Turquía anula la norma que permitía castigar con la cárcel a las adúlteras
Fuente: Periódico El País, España, 06/04/99
SILVIA DE FÉLIX, Ankara
El hombre conserva ventajas legales ligadas a la tradición musulmana
La sombra de la cárcel ha dejado de acechar a las casadas turcas que osan mantener
relaciones sexuales fuera del matrimonio. El pasado marzo el Boletín Oficial anuló el
artículo del Código Penal que castigaba con prisión el adulterio femenino. El Tribunal
Constitucional había tomado esa resolución despenalizadora el pasado septiembre,
aduciendo que ese artículo resultaba contrario a la igualdad entre sexos (para los
hombres el adulterio fue despenalizado en 1996), pero hasta ahora no había entrado en
vigor la disposición del Constitucional favorable a las mujeres.
Según el Instituto de Estadísticas turco, 170 personas -103 hombres y 67 mujeres- permanecían en prisión en 1997 por adulterio. Ahora, todos los condenados quedarán en libertad.
El Código Civil turco mantiene discriminaciones sobre los derechos y obligaciones en el seno de la pareja. Así el marido, como cabeza legal de la familia, sigue siendo el único autorizado a elegir domicilio Y, como también es el representante legal de la unidad conyugal, su opinión prevalece siempre en caso de disputa.
La ley del divorcio estipula que la propiedad conyugal se repartirá según los bienes que cada uno de los esposos tenga registrados a su nombre: pero normalmente es el marido el titular de las posesiones, lo que crea graves dificultades económicas a la mujer que desee divorciarse.
Discriminación
Ataturk, el padre de la Turquía laica, quiso dotar a la república que nació en 1923 de un Estado secular, en el que no existiera discriminación por razón de sexo, etnia o religión. De esa manera, la mujer obtuvo en Turquía el derecho al voto en 1930, catorce años antes que Francia. Sin embargo, la discriminación entre ambos sexo sigue siendo patente en la frontera del siglo XXI, sobre todo en las zonas rurales y grandes suburbios de Ankara y Estambul, justamente donde en los últimos años ha proliferado una población de origen inmigrante, aferrada a comportamientos morales conservadores y a un acusado respeto a los valores musulmanes.
El departamento de Estado norteamericano publicó recientemente su informe anual sobre derechos humanos, en el que calificaba la situación en Turquía de "seria y preocupante". Aparte de conclusiones de índole más claramente política, el informe señala que los malos tratos en el matrimonio turco siguen siendo un asunto privado.
En octubre del año pasado, el Gobierno de Ankara introdujo una nueva regulación que prohibía la prueba de la virginidad, que sigue practicándose con las muchachas en las zonas rurales de tradición islamita. Así, en 1997 cinco chicas se suicidaron ante la humillación de tener que someterse a esa comprobación.
De hecho, la mujer continúa siendo un tema de debate en el hemiciclo turco, donde secularistas e islamitas pugnan para imponer sus preferencias, por ejemplo, sobre el atuendo en lugares públicos. El Gobierno, en su afán por occidentalizar, ha prohibido el uso del pañuelo a todas las mujeres en universidades o edificios públicos.
Una actitud desafiante es alimentada por el islamita Partido de la Virtud (Fazilet Partisi, FP), donde se refugia el voto de la mayoría musulmana. Los líderes islamitas, y también la liberal Tansu Ciller, cabeza del Partido de la Recta Vía, prohibir el pañuelo va contra la libertad de las mujeres. Los secularistas piden que el peso de la ley permita a las mujeres desafiar la rigidez a que están sometidas en las zonas tradicionales.
El Fazilet, aun reclamando la confianza electoral de las fieles esposas, permite a sus diputados, bajo la gracia de la sharia (ley coránica), la opción de disfrutar de hasta cuatro compañeras.