Escritos de Nichiren Daishonin
Respuesta al Señor Takahashi
Gosho Zenshu,
pág. 1467 (fragmento)“No puedo expresar la alegría que siento al ver que usted envió un mensajero hasta aquí en un momento como éste. ¿Será que el buda Shakyamuni o los Bodhisattvas de la Tierra entraron en su cuerpo? Le confío la propagación del Budismo en su provincia. Ya que las semillas de la Budeidad brotan en respuesta a la influencia apropiada, uno expone las enseñanzas del vehículo único (Myoho-renge-kyo).”
The Major Writings of Nichiren Daishonin, Vol V, pág. 151.
Antecedentes
Sólo se conserva un fragmento de esta carta. Se cree que es parte de una carta escrita por el Daishonin en el monte Minobu, y enviada a Takahashi Rokuro Hyoe Nyudo, que vivía en Kajima, en el distrito Fuji de la provincia de Suruga. La esposa de Takahashi Nyudo era la tía de Nikko Shonin, y Takahashi se convirtió en un devoto creyente de las enseñanzas del Daishonin a través de la instrucción recibida de Nikko Shonin. Él y su familia habrían apoyado activamente el movimiento de propagación en el área de Fuji.
Puntos principales
Explicación
El Daishonin brinda las mayores alabanzas a Takahashi por haber hecho una ofrenda de arroz en una época plagada de dificultades para los seguidores del Daishonin, pues ya comenzaban a verse las persecuciones que terminaría en el incidente de Atsuhara. Cuando el Daishonin se pregunta "¿Será que el buda Shakyamuni o los Bodhisattvas de la Tierra entraron en su cuerpo?" le está asegurando a su discípulo que al unir su corazón al suyo, luchando contra las dificultades por propia iniciativa, y esforzándose por el kosen-rufu, está desenvolviéndose con el mismo comportamiento del Buda y de los Bodhisattvas.
En la actualidad, podemos interpretar que se trata de una alabanza del Daishonin dirigida a las personas que abrazan con sinceridad la fe y se esfuerzan en las actividades de Gakkai. La frase "Le confío la propagación del Budismo en su provincia" muestra la importancia que el Daishonin le da a la figura central de cada zona, y la profunda confianza que tenía en cada uno de los creyentes laicos. Para el logro del kosen-rufu, las personas que viven en cada zona son quienes deben tomar la iniciativa y llevar a cabo la propagación. Las barreras que obstruyen el camino del kosen-rufu son derrumbados cuando cada individuo se levanta con un sentido de misión ardiente, dispuesto a asumir la labor del kosen-rufu que le ha sido encomendado y consciente de que si no actúa, nadie lo hará por él. La inagotable fuente del kosen-rufu es la firme ola de propagación de una persona a otra. Lo que un individuo puede transmitir a otro es lo que lo que asegura la continuidad de la corriente del kosen-rufu. Es en esa relación humana donde está la fuente inagotable de esta gran empresa. Tal como indica la frase "las semillas de la Budeidad brotan en respuesta a la influencia apropiada", el único modo de hacer surgir el estado de Buda está en permitir a cada individuo entrar en contacto con la influencia del Buda. Concretamente, debe "enseñársele el vehículo único", o sea, dialogar sobre el Budismo. El hecho de hablar con las personas y ampliar el círculo de amistades alrededor de uno equivale a avanzar hacia el logro del kosen-rufu y la felicidad de la gente.
El Presidente Ikeda dice: "'la voz hace el trabajo del Buda'. Debemos valernos de la voz y librar nuestra batalla del diálogo esgrimiendo la palabra como arma. Cuando esta voz llegue al corazón del pueblo, cuando la gente empiece a hablar con la voz auténtica de su corazón, la época comenzará a cambiar. Por eso, hablemos con el pecho enhiesto, la frente erguida, con alegría y sin temerle a nada. Entonces surgirá la sabiduría, nuestra vida se expandirá y frente a nuestros ojos se abrirá, entonces, un amplio camino".
El diálogo convincente que entra en el corazón de las personas es la fuerza motriz para transformar la época y la sociedad. Ya está llegando la primavera. Triunfemos espléndidamente en la zona donde nos desenvolvemos, mediante valientes diálogos con cada persona.
Daibyakurenge, marzo de 1999, pág. 62 a 64.