a la de un “seudónimo”.

 

Amilcar Lobo en otra fecha,1970, narra que había salido con un preso para llevarlo a la enfermería. El preso había sufrido el pau-de-arara –tormento consistente en atar ambas brazo y piernas, y luego introducir un barra la cual se eleva y mantiene al cuerpo colgado mientras que se lo apalea-  y entonces :

 

Oí por el altoparlante al comandante diciendo a los gritos, lo siguiente: Aspirante Lobo, haga el favor de llevar al preso nuevamente a su celda. Esta prohibido por este comando andar con presos en el patio interno del batallón.

 

Un poco después agrega:

 

[Coronel] Pero yo, antes de ser un aspirante a oficial, era médico y en consecuencia le pido a Ud. Que en adelante me llame Dr. Lobo...[respuesta] Está claro, Dr. Lobo puede retirarse.[52]

 

Tenemos precisado un hilo del caso, su nombre de guerra era Lobo, y en el cuartel mediante los “altoparlantes”, en México se diría “lo bocinearon”, lo llamaban “aspirante Lobo” para quién lo quería escuchar. Ese artoparlante lo ubicaban como quien aspira a conseguir un empleo, una distinción o un título. A eso se le agregaba que a propuesta de él los militares aceptan llamarlo “Dr. Lobo” (enero de 1970) dos años después de que fue aceptado en análisis en calidad de “candidato”, una forma de aspirar, al título de psicoanalista.

 

En 1971 narra que a él lo pasaron a llamar “Dr. Carneiro” pues “aquí todos usan sobrenombres” –p. 46- . Quizas eso le permite informar el destinos de un “preso” que él atiende en Petrópolis. Papaleo preso político afectado por alucinaciones y delirios, síntomas que le impedían cumplir con una “tarea” (salir a la calle para señalar a otros activistas); ese preso fue asesinado delante de él en Petrópolis  pues el Dr... declaró que no podía garantizar su estado. Amilcar Lobo recibe, delante del preso aún con vida, la siguiente pregunta: “Lobo, ¿este podrá ir a Goias, o no? Defínase sobre esto”, él responde “no veo posibilidades de que, en breve lapso,  este muchacho pudiera viajar”, entonces, le contestan “Es una pena, Lobo. Esperaba lo contrario” y enseguida [el militar] “hizo un disparo...que pegó justo en la cabeza de Papaleo...” –p.48-. Luego más adelante escribe que posiblemente Papeleo era familiar de un psicoanalista.

 

Por último, en la página 55 transcribe la manera en fue presentado en el cuartel donde tenían presos políticos: “Este es el Dr. Amilcar Lobo, el médico del batallón. Cualquier reclamo, por favor, lo dirigen a él personalmente”.

 

El nombre “Lobo” o “Dr. Lobo” circulaba dentro del cuartel o dentro de campo de detención ilegal del Ejército de Brasil, la casa de la muerte llamada Petrópolis con toda la impunidad que su puesto le otorgaba. Entonces el nombre de “Lobo” o de “Dr. Lobo”,  pieza nodal que suscita la frase “Pero es[¿era?] mi psicoanalista” era un nombre de guerra que estaba a disposición de muchas personas: soldados del ejercito, altos oficiales del mismo, presos políticos, presos por delitos del ejército y presos secuestrados en una casa de la muerte organizada por los servicios secretos del ejército del Brasil.

 

 Amilcar Lobo  se muestra sorprendido pues cuando lleva su “situación a debate” en el seno de la sociedad analítica donde estaba en formación constata que los miembros  ya sabían de la  denuncia en su contra. Agrega otro dato: algunos de ello lo sabían porque “pacientes” de ellos hablaban en sus tratamiento de él – de Amilcar Lobo ¿como médico? ¿cómo analista torturador? ¿cómo aspirante al título de analista torturador?

 

Leamos ahora el testimonio de Renato Mezan, un psicoanalista de Brasil: 

 

“Quien denunció a Lobo fue una ex-prisionera que lo reconoció en una ocasión publica, creo que en la calle o algo así. Luego en un debate en favor de la Amnistía o de las elecciones directas; en todo caso en una ocasión política, contó lo que le había pasado. Fue así que la denuncia tomó cuerpo, mas allá de lo que había sucedido a Helena y que ella cuenta en su libro. Helio Peregrino y Eduardo Mascareñas exigieron que la Sociedad a la  que pertenecían ellos y donde Lobo era candidato esclareciera el asunto. Lobo fue desligado de su condición de candidato pero no porque hubiese esta acusación contra él  -que todavía no se había probado jurídicamente – sino porque había permanecido unos cuantos años sin comparecer a su análisis didáctico. Cuanta hipocresía ... Bueno, esto es. No sé si  llegó a tener analizados. Ciertamente no, como analista certificado por la IPA; quizás haya atendido gente como terapeuta pero, no lo creo ... Bueno, eso es lo que sé sobre el asunto.”[53]

 

El texto de La etificación..., continua el despliegue de argumentos:

 

“Tal es así que se puede esperar al escuchar de boca de un psicoanalista cosas como (parece que esto se dice): “acabo de tomar un obsesivo en análisis”, o “un joven” o “una mujer” o lo que sea que se quiera poner como variable de la función “tomar en análisis...”, que esté minimamente advertido del carácter a-priori  intempestivo de tales afirmaciones. ¿Quién habrá sido elegido analizante? Esto sólo se sabe, si es que se sabe, après-coup . ¿A quién habrá tomado Freud en análisis cuando tenía sobre su diván a Sergeï Pankejeff? El personaje que muchos años después escribirá The Wolf-Man by the Wolf-Man? Sin duda no. Y sin embargo...”[54]

 

Dejemos de lado que, de esa lógica, no  está excluida la intempestiva afirmación de  devolver su lugar “de un caso ausentificado”. Subrayemos un hecho, Freud tomó en análisis a Sergueï Constantinovich Pankejeff, y eso responde a la pregunta de ¿a quién tomó?, y abre un camino para la respuesta sobre el sujeto que de esa operación resultó. Entonces constatamos que The Wolf-Man by the Wolf-Man confirma que, a pesar de lo que podamos decir y escribir sobre el caso (el título de la publicación confirma que el método freudiano incluye una forma de nombrar al caso por medio de un “alias” con tal o cual trazo de la fantasía mientras al sujeto se le nego el acceso a su nombre y apellido)  los avatares après-coup integran los expedientes de ese caso.

 

Indicios, trazas, huellas de un “caso”  del que no se hace caso

 

En la “autobiografía” de Amilcar Lobo se lee:

 

“Era una tarde del día 6, dos días antes del inicio de mis vacaciones en el consultorio.  Asistía a un paciente, la sesión termina, nos levantamos, encaminándonos a la puerta, la abro, me despido y me encuentro con tres personas sentadas en la sala de espera. Eran dos mujeres y un hombre. Los saludo con un "“Buenas tardes"” y los hago entrar al consultorio. Una de las mujeres me parece muy ansiosa, y es ella exactamente quien establece el diálogo, un terrible diálogo:

Dr. Lobo, ¿no me reconoce? Soy Inês Etienne Romeu.

La miro más atentamente y no me viene a la memoria ningún recuerdo de aquella imagen o de aquel nombre. Sacudo negativamente la cabeza, pero algo sonó dentro de mí. Dr. Lobo. Lobo mi apellido materno, era mi nombre de guerra[55] en el Ejercito. Ella continúa:

-Ud. Me atendió en Petrópolis, ¿no se acuerda?

Un torbellino de pensamientos me invade en ese instante. Asistí realmente, en 1971, a una joven mujer, en la llamada “Casa de la Muerte”, un “aparato” del Centro de Informaciones del Ejército (CIE), localizado en la calle Arthur Bernardes, en Petropolis. Era una joven, ya muy delgada, con un estado general precario, emocionalmente deprimida en extremo, con profundas heridas en la parte inferior del abdomen y en la cadera izquierda, con gran pérdida de tejidos. La mujer que se dirigía a mí, en aquel momento, era una persona totalmente diferente, física y emocionalmente, y podría encontrarla mil veces sin vincularla para nada con aquella muchacha.”[56]

 

En La etificación... se menciona  el texto de A. Lobo en la  página 9 y otra vez más en la página 123, bajo la rúbrica Textos, es un libro que el autor leyó y del cual no se permite extraer ninguna consecuencia sobre su hipótesis de “un caso ausentificado”, no saca conclusión alguna a partir de uno de los nudos de aquello que , quizás, constituirá un caso. Se constata entonces la “ausencia de caso”, una ausencia que en ese libro se carga de incidencias sobre temas que no abordó y parece despachar, un poco demasiado ligeramente.

 

Entonces, comenzamos por esbozar otra conclusión abierta: el llamado happening del 5 de febrero de 1997, no tenía nada que concerniera al psicoanálisis en la medida en que el happening estaba dirigido a organizar un montaje institucional, que , solo por ese hecho, se aleja del psicoanálisis y del psicoanalista, a pesar de lo obsceno, trágico, dramático, moral, ético, heroico y “erótico” que esa actividad tuvo para los protagonistas. Inclusive afectando a los temas que ese libro trata de transmitir.

 

Una serie de datos no por histéricos menos históricos, y no por ello menos histéricos en la medida que una histeria sin historia no dice nada, permiten ubicar lo siguiente:

·      A. Lobo fue tomado en análisis y en análisis didáctico alrededor de 1968;

·      El apellido Lobo era público;

·      Amilcar Lobo tuvo varias “experiencias” de análisis, así las llama él;

·      Su actividad como  médico en un campo militar era pública y notoria entre sus “colegas”, “aspirantes” en formación analítica; él relata que en varias ocasiones invitaba a sus compañeros de “formación” a realizar labores de “reclutamiento de personal” en el cuartel del ejército, tarea que estos aceptaban;

·      Sus actividades como médico con los torturados dentro de la casa de la muerte era , así  lo escribe, parte del “material” de su análisis didáctico en más de una ocasión;

·      Amilcar Lobo no dejó una sola línea que indique que fuera o fuese una “ex psicoanalizada”  quien lo reconoció; el término “analizante” no pertenece al campo analítico freudiano de la IPA, Lacan lo introduce a partir de 1960, mientras que desde 1954 hasta cerca de 1971, oscila empleando a veces el término”psicoanalizado”;

·      Lobo nos informa que “psicoanalizados” de sus colegas miembros de la Sociedad a la que pertenecía “habían hablado de él” ¿cómo médico o psicoanalista torturador? No lo deja en claro pero si hablaban de “él” en sus sesiones;

·      Él menciona a los “psicoanalizados” de Helena Besserman Viana, y ¿si esa “ex(?)analizante” –un verdadero contrasentido en boca de H. Besserman Viana-  fuese, nada más y menos que, una “psicoanalizada” que era ( ¿o es en la actualidad?)  “psicoanalizada” por su  psicoanalista: H. Besserman Viana?

·      H. Besserman no escribió el nombre de la “expsicoanalizada”, eso sería, en la época del poder militar, una medida de protección ante una previsible persecución o prisión de la portadora de ese nombre, pero ¿cuál es el motivo para guardarlo cuando ya no estaba ese poder al mando de la sociedad brasileña?. Ese silencio ¿quedará explicada con “reprochar” a la autora sustituirlo para favorecer una maniobra “ética”, “política”; “jurídica”; de “guerra institucional”?. Eso apuntar a que ella no podía decirlo pues esa “expsicoanalizante”; “ex(?)analizante”; “extorturada”; “expresa política”; “denunciante” de A. Lobo es uno de los “casos” que ella tiene a su cargo en la actualidad. Es conocido que analistas de diversas procedencias hablan con soltura de sus casos en público cuando están lejos de su país. Mientras Freud enmascaraba el caso con un camuflaje, otros creen que las distancias geográficas permiten hablar, sin consecuencias, de “casos” – a partir de eso casos públicos- en curso[57]. Quién puede tirar la primer piedra sobre esto aduciendo  sus manos limpias al respecto, y, además, ¿cuándo se presento un estudio de los efectos de eso?

 

La etificación del psicoanálisis. Calamidad L’ethification de la psychanalyse. c a l a m i t é ha quedado atrapada en la opacidad de una formulación política,  a la cual sólo se le dio hospedaje en el terreno especular de otra interpretación política arropada en un método, justo en el momento en que el análisis podría permitir recibir esos decires, los del texto de H. Besserman y los de otros, incluidos los de R. Major y Elizabeth Roudinezco, para leer algo que allí se dice a gritos de una opacidad analítica que Freud introdujo en el psicoanálisis al dejar de lado el surgimiento del analista y sus condiciones. No parece que denunciar los servicios de la histérica al amo resuelva algún problema de un análisis, quizás se trata de cambiar de “método” o de no privilegiar uno como panacea previa a la experiencia. Eso sólo es posible a partir de las enseñanzas de Jacques Lacan que permitieron indicar con precisión cómo el orden de las razones de un caso, justamente por su singularidad, permiten decirle NO a una demanda de análisis que no requiere más que la singularidad del caso. Y justamente fue Lacan quien llevo ese No lo llevo al terreno del analista con formulación dell pase, allí el demandante puede encontrar un “No” a sus razones para sostener el lugar de analista sin requerir de ninguna ética ajena. Quien reciba la negativa vera que hacer con de eso ¿quién sino él?.  Por eso Sigmund Freud le decía a S. Blanton: “Cuando el consciente está perturbado es imposible interesarse por el inconsciente[58]

México, DF, enero del año 2000

 

Alberto Sladogna

 



[1] "Il s'agit, en fait, de faire jouer des savoirs locaux, discontinus, disqualifiés, non légitimés, contre l'instance theórique unitaire qui prétendrait les filtrer, les hiérarchiser, les ordonner au nom d' une connaissance vraie, au nom des droits d' une science qui serait détenue par quelques-uns"  Michel Foucault, Il faut défender la societé, Cours au Collége de France (1975-1976), EHESS, París, Gallimard, Seuil,1997.La frase contiene el término locaux, que al pasarse el castellano admite : “locales” en el sentido de localizados –en el tiempo, en el espacio, en la historia- y acepta su extensión via “localizados” a, por ejemplo, “saberes singulares”. La una no quita la otra, sino todo lo contrario en nuestra lengua y, quizás, tampoco en francés.

[2] Citado por Benoit Massin, L’hygiene de la RACE, Editións de la Decouverte & Syros, Paris, 1998. p. 1.

[3] Amilcar Lobo, en La hora del lobo, la hora del carnero, revela la identidad de la denunciante, reconoce haberla atendido en el Centro Clandestino y no la identifica como una “paciente” que hubieses visitado su divan. 

[4] Cuestionamos 2, psicoanálisis institucional y psicoanálisis sin institución, colección Izquierda Freudiana, Granica Editor, noviembre,1973, pp-93-94.

[5] Hecho ilustrada por el régimen militar argentino de los años 1976-1983 que “desapareció” a un considerable numero de psicoanalistas durante su “Proceso de Reorganización Nacional”. La solución final se llevo entre sus patas no sólo a los judios, también alcanzó a los gitanos, a ciertos homosexuales, a los debiles mentales, a los enfermos mentales y a prisioneros políticos.

[6] Ernest Jones, Vida y obra de Sigmund Freud, Colección Psicoanálisis, Ediciones Horme, 1981, volumen 3, p. 204. La intervención de Antonio Montes de Oca permitió precisar que fue en ese año que J. Wortis comenzaba su análisis con Freud en Viena, capital de Austria.

[7] Ibidem, p.200

[8] Ibidem, 202

[9] Ernest Jones, op.cit., p. 230. Una coincidencia con el delirio místico de las Fuerzas Armadas de la Argentina al implantar su proyecto de “reorganización” en la República Argentina. 

[10] Ibidem, p.240.

[11] Las comillas marcan una problema de clínico con el espacio en el psicoanálisis ¿cómo se decide si la sala está afuera del consultorio? ¿cuál es la topología que resuelve esa pregunta?, ¿cómo se decide que un consultorio está fuera de los temas que afectan la cultura donde está instalado?

[12] Ibidem, p.240

[13] Ernest Jones, op.cit., p.246

[14] Ver. Miguel F. Sosa, El control: una dificultad de nominación en Puntuación y estilo en psicoanálisis, en la Colección Libros de Artefacto, Sitesa, México, 1986. Ese artículo llama la atención sobre la practica singular del control por los analista húngaros en el año de 1936.

[15] Jacques Lacan, Escritos 1, Siglo XXI Editores, México, DF, 1984, p. 142

[16] Jacques Lacan, “Le complexe, facteur concret de la psychologie familiale”, Encyclopédie française, Paris, Larousse, 1938, tomo VIII, 40.p. 16 [edición castellana: La familia, edic. Petrel, Barcelona, 1977].   

[17] El Dr. Kurt Eissler, secretario del Sigmund Freud Archiv, después de larga búsqueda encontró en Roma el mencionado ejemplar. Edoardo Weiss, E : Problemas de la práctica psicoanalítica. Gedisa. Barcelona. 1979.,p.40, citado por Juan Carlos Volnovich

[18] Editado en español en 1957 . Primera edición en alemán con el título de Logisch –Philosophisque Abhandlung,1921, como apéndice de los Annalen der Natur – Philosophie

 

[20] Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?, FCE, México, 1998.

[21] Leo Strauss, Persecución y el arte de escribir y otros ensayos de filosofía política,Novatores, Valencia, 1996. Lacan cito en sus Escritos la edición inglesa Persecution and the art of writing(1952), solo en 1989 apareció en francés. Este texto, quizás, fue la brujula que orientó el estilo de Lacan para presentar su lectura de Freud  y sus formulaciones doctrinarias para el psicoanálisis.

[22] Investigaciones Filosoficas [versión “bilingüe],  UNAM-Editorial Crítica, México, 1988, p.25. Las comillas vienen en el original y el subrayado es de A.S.

[23] Françoise Davoine, La locura Wittgenstein, Libros de artefacto, coedición con Edelp- Bs.As.-, México, 1995.

[24] Este tema apareció en el campo del psicoanálisis abierto por Lacan con un caso El doble crimen de las hermanas Papin, de J. Allouch, E. Porge y M. Viltard, libros de Artefacto, Epeele, México, 1995 [En francés tiene otro título y fue editado en 1984]; luego siguió otro caso Marguerité, Lacan la llamaba Aimée, escrito por J. Allouch [epeele, México, 1994]; a eso se le agrega el artículo de Adela S. Leibovich de Duarte “Crónica de una distorsión en psicoanálisis”,[ Revista Argentina de Psicoterapia para Graduados, 17, 1991], ese texto propicio una respuesta de Jorge Baños Orellana, El escritorio de Lacan, Editorial Oficio analítico, Buenos Aires, 1999. ¿Cuál es el tema en cuestión?. Al suprimirse el carácter material de la literaridad ¿cómo es afectada la construcción del caso en psicoanálisis? El tema está abierto, su carácter nodal para la experiencia, la transmisión y la doctrina del psicoanálisis convoca a quienes estemos interesados en tratarlo.

[25] Debó este hallazgo a las lecturas de Antonio Montes de Oca

[26] Si a un sujeto se le exige o solicita un compromiso ¿no se está, en ese momento, reconociendo su falta previa de compromiso? Si así fuese ¿cómo puede hablar de un sujeto comprometido?

[27]  Jean Allouch,  -Hola...Lacan - Claro que no, Epeele, México, DF, 1998. Es de lamentar que los editores no hayan incorporado a esa edición castellana el texto de Alain Chevrier “De mauvais bons mot” [Nervure, 3/04/1988]  pues a él se dirige Jean Allouch escribiendo una nueva introducción. El libro es otra versión, contiene 321 ocurrencias, de la edición de 213 ocurrencias con Jacques Lacan, Libros de Artefacto, Epeele, México, 1992. Edición que no fue publicada en lengua francesa.

[28]  Freud como buen europeo comparte los prejuicios de esa geografía, él tampoco distingue entre la América anglosajona y la América latina. Se constate su inserción en el campo del otro. Un viajero de París, Francia, hacia un país de América latina observaba, quizas se mantenga aún, que el periódico Le monde, distribuido por las compañias de aviación, termina su información sobre el clima en este continente dando como único reporte el clima de la ciudad de Nueva York. 

[29] Manual del interrogador del Campo S-21 (Tuol Seng, Camboya), citado por Mauricio Molina, El corazón de las tinieblas, p.8, revista Luna Cornea,11, Enero/Abril 1997, México, DF.

[30] Carlo Guinzburg, El queso y los gusanos, Muchnik Editores, Barcelona, 1986. E incluso fue parte de su reciente seminario en la ciudad de México.

[31] J. Lacan, seminario oral, Les structures freudiennes dans les psychoses, 1955-1956:”une experiencie bel et bien dejà structurée par quelque chose d’artificiel qui est tres precisément la relation analytique, la relation analytique telle qu’elle est constituée par l’aveu par le sujet de quelque chose qu’il vient dire au médecin, et ce que le médecin en fait, et c’est à partir de là que tout s’elabore, et c’est ce qui fait son instrument d’entrée, son mode opératoire premier”, seance du 16 novembre 1955 ( estenografía J.L)

[32] Así lo relata el psicoanalizado Amilcar Lobo en, La hora del lobo, la hora del carnero, Documentos, Edelp, julio de 1998. Allí da cuenta que su psicoanalista, sus supervisores y sus compañeros de formación analítica estaban al corriente, por boca de él, de sus actividades en el campo militar durante el gobierno militar de Brasil.

[33] S. Freud, Edoardo Weiss : Problemas de la práctica psicoanalítica. Gedisa. Barcelona. 1979. Carta del 3 de Octubre,1920. Carta citada por Juan Carlos Volnovich en su reseña crítica del texto de Jean Allouch, publicada en la revista Tramas, Uam-Xochimilco, México, DF, 1998.

[33] El Dr. Kurt Eissler, secretario del Sigmund Freud Archiv, después de larga búsqueda encontró en Roma el mencionado ejemplar. Edoardo Weiss, E : Problemas de la práctica psicoanalítica. Gedisa. Barcelona. 1979., p.40. cit. Por Juan C. Volnovich. Notemos que los nazis siguieron la sugerencia de Freud luego de la 2da.guerra mundial se refugiaron en Brasil, Argentina, Paraguay , Bolivia y Chile.

[34] Jacques Lacan, El simbólico, el imaginario y el real, conferencia pronunciada el 8 de julio de 1953,

[35] Helena Besserman Viana, No se lo cuente a nadie. Política del psicoanálisis frente a la dictadura y a la tortura, Editorial Polemos, Buenos Aires,1999. Aquí se invierte el título dado en francés

 

[36] Jean Allouch, LA ETIFICACIÓN DEL PSICOANÁLISIS. CALAMIDAD, Edelp, Buenos Aires, 1997, p. 9.[Cf: Jean Allouch, L’ethification de la psychanalyse. c a m i l i t é. Cahiers de l’Unbévue, Paris, 1997, p.9. (de aquí en más CU.:e.f.)]

[37] J. Allouch, La etificación..., Edelp, p. 8-9.

[38] Jacques Lacan. El simbólico, el imaginario y el real, conferencia del 8 de 1953.

[39]  Ibidem,..., p. 10 [VF. P.]

[40] Ibidem, p.10

[41] Ibidem, p. 9

[42] Ibidem, p. 137 está como bibliografía: “Algo más sobre tortura”, Cuestionamos, nº 2, Psicoanálisis institucional y psicoanálisis sin institución, Granica Editor, Buenos Aires, noviembre de 1973

[43] En una reunión de miembros de la Escuela lacaniana de psicoanálisis, en México, DF, el 5/06/1999, Miguel F. Sosa indicó y demostró como la enunciación atribuida a una “ex(¿)analizante” o a una “analizante”, no incluyó el estudio de ninguna de las condiciones dónde esa enunciación se produjo, entre otras , el estado de su cuerpo de la enunciadora en el medio ambiente de una sala de tortura o de una celda contigua a la misma.

[44] J. Allouch, ibidem, p.78

[45] Para el estudio de las citación, ver.: Antoine Compagnon La seconde main ou le travail de la citation ,Editions du Seuil, Paris, 1979.

[46] Ibidem, pp.78-79

[47] Ibidem, pp.78-79

[48] Jean Allouch, El psicoanálisis, una erotología de pasaje, Edelp, Buenos Aires, Argentina, marzo, 1998, pp. 53-54.. 

[49] Ibidem, p.54. Es interesante observar que las discusión donde se hace esta firmación muestra que en Cordoba, Argentina, algunos analistas comentan en público libros que todavía no están editados en castellano. La discusión junto con la afirmación fueron suprimidas de la edición francesa de ese texto.

[50] Amílcar Lobo, La hora del lobo, la hora del carnero, Edelp, Buenos Aires, julio, 1998, p.52

[51] Ibidem., p.23

[52] Ibidem, pp.34-35

[53] Texto de un e-mail de fecha 3/06/1999 que a pregunta mía envió Renato Mezan.

[54] Ibidem, p. 16[VF.17]

[55] El “nombre de guerra” tiene su origen en Francia, durante la Edad Media y se tratab del nombre que tomaban quiene ingresaban a las filas del ejercito [nom de guerrre]

[56] Amilcar Lobo, La hora del lobo, la hora del carnero, Documentos, Edelp, Buenos Aires, agosto de 1998, pp. 23-24.

[57] Eso se decía en junio de 1997, en una “asamblea  general” de la elp como parte de los argumentos para proponer la realización de un “Coloquio Derrida”, en efecto, en París, Derrida hace escuela para algunos miembros de la elp. Y por supuesto, otros eligen para esa práctica a Córdoba, Argentina o al D. F, México, si alguien está libre, puede por favor, tirar la primera “objeción” y luego apagar la luz.

[58] S. Blanton, Journal de mon analyse avec, Freud, PUF, 1973, p.117, el encuentro con esta cita se debe a la gentileza de Gena Ricchio, y a Antonio Montes de Oca, este último la integro a su exposición  en la reunión de la elp , México, DF, del 5 de junio de 1999.

 


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