ESTRATEGIA PARA LA COMPETITIVIDAD
La calidad total como estrategia para la competitividad tiene sus valores, sus elementos y obviamente su proceso de implantación. Este inicia con la decisión directiva por la calidad. Con base en esa decisión es necesario que la alta dirección elabore un plan o programa propio para hacer realidad esta estrategia, sin olvidar que su empresa y su estrategia para lograr la calidad son únicas e irrepetibles. Ese plan nace del sentido común y es este sentido común lo que lleva a una serie de sistemas, por ejemplo el Sistema Japonés, el Sistema Juran, el Sistema Deming, etc. Sabemos que estos sistemas en su componente teórico son ciertos en la mayoría de los casos, aunque no se pueda decir lo mismo de su parte práctica. Operar el plan pone en juego la capacidad de buscar en forma constante la mejora continua, que se traduce en buscar mejores formas de hacer las cosas, más baratas, más seguras, más confiables, más rápidas, ... que a la postre es lo que satisface al cliente y que dará la capacidad competitiva a la empresa. Por tanto, la operación efectiva de ese plan requiere de metodologías, herramientas y el criterio de cuándo usar una herramienta y cuándo usar otra. Este criterio lo ejerce el hombre, quien decide la mejora continua, pero este hombre sabe que es más fácil hacerla en grupo que en soledad. Además, la operación del plan sólo tiene sentido cuando se ejerce el control que permite, por un lado, asegurar que se logre el futuro planeado para la empresa y por otro crear su memoria técnica, para poder disponer de sistemas y procesos flexibles que permitan satisfacer - en forma casi inmediata - los requerimientos dinámicos de los clientes.
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