E1 Greco nació en Candía (Creta) en
1541. Allí recibió su primera formación y gozó
de una gran fama como maestro de pintura
posbizantina. La influencia oriental no desapareció nunca de su
producción y se acentuó con el tiempo. A comienzos de 1567
se trasladó a Venecia, y tres años más tarde a Roma,
donde realizó algunas obras para la familia Farnesio. Su estancia
en Italia le permitió estudiar el arte de los grandes maestros de
su tiempo, cuyo influjo se hizo sentir en sus composiciones. El Papa Pío
V le propuso vestir las figuras desnudas del Juicio Final de Miguel Ángel,
lo que acabó por hacer Daniele de Volterra. Sus primeras obras reflejan
la diversidad de sus fuentes de inspiración. Tienen rasgos de la
Escuela Veneciana, Tintoretto, Tiziano, J. Bassano, en el gusto por
los fondos de arquitectura clara, en el colorido brillante y en las formas
claras y los manieristas del centro de Italia, además de permanecer
el eco de su herencia bizantina.
Hacia 1576 llegó a España, tal vez
atraído por las posibilidades artísticas que ofrecía
El Escorial; pero su originalidad chocó con los convencionalismos
de la corte y se retiró a Toledo, donde encontró el ambiente
idóneo para el desarrollo de su personalidad. Doménicos Theotocópulos
viajó a Toledo con motivo del encargo del retablo mayor de la iglesia
de Santo Domingo el Antiguo, que le proporcionó Diego de Castilla,
deán del Cabildo de la Catedral de Toledo, a quien el pintor había
conocido durante su estancia en Roma. La parte central del retablo, un
lienzo de cuatro metros de alto que representa la Asunción de la
Vírgen era la obra de más envergadura realizada hasta
entonces, que resolvió en una composición dinámica
y monumental. Una larga serie de retablos se sucedieron en su etapa toledana,
los más famosos El Expolio (1577-1579), para la
Catedral de Toledo, y El entierro del conde de Orgaz (1586), para
la iglesia de Santo Tomé. Estas dos poderosas obras combinan la
atmósfera sobrecogedora de los grandes acontecimientos espirituales
con una sensación de arrobo místico. EI Greco sustituyó
la coloración cálida, aprendida de los venecianos, por una
entonación fría de amarillos,
rosas, azules y grises, distribuidos de manera muy suelta; fue abandonando
la perfección dibujística en busca de una inmaterialización
de las formas; ello le llevó a un desinterés progresivo por
la anatomía: sus personajes se alargan, y distorsionan sus miembros
en un movimiento ascendente cada vez más acentuado. Los recuerdos
bizantinos de su patria de origen y el ambiente manierista que pervivía
de cuando estuvo en Italia pudieron contribuir al alargamiento de sus figuras,
pero esta tendencia verticalizante fue más bien el fruto de la búsqueda
de espiritualización que encajaba perfectamente con su temperamento
místico. En sus composiciones posteriores fue más lejos aún
en la liberación de sus figuras de las ataduras terrenales, como
se aprecia en La adoración de los pastores (Museo del Prado)
(cuadro de la izquierda), pintada entre 1612 y 1614 para su tumba.
Su presencia en Toledo está documentada en
el año 1577. El motivo de su traslado a España se ha vinculado
a su deseo de trabajar en la decoración de El Escorial, aunque otras
fuentes hablan de los enemigos dejados en Italia por sus desdeñosos
comentarios sobre el arte florentino en general, hasta el extremo de encontrarse,
a su muerte, entre sus papeles un ejemplar de las Vidas de Vasari
con anotaciones en los margenes de opiniones peyorativas para el quehacer
artístico de Miguel Ángel. A finales del siglo XIX renació
el interés por el arte de El Greco y, con el desarrollo del expresionismo
en nuestra centuria, se le volvió a valorar como un precursor de
la modernidad.
La manera con la que El Greco emplea los colores
-a menudo estridentes, con fuertes contrastes de azul, amarillo, verde
chillón y rosa cárdeno-, los estilizados miembros y la tensión
nerviosa que caracterizan sus figuras con forma de llama, nos descubre
los ropajes que los envuelven como si tuviesen vida propia. Otras de sus
características fundamentales es el tono exaltadamente enfervorizado,
las composiciones movidísimas y el ritmo, que proyectan en su misteriosa
iconografía un intenso sentimiento religioso. |