Escritos de Nichiren Daishonin
La Persona y la Ley
Gosho Zenshu,
pág. 1578 (fragmento)
“Sin embargo, el buda Shakyamuni enseña que la persona que hace ofrendas al devoto del Sutra del Loto en el Ultimo Día de la Ley, aunque sea por un solo día, obtendrá una fortuna incomparablemente mayor que la que acumularía ofrendando incontables tesoros al Buda durante cien mil eones. Entonces, ¡cuán maravillosa es su sinceridad genuina, que lo ha llevado a proteger al devoto del Sutra del Loto durante años! De acuerdo con las palabras del Buda, es seguro que usted renacerá en la tierra pura del Pico del Aguila. ¡Qué gran buena fortuna que posee!”.
Los Principales Escritos de Nichiren Daishonin, Vol. I, pág. 269.
Después de la persecución de Atsuhara, en la que Nanjo Tokimitsu desempeña un papel extremadamente importante, ya que protegió a los sufridos creyentes, el gobierno hostigó a su familia exigiendo impuestos elevados e irrazonables. Finalmente, este seguidor no pudo ni siquiera mantener un caballo -toda una afrenta para un joven samurai- o comprar ropa para su esposa e hijos. A pesar de sus propias dificultades económicas, continuó enviando provisiones al Daishonin, que se hallaba en Minobu. “La Persona y la Ley” fue escrito como expresión de gratitud por algunos obsequios recibidos, el 11 de setiembre de 1281.
Nanjo Tokimitsu tenía apenas veintidós años cuando recibió esta carta. Entonces estaba sufriendo de una grave enfermedad. Sin embargo, siguió brindando su apoyo al Daishonin sin pensar en sus problemas personales. Nichiren Daishonin le asegura que definitivamente recibirá beneficios por sus acciones devotas.
Es una carta que Nichiren Daishonin escribió a Nanjo Tokimitsu, quien se encontraba enfermo, en agradecimiento a la ofrenda de dos sacos de sal, uno de porotos de soja, un talego de algas marinas y un recipiente de bambú lleno de sake.
Posiblemente, Tokimitsu se habría enfermado como consecuencia de los esfuerzos hechos durante la persecución de Atsuhara. En febrero del año siguiente, su enfermedad empeoró al punto de llevarlo al borde de la muerte. Resulta admirable la sinceridad que demostró aún cuando padecía esta situación. Por eso el Daishonin lo alaba diciendo que “es difícil encontrar palabras para expresarle cuánto aprecio su sinceridad”.
En la primera parte de esta carta, el Daishonin explica que Tokusho Doji llegó a nacer en otra existencia como el rey Ashoka, quien gobernó toda la India, por ofrendar una torta de barro al buda Shakyamuni.
Por cierto, una torta de barro no tiene ningún valor, sin embargo, este gesto aportó tal beneficio porque la persona que recibió la ofrenda era el Buda mismo.
Que una ofrenda produzca beneficios o no, depende de la persona a quien se la ofrece. Cuando se hace un ofrecimiento a quien no corresponde, aunque se trate del acto más sincero, no produce beneficios.
Tal como lo muestra la historia de Tokusho Doji, los beneficios de ofrendar al buda Shakyamuni eran grandiosos. “Sin embargo, el buda Shakyamuni enseña que la persona que hace ofrendas al devoto del Sutra del Loto en el Ultimo Día de la Ley, aunque sea por un sólo día, obtendrá una fortuna incomparablemente mayor que la que acumularía ofrendando incontables tesoros al Buda durante cien mil eones”. Así explica el capítulo “Maestro de la Ley” del Sutra del Loto.
Los beneficios son mucho mayores porque el devoto del Sutra del Loto en el Ultimo Día de la Ley propaga la Ley Mística original que también permitió al buda Shakyamuni lograr la iluminación. Todo ofrecimiento que se hace al devoto del Sutra del Loto son ofrendas a la Ley Mística.
Por lo tanto, son inimaginables los beneficios que recibirá Nanjo Tokimitsu, quien durante muchos años ofrendó sinceramente al Buda original, Nichiren Daishonin. De acuerdo con esto, el Daishonin declara que Tokimitsu renacerá en la Tierra Pura del Pico del Aguila luego de su muerte, y lo alaba diciendo “¡Qué gran buena fortuna posee!”.
El beneficio que resulta de las sinceras ofrendas hechas para propagar la Ley Mística brillará en nuestra vida, eternamente, durante las tres existencias.
Daibyakurenge, noviembre de 1998, pág. 49 a 51.