Lo interpretaré
como siempre. Su historia viene de lejos; de tiempos que fueron. Otra vez
tendré que recrearlo y recrearme, darle vida.
El telón se correrá. Los segundos que faltan parecen eternos. La costumbre impaciente de la función, me enfrentará con el auditorio. No hay plazo que postergue. Estoy casi preparado. Tendré que salir, aunque el circo esté vacío. Ya estoy frente a ellos. Me contemplan desde la cobarde oscuridad que los protege. Casi no los veo. Imagino sus rostros en la platea esperando que comience y me entregue para complacerlos. Que crueles son, vienen a disfrutar mi muerte. Tendré que resignarme nuevamente a no ser yo, para transformarme en actor y armar el drama. El aire se percibe enrarecido, como siempre. Presiento lo que esperan. Tienen la paciencia de los buitres. Deberé sacrificar al personaje como tantas veces. Demostrar mi oficio en la simulación para que la historia sea verdadera. No puedo fallar, tienen pericia para criticar con ruindad mi arte. Otra vez el escenario. Componer la representación, armar al artista, quedar expuesto. Debo recorrer minuciosamente los detalles del libreto. Repetir cada uno de los gestos que me enseñó el maestro. Hacer que parezcan del otro pero míos. No habrá oportunidad para reiterar. Ellos no tienen tolerancia ni perdonan. Después vendrán los otros y será lo mismo. Debo encubrir la ficción para convertirla en cierta. Armonizaré la voz, la expresión, los movimientos. No puedo confundirme, tengo que ser preciso. Haré mi actuación aunque esto me aniquile y quede moralmente desguazado. Tengo que convertir en realidad la víctima que quieren destruir ahora y hacer creíble su sufrimiento. Me acostumbré a la idea de ser él. Ya compartimos la misma agonía. Él y yo, juntos cada noche. ¿No seremos lo mismo? Ya lo están reclamando. Quieren precipitar
el desenlace.
Terminó la función. Me espera la realidad,
otra fantasía. Tengo una cita impostergable con el hábito
de mi desilusión. El castigo de vivirme le está haciendo
compañía
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