sonetos
Fotograma
JORNAL
de fariseos fue tu suerte
ajena
al tiempo, inmune a sus heridas
mas
víctima de tus sobrevivientes,
esclava
de verdades y falsías.
Seduce
tu expresión en su tormento
buscando
voz en un mudo conflicto
y
rasgos de un atípico talento
rebélanse
en la vaguedad del mito.
Oscura
me es tu imagen; lo genuino
no
logro distinguir de lo forjado,
de
aquello que al gran público alimenta.
Enturbian
tu silencio tantos gritos...
Así,
por tu abandono castigado
negado
te es descanso en la leyenda.
Contrarreloj
AMARTE,
sí, aunque amar te mate amargo
te
hiero amar, curándote la herida
con
miel sobre la sal y sobresalto,
meciéndote
en tu noche entumecida.
Soñé
tu libertad y tulipanes
velando
tu tormento en la tormenta.
Vigilia
sin espejos ni disfraces,
insomnio
de fantasmas sin respuesta.
Claváme
ese pudor desmemoriado,
secáte
ya esa lágrima impaciente,
juráme
por los dos seguir peleando.
Me
sabe a vida el vértigo de verte.
Te
quiero para rato, pararrayos.
Te
quiero, pajarraco, para siempre.
Pasatiempo
MANO
tu mano. Tus dedos dormidos
albergo
como a un pájaro en mi boca.
Reclamo
el resto; el acre de tu vino
insisto
en mendigar, tu pan que es roca.
Otorgas
al callar con tu caricia
el
premio para mi hambre sobornada.
Sedienta,
mi noctámbula impericia
construye
una pirámide en la nada.
Reanudas
a la luz tu devaneo
indiferente.
Tu elegancia esquiva,
bestial
albur, presagia mi tormento.
Acaso
de aquel beso en el museo
nació
el horror de amarte en carne viva,
oscuro
y desalmado pasatiempo.
A cuatro manos
VAGA
lascivia en tu mirada vaga
sobre
mi cuerpo. Con su fuego, enciende
fiebre
feroz, y en mi pasado hiende
la
herida abierta de una deuda impaga.
Si
no te hubiera vuelto a ver... Mi llaga
busca
tu sal. La carne, que no entiende
de
dignidad, sucumbe a ti. Ya extiende
tu
indiferencia su certera daga.
Cruel,
más que cruel es tu belleza ajena.
No
he de colmar con ella mi vacío
aunque
disfrute ansioso esta condena
Emborrachando
en tu licor mi hastío.
¿Destrozarás,
Deseo, esta cadena?
No
mientas. Vístete. Me ha dado frío.
Cohecho
SER
tu rehén sumó a nuestro prontuario
flirteos
ilícitos y pasajeras
complicidades.
Sin que lo advirtieras,
te
incriminé en un pacto sanguinario.
Te
reservé el papel de victimario
en
mi complot -para que reincidieras-,
y
machihembrando ardides y caderas
te
conminé a que fueras mi sicario.
Te
puse a tiro el cuerpo del delito.
No
disparaste. Tu arma descargada
selló
el indulto al que me resistía.
Me
deportaste a un páramo inaudito.
Nada
me encubre; mi ansia excarcelada
apela
en vano tu áspera amnistía.
Adúltero
ERAS
el manso olor a biblioteca,
la
mermelada, el lánguido diamante,
la
ineludible sopa y la irritante
aunque
alfombrada paz de la hipoteca.
Eras
raíz y luz; eras la cita
con
el sereno espejo, bienhechora
fidelidad
de pez, conmovedora
y
predecible vuelta en calesita.
Mas
su montaña rusa, falso vuelo,
fue
una magnética y fatal celada.
Subí
sin miedo. Arriba se hizo lastre
toda
piedad. Caí. Busqué en el suelo
tus
inocentes sábanas, tu almohada
para
mi insomne y sórdido desastre.
Adiós
TE
beso con los ojos bien abiertos.
Ya
nada lees en ellos, aunque pidan
en
vano que tus dedos se despidan
cerrándole
los párpados a un muerto.
Te
robo un beso para contrariarte.
La
luz ya no se asoma a tu sonrisa.
Tus
gestos tienen esa torpe prisa
de
quien quisiera estar en otra parte.
-Me
tengo que ir. Te llamo. Adiós- me dices.
Trasnocha
tu sabor entre mis labios.
No
quema el vodka todos los resabios
ni
salen con jabón las cicatrices.
Que
no se expulsa en vómito ni en llanto
ese
pomelo azul que duele tanto.
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