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publicado por

SOKA GAKKAI INTERNACIONAL

 

Miércoles, 14 de octubre de 1998 N-02481

 

Ensayo del Presidente lkeda

 

 

RECUERDO DE MIS ENCUENTROS CON

DESTACADAS PERSONALIDADES DEL MUNDO

 

 

--Parte III--

 

[6] Presidente Jerry John Rawlings, de la República de Ghana

 

 

Siempre les he dicho a las personas que me rodean: “Debemos aprender de Africa y recibir la lección que nos ofrece su pueblo". Uno de los impedimentos más grandes que atentan contra la amistad es pensar que uno no tiene nada que aprender de los demás.

 

Cuando conocí al presidente ghanés Jerry John Rawlings, lo saludé abiertamente: “¡Doy la bienvenida en el Japón al 'Robin Hood' de Ghana!". Y él, entonces, respondió con una sonrisa.

Ese primer encuentro tuvo lugar en Tokio, en octubre de 1993. El presidente Rawlings tenía, por entonces, sólo cuarenta y seis años. Doce años antes, en 1981, había asumido el liderazgo de su país, para restituir la democracia. Con los años, ha tomado medidas enérgicas para detener la corrupción en el gobierno, en la función pública y en las fuerzas armadas. Francamente, señala que no tiene ninguna clase de contemplación con la inclinación corrupta y las prebendas, porque sabe que el país le pertenece al pueblo de Ghana. Ghana es de la gente anónima, de los que trabajan bajo el sol ardiente, de los pescadores que se lanzan a la mar bravía, de las mujeres que, con su ajetreo, mantienen los mercados activos, de los camioneros que reparten artículos de primera necesidad. El juramento de este hombre ha sido devolver el poder al pueblo de Ghana.

El presidente Rawlings sabía que la nación podía perder su futuro en beneficio de una elite corrupta y privilegiada; su decisión fue librar una lucha intransigente. Este paladín de la verdad y de la justicia, que luchó contra los funcionarios deshonestos y egoístas, llegó a ser comparado con el héroe de la antigua Inglaterra: Robin Hood.

Escuché que el presidente Rawlings sigue llevando una vida muy sencilla, tan entregado a su trabajo que conserva un catre de campaña en su despacho, para poder dormir cuando las obligaciones lo retienen hasta las altas horas de la madrugada. Su prioridad es mejorar las condiciones ambientales y sanitarias de su país; se ve, porque suele andar con una pala al hombro y botas de caucho de caña alta, limpiando acequias y desagües en las calles de la ciudad, junto con su equipo de colaboradores. Y no lo hace por demagogia. Quiere mostrarle al pueblo lo que hay que hacer, mediante su propio ejemplo.

Tan férrea es su oposición a la injusticia, y tanta es su integridad personal, que los que desean explotar el poder con fines espúreos no permanecen mucho tiempo cerca de él. Supe que aplicó medidas disciplinarias muy severas con varios integrantes de su gobierno culpables de faltas éticas.

Dije, muchas veces, que el siglo XXI sería la "centuria de Africa". Durante tres siglos, este continente fue saqueado, asolado, acribillado sometido y explotado del modo más abominable por varias potencias coloniales. Las heridas todavía no han terminado de cerrar. ¿Cómo podemos dar la bienvenida a un siglo nuevo de verdad, si no logran la felicidad suprema las personas que más han tenido que sufrir? No habrá amanecer del nuevo humanismo mientras el pueblo africano siga lejos de esa clase de dicha.

Manifesté mis grandes expectativas en Africa; destaqué el deseo ardiente de Kwame Nkrumah (1909 - 1972), primer mandatario ghanés, quien soñaba con que los futuros héroes de su país rompieran la espesa niebla de la discriminación inhumana y condujeran a su pueblo hacia un abierto valle de luz. Dije estar seguro de que este hermoso deseo se estaba haciendo realidad en Ghana. ¿Cuál es mi sueño, entonces? Llegar a ver con mis propios ojos el amanecer del siglo africano.

El presidente Rawlings me agradeció mi buena voluntad hacia su país y dijo que valoraba inmensamente mi preocupación por su futuro. Según contó, el presidente Nkrumah había luchado contra el colonialismo, pero hoy la lucha era contra un colonialismo distinto; en otras palabras, la gente ya no llevaba cadenas en las muñecas y tobillos, pero seguía esclavizada mental y espiritualmente. Esta sencilla declaración revelaba el profundo humanismo del presidente ghanés. Por cierto, sus mismas palabras podrían aplicarse perfectamente al Japón contemporáneo.

El presidente Rawlings notó que había dos clases de educación: la que domestica a las personas y la que las libera. La educación impuesta desde arriba, que atiborra la mente de información, sólo prepara a los estudiantes para ser robotes sumisos, que obedecen la autoridad sin cuestionamientos. Si la educación no hace florecer el potencial interior de los alumnos, si no promueve un desarrollo de adentro hacia afuera, sólo termina produciendo máquinas, pero no seres humanos plenos, sostuvo el presidente Rawlings.

Lo volví a ver cuatro años más tarde, en diciembre de 1997, acompañado de la primera dama Nana Konadu Agyeman Rawlings. Desde el aeropuerto de Narita, vinieron directamente al lugar de nuestro encuentro. Primero se detuvieron en el Centro Cultural Min-On, en Shinanomachi, donde se efectuaba la muestra "Ghana a los 40" en conmemoración del cuadragésimo aniversario de su independencia luego, marcharon al edificio del Seikyo Shimbun, donde la pareja y su comitiva fueron recibidas por un grupo de jóvenes representantes y por una actuación coral, a cargo de la "Sociedad para la Amistad Pan Africana" de la Universidad Soka.

El presidente Rawlings cumplía su segundo mandato. Su pasión y su humanismo seguían ardientes, como de costumbre. En esa oportunidad, subrayó la importancia de revigorizar al pueblo. En el pasado, dijo, los ghaneses habían sido tratados como máquinas, agotadas a fuerza de uso y abuso. Muy a menudo, notó, las naciones tienden a crear estructuras sociales y a imponérselas a la población a ajustarse a ese marco como fuere. Dichas estructuras esclavizan al pueblo y lo privan de su poder. Pero esto es un grave error, aclaró, pues el poseedor natural del poder debe ser la gente, y no la nación. Los ciudadanos son los protagonistas de la sociedad; son ellos los que tienen derecho a decidir el futuro de su tierra. Sin embargo, la mayoria de la gente no sabe qué hacer ni qué rumbo adoptar. Esto, declaró, es lo que él quiere cambiar.

Era tal la pasión que le inspiraban estas ideas, que las palabras brotaban con fuerza inusitada. Urgía al pueblo a ponerse de pie y liberarse, de un solo movimiento, del viejo orden corrupto enquistado en el poder.

Le ofrecí mi apoyo y mi aliento. "En una época, se burlaban de la Soka Gakkai porque era una organización de 'pobres y enfermos'. Pero yo siempre estuve orgulloso de ella. Todos estos años, me esforcé con la convicción de que la forma correcta de vivir está en trabajar junto al pueblo y por el pueblo".

El presidente Rawlings era piloto de la Fuerza Aérea; en 1979, encabezó un movimiento de aliados para derrocar a la dictadura corrupta. Luego del alzamiento, entregó el poder a un nuevo presidente civil, electo por el voto de la ciudadanía. Desafortunadamente, este gobierno adoleció del mismo mal: más corrupción e ineficiencia.

El "Robin Hood" de Ghana padeció varios intentos de asesinato; su honestidad y su postura íntegra lo han vuelto blanco de los ataques. Ghana siguió desgarrada por las luchas internas entre grupos rivales, decididos a quedarse con el control del país.

El teniente Rawlings sabía que el futuro de su país pendía en la cuerda floja. Recorrió todo Ghana en su viejo automóvil Datsun, dialogando con la gente. "Debemos hacer que el bienestar del pueblo sea nuestra primera preocupación", urgía, de aldea en aldea, sin descanso. Luego, en 1981, lideró un movimiento para sustituir al gobierno corrupto e iniciar la reconstrucción del país. Desde ese momento, Ghana sorprendió al mundo por su crecimiento económico.

Tanto el Presidente como la Primera Dama se han dedicado de todo corazón a hacer surgir el potencial oculto del pueblo ghanés. El mandatario declaró que los líderes no lograban nada, cuando sólo se ocupaban de los enredos palaciegos. Aunque muchos creían que el trabajo de la Primera Dama de Ghana era recorrer el país cosechando ramos de flores, nada estaba más lejos de la verdad, sostuvo.

La señora Rawlings comparte la dedicación de su esposo en bien del país. El pueblo sólo triunfará, dice, cuando las mujeres se pongan de pie y asuman su debido lugar en la sociedad; sólo ahora toman conciencia de que han estado rezagadas demasiado tiempo. La señora Rawlings lanzó un movimiento popular basada en la convicción de que las mujeres debían asumir responsabilidad por el futuro del país, y de que, si se unían, tendrían la fuerza necesaria para transformar la sociedad. Sus objetivos son enseñar a las mujeres a leer y escribir, equiparlas con aptitudes que les permitan montar pequeños emprendimientos, ayudarlas a administrar su hogar del modo más eficiente y proveerlas de centros maternales-infantiles, a cuyo cuidado puedan dejar los niños mientras trabajan o estudian.

El presidente Rawlings no deja de elogiar a su mujer: "No podría haber llegado a nada sin ella. En mi país, decimos que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Mi esposa vive tan ocupada, que nuestra hija dice: 'Detrás de un gran hombre, hay una mujer molida de cansancio!"'. Todos reímos de buena gana, y yo agregué: "¿Por qué no decimos, entonces, que detrás de un gran hombre hay una mujer más grande aún?". En ese clima de buen humor y cordialidad, todos reafirmamos el futuro brillante de la sociedad que respeta a la mujer y a sus derechos

Cuando el presidente Rawlings visitó el Japón, en 1993, manifestó un especial deseo de visitar Kagoshima, ciudad de Kyushu. Quería presentar sus respetos a los padres de un voluntario japonés, perteneciente a la Agencia de Cooperación Internacional (por su sigla en inglés JICA), que había muerto accidentalmente en Ghana un año antes. Contó a los padres la contribución valiosa que su hijo había hecho a la nación africana. Su muerte había sido una desgracia, pero así y todo el joven había dejado a los ghaneses el legado de sus notables lecciones de capacitación tecnológica. El Presidente les dijo a los padres que sus compatriotas harían lo posible para mostrar que el esfuerzo del hijo no había sido en vano. El joven había dado algo que el dinero no puede pagar: su espléndido don de gentes, su magnifico trabajo. Así, el dignatario manifestó al matrimonio su sincera gratitud; creo que ellos jamás olvidarán este gesto.

El presidente Rawlings sabe ser cordial y considerado, pero también cree que un hombre debe decir lo que piensa sin rodeos. Cuando habla, siempre lo hace como representante de su pueblo, y dice lo que la gente necesita dar a conocer. A diferencia de muchos "políticos profesionales", es honesto y directo.

En una oportunidad, cuando se dirigía al ex presidente de un país que había expulsado de su territorio a todos los ghaneses, sacó la cuestión a relucir y le dijo, sin ambages que jamás olvidaría el trato cruel que se les había brindado a sus conciudadanos. En bien de sus compatriotas, dice lo que debe, lucha y pone su vida en riesgo sin especulaciones.

El presidente Rawlings es un hombre de integridad y de personalidad: ha roto las cadenas que sofocan el corazón y la mente.

 

(Publicado el 24 de mayo de 1996 en el Seikyo Shimbun, diario de la Soka Gakkai.)

 



 
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