No 2603

 

Miércoles, 10 de febrero de 1999

 

Conversaciones sobre la juventud

 

Para los protagonistas del siglo XXI

--Parte dos--

(A continuación se transcribe la tercera entrega de la segunda serie de conversaciones sobre la juventud que mantiene el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, con los responsables de la División de Segunda Enseñanza Superior de la Soka Gakkai, Hidenobu Kimura (División Juvenil Masculina) y Yoshiko Ueda (División Juvenil Femenina), en representación de todos los miembros en esta etapa de sus estudios. El material fue publicado el 11 de febrero de 1998 en el Koko Shimpo, periódico quincenal de la División.)

 

[3] ¿De qué manera se concretan nuestras oraciones?

 

Presidente Ikeda: Sigamos adelante con nuestro diálogo. Deseo dejarles como legado este diálogo. Me esforzaré por dar respuesta a cada una de las preguntas que los jóvenes quieran hacerme.

 

Kimura: Muchas gracias, maestro Ikeda. El tema que tenemos para hoy es de qué manera nuestras oraciones obtienen respuesta. En primer lugar, ¿podemos orar por cualquier cosa que queramos?

 

Presidente Ikeda: Pueden orar por cualquier cosa que entiendan pueda ser útil a la felicidad de los demás. Por ejemplo, pueden orar por mejorar, por ser determinada clase de persona. Básicamente, es posible orar por todo lo que uno ansíe. Pero no les aconsejo que oren por cosas negativas. Hacer daimoku por algo que puede obstruir su propio avance hacia la felicidad o el de los demás terminará produciendo un efecto negativo en su vida, porque una oración así va contra el ritmo fundamental de la vida. La clave para que nuestras oraciones tengan respuesta es orar en sintonía con el ritmo universal.

 

Ueda: El año pasado, en las "Conversaciones sobre la juventud", usted dialogó con nosotros sobre el significado del gongyo y del daimoku. Luego de leer ese material, muchos de nuestros miembros en escuelas de segunda enseñanza comenzaron a desafiarse para llevar una práctica correcta. Les preguntamos a esos miembros qué diferencia habían sentido desde que comenzaron a practicar.

Uno dijo: "En el segundo semestre, estaba sufriendo ciertos problemas con mis compañeros. Hice daimoku al Gohonzon para poder mejorar y dar un paso adelante, y con el tiempo vi que me estaba siendo más fácil hablar francamente de lo que sentía. Me era más fácil ver las virtudes de los compañeros con los que no me estaba llevando bien. La verdad es que estoy muy feliz de cómo se dieron las cosas desde que empecé a hacer daimoku".

Otro estudiante dijo: "Cuando hago daimoku, es como si me convirtiera en una persona totalmente distinta. Siento que podría lanzarme a cualquier desafío que me propusiera lograr. Me siento muy bien con los cambios que la práctica me está brindando".

"En la escuela todos me intimidaban y me hostigaban con prepotencia", nos contó otro chico. "Sabía que no sería capaz de soportarlo mucho tiempo más, así que hice daimoku con todas mis fuerzas para que algo cambiara en mi vida. Poco después, me hice de un nuevo amigo con quien me llevo muy bien y con quien puedo hablar de cualquier tema tranquilamente."

 

Todas nuestras oraciones tienen respuesta

 

Kimura: Hubo otras respuestas. Algunos no se mostraron muy convencidos de que orar al Gohonzon fuese algo eficaz, o de que ellos mismos pudieran, por este medio, ser personas más fuertes o seguras. Y también hubo chicos que dijeron estar haciendo daimoku con todo su esfuerzo y sinceridad, pero sin obtener respuesta a sus oraciones.

¿Realmente es cierto que todas las oraciones se traducen en resultados cuando oramos al Gohonzon?

 

Presidente Ikeda: Sí, claro que sí. El Gohonzon nos permite concretar todas nuestras oraciones. Cada una encuentra su respuesta. Nichiren Daishonin escribe:

 

Aunque uno pudiera apuntar a la tierra y errarle, aunque pudiera ceñir el cielo, aunque pudiera cesar el flujo y reflujo de las mareas y el Sol se elevara por el oeste, jamás podría ocurrir que las oraciones del devoto del Sutra del Loto quedaran sin respuesta.

 

Nuestras oraciones obtienen respuesta, con más certeza aún con la que el Sol asoma cada día por el Este. Esto concuerda con las leyes del universo.

Por lo tanto, lo esencial es que los practicantes del Sutra del Loto --es decir, de Nam-myoho-renge-kyo-- estemos realmente poniendo en práctica las enseñanzas del Daishonin.

El señor Toda solía decir: "Obviamente, cuando uno golpea una campana, obtiene un sonido muy distinto según sea que la sacuda con un escarbadientes, con palitos para comer, con un badajo... La campana es siempre la misma, pero si uno la golpea con fuerza, resuena potentemente. Si uno la golpea con vacilación, el sonido será débil. Lo mismo puede decirse del Gohonzon. El beneficio que recibimos depende íntegramente de la fuerza de nuestra fe y nuestra práctica".

 

Kimura: Es un ejemplo muy claro.

 

 

La fuerza de la fe y de la práctica

 

Presidente Ikeda: Como indican las expresiones "fuerza de la fe" y "fuerza de la práctica", la fe es una suerte de fuerza o de energía. Cuanto más grande es nuestra convicción de que las oraciones hallarán respuesta, es decir, cuanto más fuerte sea nuestra fe, más poderosamente el Gohonzon (la Ley Mística) responderá a nuestras oraciones.

La "fuerza de la práctica" abarca la fortaleza de su daimoku y la energía de su trabajo en bien del kosen-rufu, por la prosperidad de la sociedad y la felicidad de todas las personas. Cuanto más fuerte sea su práctica, por ustedes mismos y por los demás, más y más podrán tomar contacto con las fuerzas del Buda y de la Ley, que están en el Gohonzon.

 

Ueda: Tiene muchísimo sentido lo que dice...

 

Presidente Ikeda: Pero aunque uno dice que las "oraciones encuentran respuesta", en el Budismo de Nichiren Daishonin la concreción de nuestras aspiraciones no se produce en forma mágica o gracias a algún poder oculto. No es que hay un dios o ser iluminado en un reino distante, que se apiada de nosotros y nos concede lo que queremos.

Así como hay leyes físicas que gobiernan la electricidad, y que el ingenio humano ha aprendido a utilizar en bien práctico, el Budismo ha descubierto y revelado la ley de la vida y del universo. Así como la luz eléctrica se inventó a partir de las leyes de la electricidad, Nichiren Daishonin inscribió el Gohonzon para nosotros, a partir de la suprema Ley del Budismo.

El señor Toda solía describir así el Gohonzon: "Sé que mis palabras no van a hacerle plena justicia, pero el Gohonzon podría compararse con una máquina generadora de felicidad". El objeto de veneración es la manifestación suprema de la sabiduría humana y de la sabiduría de Buda. Por eso, las fuerzas del Buda y de la Ley son sólo tan fuertes como las fuerzas de nuestra fe y de nuestra práctica. Si estas dos fuerzas son iguales a cien, entonces extraerán las fuerzas del Buda y de la Ley en la misma medida; si equivalen a diez mil, provocarán una respuesta por valor de diez mil.

 

Kimura: Lo que usted está diciendo es que así como podemos disfrutar la iluminación de la luz eléctrica sin entender bien cómo funcionan las leyes científicas de la electricidad, de la misma manera podemos recurrir a la tremenda fuerza de la Ley Mística cuando accionamos el "interruptor" del daimoku, y dar cumplimiento a nuestros anhelos sin tener que dominar el vasto cuerpo doctrinario del Budismo, que suele describirse como "el tesoro de las ochenta mil enseñanzas".

 

Presidente Ikeda: Desde luego, hace muchísimo bien estudiar las doctrinas del Budismo. Cuanto más las estudiamos, más se fortalece nuestra comprensión y mayor es nuestro agradecimiento hacia la excelencia y la profundidad del Budismo, y esto, a su vez, renueva nuestra fe y nuestra convicción. El propósito fundamental del estudio budista es consolidar la fuerza de la fe y la práctica.

 

Una religión que surgió a partir de la oración

 

Ueda: Cuando pensamos en la oración, tendemos a pensar que es algo especial, que es un fenómeno fuera de lo común, pero, en realidad, se trata de algo muy normal y cotidiano, ¿no es cierto? La oración es el producto de la sabiduría humana...

 

Presidente Ikeda: Hasta donde sabemos, sólo los seres humanos podemos orar, y lo hemos hecho desde los tiempos más remotos. Les hemos orado al Sol, al fuego, a las montañas... Nuestra especie lleva milenios uniendo las palmas de las manos para orar a la Naturaleza en busca de seguridad y de felicidad. La oración expresa nuestra veneración al universo, nuestro temor reverencial ante las fuerzas que superan nuestra capacidad. La oración trasciende la lógica y la razón y el marco de lo científico. Y surge a partir de reconocer y percibir intuitivamente, la relación, la correspondencia, el vínculo que une al individuo con el universo. Unir las palmas de las manos en oración es una de las acciones humanas más nobles y dignas de respeto que pueda haber.

La oración es instintiva, en el ser humano. Para dar un ejemplo, cuando nos vemos en problemas, instintivamente buscamos ayuda o protección.

 

Kimura: Así es. Creo que todos habremos experimentado esto, alguna vez, si nos vimos en alguna situación extrema. No es algo que se pueda explicar lógicamente; es parte de la naturaleza humana, diría yo...

 

Presidente Ikeda: Creo que ese instinto de protección evolucionó naturalmente hasta adquirir la forma de una oración. En todas las culturas, en todos los rincones de la Tierra, el hombre ha experimentado este sentimiento desde los tiempos inmemoriales. Y esto fue así aun cuando no disponía de ninguna teoría o explicación detallada que justificara sus sentimientos. Probablemente, los seres humanos ni siquiera hayan estado convencidos de que sus oraciones hallarían respuesta. Pero se cree que la religión fue consecuencia de la práctica de orar.

 

Ueda: Así que no es como uno pensaría: ¡la religión surgió de la oración, y no a la inversa!

 

Presidente Ikeda: Todas las personas, aun las que dicen no tener religión, albergan profundos deseos y aspiraciones. Todos oran por algo, en lo profundo de su corazón. En el Budismo de Nichiren Daishonin, la oración es una forma de franquear el abismo entre esos deseos y la realidad, basada en la Ley del universo.

 

Kimura: Es por eso que hay tantas religiones y tantos objetos de veneración...

 

Presidente Ikeda: En japonés, se usa la palabra honzon para designar a los objetos de veneración o, mejor dicho, de respeto fundamental, como indica literalmente el término. Hay toda clase de objetos en los cuales recae nuestra devoción; en ciertas religiones, se venera a determinados animales, como caballos o serpientes. Sin embargo, Nichiren Daishonin dijo: "Todas estas escuelas se equivocan de raíz en lo que respecta al verdadero objeto de veneración".

 

El objeto de respeto fundamental en el Budismo de Nichiren Daishonin

 

Ueda: ¿Podría por favor explicar el significado del objeto de respeto fundamental dentro del Budismo de Nichiren Daishonin?

 

Presidente Ikeda: El hon de honzon connota la verdadera base de la vida y del universo; zon connota veneración y reverencia hacia dicha base.

Por ende, si uno abraza como objeto de respeto fundamental algo que no constituye la base del universo, todo saldrá de su cauce normal y degenerará en una situación de desorden. Por ejemplo, hay personas que depositan su respeto fundamental en cosas como el dinero, los medios de comunicación, la ciencia y la tecnología, o los títulos universitarios.

 

Kimura: Sí. Otros dejan que su vida gire en torno a sus padres o a su pareja.

 

Presidente Ikeda: En el Budismo de Nichiren Daishonin, la Ley fundamental del universo es lo que se venera como objeto de respeto supremo. Esta Ley es, también, la esencia de nuestra propia vida.

Esto tal vez sea un poco difícil de entender, pero cuando oramos al objeto de respeto fundamental --el Gohonzon--, comienza a funcionar el principio budista de la "fusión entre la realidad y la sabiduría". La "realidad objetiva" del Gohonzon y la "sabiduría" de nuestra mente se fusionan en el nivel mas profundo y esencial. En otras palabras, en la oración se fusiona nuestra vida con la Ley suprema del universo.

Pensémoslo como los engranajes de un mecanismo de transmisión. Cuando un pequeño diente se encaja entre los de otro engranaje más grande, puede desplegar una tremenda fuerza que, de otro modo, estaría totalmente fuera de su capacidad. Del mismo modo, cuando sincronizamos el microcosmos de nuestra vida con el macrocosmos de la vida universal, podemos tomar contacto con una fuerza ilimitada que nos permite superar cualquier problema. Todas las deidades budistas --funciones protectoras del universo--, todos los budas y bodhisattvas de las diez direcciones se activan para que nuestros anhelos se traduzcan en un resultado positivo.

 

Ueda: ¿Así que la oración es lo que hace funcionar ese mecanismo de engranajes?

 

Presidente Ikeda: Efectivamente. Nam-myoho-renge-kyo es el sonido del gran ritmo universal, la usina de todas las actividades del universo. También es el corazón y la esencia del cosmos.

La Ley Mística es el origen de todos los cambios. Por eso, cuando invocamos Nam-myoho-renge-kyo, podemos activar las fuerzas universales y hacerlas actuar en nuestro apoyo. Al ritmo de Nam-myoho-renge-kyo se lo llama el ritmo del movimiento universal.

Creo que, hace tiempo, una película mostró la fuerza de invocar daimoku para activar las funciones protectoras del universo...

 

Kimura: ¡Ah, sí! Era una comedia norteamericana de acción llamada Inner Space (Viaje insólito), que narraba un viaje por el microcosmos interior del cuerpo humano. En determinado momento, el protagonista invoca daimoku para salir de una crisis. ¡Fue de lo más sorprendente ver las palabras Nam-myoho-renge-kyo impresas en los subtítulos de la película!

 

Tal como somos

 

Ueda: Una estudiante escribió para decir que no sabía cómo orar; pregunta cuál es la forma correcta de hacerlo.

 

Presidente Ikeda: Básicamente, sean ustedes mismos. Es lo más importante. Respeten el Gohonzon como base fundamental de su vida, diríjanse a él y traigan sus problemas al ámbito del Gohonzon con la misma naturalidad con que un bebé busca el pecho de su madre. Cuando estén sufriendo o cuando estén tristes, no hay necesidad de fingir que todo está bien o de poner buena cara; invoquen daimoku tal como son y se sienten, y den expresión libre y franca a lo que llevan en el corazón.

Nichiren Daishonin escribe: "Lo que llamamos fe no es nada extraordinario". Y nos exhorta: "Así como los padres jamás abandonaran a sus hijos, como éstos rehúsan separarse de su madre, así nosotros deberíamos depositar nuestra fe en el Sutra del Loto". En otras palabras, lo que necesitamos hacer es confiar en el Gohonzon con todo nuestro corazón, y orar sinceramente para que nuestros deseos se concreten. Esta oración sin falta nos llenará de fuerza.

No hay nada extraordinario en la oración; es desear algo con toda el alma.

 

Daimoku: ¿Calidad o cantidad?

 

Kimura: Un estudiante preguntó si era cuestión de hacer determinada cantidad de horas de daimoku para que un objetivo se concrete o si podía orar muy intensamente por corto tiempo. En otras palabras, ¿qué es más importante: calidad o cantidad?

 

Presidente Ikeda: Un billete de cien dólares vale más que uno de diez. Esto, si quieren, se relaciona con la "calidad". Naturalmente, la mayoría de la gente preferiría tener un billete de cien que uno de diez, ¿no es así? En la fe, es muy importante dirigir una oración sincera y poderosa. ¡Pero, por supuesto, mucho mejor aún es tener muchos billetes de cien! Así que, en lo que concierne a la oración, cuentan tanto la cantidad como la calidad.

Practicamos el Budismo para poder ser felices. Entonces, lo importante es que a cada uno le quede un sentimiento de profunda satisfacción luego de invocar daimoku. No hay reglas ni recetas sobre la cantidad de horas que hay que dedicar a la oración. A veces es útil ponerse un objetivo diario, pero cuando uno está cansado o se está durmiendo, y no se entiende ni el daimoku que sale de sus labios, lo mejor es dejar ahí e irse a dormir. Con las fuerzas repuestas, uno podrá orar con mucha mayor energía y concentración a la mañana siguiente; creo que esto es mucho más productivo. Cuando uno hace daimoku, es importante la postura alerta, sincera y concentrada; no está bien orar en forma dispersa o somnolienta.

Como dije, lo esencial es que nuestro propio daimoku nos deje satisfechos y con una sensación refrescante, para poder exclamar, cuando terminamos: "¡Ah, esto sí que es sentirme bien!" Cuando uno fortalece esta vivencia día tras día, naturalmente encauza su vida en la dirección más positiva.

Ueda: Escuché incontables experiencias de nuestros miembros sobre la fuerza del daimoku.

 

Presidente Ikeda: Sí, y la Soka Gakkai es una organización fuerte precisamente porque nuestros miembros poseen esta clase de experiencias.

 

¿Qué pasa si algún día no hacemos el gongyo?

 

Kimura: Un miembro quiere saber si por el hecho de perder un gongyo su práctica se invalidará.

 

Presidente Ikeda: Por cierto, si alguna vez uno deja de hacer el gongyo, todos sus esfuerzos previos no se borrarán. No tienen que preocuparse por eso. Si van a llegar tarde a la escuela y no tienen tiempo, no sufran porque no han podido hacer el gongyo. En estos casos, por ejemplo, si sus madres practican y están invocando por ustedes, las oraciones de ella los protegerán. Más importante es saber que mientras tengan fe sincera en el Gohonzon, la buena fortuna que estén acumulando permanecerá siempre junto a ustedes.

No se sientan culpables si algún día no pueden hacer el gongyo. Entiéndanme bien: no estoy diciendo que esté bien descuidar la práctica del gongyo. Si se instala en su mente la idea de que no hace falta hacer el gongyo, su corazón cada vez se alejará más de la oración. No obstante, como la fe existe dentro de la vida cotidiana, tampoco hay necesidad de llevar las cosas hasta el extremo de llegar tarde a la escuela por haberse quedado a hacer el gongyo.

 

Ueda: Lo más importante es nuestra actitud hacia la fe y hacia el Gohonzon, ¿no es verdad?

 

Presidente Ikeda: Aunque estén muy ocupados y no siempre tengan tiempo de hacer el gongyo, es importante que nunca abandonen totalmente la práctica de la liturgia. Si lo hacen, la llama de la fe terminará apagándose en su corazón. Por favor, no abandonen el gongyo.

La oración nos hace sentir plenos espiritualmente, y eleva nuestra convicción hacia la vida, así que, sin duda alguna, es un tremendo beneficio para todos.

Kimura: Cuando el tiempo nos apremia, ¿a qué deberíamos dar prioridad, al gongyo o al daimoku?

 

Presidente Ikeda: Los que no tienen tiempo suficiente para hacer el gongyo o los que encuentran alguna dificultad ocasional para cumplir con esta práctica deben invocar daimoku. Si empleamos la alegoría de la comida, el daimoku sería el plato principal, y el gongyo es la guarnición que lo acompaña. Desde luego, lo más conveniente es hacer ambos, pero primero está el daimoku. Por favor, invoquen, aunque sea un solo daimoku. Nichiren Daishonin dice que hasta un solo Nam-myoho-renge-kyo contiene infinitos beneficios.

Si pueden hacer al menos un gongyo ceremonial (es decir, el capítulo "Hoben" y la parte del jigage), más un poco de daimoku, se sentirán mucho más satisfechos.

Desde luego, no hace falta decir que lo ideal es hacer el gongyo completo a la mañana y a la tarde.

 

Tomar contacto con la fuerza vital interior, para revelar todo nuestro potencial

 

Ueda: Algunos miembros se preguntan si no sería mejor dedicar el tiempo que les sobra a estudiar, antes que a hacer daimoku.

 

Presidente Ikeda: Los que están muy atareados con los estudios y sienten que no tienen tiempo para hacer el gongyo, deberían dar prioridad al estudio, y hacer daimoku en el tiempo libre que les quede. Cada uno es responsable de su propio daimoku, así que ustedes son libres de tomar las decisiones que crean convenientes con respecto a cómo y a cuánto tiempo invocar.

Estudiar es uno de los deberes que tienen los jóvenes cuando están en la secundaria. El que estudia mucho y además participa en actividades escolares fuera de horario, probablemente, no tenga mucho tiempo libre. Por eso, hacerse del tiempo necesario para orar, a pesar del ritmo ajetreado, es justamente prueba de una seria dedicación a la fe. Cuando uno invoca, está grabando la causa de su propio triunfo. El daimoku obra en beneficio de uno mismo; incrementa la fuerza vital y agudiza las facultades mentales. También nos permite tomar contacto con la fortaleza interior que hace posible desplegar todo nuestro potencial y talento al máximo. Supongamos que uno tiene capacidad potencial para obtener la máxima calificación, por ejemplo, cien puntos en un examen; si invoca, podrá desplegar la fuerza vital necesaria para obtener esos cien puntos, en lugar de los setenta u ochenta que, normalmente, serían su máxima calificación bajo la tensión de un examen.

 

Ueda: Bueno... cuando la capacidad real de uno se halla sólo al cincuenta por ciento, ¡diría que esperar la máxima calificación en un examen es demasiado!

 

Presidente Ikeda: Ah, estoy de acuerdo en eso. No es correcto creer que, por el solo hecho de invocar, sin que medie un serio esfuerzo en el estudio, uno va a obtener mejores calificaciones. El logro de cualquier oración comienza con el esfuerzo concreto que uno decida aplicar en pos de ese objetivo. Si uno cree que las cosas saldrán tal cual uno decidió en sus oraciones, porque uno seguirá esforzándose hasta el final, entonces la mente se colma de esperanza y optimismo, y la convicción rebosante hace que las oraciones se traduzcan en respuestas, sin falta. Al mismo tiempo, cuando uno hace daimoku puede ver qué esfuerzo hace falta realizar para tener éxito en los estudios y en la vida. Y esto es algo que uno ve tan claramente como el sol alumbra la Tierra cada mañana. Por último, el daimoku nos da energía para seguir perseverando en pos de nuestros objetivos.

La fe y la oración son usinas que ponen en marcha nuestro esfuerzo. Pero el esfuerzo es algo que nosotros mismos debemos hacer. Por favor, jamás lo olviden...

 

Kimura: Está muy claro. Nadie va a convertirse en una persona más inteligente haciendo daimoku frente a una enciclopedia cerrada, por mucho fervor que ponga en sus ruegos...

 

El agradecimiento aumenta la buena fortuna

 

Presidente Ikeda: Claro. Para cobrar el sueldo, uno primero tiene que trabajar. Del mismo modo, dentro de esta filosofía, las oraciones se concretan en la misma medida en que uno se esfuerza por hacer feliz a todas las personas, que es el deseo del Buda. El Gohonzon, la Ley Mística, no tiene ninguna "obligación" de responder nuestras oraciones, porque no nos ha "pedido" que hagamos daimoku frente a él. Somos nosotros los que determinamos merecer el privilegio de orar al Gohonzon. Si sentimos gratitud por esta fortuna, nuestras oraciones se concretarán mucho más rápidamente.

 

Ueda: Un miembro nos acercó una pregunta que tiene mucho que ver con esto. ¿Por qué hay algunas oraciones que no se concretan? ¿Y estas oraciones sin concretar también contribuyen a nuestro desarrollo humano?

 

Presidente Ikeda: En ocasiones, nuestra oración parece tardar un siglo en concretarse. O bien no se logra, a pesar de que hicimos daimoku con toda la pasión del mundo. Pero lo importante y lo que uno debe tener en cuenta es que hay que seguir invocando hasta que las oraciones se concreten. Ese daimoku sostenido y continuo nos da la oportunidad de examinarnos rigurosamente, y también de imprimir cambios positivos en nuestra vida diaria. Es como el trabajo: uno consigue un empleo y se presenta el día acordado, para comenzar. Pero no cobra el sueldo ese mismo día. O es también como la jardinería: uno planta un retoño y lo riega todos los días, pero tarda bastante tiempo en convertirse en el árbol soñado.

 

Kimura: Un antiguo dicho japonés habla del tiempo y de la paciencia: "Los castaños tardan tres años en dar fruto, pero los caquis tardan ocho".

 

Beneficio visible e invisible

 

Presidente Ikeda: Los beneficios que recibimos a raíz de hacer daimoku al Gohonzon son de dos clases: visibles e invisibles. Los primeros implican una clara protección en momentos de dificultad, o una rápida solución a un problema que estamos enfrentando. Por su parte, los beneficios inconspicuos son como el retoño que toma su tiempo hasta llegar a ser un árbol magnífico. Acumulamos buena fortuna poco a poco, y este crecimiento se vuelve ostensible sólo al cabo de los años.

En la vida, lo que más importa es el beneficio invisible o intangible. Los beneficios inmediatos o visibles ayudan mucho, pero lo que realmente define nuestra vida es la victoria rotunda que uno obtiene a la larga.

 

Ueda: Entonces, pueden pasar muchos años hasta que un beneficio invisible se pueda percibir objetivamente...

 

Presidente Ikeda: Claro. Si uno riega ese retoño todos los días, mes tras mes, al cabo de las décadas tendremos un árbol sano, robusto y frondoso. Con esa misma dedicación seria y constante, uno va avanzando año tras año en los estudios. Todas las cosas buenas son el producto de un esfuerzo tenaz y creciente.

 

Kimura: El Budismo es la ley de la vida, así que todas sus enseñanzas concuerdan con la lógica y con los principios del universo, ¿no es asi?

 

Presidente Ikeda: Por supuesto. Uno no va a conseguir algo automáticamente después de sentarse a orar. Pero aunque las oraciones no se traduzcan en respuestas inmediatas, si uno sigue haciendo daimoku todos los días, estará haciendo la causa de un cambio muy notorio y profundo en el futuro. Sin excepción, todos podrán mirar hacia atrás y sentir que las cosas adoptaron el rumbo más positivo.

 

Kimura: Por eso es tan importante hacer daimoku todos los días, siento yo.

 

Presidente Ikeda: En el logro de un objetivo por el que estamos orando intervienen muchos factores. Pero si uno hace daimoku sinceramente con todo su corazón, podrá corregir la órbita de su vida y encauzarla en un rumbo mucho más constructivo.

Nuestras oraciones ejercen un impacto de largo alcance. Por ejemplo, puede que alguien esté orando para avanzar en los estudios, pero así y todo, el efecto de su oración se extenderá muchísimo más lejos y abarcará todo el espectro de su vida.

Pero, al margen de todo, es muy importante tener el deseo de sentarse ante el Gohonzon a hacer daimoku. Esto expresa, en sí mismo, nuestra determinación de mejorar, y justamente esta postura es lo que importa, porque demuestra nuestro humanismo y manifiesta nuestro noble deseo de lograr algo valioso con nuestra vida.

¿El gongyo y el daimoku deben hacerse rápido o lento?

 

Kimura: ¿Cuál es la velocidad más conveniente para hacer el gongyo e invocar daimoku?

 

Presidente Ikeda: El gongyo y el daimoku no deben ser demasiado lentos ni demasiado acelerados. La voz no debe ser muy estruendosa ni demasiado baja, y el ritmo debe ser enérgico y sostenido. La velocidad del gongyo a veces depende de ciertos factores, como la edad del practicante, la hora o el lugar. Así que no se preocupen mucho pensando si la velocidad está bien o mal. Hagan el gongyo de la manera que les resulte más natural y cómoda. Uno de mis responsables dijo, una vez, que debíamos hacer el gongyo con el ritmo de un caballo al galope.

 

¿En qué parte del Gohonzon deberíamos enfocar la vista?

 

Ueda: Un miembro comenta: "Cuando yo era chico, me dijeron que, al invocar, había que enfocar la vista en el ideograma myo del Gohonzon. ¿Por qué?".

 

Presidente Ikeda: Mirar el Gohonzon es como contemplar el universo, es como observarlo en su totalidad desde un punto panorámico. El Gohonzon es una representación de la fuerza motriz y de la esencia universales. Por lo tanto, cualquier parte del Gohonzon que contemplen es como estar mirando el universo entero. En tal sentido, no tiene mucha importancia adónde posamos la mirada. Pero es más fácil invocar si nos concentramos en el centro. Hace unos años, a mí también mis responsables me dijeron que, como myo representa la cabeza humana, debíamos mirar este ideograma cuando invocábamos.

 

En el "Ongi Kuden" (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), el Daishonin dice con respecto a los cinco ideogramas de Myoho-renge-kyo: "Nuestra cabeza es myo, nuestro cuello es ho, nuestro pecho es ren, nuestro vientre es ge y nuestras piernas son kyo".

 

Miren la parte del Gohonzon en que les quede más cómodo fijar la vista. El Gosho tan sólo dice que debemos sentarnos erguidos; no dice dónde hay que mirar cuando uno hace daimoku. En su inmensa benevolencia, Nichiren Daishonin nos ha permitido invocar libremente, de la manera que nos resulte más natural y cómoda. Con su notable comprensión de la naturaleza humana, el Daishonin tomaba en cuenta la autonomía, la personalidad y las circunstancias de cada individuo; nos alentó siempre a practicar la fe con flexibilidad y libertad. Los que impusieron rituales y prácticas no descritos en el Gosho ni en el Sutra fueron los sacerdotes ambiciosos de los tiempos posteriores, en su intento de justificar su autoridad sobre los laicos.

 

¿El Gohonzon no es un papel?

 

Kimura: ¿Qué hay con respecto a los que dicen que no quieren orar a un pedazo de papel impreso, porque un papel no puede tener el poder de resolver nuestros problemas?

 

Presidente Ikeda: Nuestro Gohonzon puede estar impreso, pero así y todo conserva su poder inherente. Un billete de 10 dólares está impreso, al igual que un diploma que certifica nuestro título profesional o que los documentos oficiales donde se nombra a los ministros del gabinete. Todos los documentos importantes están impresos, y cada uno de ellos conserva su poder específico.

El papel es una sustancia física, pero las palabras escritas en él son el espíritu y la esencia de Nichiren Daishonin. El Buda original del Ultimo Día de la Ley inscribió, en la tinta del Gohonzon, su propia vida.

 

Yo, Nichiren, diluí mi vida y en ella impregné la tinta sumi con la cual inscribí este Gohonzon. Por eso, crea en él con todo su corazón".

 

El principio budista de la inseparabilidad entre la mente y el cuerpo nos enseña que lo físico y lo espiritual son una misma cosa. La vida se encuentra en la unión de ambos términos. El Gohonzon corporifica la vida del Buda. Cuando invocamos al Gohonzon, no estamos dirigiendo nuestras oraciones a una hoja de papel.

Los textos y libros también son papel impreso, pero al leer las palabras escritas sobre sus páginas adquirimos conocimientos, hacemos nuevos descubrimientos y hallamos nuevas ideas.

Tomemos otro ejemplo. Supongamos que nos cruzamos con un cartel que dice: "Estación de Tokio". Estas tres palabras contienen las muchas funciones que se llevan a cabo en una estación, desde ser cabecera del tren bala hasta ser la boca de acceso a la ciudad de Tokio. Desde luego, la estación de Tokio existiría igual sin el cartel, sin las palabras, al igual que sus muchas funciones. Pero el cartel y las palabras ayudan a la gente a encontrar la estación fácilmente.

 

Kimura: Los caracteres impresos en el Gohonzon representan un medio para que nos comuniquemos con el universo, ¿no?

 

Presidente Ikeda: Aquí va otro ejemplo. Un teléfono celular no sirve de nada sin estaciones centrales que transmitan las ondas de radio de un punto al otro. De la misma manera, el Gohonzon es una "estación central" que nos permite comunicarnos con el universo.

 

Es importante que la oración sea concreta

 

Presidente Ikeda: Como mencioné antes, es importante que las oraciones sean específicas y concretas. Orar de una forma difusa y sin objetivos es como disparar una flecha sin apuntar al blanco. Cuando uno se dirige al Gohonzon, debería hacerlo con el deseo poderoso y apasionado de que su oración se haga realidad. Quien piensa: "Si invoco, todo tiene que salirme bien", más que orar, está cayendo en una simple expresión de deseos. La oración que es seria, comprometida y sincera, donde uno pone íntegramente la vida, el cuerpo y el corazón, jamás deja de ser transmitida al Gohonzon.

Otra cosa que debemos recordar es que el foco de nuestra oración se expanda, para incluir no sólo nuestros propios deseos, sino también la felicidad de los amigos, familiares, compañeros de estudios, vecinos, conciudadanos y habitantes de este planeta. Esta postura ampliará nuestro propio horizonte y nuestro calibre como seres humanos.

Cuando, a los treinta y dos años, asumí la presidencia de la Soka Gakkai, mis primeras dos oraciones fueron que el Japón tuviera una buena cosecha para que no hubiera hambre, y que no hubiera terremotos de gravedad. En otra ocasión, oré para ser el único que tuviese que soportar el peso de todas las persecuciones que caerían sobre nosotros en bien del kosen-rufu. Mis oraciones hallaron respuesta en 1957, cuando, durante el incidente de Osaka, fui acusado y arrestado por una falta no cometida.

 

Kimura: ¡Maestro, qué dimensión tan elevada tienen sus oraciones!

 

Nuestras oraciones reflejan nuestro estado de vida

 

Presidente Ikeda: Pero nadie tiene ninguna necesidad de imitarme. La oración no es un asunto tan simple como algunos podrían pensar. No obstante ello, es importante recordar que nuestras oraciones siempre reflejan nuestro estado de vida. En tal sentido, son un medio solemne para elevar el propio estado.

Para obtener exactamente los resultados por los que uno está orando, también es crucial orientar esfuerzos directos y sinceros hacia esa meta. Esta es la verdadera práctica de manifestar la fe en la vida cotidiana.

Los que avancen por este camino día tras día, año tras año, como retoños que se convierten en árboles monumentales, llegarán a ser personas de fortaleza y de personalidad descollantes, al cabo del tiempo.

 



 
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